Escenidades
Romper los márgenes del teatro es reconfigurar la escena
Texto: Roxana Rügnitz.
Fotografía: Virginia Mesías
Cuando decidí mudarme al territorio teatro, tenía apenas 8 años. Era una pequeña, tímida y asmática niña con una rara conciencia del despoblamiento que suponía atravesar el destierro de mi padre, habiendo nacido ya en una familia de varias naciones. Así que cuando me asumí una ciudadana de esta isla llamada teatro, fue, para mí, el mayor acto de rebelión e independencia. Vivíamos en Rosario, Argentina, y de repente descubrí que existía una frontera distinta a las geográficas… Una frontera que, aunque demarca los límites entre la ficción y la realidad, era capaz de romper con los conceptos de separación y distancia en muchos sentidos.
El tiempo y la evidencia de que el arte es un espacio de privilegio me ha llevado a cuestionar esa idea algo romántica. Aun cuando la existencia histórica de una dramaturgia que asume su herramienta política, entramada con la acción de lxs teatreros del siglo XX, cuestionando la concentración del poder no deben ser desvalorizadas, es necesario repensarlas a la luz de un nuevo siglo. Porque el teatro, en ese sentido, y por cuestiones temporales, ha tenido un papel clave en la confrontación del desarrollo del sistema neoliberal. Sin embargo, se ha dejado fuera de la discusión —al menos en el siglo XX— la cuestión de que, los distintos aparatos del sistema ejercen una sostenida violencia, muchas veces silenciosa, que procura anular a una población vulnerada no solo desde la estructura económica, sino en niveles culturales profundos. Mientras el teatro denunciaba el horror de la guerra, el hambre, la pobreza, la alienación humana en manos de un mercantilismo brutal y las consecuencias de las relaciones de poder porque era necesario hacerlo, se levantaba una invisible barrera sobre otras cuestiones que tenían que ver con el género, las identidades sexuales y los cuerpos racializados. La necesidad de cada tiempo configura las escrituras dramáticas, y desplaza del relato otros problemas por considerarlos menos urgentes. No es una justificación, es apenas una observación, tal vez una alerta.
Enfocando el tema
El teatro uruguayo puede ser pensado en etapas bien delimitadas por sus distintos períodos. Asumir la existencia de un teatro de hegemonías frente a la ausencia de un teatro de disidencias es, a mi entender, observar al menos los últimos períodos que van desde el teatro de fines del siglo XX al de comienzos del siglo XXI.
La línea de continuidad que planteo, en este caso, tiene que ver con la transformación que, tal vez, haya comenzado, tímidamente, a ser disidente en su forma, en los temas y en la necesidad de una escritura que deambula, al menos, en dos niveles de búsquedas: una interna, en la que las dramaturgias rompen las escrituras tradicionales con la intención de encontrar una voz propia, y otra externa, en la que esa voz se vuelve materia en una puesta que trata de politizar todos los recursos escénicos posibles. Esta búsqueda de polifonías estéticas rompe los márgenes textuales ante la necesidad de nuevos códigos de representación.
Pienso las últimas décadas del siglo XX como el final de un ciclo que redefine el hacer teatral desde la diversidad y multipluralidades escénicas que significó las Muestras de Teatro Nacional e Internacional de Montevideo, organizadas por ACTU. Lo acotado del espacio no permite el desarrollo de esta tesis, sin embargo, es oportuno recordar lo que ese proceso supuso para una generación de jóvenes artistas formados en el Uruguay de posdictadura. Las Muestras abrieron la posibilidad de amplificar el aprendizaje, la mirada, las discusiones que derivaron en una potencialidad escénica nueva. La posibilidad de ver teatro de todas partes del mundo, realizar talleres y salirse de los límites de los textos aprendidos para experimentar otras vivencias creativas explotó en ese tiempo. En este sentido, considero que no es casual el surgimiento, hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI, de una potente figura creadora en nuestro país: jóvenes que escribían y dirigían teatro con una mirada filosa de la realidad y una búsqueda de nuevas estéticas surgidas de la experimentación.
Las convivencias de formas teatrales no hicieron sino enriquecer y exigir a los elencos un trabajo que cada vez más estaría en diálogo con nuestra realidad. El teatro, como el arte, no puede ser ingenuo y es, en todas sus formas, un hacer político, el surgimiento de estxs jóvenes creadores, con una fuerte consciencia de la herramienta y de su tiempo, da lugar a una maquinaria escénica que viene a decir lo que las estructuras sistémicas del poder intentan borrar.
Hasta principios del siglo XXI, este hacer provoca y tensa, en sus espacios alternativos, la acción capitalista y neoliberal de convencer a la población vulnerada de que no tiene capacidad de agencia. Estxs creadores muestran las grietas del sistema, alertan sobre sus intenciones y deconstruyen el imaginario de pasividad de la sociedad. No sé cuántos de ellxs saben que lo hacen —algunxs es muy claro que sí—, pero ha venido sucediendo, como una militancia para la resistencia de la memoria y la construcción.
Cuando la discusión cultural debe enfocarse en la cuestión material
En esta etapa del siglo XXI, ese trabajo es insuficiente. No alcanza con problematizar, discutir, denunciar situaciones. Hay que materializar los medios para que la cultura trasvase la línea del privilegio. Hay que descolonizar el teatro para que todxs tengan acceso a la herramienta de la producción en el arte.
La escena uruguaya, en su amplia mayoría, sigue definida por una hegemonía de cuerpos, razas e identidades binarias, como si no existieran otros cuerpos. La respuesta a este planteo no puede ser que el problema es que esas identidades no toman la acción del hacer. Es necesario preguntarnos ¿quiénes hacen teatro hoy? ¿Para quiénes lo hacen? ¿Qué historias estamos contando desde la escena? Desde mi integración a la Asociación de Críticxs de Teatro del Uruguay me ha preocupado dónde está el punto del diálogo platea-escena. Mirar quiénes conforman el público antes de ver la obra es interesante, porque se delinea una cuestión que es sistémica. La platea se diagrama con un público de predominancia blanca, cis y binaria. Cuando vemos la obra creada por personas blancas, cis y binarias comprendemos que hay una gran cantidad de población que no está siendo nombrada en el teatro. Si no hablan para ellxs, ¿por qué irían al teatro?
El teatro representa un encuentro de latencia comunal y comunicacional in situ, en el que un grupo de personas acuerdan una serie de códigos para transmitir a otro grupo quienes, a su vez, implícitamente aceptan, durante un tiempo dado, el juego escénico ficticio, como si fuera verdad. Codifica la experiencia social en una estructura estética que permita niveles de lecturas capaces de repensarnos como humanos. Si esto es así, y yo creo que sí, deberíamos suponer que un teatro diseñado por cuerpos hegemónicos le habla a un público de predominancia hegemónica, aunque el contenido intente romper esa barrera.
No quisiera continuar sin subrayar que algunas dramaturgas vienen trabajando, con mucha dificultad por el acceso a los espacios, en romper esa geografía de los cuerpos en escena. Un ejemplo claro de eso es el trabajo de Diana Veneziano a través de un trabajo en el que confluyen multiplicidades de niveles semánticos disputando el privilegio de la palabra. Designa el espacio como un territorio en el que los distintos cuerpos son atravesados por todas las formas estéticas para la configuración de sentidos. En la obra Sudaka, por ejemplo, trabaja el tema de las mujeres migrantes desde una perspectiva de género y clase. La experiencia migratoria surge en escena como una constante que nos atraviesa a todxs lxs humanos, pero los resultados dependen siempre de la clase, el género, la raza.
Por otro lado, me importa destacar el trabajo de Marianella Morena. Su creación, desde la escritura y la dirección desfila por líneas de lo transteatral, porque atraviesa las estéticas, interviniendo las convenciones para transitar una ficción que busca cuestionar y poner en jaque a la sociedad actual y lo hace por motivos plenamente éticos. Fue la primera en llevar a escena el tema de las mujeres trans de frontera que viven del trabajo sexual: sus historias, su dolor, sus marcas, su capacidad de resistencia. Y lo hizo en conjunto con las mismas mujeres trans que viven esa realidad.
Cuando algunos teóricos del siglo XXI hablan de la superación de las palabras en un teatro que desarticula discursos, reconfigurando la escena a través de una apuesta más visual, Morena mete primera y juega con todas las herramientas que tiene a disposición, sin renegar del discurso, a través del que dice, sin piedad ni tibiezas, todo lo que necesita ser dicho a modo de denuncia.
Claro que Diana y Marianella no son las únicas. El teatro uruguayo no se queda quieto, es un laboratorio permanente de pensares, de acciones y de creación viva. Es por eso que se hace necesario desguetificar la cultura teatral. Aunque está sucediendo, no es suficiente aún, porque hacerlo desde el contenido textual no alcanza. Necesitamos volver a la discusión de para qué y para quiénes se hace teatro. Ampliar los espacios escénicos y diversificarlos para que otras historias sean contadas, para que otras poblaciones se reflejen desde la escena. Está bien hablar para mujeres que deben desmontar sus estructuras patriarcales, está bien poner el foco en el tema de las masculinidades, pero ¿cuándo vamos a cuestionar la infinita producción de puestas sostenidas por una población de corte hegemónico, en términos de raza e identidad? ¿Dónde están los otros cuerpos en la escena? ¿Quiénes son esos otrxs no referidxs? No nombrar es una cuestión política, sin duda, pero si el teatro es indispensable para la vida porque la representa y la cuestiona, ¿qué significa la ausencia de esos otros cuerpos? Eso también es político. El teatro ha sido y es un espacio de disrupción, el desafío de hoy es poner esa herramienta al servicio de una creación que desacomode los estándares del privilegio.
Escenitats
Aló Arte Bar: un espacio de libertad
Texto: Roxana Rügnitz.
Fotografía: Virginia Mesías
Escenidades nace como un espacio para escribir sobre lo que sucede en el ámbito de la escena nacional, sin embargo, habiendo deambulado más allá de la frontera del país, resolvimos romper otra: la del espacio convencional donde suceden las propuestas escénicas.
En este número hablamos de los rincones de la ciudad. Elegimos un lugar enclavado en el Cordón de Montevideo, en el que dos mujeres llevan adelante un proyecto que es indispensable conocer. Así, atravieso en esta nota distintos niveles que son principio de transformación social: mujeres, lesbianas, cultura y acción política. Los ingredientes para la mejor receta creada por Lea Mazal y María Vicente. Están casadas y convencidas de que el compromiso que las une tiene muchas más aristas que la del matrimonio porque, desde la disidencia, nunca dejaron de militar para la disidencia. Esto también es Aló, un acto de acción política.
Piel Alterna dialogó con ellas para conocer el proceso que supuso crear Aló. Hablar con las dos es divertido, tienen un time entre ambas que subraya la convicción de lo que hacen mucho antes de decirlo en palabras. Lea sugiere que sea María la que comience ya que ella la despertó un día para contarle lo que se le había ocurrido. Es que Aló amanece como el sueño, después del sueño de dos mujeres que viven y militan el amor.
Así que María toma la posta para contarnos el origen. «Arrancamos con esto hace tres años. Somos activistas de Ovejas Negras y participamos en la Cámara de Comercios y Negocios LGBT. Lea es la vicepresidenta y yo trabajo en la parte de inclusión laboral. Siempre conectadas con la pata social, que es lo que nos mueve el deseo de hacer cosas».
«Todo comenzó con una idea. Un día nos despertamos y pensamos en cuáles son las cosas que nos gusta hacer. Nos gusta ir al teatro, la cultura, el entretenimiento y buscar espacios donde sentirnos cómodas. Nosotras venimos de los tiempos en que nos echaban de los boliches, de cuando no nos dejaban estar de la mano con nuestra pareja, ni expresar nuestro afecto en público. Venimos atravesadas por esas historias. Y aun cuando hoy cambió mucho todo, siguen existiendo espacios donde sabés que no sos bienvenida. De eso surge todo. De pensar en un lugar con propuestas que tengan que ver con nuestras identidades lésbicas. Generar shows o espectáculos cuyos contenidos estuvieran vinculados con la noche gay, con lo drag, con eventos LGBT».
En sus palabras resuenan muchas vivencias, también las mías. Los espacios no son para todxs. Los relatos que se cuentan, incluso desde el arte, no reflejan todas las experiencias de vida. La sensación de que existe un corrimiento social para una población que se ha sentido de clase B es poderosa. ¿Cómo transformar esa realidad? Lea y María nos dan la respuesta porque supieron unir conceptos complejos: el contexto histórico más un espacio de encuentros que sumara espectáculos culturales con contenidos diversos e inclusivos para una comunidad que solo había sido representada en clave de burla. Es claro, en la expresión de María, este vacío: «Es que nos faltaba algo. No encontrábamos en las obras que veíamos esa sensación de decir: “Ah, con esto sí me identifico, están hablando de mí”. No importaba la temática, podía ser algo cotidiano, pero algo que tuviera que ver con nosotras».
Lea recuerda el momento germinal. «Cuando se le ocurrió la idea, María me despierta con una serie de placas, como para Instagram y me dice: mirá lo que hice. No tenía contenido, más que los nombres. Yo lo miro y le digo: “Pero esto está buenísimo”. A mí, además de sentirme identificada con lo que pudiera suceder en un espectáculo, lo que me pasaba era la necesidad de sentirme segura. Nosotras estamos juntas hace doce años. Nos gusta salir, ir a bailar y muchas veces nos vimos enfrentadas a situaciones complejas en las que nos empezaban a decir que nos diéramos un beso. Era muy incómodo. Necesitaba un lugar donde me sintiera segura y tranquila. Cuando, esa mañana, María me mostró la idea, me encantó y le propuse armar un ciclo específico para nosotras y ver de presentarlo en algún lado. Así fue el inicio».
La memoria tiene algo hermoso, porque va tejiendo esos momentos como si hubiesen sido sencillos. Es claro que no lo fue y María lo señala: «Recibimos muchas violencias por ser mujeres y lesbianas, incluso de la persona que nos alquiló. Siendo mujeres, con la bandera de la diversidad, como lesbianas visibles y como pareja, nos cuesta mucho sostener este lugar».
En los distintos cuadros que arman María y Lea, lo que más se percibe es la pasión compartida, el convencimiento de que era necesario y la valentía de hacerlo. Como en todos los procesos, siempre están lxs aliadxs indispensables y María no quiere dejar de mencionarlxs: «Tuvimos el acompañamiento de Ovejas Negras. No lo hacíamos desde Ovejas, pero estuvieron presentes siempre. Aló Lesbianas arrancó como un ciclo cultural que llevamos a cabo en plena pandemia. La idea venía de antes, pero nace en pandemia porque fue un contexto muy difícil para lxs artistas. Entonces un sitio nos abrió las puertas, nos dijo que teníamos ese espacio controlado a nivel sanitario y que podíamos hacerlo dentro de las horas que estaba permitido. A partir de ese momento potenciamos a lxs artistas emergentes para que pudieran presentar sus shows en un contexto que les impedía trabajar. El lugar fue Il Tempo».
Les pregunto sobre el nombre. Es sugestivo. Me remite al saludo en portugués y aun así parece haber más. La idea del nombre la tuvo Lea, y el sentido es interesante. En este caso no sería un saludo, sino un llamado a las identidades lésbicas. Era una forma de convocarnos diciendo: «Hola, acá estamos», por eso la gráfica era la imagen de un teléfono. Lea nos aclara el juego: «Aló Lesbianas y A lo lesbianas».
«A partir de esos conceptos, empezamos a trabajar con Lea y con la gestora cultural Maru Salles, esto que estaba pensado desde los contenidos, pero, sobre todo, como un espacio de voces y encuentros, para que la comunidad LGBT estuviera presente desde el arte. Nos contactamos con Adelina Perdomo, una comediante lesbiana uruguaya. Ella fue y sigue siendo la cara del ciclo con presentaciones y stand up donde hablaba de fertilización, de ser madre, de casarse y de leyes. Todo un pasaje a través de situaciones desde la perspectiva de las lesbianas. Así fuimos armando el equipo. Más tarde se integraron Hugo y Anita, una pareja de compañerxs activistas de Ovejas. Ellxs se encargan del sonido y la producción. Armamos un equipo militante que hace eventos culturales para lesbianas. En un principio fue a la gorra. Todo lo que recaudábamos era para lxs artistas. Un trabajo de autogestión cuyo gasto era tiempo en vida. Además del stand up de Adelina, hicimos la noche de relatos lésbicos eróticos».
Lea nos cuenta lo importante que fue todo ese proceso en el que combinaron diferentes formas de arte. Dos mujeres, una red de colaboradores y una idea hicieron la diferencia. La ciudad está llena de esos secretos. Mientras que los teatros del Centro continúan contando historias de personas blancas, cis y heteronormadas (en su mayoría, claro), en algunos rincones se van creando otros relatos indispensables que dan cuenta de que la humanidad no es ni lineal ni homogénea.
María describe el proceso: «Combinamos distintas artes. Era, en términos musicales y visuales, un evento para todos los sentidos. Las historias que se relataban estaban acompañadas por la música de fondo de Macarena Nacimiento. Ella cantaba en los bondis y la conocimos por las redes. Mientras sucedía esto, una artista plástica chilena [Vale Caracola] pintaba mujeres. Queríamos que lxs espectadores se fueran con la sensación de haberse sentido gozadxs».
En fascinante acompañarlas en este relato que va tomando forma desde la memoria de ambas. Lea recuerda: «Fue un clima completo. Nosotras pensamos entonces que, si nos gustaba porque era parte de lo que queríamos de un show, entonces a las personas que apuntábamos les iba a gustar también, y así fue. Luego de ese inicio, preparamos el ambiente para el siguiente show que fue la proyección de una película posporno lésbico, llamada Las hijas del fuego dirigida por Albertina Carri. El día en que se proyectó, tuvimos mucho cuidado del ambiente. Insistimos en que en ese momento solo estuviera la gente del show y que, de haber más personas —además del público— no se hicieran comentarios. Fuimos muy cuidadosas de todo. Incluso preguntamos a las personas si querían que sus fotos aparecieran en redes o no. Este fue el arranque del ciclo que se hacía en Il Tempo».
La concepción de un espacio para identidades lésbicas que rompe las fronteras de los deseos y de los cuerpos para concebirse como un lugar para todxs tiene que ver con la vida y la militancia de Lea y María. Aló no viene a guetificar, nace para convertirse en territorio libre de violencia y acoso, una casa donde ser es la única regla. «Este es un espacio abierto para todxs y donde las mujeres se sienten más cómodas» dice María para sostener el principio de seguridad y libertad.
Lea retoma las propuestas artísticas. «Más adelante tuvimos un show de drag king. Averiguamos todo sobre el movimiento. Se trata de una perfo masculina, realizada por una mujer. Quisimos hacerlo para romper esa barrera y ver qué pasaba en Uruguay con ese tema. Fue súper interesantes porque se volvió una veta donde expresar identidades a través de la performance. El segundo año ya lo quisimos hacer de forma itinerante en distintos bares de Montevideo. Llegábamos con Aló Lesbianas y con el tema de la accesibilidad a los locales y rompíamos estructuras instaladas».
Fue en esa movida que empezamos a pensar en un espacio fijo. Definimos que ese lugar debía ser otra cosa distinta de lo que fue el ciclo. Diferenciarlo para que no fuera exclusivo para lesbianas, sino para toda la diversidad, por eso al bar le pusimos Aló —con la L al revés—. Empezamos en un barcito en la calle Constituyente donde hacíamos los shows que ya veníamos realizando y creamos un ciclo diferente».
«Ahí surgió un show de stand up de Pibas a las Risas que lo producía Adelina Perdomo», agrega María al relato de Lea. «Un ciclo de humor con contenido para mujeres en el que se cuidaba mucho el chiste porque nos interesaba transitar otras formas de humor, distinto a los conocidos. También hicimos un ciclo musical con artistas emergentes de mujeres y disidencias. Una noche, con esa visión de lo que había sido el drag king, resolvimos hacer la Noche de las Caballeras. Eso nació con una connotación política bien subrayada. Todo fue a raíz de una normativa que establece que los espacios deben tener un baño masculino y otro femenino —nosotras contábamos con un solo baño—. Sin embargo, los bares de hombres, según una normativa vieja, pero vigente, sí pueden tener un baño. Entonces creamos la Noche de las Caballeras, para que no fuera ilegal tener solo un baño» [risas]. Risas suyas y mías, pero cargadas de una mezcla de ironía e incredulidad.
«Esa noche tocó una banda que se llama Juana y los Heladeros del Tango —cuenta Lea—. Cantan un tango bastante político. Juana y su esposa van siempre de vestido y los músicos, vestidos de varones, pues esa noche vinieron al revés. Como ellxs cantan tango, además pedimos que vinieran vestidxs todxs de caballeros de época. Levantamos las mesas y terminamos bailando. Fue un éxito. Después de eso nos dieron treinta días para hacer un baño o nos clausuraban. Así que nos fuimos».
Estamos en el siglo XXI, atravesamos la cuarta ola feminista. Debemos justificar por qué las mujeres luchamos por nuestros derechos, porque la perspectiva es que todo ha cambiado ya y aun así las leyes obligan a dos mujeres que construyeron un espacio cultural para romper el paradigma que estratifica identidades a irse del local porque tiene un baño y no es para varones. Hay una brecha fina entre la bronca y la ironía, pero no lo decimos. Mejor seguimos hablando de la resiliencia que las hizo continuar. Aló se muda a un espacio más grande y con una gama de posibilidades increíbles.
María lo explica. «El proyecto es el mismo, pero cambiamos a una propuesta con más gastronomía, más cafetería, ampliamos el horario para que fuera una casa donde pudieran venir, quedarse, sentirse cómodxs y habitarla. Para nosotras este lugar es un sueño que muchas mujeres proyectaron. Nosotras queremos que todas esas historias que vienen de atrás, estén acá, en Aló».
«Es un espacio que pensamos también como intergeneracional —subraya Lea—, la idea es que vengan personas de todas las edades y se sientan cómodas. Una cosa interesante que pasó es que la barra se convirtió en un lugar clave. Muchas mujeres vienen solas y se quedan en la barra, así que se transformó en un rincón donde pasa de todo, charlas de todo lo que se te ocurra. Algunas ya vienen a sentarse a su lugar en la barra. No existía algo así para mujeres».
Se me ocurre que Aló no es solo un boliche o un espacio cultural, es un acontecimiento social en Montevideo. Una oportunidad para vivirnos como somos y con la alegría de compartirlo con otrxs. La bandera de la diversidad, afuera, es casi la batiseñal. Es ahí donde lxs que nos hemos sentido excluidos, observadxs, juzgadxs, pero también todxs aquellxs que nunca lo sintieron, podemos recalar, para construir otra idea de vida en sociedad. Lea lo confirma cuando dice: «No sé si nos damos cuenta de lo que estamos haciendo. Esto empezó como un juego, en el sentido de que no somos productoras, pero se constituyó en algo mucho más fuerte».
María va cerrando con la idea de que derribar barreras tiene costos, aunque lo vale: «Ser mujeres, lesbianas y emprender es mucho. Hay un montón de violencias en el medio que las vas cargando en el cuerpo, aunque sean cosas tontas, como que estoy pintando las rejas y cuando me ven, se paran a aplaudir como asombradxs por lo que somos capaces de hacer». «Hubo que cambiar muchas formas de ver la vida desde una perspectiva de género —suma Lea— porque me acuerdo de que, al principio, un vecino nos veía trabajar y nos decía: “Ah, pero ustedes son mujeres completas, che”. ¿Entendés?, completas».
Y sí que entiendo. La idea de estar completas porque de pronto descubren que somos capaces de hacer lo mismo que ellos y más. La idea de ser completas porque nuestro rol no se define en el marco del hogar y del cuidado, únicamente. Ser completas, en esa mirada, es tener rango de varón. Por eso el subrayado de «ustedes son» marca, además, esa indisoluble perspectiva de que, para algunas personas, las mujeres en general seguimos incompletas, con la excepción de las rarezas como Lea y María. El proceso es lento, pero un espacio como Aló empuja la marcha un poco más allá. Hace posible ampliar la mirada y pensarnos en un universo sin diferencias que guetifican. Aló existe porque dos mujeres tuvieron un sueño que reivindica el de muchas otras. Hoy lo volvemos relato para seguir habitándolo. María y Lea te esperan ahí, atrás de la barra, en Chaná 2030, entre Blanes y Jackson.
¹ «Colectivo Ovejas Negras es una organización de la diversidad sexual en Uruguay, que se propone luchar contra toda forma de discriminación, especialmente contra la discriminación por orientación sexual y/o identidad de género, particularmente con el fin de construir ciudadanía entre las personas LGTTTIB del Uruguay.» Recuperado de <https://www.mapeosociedadcivil.uy/organizaciones/colectivo-ovejas-negras/>.
La escena en otros cuerpos
Texto por Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
El fin de semana me llevaron a ver un espectáculo teatral realizado en el Royal Court Theatre de Londres. La obra es Sound of the Underground de Travis Alabanza¹. Una producción realizada por un elenco de personas disidentes. En parte, juego; en parte, cabaret estridente; en parte, manifiesto de trabajadores. Es, en definitiva, una invitación de Travis: «Únase a ocho íconos del drag clandestino mientras derraman el té, liberan el pezón y luchan contra las fuerzas sombrías que amenazan sus medios de vida».²
En esta oportunidad, la particularidad de mi escritura no se centrará en la puesta o en el contenido de la pieza, sino sobre el hecho de que la obra, obviamente, era en inglés, un idioma que me es ajeno. Para una persona que ha construido su vida en torno al teatro, Londres es una de las mecas del arte escénico. En sus calles de direcciones confusas para cualquier latinx, en sus zonas céntricas donde abundan pantallas de neón que delinean, en contraste, antiguos edificios en los que se conjugan pasado y presente —sin añoranzas, aunque con una imperceptible cuota de ansiedad—, allí laten todas las formas de expresiones posibles y aun deseadas.
Ahí me encontraba yo, con los sentidos alerta, devorando, impiadosa, todo lo que pudiera ser leído sin necesidad de una lengua. No sabría decir si hubo momentos de lucidez en mis intentos. Me percibía niña, descubridora divertida, incapaz de comprender un idioma que me había sido ideológicamente esquivo. Lo que sucedía a mi alrededor, por simple que fuera, se transformaba en un signo a descifrar: los generosos intentos de comunicación de algunas personas —con palabras muy pensadas y manos que buscaban completar los sentidos ausentes—, miradas cómplices que parecían apiadarse de mi ignorancia, se sumaban a los abrumadores sonidos del ambiente que me imponían un alto nivel de atención (atención en tensión) exigido por el contexto. Ya estaba desbordada de deseo incluso antes de comenzar el espectáculo.
Consciente de mis casuales circunstancias de extranjera, pero al mismo tiempo de estar en el único territorio, hoy, en el que me siento en casa: el teatro, intenté descifrar algunos de la enorme multiplicidad de los signos que se desplegaban por todas partes, a tal punto que me definieron como espectadora, incluso antes de serlo formalmente.
No entender la lengua impone una lectura de todos los códigos corporales que se vuelven, en ese instante, parte de una escena. La llegada al bar del teatro para beber mientras veo a personas que se reconocen entre sí y se abrazan en saludos cálidos que no requieren traducción, of course.
El ingreso a la sala: «En primera fila» me dicen, con cierto aire de picardía que esconde la esperanza —frustrada al fin— de que los personajes interactuaran conmigo durante la función. El teatro es pequeño, aunque tiene platea y palco. Entre el espacio y el público deambula un aire a lo subterráneo, a lo periférico y a la necesaria insistencia de manifestar las existencias negadas en un tiempo que se quiere diverso y aun así la dictadura de los cuerpos define a las personas.
La obra inicia casi de forma abrupta por medio de la irrupción de lxs actores a través de distintas zonas del teatro. La imagen que se impone en escena es la de ocho cuerpos uranistas, al decir de Paul B. Preciado; aunque, en ese instante, posiblemente todo el teatro era Urano. Habitantes «tránsfugas del género, furtivos de la sexualidad […] Lo que nos jugamos es el cuerpo, la vida».³
Cuando llegan al escenario, se paran en hilera frente al público en una pintura que lo dice todo. La belleza de la intervención en cuerpos que ya gritan antes de la palabra que surge para subrayar lo que muestran, a modo de presentación individual. No entendí los intersticios de los discursos (re)presentativos, aunque impactaron en mi mirada, incluso en mi respiración, prometiendo una noche colmada de deseos.
Lo que voy a plantear en «Escenidades» tiene que ver con una frontera delimitada por el idioma. Se trata de lo que un espectáculo puede provocar más allá del texto. Esta sección procura deambular por territorios alternos en los que lo visual se impone a los discursos dichos en un idioma desconocido. Habituadxs a un teatro en el que la palabra define el relato, cuando el idioma es ajeno, es necesario repensar los códigos de la representación. En estos casos, los parlamentos constituyen significados parciales que despiertan asociaciones capaces de configurar algún nivel de sentido.
La obra explora cómo la cultura de los clubes underground en Londres moldeó a los artistas queer de la actualidad. Denuncia la compleja situación que atraviesa el arte, especialmente el arte corrido de las fronteras del centro: un arte de disidencias. Son ellxs, sus cuerpos autodefinidos y vulnerables, sus voces, sus manifiestos los que se ponen en escena para reclamar un derecho que la historia les ha quitado a fuerza de dolor.
El espectáculo se organiza en cuadros. El primero instala una puesta realista que parodia las formas expresivas del teatro clásico, la postura y exageraciones de los personajes me acercaron a esa idea. La escena rompe el hipernaturalismo en un desborde bélico que juega con el absurdo en una tensión dramática en la que RuPaul parece ser un objetivo a destruir, probablemente por haberse vendido al mercado —y, quiero subrayar, probablemente—. El cuadro siguiente tendría una estética más performativa e individual, en la que se explora y explota las formas de existir que rompen los parámetros construidos culturalmente. En cada caso, parece confrontarse como denuncia la belleza disidente y contracultural deseada en escena con sus cuerpos «extraños» y violentados en las calles.
Es posible que no haya entendido la mayor parte de lo que se dijo en la obra, sin embargo, la percepción de celebrar la existencia a través del derecho a la expresión se convirtió en una sensación, casi todo el tiempo. Por momentos, la idea de ponernos en jaque, ¿cuál es el límite?, ¿la mirada abierta y deseante del espectáculo atravesado por un despliegue fascinante, o las miradas ausentes, esquivas en los espacios públicos donde ellxs, lxs artistas, dejan de ser admiradxs para ser agraviadxs? ¿Dónde estamos lxs que aplaudimos?
Todo el espectáculo fue, para mí, un cúmulo de impulsos más emotivos que racionales, aunque también de análisis de imágenes que no llegaban a corroborarse en palabras. La visión de los rostros diseñados en los personajes/actores, cuyas expresiones definidas jugaban en la línea de la provocación e interpelación a un público extasiado casi todo el tiempo, me dejaban, demasiadas veces, desterrada del sentido. Frente a esa incapacidad, mi cuerpo reverberando hasta temblar cargado del deseo a veces, agotado de tantas tensiones (est)éticas, simbólicas, sonoras, obvias.
Hubiera querido quedarme quieta, dejarme tomar por esos estados, antes de que llegara la necesidad de una respuesta intelectual casi inmediata, seguro sobre: «¿Y? ¿Qué te pareció? ¿Entendiste?», era incapaz de responder en una lengua ajena todo lo que me había provocado y que no pertenecía al territorio de la razón.
El teatro físico no se agotaba en la escena. La salida de la sala terminó en un recorrido por escaleras repletas de personas con sonidos eufóricos que nos dejó en el bar al que llegaron más tarde lxs artistas y le dramaturgx de la obra. Otra extensión del espectáculo. En medio de ese barullo intelectual y fascinante estaba yo, la analfabeta de la lengua, aturdida en mis propias emociones. Me quedé en silencio. Mis pensamientos vagaban en mis permanentes reclamos al teatro en mi país, un teatro demasiado blanco, demasiado cisgénero. ¿Será posible romper esa frontera? Yo apuesto siempre a que sí.
_______________
¹Escritor y creador no binarie de teatro, cuyos trabajos aparecieron en la British Broadcasting Corporation (BBC), Guardian, Gal-Dem. Fue el ganador más joven del programa de artista en residencia en Tate Galleries. El espectáculo con el que debutó, Burgerz, realizó una gira internacional. Su trabajo en torno al género, la identidad trans y la raza se ha destacado internacionalmente, lo que le posibilitó brindar charlas en universidades como Oxford, Harvard, Bristol, entre otras.
²Alabanza, Travis. Interview with Travis Alabanza | Sound of the Underground. Youtube. Royal Court Teathre, 23 de diciembre de 2022. <www.youtube.com/watch?v=qQhOLyWngcw>.
³«Paul B. Preciado, referente trans: “Lo que nos jugamos es el cuerpo, la vida”».Clarín, 2019. Recuperado de <www.clarin.com/cultura/jugamos-territorio-cuerpo-vida_0_PtNDC2pa4.html>.
El teatro, un salto de fe y dolor
Texto por Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
El teatro es sin duda un lugar para aprender
sobre la brevedad de la gloria humana; ¡Oh,
todas esas pantomimas maravillosas,
resplandecientes, absolutamente desaparecidas!
Iris MURDOCH
¿El teatro nació del dolor? Me pregunto mientras me remonto a sus orígenes, en la Grecia antigua, en el que un acto ritualístico y sagrado, el ditirambo, se convierte en un espectáculo como la tragedia, con el objetivo, según Aristóteles, de expiar las pasiones. ¿El teatro cuesta dolor? Insisto en una pregunta cuasi anafórica en la que pienso en Antonin Artaud y su desesperada búsqueda de una forma de arte capaz de provocar y transformar.
¿El teatro se sostiene desde la pasión y el dolor? Y, en esta última cuestión, pienso en Uruguay, en el proceso que va desde el teatro criollo del siglo XVIII al nacimiento del Teatro del Pueblo en los años treinta del siglo XX hasta nuestros días. En ese recorrido hay, sin duda, momentos llenos de amor, del deseo de lxs artistas de crear magia para contarnos historias con pocos elementos, poniendo imagen y voz a un montón de sensaciones a las que el arte les da forma. Sin embargo, están atravesados, también, por el dolor de la soledad y por la eterna creencia de que el arte se paga desde el placer, como si lxs artistas no tuvieran las mismas necesidades materiales que el resto. Simples preguntas al aire, para que lxs lectorxs, eventualmente, las respondan. Me quedo con los puntos suspensivos, con la sensación de que el arte cabalga sobre el dolor del mundo para mostrarlo, para sufrirlo y, de alguna forma, por qué no, expiarlo.
Entonces vuelvo al presente y pienso en todos esos grupos de teatro que sobreviven en los rincones de nuestro país, e insisten y resisten porque así son los que habitan los límites geográficos del arte. En este camino llego a un punto pequeño donde crece un jardín, bañado por el océano y llenito de lobos marinos. Allí, en el Cabo Polonio, hay teatro y se sostiene porque sus dos integrantes son tercos contadores de historias, hacedores, iniciadores del fuego que alimenta esa idea original del teatro como un ritual. Ellxs son Gabriel Valente y Maricruz Díaz, creadores de Tatuteatro.
En esto de escribir, a veces se nos atropellan las palabras, las ganas de decir, y olvidamos otras voces. En este caso, Gabriel y Maricruz son lxs protagonistas de este relato y por eso es importante que sea desde su voz que se imprima esta historia en la que el teatro también es dolor. A continuación, las palabras de Maricruz, llenas de vida.
Teatro y dolor
Dijo Violeta Parra: «… la gente que nos escucha o lee, en realidad, escucha o lee nuestros sufrimientos. A lo mejor nos busca para sufrir también, pero de un modo nuevo, pues no todo el mundo sufre del mismo modo. […] se acercan como los niños al fuego, presienten que se pueden quemar las manos y, sin embargo, tocan». Yo hago teatro pues el teatro es vida y la vida es dolor y alegría, unidos por una larga serie de dudas sobre cómo zafar del dolor y alcanzar la felicidad que es tan escurridiza.
En Tatuteatro hacemos todo el proceso creativo con fe y alegría. Una vez seleccionado el tema, la vida es una búsqueda incesante de esa felicidad de mostrar nuestro trabajo a otros, de reflejar en escena un recorte de la realidad que nos concierne a todos, un discurso político. El dolor es más intenso, entonces, cuando no conseguimos el objetivo de satisfacer las expectativas del público. Un dolor que todo artista alguna vez sintió y del que aprendió mucho más que de los aplausos. Provoca dolor, sin duda, no contar con los recursos actorales o técnicos para lograr mayor impacto con nuestros textos. Siempre nos falta formación y por eso participamos de todos los talleres que podemos, a pesar de la distancia. Duele que, en un país tan pequeño, el concepto de teatro se divide en Montevideo o interior, lo que acarrea el inevitable prejuicio: teatro bueno, teatro malo.
¿Por qué no se habla de teatro de Uruguay? En Alemania, por ejemplo, ¿el teatro de Berlín es mejor que el de Bonn, Múnich, Kassel, Frankfurt? ¿Cómo es posible que el festival de teatro más importante de Europa sea en Avignon y no en París? Es un tema estructural, pero duele que por políticas culturales de Estado no se puedan formar en todo el país actores, dramaturgos, directores, escenógrafos, médicos, dentistas, veterinarios, arquitectos, etcétera.
Ese dolor es prodigioso y ha llevado a que un grupo creciente de teatreros den la pelea silenciosa en Fray Bentos, Paysandú, Colonia, Canelones, Maldonado, Rocha… ¿Sabían que el Festival de Teatro Perimetral que se desarrollaba en Las Piedras y Ciudad de la Costa llegó a once ediciones?, ¿que el Encuentro del Litoral y del Más Allá este año cumple también once ediciones?, ¿que el Encuentro de Teatro del Este organiza su sexta edición? A pulmón, y con diferentes niveles de apoyo estatal y municipal, hemos dado la pelea; participan grupos de todo el país y del exterior. Duele que los críticos de teatro, los estudiantes de la maestría en teatro y los docentes de teatro se pierdan estas instancias de intercambio que se manifiestan en las obras, los talleres, las devoluciones, la convivencia.
En la época de teatro barrial, por los años ochenta, apenas llegado de México, invitamos al maestro Atahualpa del Cioppo a conocer la experiencia y, encantado, vio una obra en un complejo habitacional de La Cruz de Carrasco y, por supuesto, nos regaló una clase magistral.
Duele la falta de recursos. He visto puestas en escena millonarias en la Comedia Nacional. Siempre me pregunto, ¿qué harán con todo ese material una vez que la obra baja de cartel?, ¿cuántas cosas podríamos hacer todos los grupos independientes que reutilizamos una y otra vez telas y telones y vestuario? (El Teatro 25 de Mayo de Rocha nos regaló un telón viejo, con él pudimos forrar toda nuestra salita en Cabo Polonio, y ya cumplió ocho años de uso). Duele que se hagan obras solo para ocho funciones. Supe que era el mínimo para ser considerados candidatos para acceder al premio Florencio Sánchez. Duele que no todo el mundo vea teatro, que la gente humilde sueñe con entrar al Solís y no se atreva. Duele que un teatro intimide. Duele el teatro cortesano como duele el entertaiment, el stand up, las impro… la banalización.
Hemos recibido ayuda a través del fondo concursable regional y el de infraestructura, quisiéramos que alguna vez alguien venga a ver qué hemos hecho con ellos y poder conversar de cuánto más podemos hacer involucrando niños de las escuelas, jóvenes, adultos. Duelen los huesos y las articulaciones, pues no paramos la máquina y se va gastando. El teatro es una experiencia para toda la vida, porque es vida. Atahualpa era viejito cuando nos vio actuar. Cuánta juventud en sus palabras, él no se jubiló de teatrero, no le dolía el alma por ausencia de teatro. Me quedó clarísima su lección.
Tatuteatro Cabo Polonio (textos, canciones, poemas, actuación, vestuario, iluminación, escenografías, objetos escénicos, maquillaje, risas, llantos).
_______________
¹ Herrero, Víctor. Después de vivir un siglo. Una biografía de Violeta Parra. Lumen, 2017.
---------------------------------------------------------------------------------
Hanami: cuando la belleza es un acto de amor
Texto por Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
Un encuentro con el público desde nuestra
humanidad compartida. Es la posibilidad de ser
canal y ponerme al servicio de la vida. Poder, a
través de esta experiencia teatral, abrazar la vida
y bailar la muerte.
Danna LIBERMAN
El teatro es un territorio que ha buscado, en su sinuosa geografía, las dimensiones de la belleza más allá de las convenciones. Cuando se pone en escena una obra, los hilos que bordan ese imaginario en el espacio, transmutan la idea al concretarse en la puesta. Llegar ahí implica un proceso de investigación que permite seleccionar los niveles estéticos que, luego, impactarán sobre la emoción visual con el objetivo de alcanzar también, a través del texto, una dimensión conceptual.
La representación, en modo ideal, es un todo ensamblado entre estética y ética que, en muchas oportunidades, acaba por desarticular los conceptos previos que traemos de la belleza. Es que, en teatro, esa cuestión tan compleja de la belleza no solo es evidencia de la producción del objeto obra, tiene un alcance mayor cuando se desprende del diálogo intangible que sucede en el parámetro significativo de lo que Jorge Dubatti llama convivio. Se trata de un impacto que debería producirse en un tercer espacio, no físico. La idea de este autor es que entre el escenario y la platea se realice ese encuentro —casi una fusión— entre lo que propone la obra y lo que le pasa al espectador, alcanzando así la singularidad de una belleza indescifrable, pero transformadora.
La cuestión es que las formas de la estética en el arte tienen tantos niveles de representación que serían inabarcables en un artículo. Sin embargo, el objetivo en esta oportunidad es analizarla desde la perspectiva de una sola obra: Hanami de Danna Liberman.
En cuanto la vimos, supimos que debía ser el tema de esta sección, porque en ella los parámetros de la belleza se amplifican para llevarnos a territorios en los que ese simple concepto entra en tensión con algunos aspectos humanos que, de no ser por Hanami, probablemente no habríamos imaginado. Solemos asociar la belleza a ideas clásicas y más concretas. Es bello lo que despierta nuestros sentidos y nos atraviesa de sensaciones cercanas a la alegría, pero ¿y si la belleza viene del dolor? Hanami impregna a la platea de una cantidad de emociones, casi vertiginosas, para cambiarnos el foco del asunto.
¿Cómo rompemos los preconceptos? ¿Cómo desciframos, en nuestra forma recortada de pensar el mundo, esa conexión? Posiblemente, apenas un mes atrás me hubiese costado, siquiera pensar en esta pregunta, pero después de ver Hanami, todas las respuestas se desparramaron ante mi insignificancia. En la platea, rodeada de personas, me sentí sola, en un íntimo encuentro con la actriz, mientras asistía a una de las expresiones más intensas de belleza.
Hanami significa «ver flores». Esa sería la traducción japonesa de observar la belleza de las flores, lo que me lleva a pensar en la simpleza. Me detengo allí, en esa definición, para comprender. Salgo a mi jardín a ver las flores. Están ahí, tan sutiles, naciendo y muriendo, capaces de entregar su esplendor como un acto generoso y sin esperar nada más. Tantas contradicciones vienen a mi mente. Hemos perseguido una idea de belleza superficial porque la hemos asociado a la eterna juventud y, sin embargo, veo en esa pequeña flor que la perfección de su existencia es plena, completa, sin ninguna expectativa, sin necesidad de permanencia.
Hanami es el perfecto título de la obra que Danna Liberman escribe para contarnos una historia que nace de un dolor indescriptible, pero que llega a configurarse en la misma singularidad de ser una flor con la capacidad de celebrar ese instante preciso, sin pedir más nada.
Cuando ingresamos a sala, vemos un espacio completamente despojado, habitado por la intensidad del color. Algunos recursos sutiles como la flor que insiste en ser toda ella, sin más deseos, con sus pétalos y tallos y hojas. La puesta en escena tiene la sensibilidad y la inteligencia de Jimena Márquez y de Luz Viera. Ellas han comprendido que ese texto requiere toda la capacidad de simpleza a la que se puede acceder para explotar allí, en ese acto de entrega, ante el cual todas las desnudeces se estremecen, el hecho teatral de la belleza que nos llevará a niveles impensados de la emoción.
Danna nos mira de frente, nos habla desde el lugar más profundo con dulzura y, desde ese mismo lugar, hace un pacto con nosotrxs. Danna se convierte en esa frágil flor en escena.
La belleza va surgiendo allí, envolviéndonos a todxs, aun cuando por momentos, como escondido desde los lugares más perversos de la cultura, surge ella, la culpa, para intentar detener el goce de lo que estamos experimentando. Es que somos conscientes de ese extraordinario oxímoron que representa hablar del dolor de la pérdida y, desde ese lugar, generar un acto puro de belleza. No solo estética, se trata de una belleza más cercana al plano de la ética, por lo que supone la capacidad de entregarlo todo, lo más íntimo, eso que solemos esconder en nuestros baúles más privados porque, dentro de los códigos de una sociedad hipócrita, parece no estar habilitado compartir el dolor con todxs.
La actriz-personaje nos interpela, nos habla directo, viene a regalarnos la más hermosa de las flores que quedará atrapada en nosotrxs, abrazándonos desde dentro. Danna en escena se vuelve flor con conciencia de finitud, pero una conciencia extraordinariamente clara, sin registros de dramas —a pesar de lo que nos cuenta—. Ella nos lleva a su lugar más íntimo y nos deja bailar su dolor, para volverlo allí, en el teatro, otra forma de vida.
_______________
¹Jorge Dubatties profesor universitario, crítico e historiador teatral argentino. Entre sus principales aportes a la teatrología se cuentan sus propuestas teóricas de filosofía del teatro, teatro comparado y cartografía teatral, disciplinas en las que ha sido pionero.
---------------------------------------------------------------------------------
Un concert entre temps, vellesa i teatre
Text per Roxana Rügnitz . Fotografia per Mariela Benítez
Hi ha una dimensió de gènere en la vellesa que Simone de
Beauvoir planteja de manera radical. El femení, com consta
rucció social, té a veure amb una «hiperrepresentació»
del corporal i el sensual com a valors fonamentals
associats al fet de «ser dona». Aquest és el gran parany
que assenyala l'autora que fa més difícil l'envelliment
de les dones.
Assumpció Bernárdez Rodal
Transparència de la vellesa i la societat de l'espectacle
A Simone de Beauvoir li va preocupar l'efecte del pas del temps durant tota la vida, fins que, el 1970, publica el llibre La vejez. La distància temporal entre aquest llibre i l'actualitat no és significativa, potser per això, mentre es parla poc d'aquest període de la vida, el mercat s'hi adapta. Els mitjans de comunicació no reflecteixen les persones grans, tret que vulguin vendre-li les meravelles d'una casa de salut. Tot i això, elles estan, i cada vegada més, ocupant els espais i mostrant que encara tenen molt per viure. Han estat les cuidadors dels seus néts, han continuat la vida laboral més enllà del que s'ha establert i, molt especialment, són consumidors, cosa que es relaciona —a més— amb el temps lliure. Si parlem de gent gran amb qualitat de vida i cert privilegi, viatgen, fan cursos, surten al teatre o al cinema. Estan actius i presents. Encara que, en aquest cas, hauria d'usar com a absolut el gènere femení, ja que el percentatge més gran de persones grans actives són dones.
«Escenitats» és sobre teatre, sí, però avui conjugarem el temps d'una institució que ha construït la història teatral del nostre país i dues actrius que van acompanyar aquest procés: Myriam Gleijer (81) i Silvia García (66).
L'existència d'aquestes dones està associada al teatre El Galpón i, encara que el tema central és la vellesa, pensar el temps d'una institució que treballa amb els cossos en escena ens permet filar el trànsit de la vida que les transforma a través d'aquest territori concret que és el teatre. Amb elles comprendrem que el procés de convertir-se en persones grans des de lactuació impacta directament sobre els seus cossos de dones.
L'entrevista comença com una xerrada. Myriam ens sorprèn parlant de la peripècia de ser part d'El Galpón des dels seus orígens, tota una estructura construïda —en la idea i l'acció— per aquests obrers peculiars de l'escena. Ella neix i es desenvolupa dins aquestes fronteres teatrals.
«Vaig començar l'escola de teatre el 1961, imagina't que tota la meva vida està definida per aquest lloc». Aleshores ens explica una història associada al període. Som al maig i no podem deixar de pensar en el que va representar per a aquest país la dictadura cívicomilitar, fins i tot abans que s'hi instal·lés. Li pregunto sobre l'exili del teatre El Galpón a Mèxic i es disparen un munt de records que hi són, clarets a la seva memòria. El seu relat comença descrivint les fites que van anar gestant el procés fins al que arriba a ser, avui, la Institució Teatral El Galpón.
Aquell moment, entrellaçat amb les mesures ràpides de seguretat, en una democràcia que es feia trossos, ve de la mà de l'estrena de l'obra brasilera Llibertat, llibertat de Bior Fernández. Una obra que ells van adaptar a la realitat política del món i que van estrenar el dia que s'instal·len aquestes mesures, el juliol del 68. En els seus records s'aixequen imatges que descobreixen allò que va significar aquell moment: […] estàvem estrenant l'obra i pel carrer Mercedes —on se situava el teatre al començament— se sentia passar la cavalleria ia nosaltres se'ns ajuntava una barreja de por i rebel·lia. Molts joves que escapaven de la persecució dels militars veien una sala de teatre i entraven per amagar-se, aleshores es trobaven amb l?obra Llibertat, llibertat». No sé si és possible imaginar l'escena en tota la seva potencialitat cinematogràfica, escapar-se de la repressió i trobar-se amb una obra que els parlava del que, aleshores, era una utopia: la idea de llibertat.
Vaig tractant d'armar aquest procés per instal·lar-lo al nostre tema. És que el context és un element central de la manera com creixem. Myriam parla des del seu present de dona gran, però entén molt bé que definir la seva realitat avui només té sentit quan el connecta amb el relat del que va viure.
El tema de la vellesa té una dualitat interessant, un present inscripto al cos i un pretèrit que salta dels records, com a testimoni clau del que vam ser, del que vam fer i per això tenim històries per explicar. Hem vinculat, massa, la vellesa amb el que es perd i, tanmateix, escoltant-les m'adono de quant es guanya; s'acumulen experiències que sorgeixen en forma de contes que també parlen de nosaltres com a poble. Entenc que és on aterra la meva escriptura, rescatant les veus de dues dones que van ser part de la història d'un dels teatres més importants del país, i que avui són el nostre cabal cultural.
El transcurs del temps, la construcció d´un teatre, la dictadura i dues dones que van créixer travessades per tots aquests nivells. Parlar-ne és comprendre com tots aquests aspectes van jugar un rol important en la manera com viuen avui el seu temps, la seva edat. Volem descobrir com es van anar instal·lant tots aquests canvis als seus cossos, com a actrius. Potser per això us pregunto quin és l'enllaç d'aquest procés amb la memòria en relació amb el teatre.
La Sílvia, amb una mirada analítica, pensa. Li importa marcar el concepte de la memòria com un agent de registres que ens defineix, individualment i col·lectiument. Aquesta idea pren una altra dimensió quan parla de «l'exili i l'amor», un títol que ens queda ressonant. Ella era molt jove, així que les conseqüències de la persecució les viu perquè decideix anar-se'n a l'exili darrere de l'amor, cosa que li va significar «construir-se com a persona des d'altres fronteres, des de les llunyanies territorials i les rodalies escollides que van acabar sent família.» Diu: «Vivíem sempre a prop, ens conteníem. Jo no sabia res quan me'n vaig anar, amb el llibre del Crandon que em va donar la meva mare sota el braç. Allà ens vam formar com una família i vam fer teatre per tot el món, un teatre de militància que cercava recuperar la nostra democràcia».
Myriam pensa en la memòria com una eina de treball i separa els gols. «Potser, per l?edat puc oblidar-me de detalls, de noms, però la lletra dels textos me les aprenc tota i no m?oblido. Això ens manté el cap actiu. Vaig néixer el 1940, vaig transitar des del segle passat, des de la segona guerra mundial fins aquí. Aquest teatre ha recorregut la història de l?Uruguai i del món, i jo amb ell».
La idea de la memòria a l'edat té aquests racons fantàstics que ens porten, amb tota lucidesa, els fets passats indispensables per construir-nos com a espècie. Elles es pensen en el procés del temps des de l'escenari, aleshores Myriam recorda: «Vaig fer una obra, dirigida per Nelly Goitiño, que es deia El somni i la vigília de Juan Carlos Gené. Em va tocar representar una ex vedette de varieté que vivia en una casa de salut per a artistes, amb un ex actor shakesperià. El meu personatge tenia una ansietat i bogeria de viure davant de l'altre que estava lliurat. La vedette sostenia que Shakespeare havia estat el seu germà i que per això ella era immortal. Des d'aquell lloc intentava convèncer el seu company que tornés a representar El rei Lear. Quan això passa, ella li trasllada la immortalitat, aleshores mor tranquil·la. I jo crec que els actors en certa mesura som immortals. Transitem tots els personatges de totes les edats, des dels més joves fins als més vells, a través de totes les èpoques». Mentre Myriam parla, sembla transformar-se, com si encara sentís bategar aquests personatges en alguns racons del seu cos.
La vida dels actors i les actrius tenen aquesta peculiaritat, passen la seva vida habitant diferents personatges. Els seus cossos esdevenen ressorts d'històries, de veus, d'il·lusions. La consciència d'aquest procés és clara i la manera com elles el vinculen a l'edat també: «Quan els teus joves no tens experiència, però tens energia i el cos et respon bé, a l'edat adulta arribes a aquest estat d'equilibri en què tot sembla respondre per la maduresa en què estem i, en arribar a la vellesa, el nostre cap que ha transitat tot aquest periple encara vol fer, però el cos sembla que no el pot seguir. Cal adaptar la història viscuda, els nostres pensaments, encara, ansiosos i amb ganes al cos present de la vellesa. Aquest exercici ens manté alertes, insistents, ens fa seguir. Tenir el desafiament d'adaptar-nos als personatges ens manté vius, perquè a dalt de l'escenari, et juro, hi passen coses. Una arriba malalta al teatre i quan comences la funció et guareixis. Aquesta és l'adrenalina que posem en funcionament i que ens dóna l'energia necessària per sostenir que no et deixa envellir del tot. Per això, és que jo crec que seré immortal fins a la mort (riu)».
Silvia, que és més jove, pensa en el camí del creixement en relació amb la vida al teatre: «Nosaltres ens anem adaptant des del cos i les seves possibilitats a les necessitats del teatre. La nostra vida gira al voltant daixò. Tot i que l'edat pugui pesar, sí, crec que nosaltres com a actrius podem fer qualsevol cosa. No hi ha límits, perquè estem fetes per això. Créixer, en el nostre cas, vol dir anar acomodant la nostra estructura, el nostre temps, a les necessitats del teatre. Potser per això transitem naturalment el pas dels anys. Diuen que la gent que menys envelleix és la del teatre, per alguna cosa deu ser».
Aquestes paraules em recorden la cançó que diu: «Queden els artistes». Sembla que alguna cosa els fa processar el temps d'una manera diferent. Myriam té la resposta: «És químic, el cap alimenta el cos i d?alguna manera el manté, no el deixa caure. Hi ha una energia interior, quan fes teatre, que et sosté». Elles es miren, continuen com en una xerrada de bolig, tan pròpia de la nostra cultura, el tema flueix tot sol i Silvia continua: «Estem pensades per estar a l'escenari més enllà del temps i més enllà de l'edat. Hi ha un pacte entre el cos i la ment que ens instal·la amb una tremenda força vital en escena». En aquesta mateixa línia, sorgeix la veu de Myriam, com una resistència: «A vegades em demanen que pari, però jo no vull parar perquè, si no, se'm para el cap»
És clar que, en el cas dels teatrers, el cos no els pertany del tot. El joc de la representació els exigeix prestar-ho a uns altres, a personatges que arriben, com a estranys esperits, per habitar-lo per un instant. Em pregunto si hi ha un contracte —com el de Faust?— on l'artista es transforma en un mèdium per donar vida a aquest somni efímer. L'arranjament? Durant el temps en què el personatge pren el seu cos, torna a canvi una porció d'energia que genera aquesta mística d'eternitat.
Mentre tanquem la nota, les fotos segueixen buscant una mica del misteri que s'amaga en aquests espais. Un teatre ampli, generós, que ha estat la casa de tots els teatrers que no tenien recursos durant la pandèmia. Entre elles i aquest teatre es perceben totes les històries que encara ens queden per explicar.
__________________
¹Al llarg dels seus 72 anys d'història, s'ha constituït en un centre cultural, situat a la principal avinguda de la ciutat de Montevideo, amb tres sales teatrals. A més, hi ha espais per a exposicions, una cafeteria i una Escola d'Arts Escèniques. Sense cap mena de suport o subvenció estatal permanent, aquesta Institució, de les més antigues, conegudes i respectades al món, se sosté gràcies al suport del públic i als sistemes de Socis del Galpón i Soci Espectacular.
²La dictadura cívico-militar uruguaiana es va estendre entre el 27 de juny de 1973 i l'1 de març de 1985. Va ser un període durant el qual Uruguai va ser regit per un govern militar no cenyit a la Constitució i sorgit després del cop d'Estat del 27 de juny de 1973.
-------------------------------------------------- -------------------------------
Dones de carnaval: desconstruint Momo
Text per Roxana Rügnitz . Fotografia per Mariela Benítez
No estic acceptant les coses que no puc canviar,
estic canviant les coses que no puc acceptar.
Àngela DAVIS
Transcorre febrer i es va desenvolupant al nostre país la festa més gran: el carnaval més llarg del món. Un desplegament de creació on la cultura popular uruguaiana troba el seu espai més important de representació i referència. Durant un mes, cada nit els conjunts recorren a marxa camió diferents taulats enclavats als barris, per presentar els seus espectacles, part del gran concurs dut a terme al Teatre d'Estiu de Montevideo.
Explica la tradició que, amb excepcions, el carnestoltes ha estat un lloc habitat per homes. Avui, veure'l amb més dones a l'escena és un senyal, tot i que sembla un espai en disputa permanent. Per parlar d'aquest tema, Pell Alterna es troba amb algunes dones. Ens rep Sala Emilia, un espai d'impuls creatiu de Jimena Márquez i Luz Viera.
La trobada va estar travessada per aquesta rara emoció que envolta el carnaval. Les arribades, els reconeixements, les abraçades mentre ens preparàvem pel que seria un gaudi, més que una entrevista.
Parlem amb Antonella Puda i Jimena Vázquez de Los Muchachos; Jimena Márquez i Luz Viera de Formatge Magre; Abril Pereira de Valors; Carolina Pastorino de Diables Verds; Emilia Díaz i Camila Insulsa de Doña Bastarda.
El disparador va ser simple i obvi. Què implica ser dones a la festa de Momo? Jimena Márquez obre el joc, recordant un matx amb Pochola Silva (2) que permet rescatar un llegat femení al carnaval molt més antic del que crèiem, encara que sempre definit pel conflicte. Això se subratlla amb l'anècdota que ens porta Jimena: «Nosaltres la vam anar a buscar i ens explica sobre aquestes històries de com a les dones que desfilaven en carnaval els cridaven “putes, putes!”».
Luz, amb la mirada atenta i un somriure dibuixat a la cara, aclareix les diferències dels conjunts que, si bé s'estableixen per les seves categories, també es donen perquè alguns, com els humoristes —és el cas de Cyranos— sempre van tenir dones.
Quan Jimena Vázquez intervé, ho fa amb la mateixa confiança amb què puja a escena i pren la paraula: «També és cert que les dones que sortim als conjunts de carnaval tenim ara més participació que abans. Tenim Márquez com a cupletera a Formatge Magre, Emilia com a cupletera a Doña Bastarda.(3) Ara hi ha dones liderant la creació, amb rols més centrals i abans això no passava».
Aquesta idea instal·la un trajecte històric que queda bategant, un procés reconegut que es delinea a tots els nivells socials, on les dones hem hagut de conquerir els espais. Elles estan prenent el territori del carnestoltes, les seves veus ressonen, amb una consciència del temps que els toca viure. En aquest relat se suma Emilia Díaz, apuntant certs conceptes claus: «En els temps de post Varones Carnaval, que agraeixo, és un gran desafiament incloure dones al «patriarcat de Momo». No és només tenir dones al conjunt, és també definir el lloc que ocupen. És interpel·lar-se cap a la interna del grup, perquè això està movent-ho tot. Es percep, les idees hi són i surten a la conversa a sota del tablat, a les banyeres. Això, els vestits de bany estan canviant».
Luz recorda aquest canvi, assenyalant l'evidència en com es processen en coses mínimes, fins i tot els acudits són altres. Pel que fa a això, Emilia recorda una anècdota, la gola seca, la dificultat per sostenir la veu tantes hores, els recursos buscats per resoldre el problema i aquí, just aquí, es dóna la qüestió, cosa que podria haver estat i no va ser: «Un dia, en un dels canvis, vaig trobar una banana i vaig pensar a provar, a veure si m'ajudava amb el tema de la gola, quan pujo a la banyera crit “bo, Lolo, et vaig menjar la banana” , llavors em vaig adonar del que havia dit. Vaig esperar la reacció, l'acudit fàcil, però tots estaven en silenci, ningú va riure. Em vaig sorprendre, però un company va dir: “les coses estan canviant, ja no fa gràcia”».
La Carolina el defineix, amb una senzillesa magnífica, com la llibertat d'estar i ésser sense haver de reprimir-se pels homes. El tema era a l'aire, no es podia obviar. Les coses canvien i les denúncies s'acumulen perquè canviï per sempre. Llavors Jimena dóna la puntada de peu: «Em vaig adonar, de sobte, que en totes les notes que em feien, de tots els mitjans, sempre em preguntaven pel tema de Varones Carnaval, però mai vaig veure una nota en què se li preguntés a ells com se sentien sobre això».
Vázquez se suma: «Sí. Som nosaltres les que parlem del tema, fins i tot a la interna. Cal que ells també ho encarin. El canvi social ha de venir des d'un canvi de perspectiva, trencar el gènere. Això és una revolució de tots. El canvi artístic respon al canvi social». Així va ser com va sorgir el tema de Homes Carnaval a totes, fins i tot des dels seus cossos a l'espai.
Carolina Pastorino arrenca, com si tingués el tema atrapat al pap, preparat per sortir: «Cada situació que s'anava denunciant estava connectada a la meva experiència. Aleshores pensava “ah, si jo parlés”, però eren els companys i ho deixàvem passar. Avui m'adono el gran acte de valentia que va representar fer aquestes denúncies, posar veu a allò que estava passant. Van obrir una porta que ens interpel·la a tots, des de tots els llocs». Abril intervé per donar una visió que vol ser confessional, honesta: «Sens dubte no ens va prendre per sorpresa, no pecarem d'ingènues. Vèiem aquest relat reproduït tantes vegades en nosaltres, sempre la mateixa seqüència d'accions d'assetjament».
És Márquez qui pregunta a les integrants de Doña Bastarda sobre una cançó específica, sobre la vivència i l'enllaç amb els fets.
Camila Sosa parla des de la convicció, són part activa del procés que vénen elaborant i per això ens diu: «Pel que fa al tema de les denúncies, l'espai de xerrada va existir sempre cap a la interna, des del minut u. Quan jo vaig entrar no havien denunciat perquè ja se n'havia baixat un. Jo ho volia saber tot. Era un tema que calia parlar i ho prenem com a prioritat. Vam ser nosaltres amb Emilia les que vam dir que volíem tocar el tema “homes” des de la pròpia murga. Ells ens van dir que no se sentien preparats per fer una cançó sobre això i ens va semblar rehonest de part seva. Això ens va donar loportunitat de fer-la nosaltres. Així es va convertir en “la cançó de les gurises”. Quan van tornar a aparèixer les plaques, vam tornar a tenir una instància de dolor i vam decidir no cantar-la».
Emilia, amb les celles arrufades no pot deixar d'expressar el que sent: «Quan van aparèixer les plaques em vaig negar a cantar-la, perquè si no tindria organicitat i coherència cap a la interna, no em semblava honest».
Es percep a totes, un conflicte, una batalla que, saben, han de donar. D'una banda, el cop a cada denúncia —necessària i sostinguda des de la interna—, però que obre noves ferides. D'altra banda, l'espai conquerit que defensen per elles i per les que vénen. A aquestes tensions se suma el reclam que se'ls fa fora per ocupar aquest lloc. Com gairebé tots, aquest és un territori minat d'assetjament i violència, però també del dolor de l'acusació que les assenyala per ser-hi, com si fossin elles el problema. Sobre això és Márquez que afirma: «Quan ens caiem entre nosaltres, desviem el focus de l'assumpte».
Tancar una entrevista mai no és fàcil, molt menys quan s'està furgant sobre temes complexos. Tot i això, elles són dones amb una profunda consciència del lloc que ocupen i del que fan, no es deixen definir per la bronca, treballen per a una transformació contínua. És des d'aquell lloc que proposem la darrera idea. Elles pertanyen a un temps que és fita. Un temps de canvi. Ho saben, se'n fan càrrec i tanquen amb les seves veus entreverades i, tanmateix, tan clares. «Estem transformant, sí, amb tot allò que això implica —diu Carolina—, perquè a la interna donem les batalles que cal donar per al canvi, però des de fora aguantem els pals».
Jime Vázquez també sosté aquesta idea: «Quan jo feia humorades, fa anys, liderada per dones, crèiem estar inventant la pólvora. Tot el temps calia explicar-los que, com a dona i actriu, em dedicava a fer comèdia; avui ja no cal. Avui som dones que fem carnaval a tots els espais i això ja no és un conflicte».
Des de la perspectiva d'Emília apareix un altre aspecte: «Jo crec que també estem transformant el feminisme, perquè els mandats patriarcals estan a tot arreu, encara en el feminisme. Nosaltres estem donant la baralla, com a artistes, en aquests espais i és difícil el qüestionament de les companyes feministes cap a nosaltres».
Avui són moltes més al carnaval i es reconeixen, es miren entre tablados, es reforcen mútuament teixint aquesta potent xarxa que sabem i que és la més poderosa de les armadures. La història ens explica que assolir aquests espais, històricament determinats per homes, ha costat molt. És necessari defensar-ho i per això ens necessitem en aquesta xarxa, perquè no és fàcil i la renúncia no és la solució. La idea que deixen és clara, la transformació és entre tots i per tots, perquè som part de l'espècie humana.
El Rei Momo és un dels personatges centrals que presideix el carnaval.
Juana Pochola Silva va néixer a Las Pedres, Uruguai. A la dècada dels 60 va ser la primera dona que es va parar davant d'un cor de murga integrat només per dones.
Formatge Magre i Doña Bastarda són murgues.
-------------------------------------------------- -------------------------------
Sudaca o Sud aquí. El teatre: un territori sense fronteres
Text per Roxana Rügnitz . Fotografia per Alejandro Pérez Sacco
La migració al món ha estat, és i continuarà sent fluctuant i diversa, creuada per qüestions de classe, de gènere, d'orígens, etc. L'experiència migratòria pot ser temporal o permanent però sempre ens travessa. Travessa els nostres cossos, els nostres pensaments, les nostres subjectivitats […] Som persones de trànsit. Però què és ser migrant? Potser no som tots, des de sempre, migrants?
KALIBAN USINA TEATRE
Paula Gonzáles, l'autora de Corporalidad Migrante , afirma que: «El desplaçament dels subjectes d'un lloc a un altre, d'un territori, poble, ciutat o país a un altre, no és una temàtica que es pugui fitar com un problema contemporani, sinó que és una característica que ha acompanyat els subjectes des de sempre». Tot i això, el tema s'ha tornat particularment rellevant en l'actualitat, en involucrar diverses perspectives, des de l'aspecte polític, econòmic, demogràfic, cultural, entre d'altres, per la qual cosa el fenomen es torna summament complex d'abordar.
Potser per això és indispensable la mirada que s'instal·la des de l'escena, on aquestes dificultats es van dibuixant a través de múltiples símbols, com una proposta on horitzontalitzem les mirades amb l'objectiu de sentir el problema. En aquest sentit, Sudaca , com un esdeveniment escènic, aterra a l'espai teatral totes les mirades, totes les formes, tots els sentiments sobre aquesta qüestió.
Sudaca neix el 2018, abans de la pandèmia. Diana Veneziano (actriu, directora i docent de teatre, fundadora de Kalibán Usina Teatro) ho proposa al col·lectiu, i des de l'inici, sorgeix amb el nom Sudaca : «A partir de la idea d'investigar els processos migratoris dels qui integrem l'equip, vam elaborar un projecte en què treballaríem amb Ana Kavalis i Oriana Iristy des de Berlín i amb Adam Torres des d'Espanya». Això els va implicar articular diferents formes creatives, fins i tot abans que la pandèmia ho fes necessari.
El projecte es desenvolupa des d'un principi dins aquest paràmetre de la virtualitat, per la qual cosa el tema de l'obra està travessat pel nivell temàtic en diferents plànols: des del seu origen —la història que van decidir explicar— fins al format de treball, que va implicar assajos virtuals, ja que tot l'equip era a diferents parts del món. Tota la proposta se sustenta en les experiències reals i personals dels integrants del projecte. Diana explica el procés: «Hi va haver una cerca per a la recollida de materials que sorgien de diferents idees. Jo els llençava estímuls, interrogants sobre el tema i cadascú anava responent en el format que volia: àudio, vídeo, material escrit, fotografia, etc. La segona etapa va ser la de selecció dels materials per donar forma a la dramatúrgia escènica. Plantejar aquests aspectes a les actrius va ser el més difícil, perquè l'havien de fer des de la distància i en solitud, fins que ens vam trobar tots, per fer-ho cos a l'espai real».
La proposta de Veneziano és, en aquest sentit, tot cos. Des de l'enfocament a la realització, podem comprendre fins a quin punt el teatre és un cos que batega i configura un organisme on neix una història explicada a través del moviments i la respiració, com a caixes de ressonàncies d'imatges i idees.
Sudaca O Sud/Acá , és un relat sobre dones que han migrat per diferents raons. Aquesta obra té diversos encerts, el primer de tots: existir a la veu i el cos de les seves actrius i la seva directora, en una posada que combina intel·ligència i sensibilitat. Un altre dels seus encerts és que no es tracta d'una història que expliquem sobre allò que viuen les migrants, ja que són elles, les artistes, les quals han hagut d'emigrar, i aleshores posen el cos en escena per explicar-nos les seves vivències. En aquest sentit, em pregunto si aquesta obra es pot emmarcar dins del teatre d'autoficció.
Sudaca és un espectacle ampli, complex, que recorre a les imatges, la música, la plasticitat del cos a escena i la paraula com un recurs més. Tots aquests aspectes conflueixen, en un entramat harmoniós, per impactar en un altre cos, el dels espectadors, que són els que van filant el relat, unint imatges, captant símbols i connectant-se amb les pròpies concepcions sobre la migració.
La manera de narrar, que també es podria entendre des de la corporalitat, es torna l'accés cap a la subjectivitat de les protagonistes. Un cop ingressem a la proposta com a espectadors, som capaços de travessar amb elles l'abisme que hi ha al migrant, entre la idea plena d'esperances i una realitat carregada d'incerteses.
Es pot parlar de fisiologia del migrant? Podem analitzar els cossos que migren amb valilles plenes d'expectatives, de pors, de desesperació quan és l'únic recurs per existir? Sens dubte, les diferències dels cossos migrants estan determinades per la història, per la situació socioeconòmica i pel gènere. Quan el cos dels migrants és de dona, aleshores es configuren altres singularitats, determinades pel paradigma androcèntric que encara les considera com un objecte de desig i conquesta. Si aquest cos és aliè, estranger i pobre, s'hi inscriuen relats de vulneracions, es transforma en un territori de conquesta i abús.
Les històries que podem construir a través de Sudaca —sent nosaltres mateixos sudaques— són múltiples. En totes les tres artistes, dones, migrants, ens van deixant empremtes que no pretenen tenir un ordre. Els espectadors seran els qui escullen les peces que necessiten per a la pintura que s'està muntant. Algunes d'aquestes empremtes són reconeixibles, per exemple, el moment en què es produeix la separació del nucli, la família i la terra. Els records vénen com onades insistents perquè l'oblit no les abraci, aleshores, somiar amb una germana, pensar en un carrer, o en un costum, es converteixen en una àncora d'identitat original. Després sorgeixen noves pistes, el cos en estat de migració, ser un altre en un país estrany, aprendre una llengua, portar a la veu registres sonors que t'identifiquen com a no pertanyent. Aprendre a existir a trossos. Les tres actrius van configurant totes aquestes formes, per fer-nos testimonis del procés en què el migrant acaba construint un territori diferent, limítrof entre la pàtria i el país que de migració.
Definitivament, Sudaca és una proposta que transcendeix allò teatral, és un espectacle complet i és, a més, una tesi que hauríem de tenir ben present, sobre qui som en tant humans, on pertanyem, per què imposem fronteres que delineen formes d'existències i donen categoria a les persones. Tres actrius, ballarines, tres talents escènics planten el seu cos sencer a Sudaca per dir-nos que és indispensable repensar-nos com a espècie, reconquerint el dret a existir on vulguem fer-ho, perquè som ciutadans del planeta Terra.
Sudaca
Adreça: Diana Veneziano.
Elenc: Oriana Iristy, Esther Jerez i Ana Kavalis.
Dramatúrgia escènica: Diana Veneziano i Sergio Marcelo dels Santos
Adreça d'Art: Adam Torres.
-------------------------------------------------- -------------------------------
El teatre més enllà de la por
Text per Roxana Rügnitz / Fotografia per Mariela Benítez
En una petita o gran ciutat o poble, un
gran teatre és el signe visible de cultura.
Laurence OLIVIER
La paraula cultura ens travessa, la fem servir de manera recurrent per explicar alguns aspectes de la nostra forma de vida i justificar-ne d'altres. Però què és la cultura?
Andrea Imaginario, especialista en literatura comparada i història, diu que la cultura és «un conjunt de béns materials i espirituals d'un grup social, transmès de generació en generació, per orientar les pràctiques individuals i col·lectives». És evident que la cultura és un fet humà per excel·lència. A través seu mostrem qui som i deixem una empremta de la nostra existència. En aquest número, el concepte de cultura ve associat a la clandestinitat. Hi ha un moment en què la cultura s'ha de tornar clandestina per sobreviure?
La clandestinitat és un fet polític que, vinculat a la cultura, opera com a motor d'acció. Hi ha una llavor de rebel·lió davant d'una realitat que es percep com a opressora o injusta. Quan la cultura necessita existir fora del radar per sobreviure, es dispara una alerta que ens mostra que alguna cosa a la nostra societat no està bé.
Fa dos anys que vivim a pandèmia. La nova estructura de control ara s'anomena por i ens ha convertit en potencials enemics, per la qual cosa ens tanquem sols, sense necessitat d'un aparell repressor, formal. En aquest context, les arts han estat prohibides. Mentre els shoppings semblen immunes a la malaltia, els teatres es van convertir en llocs perillosos.
El teatre té experiència a la clandestinitat. Ha hagut de viure-la en tots els sentits, des del polític fins al sanitari. Durant aquests temps en què el context va imposar un retraïment de totes les formes d'art, el territori teatre s'ha de repensar i descobrir formes alternatives de creació. En aquest sentit, a Escenidades vam voler deixar evidència d'un teatre que va intentar subsistir fora del marc oficial. Repensar maneres de fer, obligats per les circumstàncies, amplifica les possibilitats creatives.
Aleshores, quan les portes dels teatres es van tancar, van sorgir focus ígnis als llocs menys pensats. Es van obrir espais a cases particulars, oferint un recurs privat per fer teatre. Això va comportar la descentralització del fet artístic i la trobada amb un públic diferent. Com comprendran, el concepte del clandestí ens impedeix donar referències dels llocs on van succeir aquests esdeveniments. N'hi ha prou a dir que en vam ser part d'alguns, com a testimonis directes.
La primera de les experiències de què podem adonar va passar en una casa particular, d'un barri perifèric de Montevideo. La gent va ser contactada per mitjans privats a través dels quals se'ls donava els senyals específics per arribar-hi. Es va dur a terme al living d'una casa que, clarament, havia estat transformat en un altre espai. Les persones es van acomodar davant del que es podia identificar com l'escena. El maneig de les llums era manual —tot molt casolà—, però estava inclòs dins del pacte ficcional, instal·lava l'ambient necessari perquè la màgia es produís gràcies a les obres realitzades, en aquesta ocasió, per Tatuteatre.
La segona experiència va passar als afores de Montevideo, en una xacra, amb les mateixes claus per accedir-hi. La diferència és que l'espectacle succeïa a fora, als voltants de la casa. En aquest cas, la gent que arribava es reunia prop d'un fogó a esperar. Era finals de juny i per tant feia fred. El terreny estava fangós, ja que havia plogut la nit anterior. Tant que pensem que se suspendria, però no. La gent va respondre igual. Van assistir-hi preparats per al fred i la pluja, desitjosos d'una trobada amb el teatre. Va ser estrany veure les cares dels convidats, amb una llum inusual, moguts per la fascinació i les ganes de viure una experiència artística encara en un clima poc propici, ningú se'n va anar.
En un moment donat, les persones van ser guiades per l'actriu, amb un gest que indicava que calia seguir-la. Mentre ella els portava pels senders enfangats de la xacra, anava dient el seu text. Aleshores una cosa extraordinària va passar. El fred va desaparèixer, a ningú el va preocupar ia la pluja ja que havien estat presos pel monòleg de Fedra (un text de Marianella Morena). El tancament de luxe va ser un concert de cant líric entre fulles i aigua, abraçats per l'emoció. Un cop finalitzat l'espectacle, els assistents van ser convidats amb un guisat de llenties, el pa casolà i una copa de vi, en un acte de comunió sagrada. Alguna cosa es va fer clar en aquella jornada, tots van comprendre que estaven sent part d'una cosa més gran, el fet de ser-hi representava un privilegi.
No queda gaire més per dir. Només deixar registre que en algun moment, persones que no eren de l'univers del teatre, es van sentir cridades a accionar i es van produir fets que, potser, queden oblidats, però van ser fets culturals de subsistència.
Aquests espais van arribar per quedar-s'hi? ¿S'obriran nous reductes, més enllà de la pandèmia, per fer teatre fora del centre? El que aquesta experiència ens deixa com a saldo és la convicció que no hi ha manera de frenar l'acció humana. La prohibició sempre serà llegida com un acte perillós que implica conseqüències més grans que les d'un virus. Especialment, quan es tracta de prohibicions esbiaixades, que només s'imposen a la cultura i no al mercat econòmic. En definitiva, aquests actes són una forta evidència del poder de la cultura més enllà de la por.
-------------------------------------------------- -------------------------------
Entrevista a tres potències creadores
Text per Roxana Rügnitz / Fotografia per Mariela Benítez
“Pensar el teatre en termes feministes és fer-nos càrrec de les preguntes difícils. No és fer un teatre de temàtica de dones, sinó deixar a la disciplina permejar-se pels fallits més profunds que els feminismes contemporanis proposen, aquells que són anticapitalistes, desjerarquitzants, aquells que qüestionen la matriu de gènere, l'heterosexualitat obligatòria i els privilegis”.
Manuela Infante, dramaturga i actriu xilena.
Escenitats ha estat un espai creat per parlar del teatre, tan ric i divers, que hi ha al nostre país. Tanmateix, ja fa temps que el buit dels teatres ens deixa davant d'un paper en blanc. No em resigno. Els teatrers estan, aquí, a la ciutat, sobrevivint.
Penso en el tema de la revista, en quina mesura el gènere defineix la manera com vivim els espais i com vincular-ho amb aquesta secció. És cert que el teatre és un dels territoris de més llibertat, potser per això, suposem que en ell, les diferències de gènere i identitat no apareixen com un problema. No obstant això, el teatre registra el que succeeix al món, perquè s'inscriu en un context, usant-ho com a matèria de treball.
En aquesta oportunitat, no parlarem d'obres ni de posades en escena, sinó com les dones habiten el teatre i ho farem des de la perspectiva de tres actrius i directores, egressades de l'Escola Municipal d'Art Dramàtic, amb una àmplia trajectòria artística. Elles són Marisa Bentancur, Gabriela Iribarren i María Mendive, que, un dia, van tenir la gosadia d'apostar a una idea que avui fa vint anys. Són responsables de l'Institut d'Actuació de Montevideo (IAM).
El procés de l'entrevista, feta a l'Espai Cibils, va tenir una mica escènic. Quan hi entren, és com si s'obrís el teló. El moviment dels cossos, el reconeixement del lloc, la veu tot semblava part d'una posada però no ho era. De seguida entenc que estic davant de tres dones fortes, talentoses, el nord de les quals sempre és la creació en tots els aspectes.
Travessada per la consciència del que implica ser dona als espais públics i encara més, quan s'està al capdavant de la direcció d'una gran estructura de formació d'artistes, els pregunto què va significar per a elles, néixer en plena crisi i sostenir durant tant de temps un projecte com aquest.
La resposta canvia l'enfocament i és interessant, per pensar en el present com a gestores de l'IAM, primer n'analitzen el procés històric. Perquè abans de ser directores de l'IAM, es van haver de construir com a dones i actrius. Aquesta va ser la primera batalla que cada una va haver de donar per separat al territori del teatre nacional i davant d'una societat que ha qüestionat sempre el rol de la dona fora de la llar.
Des de la distància, a les tres se'ls fa clar que va caldre pagar un alt preu per guanyar-se el reconeixement de què ara gaudeixen. El temps, en elles, esdevé un aliat fonamental que possibilitou la concreció de l'Institut, sense gaires resistències.
Marisa pren la paraula pensant en aquest temps, “de moment de les nostres carreres en què vam armar el projecte ja hi havia un respecte cap a nosaltres”. Aleshores salta al present, ubicada ja en rol de directora i pensa en l'equitat, a respondre a aquest objectiu tan preat que implica la igualtat de condicions per a totes les persones: “En determinat moment, en relació a la paritat de gènere observem i vam veure que teníem quotes perfecta de tot”. Subratlla el que diu amb el cos, mostrant el significat que té aquesta fita per a elles, com un ideal que hauria d'extrapolar les fronteres de l'IAM.
En les paraules, en la intensitat amb què expressen les seves idees, es pot percebre que aquest és un projecte que transcendeix allò merament formatiu en relació a l'art. Hi ha una visió política que suposa aterrar, en l'estructura de l'Institut, tota aquesta complexa dimensió social. Són dones orgulloses de ser-ho, perquè han travessat totes les lluites necessàries per ser al lloc que estan, i des d'allà pensen en la formació artística, però des d'una perspectiva integral i humana. Perquè això sigui possible, entenen que el projecte ha d'estar definit per tots els cossos, per totes les identitats, per tots els sectors socials. L'entrevista comença a delinear la visió que entre les tres han anat teixint, en què fer se sosté amb un marc teòric de compromís, des d'una perspectiva de drets.
La Gabriela pensa en el tema projectant sobre ell, la història. Primer ens vam haver de construir com a actrius. Com diu Simone de Beauvoir, 'les actrius som una altra mena de dones', apareixem recentment el 1545. Hem estat prostitutes per a la societat. Aquest és el trajecte que totes hem hagut de recórrer per ser avui dones actrius i lliures, amb els costos que va significar, tant per a la vida com per al teatre. Cadascuna de nosaltres va haver de pagar aquests costos per constituir-nos com a actrius, per això, quan vam generar l'IAM ja havíem realitzat tot un trajecte determinat per la realitat de ser dones, com passa a totes però en millors condicions que altres, per ser blanques , occidentals, cis i amb accés a la cultura. Com a dones, sent mares i teatreres, som tan lliures com es pot ser. En aquest sentit, som imbatibles. Tenim força i convicció. És difícil oposar-se a tres dones powers. Som conscients que aquesta ha estat la nostra construcció. Recordo bé alguns companys que estaven en espais de direcció, que ens veien com a dones fortes.
Les mirades alienes, les que ens han imposat un comportament segons el nostre gènere, les que ens pensen d'acord amb un format i que potser per això, quan es troben amb dones que escapen a aquests cànons, exclamin amb sorpresa “pah, quines dones potents” . Ser part d'un engranatge social des d'un cos que està fora de l'hegemonia i definir-hi una altra estructura, sorprèn, potser inquieta. Tanmateix, transitem les primeres dècades del segle XXI, estem sostingudes per moltes dones que van haver d'enfrontar-se a les regles androcèntriques i heteronormatives amb conseqüències brutals sobre els seus cossos. Ser dones, creadores, talentoses, capaces de pensar i gestar un projecte, és la forma més genuïna d'honrar-les, i fer-ho com ho fan elles, amb absoluta convicció i naturalitat.
Mentre les escolto, les penso com un senyal dels nous temps. Per a Gabriela cal aclarir un punt: És clar que la violència de gènere també es dóna al teatre, hi ha denúncies fetes, hi ha aquestes realitats que no desconeixem. No obstant això, no és la general de la llei, perquè som un col·lectiu molt integrat, summament lliure, on les coses s'elaboren i es metabolitzen ràpid. No hi ha gaire puça. No s'aguanten gaire aquestes qüestions i s'acaben expulsant soles.
Maria trenca el silenci en què estava, per reprendre una idea: “Jo sento la meva arribada al teatre, com un descans enorme ja que venia d'una educació i un món molt masclista. Em va costar força, al principi, trobar el meu lloc com a actriu, perquè si era bonica, no podia ser bona actriu o era una mica com la model per a aquest temps. Però quan vaig arribar al teatre, em vaig adonar que era un lloc de llibertat on tot es purga per deixar fora allò que no va, allò que sobra. De totes maneres, sempre estem en lluita, en resistència perquè ja és a la nostra sang, forma part de la nostra vida. Actuar, fer teatre, ser vives és resistir.
Aquesta afirmació de Maria postula una tesi que em sembla significativa i coincideix amb allò que ja deia Gabriela. El teatre com una geografia les fronteres del qual són un senyal que és possible construir una altra societat. Ser dissidents, ser dones, dones interseccionalitzades, habitar l'illa del teatre com a espai de depuració dels mals. Desarticular els límits fixats per repensar allò que volem ser, sense lligams. Des de l'Institut d'Actuació, aquestes tres dones forgen una nova forma de viure en societat.
Proposo una altra anàlisi, menys amable, potser una mica distant de la realitat que van desenvolupant. És possible que les dones, per sobreviure, per dirigir, per sostenir hagin de construir una presència de caràcter masculí?
La resposta és contundent. Sorgeix des de l'anàlisi aclarida de Marisa: “Si bé hem hagut de lluitar per un llarg periple per arribar-hi, jo no veig que ens hàgim posicionat des d'un registre masculinitzant. Nosaltres defensem molt l'ésser dona, defensem el nostre gènere i estimem els homes de les nostres vides. Pot ser que aquesta idea sorgeixi d'alguns referents anteriors. Penso en Elena Zuasti que transitava per un límit interessantíssim, però creuant línies que són riques i que en realitat estaria bo que tots poguéssim habitar el gènere de manera més lliure”.
La segueix Gabriela, problematitzant el tema i ho fa a través de definicions categòriques, primer sobre elles per després saltar a allò que ha representat ser dona des d'una perspectiva històrica. Què és el masculí i el femení? En tot cas, si ens definirem des d'algun lloc, nosaltres som tres dones lluitadores. Dones a les quals ningú no s'emportarà posades. Ho som individualment però també ho som com a equip. Som tres dones que barallem, no callem i diem fins i tot l'inconvenient, si cal. Som forts també per rebre pals. Ara bé, això és ser masculines? Jo crec que no, que com a dones tenim aquesta empremta perquè hem hagut de batallar des del principi dels temps, des d'abans de constituir-nos en un moviment. Hem estat dones perseguides, aïllades, cremades a la foguera. Aquestes van ser les dones que ens van antecedir. Dones amb la capacitat d'anar endavant amb les lluites, els somnis, les reivindicacions. Posarem totes aquestes meravelles de condicions en allò masculí? Per què? Si les dones hem estat així des del principi de la història, des que vam ser oprimides. Parlem de milers d´anys. Totes les dones que van voler fer alguna cosa, totes les que han sortit a fer batalla, han tingut aquestes qualitats. No, aquesta no és una condició masculina”. La veu de Gabriela va agafant força mentre desenvolupa la seva idea i ho fa gairebé com si fos un manifest. La reivindicació històrica de les que ens han antecedit com a fonament duna identitat del ser dona. Les dificultats hi amplifica la necessitat de definir-se des d'un present diferent. Estan navegant la quarta onada amb total consciència. Formen part d'una categoria de dones que gesten el canvi a l'acció.
“El que passa és que quan t'expliquen la història, és clar, a nosaltres ens ubiquen des del lloc de la delicadesa, de l'adorable i ens separen de les altres qualitats, que també són les nostres, així com els homes poden també ser delicats” .
Maria intervé per afegir, “ser dona parla d'una expansió, de tots els rols que ocupem amb fortalesa i amb la valentia de ser els qui vulguem ser”.
Les paraules es van complementant, van generant una visió del que el feminisme ha representat per a tantes dones, i el que és avui, com a marc d'acció política. Saben molt bé què ha significat arribar fins aquí i en les seves idees es nota que no estan disposades a un retrocés. És temps de les dones a tots els àmbits, en igualtat de condicions. És temps d'omplir de contingut una llarga lluita que encara registra massa víctimes. Per això Gabriela no dubta a afirmar: Odiem el masclisme, però als homes feministes que ens han acompanyat en la lluita, els estimem. Ens oposem de manera contundent al masclisme, com al feixisme així com a totes les mentalitats de superioritat, exclusió i opressió. Si som feministes, ho som en aquest marc d'estar contra tota forma d'opressió estructural que ha significat el domini sobre la dona.
Totes tres es miren, reafirmant aquesta definició com l'única manera possible de tancar l'entrevista.
Ens acomiadem pensant en el retorn a les sales i les cares s'il·luminen. És el territori al qual pertanyen i del qual han estat bandejades, per força. Necessiten fer teatre per existir perquè aquesta és la seva identitat. M'expliquen que tornen amb l'obra de Gabriel Calderón, “Ana contra la muerte”, al teatre El Galpón, perquè és a través d'ella que poden dir tot allò que necessiten dir.
-------------------------------------------------- -------------------------------
Quan el teatre trenca el silenci
Sobre l'obra “Nines de Pell” escrita i dirigida per Marianella Morena
Text per Roxana Rügnitz. Fotografia per Mariela Benítez
Foto: Mariela Benitez
El teatre no és un territori de silencis i no obstant els conté.
Quan vaig pensar en aquesta nota jo ja tenia les entrades per veure Nines de pell a la Sala Hugo Balzo. Tenia clar que el text estava travessat per una temàtica complexa i definida pel silenci. L'únic inconvenient era que aquest número sortiria abans que pogués veure l'obra, però vaig decidir alterar el procés. Escriuria a partir de la veu de Marianella, de la seva idea original i dels mecanismes utilitzats per portar els fets reals a la ficció.
Ens trobem al Cibils, al taller de Gustavo. Vam anar travessant l'espai que, estava segura, despertaran totes les possibilitats escèniques que encara no existeixen.
Un cop instal·lades, enquadre l'entrevista amb una sola proposta. Apunto a l'origen, la porto al moment en què neix la idea i comença a parlar.
“La notícia apareix a la premsa i gairebé immediatament se m'instal·la una imatge. Envoltada d'aigua”. La imatge neix del suïcidi de “Jana”- fem servir el nom de la ficció- vinculada a les denúncies del cas conegut com a “Operació oceà”. Procés judicial que arrenca el novembre del 2019 per explotació sexual d'adolescents al nostre país. El silenci brutal que conté aquest relat està amagat a la nostra societat, té la seva font en l'aspecte sexual amb un biaix ennuvolat, on el cos d'una dona esdevé territori d'acció i domini on la seva veu no importa.
Foto i fotomuntatge: Mariela Benitez
Marianella comença una etapa de recerca sobre el tema, de la qual sorgiran els primers textos “aïllats i molt poètics” . Hi ha una visió d'estranyament sobre aquest origen que semblava no tenir gaire a veure amb l'univers d'aquestes noies “aparentment frívoles pel seu comportament en xarxes, per la seva manera d'exhibir-se, per la seva obsessió amb les marques, i tot i això se m'hi va instal·lar poètic, especialment en relació amb Aldana” La paraula inicial immediatament ve a dialogar amb l'escena “la imatge era la d'ella dins una peixera amb aigua, amb forats a través dels quals entren i surten micròfons” i llavors neix el text com a traducció d'aquesta visió, com un procés de desentranyament del que hi estava contingut.
En el trajecte de la investigació, el periodista Antonio Ladra publica els noms dels implicats. Regirar en històries callades, definides per la protecció del silenci no seria fàcil, calia trencar aquesta barrera, obrir els forrellats perquè la història real pogués aparèixer a les veus de tots els actors. Això succeeix, en principi, a través de les entrevistes que realitzen amb la fiscal i els advocats defensors, amb interpol, amb les víctimes i els acusats.
“És molt important la trobada amb l'altre. Un està carregat dels prejudicis del que són els altres. Definim prèviament l'altre, allò que s'espera d'aquest altre a partir del que construïm. Un arma i instal·la algú en un lloc a partir de la visió de les coses”.
“A Darviña, per exemple – es refereix a la fiscal a càrrec – vaig trobar algú llis, sense cap construcció des del seu lloc. No hi havia un microrelat”.
Desarticular la nostra mirada de l'altre per processar la informació des d'un lloc més pur, on no hi hagi sorolls d'una visió construïda prèviament, abandonar les nostres idees per escoltar, com a mecanisme de creació, ser capaços de silenciar els seus propis prejudicis. Hi ha a Marianella, una consciència de la importància de l'honestedat intel·lectual per a l'escriptura del teatre.
“Quan vam anar a interpol, pensava trobar-me amb un espai on estigués la masculinitat al pal, tots els mascles junts i no obstant em vaig trobar, sí, visualment amb aquesta testosterona gràfica, materialitzada i no obstant, el primer que diuen és que elles eren víctimes en tot això. Van plantejar una distorsió entre la imatge que mostraven, com sexis i en parlar, es notava que eren unes nenes”.
La trobada amb elles, assenyalades moltes vegades com les “provocadores”, també té a veure amb desmuntar les mirades alienes que trastoquen els rols i col·loquen l'abusador al lloc de “víctimes” perquè eren homes “de bé”, “bons pares” , “bons treballadors”. És allà on neix el silenci de què tots som responsables. Des d'una societat que predefineix i no suposa que el dolent pugui estar representat per aquests conceptes.
Li proposo a Marianella que el seu teatre té una mica de documental, gestat entre fets que ens ubica, com a humans, en llocs complexos, en zones fosques com un mecanisme de visibilització d'aquells mals que hem escombrat sota la catifa. Ella, però, respon amb una altra anàlisi, “en l'aspecte artístic reivindico molt la creació amb l'ús de totes les eines. Per mi, treballar aquests temes té a veure amb la manera com dialogo amb la meva contemporaneïtat. No m'atreu gaire aquesta necessitat d'ubicar-la: és teatre documental?, és bio drama?. El que m'interessa és tenir una cosa viva entre les mans, perquè m'obliga a estar en un lloc d'alerta i això sempre representa riscos”.
Torna a l'obra, torna a l'origen, i pensa a Jana, com a principal motor. “Al principi volia fer-li un homenatge, perquè les persones moren, però els personatges viuen. Quan la introdueixo a la ficció es transforma en personatge per ingressar a l'eternitat. Aquesta era la meva idea original, perquè havia buscat l'etimologia el seu nom - el veritable- i vaig trobar que significa “la que mai no mor”.
Hi ha a la veu de Marianella una barreja de certeses i ràbia. La certesa del que vol explicar a la seva obra i la ràbia de pensar en una adolescent de 17 que decideix treure's la vida. Una adolescent que tenia dues maneres. D'una banda la que era Sugar baby i de l'altra la que apareixia amagada al seu diari personal, la que està obsessionada per la seva imatge però alhora va a Cinemateca i llegeix Tolstoi. Sento que alguna cosa se'ns ha escapat a tothom en el seu suïcidi. Sento que hem viscut molt còmodes amb la idea que allò bo i allò dolent són diferents i fàcilment reconeixibles. Els homes que són definits com a “bons” pagaven perquè aquestes nenes fossin nines, quietes, callades, disposades per a un desig que sembla no formar part del que, com a persones, hauríem de ser capaços de contenir. -136bad5cf58d_
L'actriu que representarà el personatge de la “nina” és Sofia Lara, amb ella treballen, des del cos, la idea de fragilitat, cosa que és passible de ser manipulat. Apareix així el que Marianella defineix com, “El cos que reneix i viu o el cos mort en vida. Mort quan té sexe perquè no és un sexe escollit. Un cos que fa allò que ha de fer però no està sostingut per la intenció”.
L'obra té un darrer silenci, el que pateix tot el teatre nacional. Encara no s'ha pogut estrenar. Ens hem quedat amb un teatre callat, detingut amb l'excusa de la pandèmia, mentre altres sons segueixen anunciant que el valor que predomina és al mercat.
Foto: Mariela Benitez
Fitxa artística de l'obra:
Text i direcció: Marianella Morena
Elenc: Álvaro Armand Ugón, Mané Pérez i Sofia Lara
Música: Maia Castro.
Disseny d'Espai: Ivana Domínguez i Mariana Pereira
-------------------------------------------------- -------------------------------
De les meves escenitats
Per: Roxana Rügnitz
Hi ha una imatge que es repeteix, que batega al meu costat: una màquina d'escriure pesada, una llum tènue i un home que fuma mentre aporrea les tecles com a dement. Els ulls que fixen aquest quadre són els meus, l'escriptor, el meu pare. Quan miro a l'abisme, ho veig com una taula salvadora que em recorda qui sóc.
És des d'aquell lloc que escric…. Ansejant compondre paraules simples que assoleixin el sentit…. escric.
Quan l'insomni es torna ansietat, quan em desperta aquest impuls, que és físic, aleshores entenc que he de respondre i escric.
Detall d'obra de Gustavo Fernández
Foto: Mariela Benitez
Estic atrapada al territori teatre. Potser vaig néixer en ell i mai me'n vaig poder anar. Hi ha alguna cosa a les seves fronteres que m'enamora sempre. Quan penso en teatre, la meva memòria es dispara als racons més íntims on els trobo, allà hi ha els fantasmes amb les seves històries, darrere seu, els telons, les taules, les olors em travessen la pell, em desencaixen la realitat, és com tornar a casa de la meva àvia portada per aromes ancestrals. Això em passa amb el teatre. Veure teatre i escriure, com a reacció immediata, perquè aquestes forces invasores surtin disparades, lliures per fi del meu cos. Quan Nelly Goitiño m'enviava a investigar, ja ho sabia, la meva geografia del teatre estaria sempre definida a l'escriptura.