bodies in transit
Notes about the creation
Ida y vuelta
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Viajo a mi casa una vez al mes. Por la misma ruta, kilómetros de ida y kilómetros de vuelta: ya reconozco árboles y puentes, algunos caseríos bien situados en la distancia, las curvas pronunciadas, las ventanillas por las que cae el sol y aquellas por las que se ve la luna cuando nace (atentos aquellos que afirman que el mejor atardecer es en el mar o que la luna sale inmensa a veces en la ciudad); diría incluso que son las mismas vacas quietas que miro pasar y las mismas siluetas a caballo que saludan entusiastas, pero soy exagerada así que no lo menciono. Y de esta manera, atravesando, de punta a punta casi, la geografía semiondulada de mi territorio, luego de unos días, regreso a la otra casa que habito el resto del tiempo. No sabría decirles cuál es mi hogar; tampoco sé el peso de esa palabra, pero soy dramática así que no voy a entrar en reflexiones lingüístico-emocionales.
De todas formas, me pregunto: ¿será mi casa la que dejé hace treinta años atrás —donde aún me guardan un lugar— o la de este tiempo presente donde vivo y escribo?
Los místicos han considerado tradicionalmente el elemento femenino del universo como arca, casa o muro; también como jardín cerrado. […] Sin embargo, en la casa, por su carácter de vivienda, se produce espontáneamente una fuerte identificación entre casa y cuerpo y pensamientos humanos…¹
Diría, entonces, que la casa soy yo, aunque caería en un cliché y siempre los evito. Pero: ¿qué sensaciones vuelven un espacio (no siempre deliberado) un punto de apoyo y cuidado, de recogimiento y placer, es decir, un hogar? Porque el cuerpo, en algún momento, encuentra un lugar para quedarse y allí se genera esa identificación que vuelve una vivienda lo que llamamos hogar: «sitio donde se hace la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos de fundición, etcétera; casa o domicilio; familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas; asilo», dice la Academia.² Particularmente me interesó la acepción tan poética e inquietante que aparece de hogar abierto: «hogar donde la combustión se produce en comunicación directa con el aire», así es que respiramos el ambiente de nuestra vida cotidiana y allí nos encendemos, o estallamos, quién sabe. Y así, pensando en el peligro que se esconde dentro de nuestro mundo privado, me desvío hacia el laberinto, casa-palacio del monstruo con cuernos, que impide la salida de su habitante y a la vez pierde a los intrépidos que entran a buscarlo.
Podría atravesar el aire en vuelo/ como una espora vegetal,/ como un ave —de sangre o de aceite—/ como una bala de cañón,/ saltar de un punto a otro del planeta/ y avistar desde lo alto/ el fondo de los acantilados/ y los arroyos/ sin mojarme los pies./ Pero no quiero;/ Yo nací para cruzar puentes./ Nací para dar un paso tras otro/ sobre un entarimado/ que se construye/ al tiempo que ando en una prolongación del suelo./ […] Y cada mañana me levanto,/ como un puente,/ para que me atraviese el día.³
Hay ceremonias que atraviesan los años y conforman los hábitos que nos integran como adultos. La casa donde nací la construyó un abuelo que emigró de Europa y no alcancé a conocer, la construyó él mismo antes de que nacieran mi madre, mi tía y el hermano menor, hay fotos de ese tiempo —las guardo desde que murió mi madre—. Es la misma casa donde crecí hasta que me mudé a esta ciudad desde la que viajo mes a mes, de ida y de vuelta. A veces me pregunto si, cuando quede huérfana completamente, será el tiempo de construir, como aquel abuelo, un lugar propio para habitar. Me pregunto qué peso tiene entonces la casa de la infancia realmente. ¿Cómo vivimos después de que la perdemos para siempre? ¿La venderé cuando sea mía (con el abuelo, y aquellas niñas que nacieron y se fueron ya viejas de allí)? ¿Qué implica seguir formando parte de ese hogar cuando aún hay cómodas y roperos con mi ropa y mis libros? A veces siento que la casa de la infancia es un laberinto propio: nos quedamos perdidos en los cuartos donde dormimos y en los pasillos en los que jugamos.
Imagino que la casa es también los otros, aquellos que la habitan y dejan los rastros que necesitamos para recordar; quizás por eso, cuando el barrio de la infancia cambia y los vecinos de antes ya no están (después del paso del tiempo sería dudoso que permanecieran), nos perdemos en la misma calle que recorrimos siempre: el extrañamiento, lo cotidiano que se vuelve amenazante por desconocido, lo familiar que nos devuelve una mirada ominosa. La misma mirada del rostro que vemos en el espejo luego de que regresamos del viaje y nos preguntamos cuál es el hogar. Espero que me sepan responder.
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¹ Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de símbolos. Labor, 1994, p. 120.
² Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea] Recuperado de <https://dle.rae.es> [28/05/2023]. ³ Beverido, Maliyel. «Yo nací para cruzar puentes». Yo nací para cruzar puentes. La Ceiba Gráfica, 2020. Recuperado de <https://issuu.com/maliyelb/docs/jpg2pdf>.
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Julisa taxista
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Era sábado y salía tarde a una reunión de la revista que quedaba lejos de casa. En ómnibus iba a llegar más tarde aún. Cuando paré el taxi vi que manejaba una mujer, me subí y le dije: «Me encanta: una mujer manejando un taxi. Y cuando son choferes de ómnibus, también». Por supuesto que conversamos todo el viaje y, entre otras coincidencias, se iba —ya se había terminado su turno— justo para el mismo barrio que yo. Era noviembre, pero ya sabía que en el número de mayo nos íbamos a ocupar del tema trabajo: claro que iba a ser Julisa García Fariña la protagonista de estos «Cuerpos en tránsito».
Unos días antes de volver a encontramos, le envié por Whatsapp cuatro preguntas, no más, para que tuviera una idea de la dirección de la nota, de lo que me interesaba que pudiera contar, aunque, claro, esperaba que ella fuera por su propio camino. Comencé preguntando por el inicio: cómo llegó a trabajar de taxista.
Cuando empecé fue por mi amiga Carmen, ella era propietaria de un taxi en ese momento. Recuerdo la circunstancia que estábamos viviendo, las dos mujeres, recién divorciadas. Mi amiga fue muy solidaria porque ella pagó la libreta para que yo empezara a trabajar y su empleado Miguel me enseñó. Al principio fue toda una experiencia, única, un mundo nuevo que yo desconocía por completo. Mi tarea de lunes a viernes en un escritorio no tenía nada que ver. Así arranco a trabajar en el taxi, llena de miedo a lo desconocido, adrenalina, por momentos, pero mucha responsabilidad y era todo un desafío en lo personal, cumplir con mi amiga y con Miguel que me ayudaban para que yo generara un ingreso más. Solo era los fines de semana.
Luego continué con lo necesario: la relación con sus compañeros, si conocía el porcentaje aproximado de mujeres que trabajan de choferes de taxi.
En la relación con los compañeros aprendí mucho de ellos y de mí misma. Puedo decir que subestiman a la mujer que puede hacer el mismo laburo que hacen ellos y diría que, en varios casos, hasta mejor, y eso molesta mucho. También encontré excelentes compañeros. Al principio es una novelería cuando ven una mujer como compañera, se sorprenden, critican, chusmean y, cuando te conocen, te aceptan o no. Por ejemplo, hoy en Montevideo habrá unos cuatro mil taxis y un 5 % es conducido por mujeres. Cuando tuve la suerte de trabajar con compañeras mujeres fue hablar en el mismo idioma, y si está la complicidad, la empatía, sentís que le pasa y piensa lo mismo, ya no te sentís como bicho raro. Lo que me queda claro, en lo personal, es algo muy gratificante: la aceptación que tiene la pasajera cuando ve que sos una mujer, como que les da más seguridad, que somos del mismo género, la buena onda que hay también en la gente joven. ¡Mujer al volante! Sin duda que son más las experiencias riquísimas que me llenan de aprendizaje, sabiduría y una pura realidad de cómo vive nuestra sociedad montevideana; escuchar, ver cuánta gente está muy sola, la necesidad de hablar. Una da un poco de buena onda y de música, y con pequeños gestos de cortesía, la gente queda contenta, ¡es increíble!
En particular, me interesó cómo se maneja al trabajar en la noche: ¿acepta todos los viajes o descarta algunos por peligrosos? ¿Cómo decide si lo son?: «Te guiás por tu instinto —me dice con respecto a la noche— y los malos momentos se borran cuando pesan más las buenas».
Para culminar el intercambio sobre el tema, quise saber cómo percibe ella la ciudad, el tráfico, los peatones, los espacios de circulación y qué tan inclusiva ve la ciudad con la mujer, por ejemplo:
Demasiados autos para una ciudad tan chica. En mi humilde opinión, en el tránsito se ve reflejada cómo está la sociedad, nos convertimos en seres cero tolerancia, apurados, agresivos, irrespetuosos con las reglas de tránsito; los nuevos conductores son audaces, inconscientes. En el tránsito hoy en día tenés que estar a la defensiva, adivinar y superatenta a qué va a hacer el otro conductor. Te cansa. ¡La gente está muy mal! Es una selva. Si tomáramos consciencia de que manejar es como tener un arma —podés matarte o matar—, nos cuidaríamos más. Los peatones también cruzan a veces sin mirar porque van en otra. Las mujeres somos las que menos accidentes tenemos, hablo de las que trabajamos en la calle, más allá que seamos un porcentaje bajo. La mujer tiene un instinto único: podemos estar en varias cosas a la vez, somos solidarias, prudentes, amables, sensibles y si estamos seguras de nosotras mismas, no nos asusta que nos toquen bocina, que nos puteen y que nos manden a lavar los platos. Cada vez hay más mujeres trabajadoras en ómnibus, ambulancias, taxis, repartos, etcétera. Las mujeres, cada día, vamos copando las calles.
La encantadora de abrazos
Carola Vázquez Gil Invernizzi y la búsqueda hacia el centro
Texto y fotografía por Virginia Mesías
CarolaHacedora (Salto, 1981) es su nombre en Instagram. Es docente en el Bachillerato y en la tecnicatura Audiovisual de la Escuela Técnica Superior de Paysandú, productora, gestora cultural y artista visual. Estudió Comunicación en la Universidad Católica del Uruguay; su trabajo abarca desde la narrativa fotográfica, conceptual y performática hasta la realización documental y audiovisual: realiza festivales de muralismo urbano (Feria Rodante en 2016 y Pintan las Pibas en 2019), el Primer Festival Cinematográfico de Paysandú (2019-2020), registra las marchas del 8 de Marzo en la misma ciudad (y participa, en 2019, de una exposición en Alemania sobre el tema), entre varias actividades más.
Carola se define como una storyteller, y esta destreza es, justamente, la que desplegó en su exposición a fines del año pasado (que se pudo visitar del 27 de diciembre de 2022 al 30 de enero de 2023) en la Casa de Cultura de Paysandú: «Abrazos cotidianos. Pluralidad disidente», uno de los ocho proyectos seleccionados en la categoría Artes Visuales de la edición 2020 del Fondo Regional para la Cultura (MEC). Carola cuenta historias con sus imágenes, lo que no es sencillo si se busca un lenguaje poético e íntimo. Más aún si su intuición la dirige hacia el centro y el desvío, hacia el interior de nuestro país, hacia la ruralidad y la disidencia.
La primera muestra de este trabajo tuvo lugar en Valle Edén (Tacuarembó) los días 29 y 30 de octubre del 2022; sobre ella, Carola expresa:
Me guía la desobediencia. Se viene la primera parada de este viaje que tanto estoy amando realizar. Los #abrazoscotidianos viajan por el norte del país visibilizando sentires, reconfigurando los afectos y mostrando las diversidades que nos habitan como territorio. […] les invito a conocer un grupo de feminidades que han decidido abrazar la ruralidad de manera diferente. Bajo la pregunta ¿qué abrazamos luego de la pandemia? ellas me han dejado entrar en su mundo de saberes y vivencias solo para darme cuenta que hay tantas formas de vivir como experiencias acumulamos y que un salto al vacío nos define para siempre.¹
La descripción de su proyecto en la página web de los Fondos para la Cultura (MEC) plantea:
El proyecto de narrativa fotográfica Abrazos Cotidianos consiste en la investigación documental de la diversidad de los lazos afectivos, teniendo como premisa que la distancia emocional no existe y proponiendo el estudio cultural de las emociones. En momento de pandemia mundial y necesario distanciamiento social este proyecto propone llevar del ámbito privado al público las diferentes esferas que componen los afectos como una forma de observación y reconfiguración de los mismos. La nueva observación de la afectividad en todas sus formas es el puntapié inicial de este proyecto, que tiene como objetivo poner en valor la diversidad de los afectos en las diferentes comunidades, etnias, estratos económicos y sociales que hacen al Uruguay.²
Desafío significativo es el de elegir como objeto de estudio cultural (que podrá devenir en investigación antropológica y social, pienso) nuestro universo emocional y sus vínculos a partir de ese tan recordado año 2020. Significativo es este trabajo documental, esta propuesta en imágenes, que busca visibilizar las múltiples posibilidades de relacionamiento para validarlas y ampliar así nuestras libertades al mirar y reconocer a los otros. A su vez, reflexionar desde una perspectiva artística sobre el sentir (deteniéndose, además, en la diversidad) extiende los límites de este proyecto, porque se continúa naturalmente en el proceso de recepción personal que iniciamos los espectadores frente a las fotografías de Carola. Para estos abrazos, la autora menciona la reconfiguración —término clave, quizás— de los afectos, la diversidad emocional y la ausencia de distancia, los conceptos quizás de mayor profundidad e interés. ¿Qué significa que la distancia emocional desaparece? ¿Qué peso tiene entonces el cuerpo físico en nuestras relaciones hoy, luego del aislamiento pandémico? ¿Es posible dar nueva forma a nuestros hábitos en la esfera sentimental?
Apenas unos meses atrás, participé en la presentación de una novela³ y comenté que las protagonistas de la ficción (se trataba de personajes femeninos, como las imágenes de Carola) oscilaban entre sus miedos y deseos. A partir de esa reflexión, se propuso a los presentes escribir en una tarjeta blanca sus miedos y en una tarjeta roja sus deseos: cuando leí encontré que muchos de los deseos eran acciones concretas que se podían alcanzar en cuestión de tiempo, de voluntad, de sacrificio quizás, de movimiento en el espacio, de salvar distancias, justamente; solo algunos decían algo inalcanzable por nosotros mismos. Entonces cuestioné mi idea sobre el deseo, y entendí que entre él y yo hay una tensión, un vacío que no puedo salvar, parecería que su cumplimiento gravita en algo que siempre está más allá, porque es una aspiración, un anhelo. Entonces: ¿qué concepto tenemos del deseo? ¿Qué tan conscientes somos de él? Por esto, el nombre de la exposición de Carola me envolvió, e intuí que podía ser una buena elección para mis cuerpos en tránsito. Y cuando estuve frente a esas imágenes, figuras de mi propia estatura, fotografías en tela que oscilaban, quizás, entre miedos y deseos, entre mujeres y abrazos, comprendí por qué «rodear», «contener», «incluir» son acepciones tan válidas para el acto de abrazar.⁴
Sé que Carola está movilizando sus abrazos para que lleguen a Montevideo, por eso aquí no se va a develar mucho más, solo que en la descripción de su trabajo ella menciona caminatas por el monte, límites inciertos, desobediencia y salto al vacío. Quizás por eso, quienes nos acercamos a su proyecto documental y poético, nos asomamos a una certeza: otra forma es posible. Está a nuestro alcance desandar, desmantelar el mandato sobre qué y cómo desear.
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¹Vázquez Gil, Carolina. [carolahacedora]. «Me guía la desobediencia…». Instagram, 20 de octubre de 2022. Recuperado de <www.instagram.com/p/Cj9SL8voorn/>.
² Fondos para la Cultura. 2020. Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Recuperado de: <fondos.culturaenlinea.uy/presentacion/proyectos-y-becas-seleccionadas/proy-y-becas-frc/proyectos-y-becas-seleccionados-frc-2020/>. [11 de febrero de 2023].
³Aquino, Andrea. Óbelo. Montevideo, 2022.
⁴Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea]. Recuperado de: <dle.rae.es/abrazar>. [11 de febrero de 2022].
Los límites del movimiento y el dolor
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Yo sé de qué sustancia tejeré mi propio cuerpo hoy
mi cuerpo verdadero es el que ahora mismo siento.
Gabo FERRO
Hay una exigencia en el ejercicio físico, le planteo a Ana Choca, profesora de Educación Física (ISEF y responsable de Haz Entrenamiento Funcional) que genera cansancio, agotamiento y también dolor, y no solo a nivel muscular, quizás también psicológico cuando se busca una meta (deportes, competencias, dietas) y no se logra, o no en forma inmediata. ¿Acaso nuestro cuerpo sufre cuando le exigimos más, o mal, por algún éxito o modelo social o cultural? Ana menciona primero una frase del budismo: «El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional», así me explica que se trata de una cuestión mental y que, para la psicología, el sufrimiento siempre es una sensación consciente, entonces, en este caso, uno puede elegir sufrir o no. «Lo cierto para mí —aunque me cuesta pensar el ejercicio físico como un sufrimiento— si lo tomamos, como se define, como una adaptación al medio, como cualquier sensación motivada por algo que obliga al sistema nervioso a adaptarse a algo nuevo y que le genera desgaste, desde la exigencia del cuerpo de salir del lugar donde está para mejorar, fortalecerse y llegar a otro punto de estado físico, sí existe el sufrimiento, pero siempre depende de cómo se viva la actividad física».
Como me interesa la intervención de las endorfinas en este tema y tengo entendido que el ejercicio las libera y ellas generan placer y alivian o bloquean el dolor, quiero saber si el cuerpo, valiéndose de sí mismo, puede desterrar el sufrimiento emocional y físico y alcanzar el bienestar, el equilibrio. Ana responde que las endorfinas junto con la dopamina son dos de las cuatro hormonas de la felicidad, se segregan durante la actividad física pasados los diez o quince minutos, cuando se entra en calor y el pulso cardíaco sube a una zona de consumo superaeróbico de oxígeno y así corren por la médula espinal y generan esa sensación de bienestar. Desde este punto de vista, toda adaptación fisiológica, anatómica y emocional de la actividad física puede evitar el sufrimiento pero depende de lo acertada que sea de acuerdo al momento en que cada uno se encuentre y que se desarrolle progresivamente, teniendo en cuenta adaptaciones naturales y biológicas, que se le dé tiempo a la mente y al cuerpo para acomodarse al estímulo. «Dolor hay —me confirma—, el dolor es algo buscado en la contracción muscular cuando queremos generar fuerza y siempre que logremos un rango mayor de movimiento, de contracción, exigimos al cuerpo, pero el sufrimiento depende de cómo se viva y que el estímulo sea adecuado. Un gran desafío como docentes de educación física es generar un hábito, que el ejercicio sea incorporado naturalmente a la rutina y que se realice con gusto: el movimiento es inherente al ser humano, es una condición natural, el primer indicio de vida es el movimiento del corazón, luego el cerebro tiene la función de regular la energía. Podríamos evitar el sufrimiento mediante la educación, que la práctica física vaya de la mano de la alimentación, con hábitos saludables desde temprana edad». A su vez, agrega que es una experiencia en relación a las vivencias personales anteriores porque el ejercicio físico remueve emociones, conecta con angustias o con estados inconscientes, por esto es una cuestión subjetiva a la que se suma el tema del castigo, el vínculo histórico que se ha establecido entre la actividad física y el castigo corporal. Pero el dolor siempre va a estar por más que se exija adecuadamente, es un parámetro de evaluación muscular; aunque es un dolor placentero que se realiza a nuestra medida y capacidades, porque no se busca un desgaste del sistema nervioso que lleve a una lesión o a un abandono de la actividad.
También le pregunto si acaso la renuncia a ciertos gustos o placeres generan tensión o control sobre uno mismo para mantener los cuidados necesarios y que contribuiría a un cierto malestar o incomodidad. Me explica que renunciar a gustos y someterse a dietas sí se puede volver una tensión o algo difícil de sostener, la idea sería no vivirlo como una renuncia, que tenemos que reeducarnos si estamos alejados de una vida saludable, darnos tiempo que nos permita a reaprender formas de alimentación y reacomodar el descanso. Comenta que incluso el término dieta está en desuso, lo más real es un plan de nutrición acorde a las necesidades, pero siempre en base a los placeres, diferenciados de los vicios, que sí son un problema.
Y al final, inevitablemente, ¿qué sucede con la edad, con el paso del tiempo sobre el cuerpo? ¿La forma más natural de manejar los cambios sería el ejercicio o también implica una pretensión de moverse contra la vida misma, cuyo resultado es el estrés? El cuerpo envejece, me dice Ana, pierde fuerza, tono muscular y gana grasa, esto contribuye a que la salud desmejore, se desmineralizan los huesos, comienzan a aparecer enfermedades que pueden evitarse naturalmente con una práctica acorde que evite el debilitamiento muscular, pero si pasa a ser una necesidad de evitar el paso del tiempo, ya no es posible. Sí se puede lograr, con una actividad sistemática y progresiva, no perder tanta fuerza, tanta masa muscular para llegar con un cuerpo ágil y activo y tener independencia como persona. Y aquí hay un tema aparte: el estrés es un impulso de vida, la activación que necesitamos para levantarnos, el problema aparece si se pasa de los límites y afecta porque desborda las capacidades. En el entrenamiento existe una patología llamada «vigorismo», es un trastorno psicológico conocido también como «complejo de Adonis», es la alteración de la imagen corporal, la persona ve distorsionada su imagen y necesita mejorarla, necesita desarrollar la masa muscular, así se vuelve adicta al ejercicio físico, y esto sí es un problema.
Y más acá del final, a modo de epílogo quizás, le pido a Ana su visión acerca de la práctica física; me manifiesta que, para ella, es que logremos los objetivos —la mejora de la salud, del rendimiento deportivo y la estética— al mismo tiempo que desarrollamos una instancia de aprendizaje, de conexión con el cuerpo: entender cómo funciona, el para qué de los movimientos que entrenamos, cómo hacerlos (que sería el aprendizaje técnico), que sea una instancia para reconocer el cuerpo en el movimiento, generar hábitos como parte de la vida y no como obligación. «Qué para quiénes», me dice, que sea realmente funcional, apropiada para la persona teniendo en cuenta lo subjetivo, las necesidades y condiciones de salud, conectar con el cuerpo y la conciencia.
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Resignificación del juego
Las esculturas blandas de Helena Heinzen
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Compleja tarea desarrollar una nota sobre la belleza —sea su perspectiva la más diversa, sea su abordaje el más transgresor— sin vincularla con un cuerpo material, con cuerpos en movimiento y expresión, sin aterrizar la belleza en una piel que habla o en un soporte físico que determina una forma. Difícil separar la idea de un material concreto que, en el mismo territorio que la sostiene y manifiesta, la define y encorseta. Y así, ese río inconsciente que nos empuja hacia todos los lugares comunes, trae el corsé y esa cancioncita infantil que me da vueltas desde que decidimos el tema de este número: «Los zapatitos me aprietan, las medias me dan calor…». Pero esta sección no se dirige a ningún vecinito de enfrente, porque el comienzo de estos versos nos ancla en la incomodidad y el ajuste, en la contención y la norma. Y así con todas las imágenes que se suceden, llega la sensación de disfraz y de máscara. Porque ¿hacia dónde nos dirigimos cuando perseguimos la belleza?
Para escribir, siempre comienzo por las entradas de los diccionarios y, esta vez, me sorprende que solo uno (de los varios que consulto) presenta apenas tres líneas que definen al término muñeca en su simbología: «Porque gobierna el trabajo manual, la muñeca es […] el símbolo de la habilidad humana» y nada más. Entonces vengo al diccionario de la Academia Española donde el término femenino muñeca redirecciona al masculino; ni por esta vez, con una palabra tan cargada de significados que apuntan a la figura femenina —entretejida a lo largo de la historia por la literatura, el cine, el teatro, la alta costura, etcétera— nos ubicamos en primer lugar de la semántica, los atajos y las sorpresas siempre esperan a las incautas. Así, resulta una «figura de persona, hecha generalmente de plástico, trapo o goma, que sirve de juguete o de adorno», también «persona de poco carácter», «cadáver de una persona». Y me pregunto si, en su representación simbólica, se evidencian estos significados últimos o se nos escapan. Cuerpo inerte, muerto, ausencia de personalidad, de espíritu; y los primeros, juego, decoración. Y no olvidemos cómo el lenguaje y sus imágenes, incluso las más cotidianas y coloquiales, conforman la realidad que creemos.
Cuando un tiempo atrás escuché a Helena Heinzen mencionar sus esculturas blandas, supe que dialogarían directo con mis cuerpos en tránsito en algún número de la revista. Ella misma comenta ahora lo acertado de cuestionar el concepto de muñeca, la necesidad del cambio de lugar: poner el cuerpo de la mujer en otro grado de representación plástica, que no sea solo juego, contemplación o modelo a alcanzar. Helena comienza con este proyecto en el confinamiento de la pandemia del 2020, en un taller cuyo perfil era terapéutico; había conocido a Carolina Berta, la muñequera que hizo la convocatoria, en una exposición de arte textil. La experiencia fue vía virtual y abrió el universo de este trabajo con la figura humana en vínculo con la realidad y el cosmos. Así, Helena descubrió que siempre —y sin habérselo propuesto— coleccionó muñecas (tradicionales, folclóricas) traídas desde sus viajes y las comenzó a reunir: una colección de más de treinta de todo el mundo. El término de esta primera experiencia de taller fue construir una muñeca, pero el entusiasmo no había terminado y el confinamiento tampoco, por lo tanto, se extendió el intercambio para investigar sobre los orígenes de cada una de esas muñecas y así procesar en conjunto: se denominó «Muñecas en tiempos difíciles».
A su vez, Helena ya trabajaba en el área de las artes visuales, en la ilustración y la pintura (se formó en Bellas Artes y en varios talleres de artistas), donde incursionó, interesada en medios mixtos, a lo largo de treinta años de profesión. Será en la ciudad de Paysandú, en una exposición de Buby Sánchez, maestra local de arte textil, con énfasis en el patchwork y el bordado, donde visualiza el universo amplio de este camino artístico, se integra al taller de Buby y profundiza sus investigaciones personales: interviene fotos (su proyecto «Geometrías urbanas», por ejemplo); también se interesa en el reciclado, transforma elementos que ya están, utiliza y rescata telas de prendas usadas para generar lo nuevo desde segundas oportunidades a telas, hilos y lanas.
«Las muñecas, básicamente, son mujeres» me responde con firmeza. Helena busca resaltar y transgredir en la forma y en los materiales los rasgos femeninos condicionados o estereotipados, tantos cuerpos como representaciones encaradas desde la libertad creativa. «Son mujeres, sí —me reitera—, mujeres que además van tomando vida y me hablan y me dicen qué es lo que están precisando». Es una postura personal diferenciarlas de muñecas: a nivel del hemisferio sur, muñecas son estas figuras humanas y volumétricas de tamaño mediano a chico y, cuando cambian de escala y se acercan a la dimensión humana, se les llama esculturas blandas, pero, en el hemisferio norte, es más flexible el término, me explica. Sus muñecas no son para jugar, son objetos escultóricos con intención artística, no son «muñecas de trapo en sentido literal», son obras textiles. La particularidad que deben tener para ser llamadas esculturas se asienta en la masa que se conforma por el relleno y se atraviesa con hilos, se perfora y crea su forma a través de modelar la masa de tela.
Helena se define feminista, ha trabajado y mucho por los derechos de las mujeres y encuentra en esta manifestación artística la manera de plasmar la diversidad de cuerpos (reconstruidos en la libertad de la creación) y legitimar pieles diferentes en la práctica de usar telas con historias (de otras mujeres, de ella misma, de sus amigas) y dar una oportunidad válida, quebrando con estereotipos: «Esa es mi preocupación mayor», me explica. Su obra se podría organizar en series: «Muñecas pandémicas», 2020; «Muñecas (que son) reinterpretaciones de cuerpo de mujer», 2021; y «Muñecas (que son) representación de determinados tipos de mujeres», 2022. También tiene un proyecto con «Eva y sus amigas» en relación a los talleres sobre escrituras feministas en los que participa con Lilián Toledo.
Y concluye Helena, casi como una reflexión en voz alta, que el arte textil, en un inicio relegado a la casa y a ese virtuosismo que debían alcanzar las mujeres dentro del hogar (saber tejer, saber bordar), hoy por hoy, desde la libertad y el replanteo en mano de mujeres, se ha convertido en un lenguaje que transgrede el virtuosismo (no hay que saber coser). Y, por otro lado, se aleja de la máquina para ir a la costura a mano, para poner otro ritmo a la vida contemporánea, la costura lenta como manera de no dejarse llevar por los tiempos que corren y poner una pausa para encontrarse con el crecimiento interior y una misma. Trabajar con las manos y reivindicar la herramienta que las mujeres debían usar (y que fue método de dominación) para salir a hablar desde otro lado de otras cosas.
Y junto a la imagen de las muñecas-esculturas de Helena y siguiendo la línea de tomar la voz desde dentro de los espacios asignados por el control o la dominación para revertirlos es inevitable, para mí, no escuchar a Nora en «Casa de muñecas» de Henrik Ibsen que, desde los escenarios dramáticos de fines del siglo XIX, abre un nuevo lugar y un desprendimiento del símbolo: «Voy a tirar el disfraz» y, sobre el cierre de la obra: «Todavía no es muy tarde. Siéntate, Torvald, tú y yo tenemos mucho de qué hablar».
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¹Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant. Diccionario de los símbolos. Barcelona, Herder, 1999.
²Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23. ª ed., [versión 23.5 en línea]. <https://dle.rae.es> [18/06/2022].
³Ibsen, Henrik. Casa de muñecas. Salamanca, Nórdica Libros, 2010.
Responsible is Pandora
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Natalia Rovira and elderly care
Text by Virginia Messiah
Photography: Virginia Messiah
Pandora is the "mythological character who symbolizes the origin of all the ills caused by the female sex" because "she carried with her a box from which all the plagues that afflict humanity came out: old age, pain, illness, madness," says a dictionary of symbols that I always consult. Confirming the information in the Greek and Roman mythology of Pierre Grimal, I find that «Pandora was the gift that all the gods offered to men, to their misfortune. […] Now, there was a jar that contained all evil. […]. As soon as she had arrived on earth, Pandora, piqued by curiosity, opened the vessel, and all evils spread throughout the human race.
Both texts then mention hope —which remained as a gift to sustain the lives of mortals— but it strikes me that symbolically it is interpreted that the punishment is old age and illness —which also usually come together—. Because in the mythological legend I do not find specified what those calamities that we endure would be; it seems that in our inevitable cultural imaginary we accept the passage of time and imbalance (physical or mental) as a plague and not as situations (adverse, possibly) of existence.
Perhaps for this reason, when I think of the photographs of Natalia Rovira (Montevideo, 1979), I remember, first of all, a work —the most intimate and deep, I imagine— that she mentioned in a workshop in which we coincided in 2019: it was In relation to his father, to his father's health, there were no images because he only shared the idea that it implied a trip together to visit some place in the interior for the last time, I did not withhold more details. Likewise, I always return to one of his projects, delicate and emotional as well, about caring for the elderly, elderly mothers and grandmothers, carried out by daughters and granddaughters. This is why I'm looking for her now, and we talk.
Natalia enters photographic work in 2015, is a graduate of Sports Journalism from the Professional Institute of Journalistic Education (ipep) and claims to be mostly self-taught; since 2018 she has been working collaboratively for La Diaria in the “Feminisms” and “Sports” sections. It is from his father, precisely, that he receives his passion for images and the camera. On his website, he states that this profession is a way to build his line in time and connect with a happy childhood. And from childhood we go to adulthood and, with Pandora's vessel open without going back, we face the Cane Daughters, a forceful, precise and not at all metaphorical title (although the image works as such).
The presentation of this project, on the same Rovira website, states the following: «When parents become elderly and need the support of their children, they find themselves involved in a series of decisions that are not always easy to resolve or accept. » And I immediately have some questions: who makes those decisions in the end? How many are involved in these circumstances? Are they resolved somehow? Because the solutions do not imply a favorable outcome, but rather that the problem simply ceases to exist. And so the eloquent and sensitive concerns and photographs follow one another, like all of Natalia's works. There is one image in particular of imposing discursive force: Carmen's hands, her painted nails, the colorful blanket that she knits in her apron-like lap. Lap that had their children but now only Cristina is there as a support, woman-support too.
Carmen is the hundred-year-old mother and Cristina, her daughter. Cristina took her to live with her to take care of her, she also works, of course, she works and takes care of her mother; she never does this work from the place of the complaint, there is no greater weight for her, but, in any case, this reality was consuming her. On the other hand, in Hijas bastón there are two young sisters with their grandmother Etelvina who lives in a health home; Etelvina's children are alive and in the United States, from where the mother returned when she fell ill to be cared for by her granddaughters, Valeria and Débora, who, in turn, were raised by Etelvina. Natalia explains to me that she didn't find stories of men who take care of their mothers or grandmothers: “I don't see male caregivers, they go if they are asked, that's all —she explains and continues— I don't know if sensitivity is innate in women. There is something bodily and emotional in this work and, on the other hand, there is what the rest claim and expect, the whole load falls on one person. When there are no tools to relegate, what do you do then?»
Natalia works in relation to the people in her projects, they deal with intimate experiences, because she finds a greater connection with the place where the other is. And so we can see Do not keep looking, about the performance of Women in Black and de-masculinized sports about equality policies in sports. The day we meet, he also tells me about one of the latest covers of La Diaria that came out with a photograph of him, he hands me a copy and there the image of that face in the foreground on the paper speaks for itself and for the loyalty from a photographer to her life and work choices.
And so it is we, Pandoras or Evas, who generate the afflictions and evils that plague humanity from the beginning, say those who invent the myths, of course. Perhaps for this reason we are responsible for care, protection, responsibility in helping, solving all difficulties as a habit that is inherited in the genre. As I finish this note and ask Natalia about some information, I find out that she is with her father in hospital, taking care of him.
Photography: Natalia Rovira
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¹ Biedermann, H.. Dictionary of Symbols, pp. 347-348. Paidos: Barcelona, 1996.
² Grimal, P.. Dictionary of Greek and Roman Mythology, p. 405 Paidós: Barcelona, 1994.
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The dance and the choice of the good lover
Text and photography by Virginia Mesías
I can not hear you. I can't hear your voice. It's as if I drank a bottle of anise and fell asleep on a bedspread of roses. And it drags me, and I know I'm drowning, but I'm behind. […] And I know I'm crazy and I know my chest is rotten from holding on, and here I am still to hear it, to see it shake its arms.
Federico GARCIA LORCA
Blood Wedding
And then the conflict, the tragedy even, is presented to us when we do hear, when we do listen and when we go behind. It has always been this way: a matter of instinct, simply of passions; as simple as that our body, our age, our own conscience so severe, life itself with its weights, limits and prejudices intervene there. And we go from one side to the other and we drown many times, until we decide to opt for the anise and the rose bedspread. Nothing simple.
I remember one of Analía Zufiaur's first presentations, it was December 2003, at a Gonzalo Ramírez theater in the Palermo neighborhood. Because this time, Cuerpos en transit is not going to deal with recognized artists or international names, nor about stone women who try to gain territory. This time, the body in movement is that of a common, everyday woman, one of us, but not less. Analía Zufiaur turns 50 in two months, she herself tells me: «I am no longer young, I am already a veteran for this». But also, and I didn't know it, he celebrates his silver jubilee: 25 years dancing flamenco.
Analía Zufiaur does not have the thin and light body that is traditionally expected in dance; She is the mother of two teenagers who live with her 24 hours a day, every day of the year, and she works eight hours a day, like most of us. And dance, dance flamenco because it's inevitable. He explains to me that I would need to have several lives or parallel worlds to learn excellently in each one the bata de cola, excellently the fan, the castanets, the shawl, the turns of the chest and the changes of weight in the body to have agile legs and that the soniquete is wonderful, and the clapping and the cajon and singing… She explains to me that she saves time carefully for that meeting, because flamenco is the mirror to find herself for which she needs to be persevering and consistent. At first, she remembers, her feet would get stuck and she felt like she was going to fall, that it was impossible to coordinate her arms with her feet and then her head and waist and face, but that's how it was, that's how she continued because the dance strips her bare complete, and when she doesn't make it to rehearsal, 100 percent, she thinks, "What if you didn't have this? What if you couldn't do it? Defend it clearly and surrender; to give oneself as to a lover "because it is not a pastime or a game, it is the root and absolute axis of life".
She tells me that despite the cards that life plays —sometimes challenging—, despite the family, the maternal role and the obstacles at work, the most demanding task is to accept oneself: “I am this that you see, in the process of transformation, of course, with the traces of maternity hospitals, of time, with the force of gravity that does not let go of us. And even so, a hymn to maturity is possible in these times of absolute youth.»
Because she started dancing "old" and her starting point, of inspiration, was the film by Carlos Saura with Cristina Hoyos and Antonio Gades: Bodas de sangre, of course. When open television, which only had four channels, broadcast the film: "Memories are not intellectual, they are still sensations, feelings," he tells me. She felt a deep longing for communication like that of "those body artists, putting into motion the tear, the passion, the desire, a tragic desire in that story", thus the need for expression, the curiosity, was awakened. Years later he found the opportunity very close to his first job, it was 1997 and, by chance, he saw at the headquarters of Casa de Galicia, on 18 de Julio and Barrios Amorín, that free flamenco classes were given, and as in that time the study could not be afforded, it was decided.
Thus, at the age of 25, she received, at the same time, her first work experience, an approach to flamenco and also contact with Chinese medicine (Analía is a therapist and was introduced to the knowledge of spiritual flamenco at Tian, a school of Chinese medicine in Spain : practice in which dance is investigated as a means of physical, mental and spiritual healing). At the same time, he tells me, a little jokingly and not so much, that he doesn't remember what he did before, perhaps only preparing for what was triggered later: the love affair with dance. Because, as he has assured me on several occasions, flamenco is the lover-refuge-challenge. He challenges her to look deeper, to look more accurately at the feelings that are encapsulated in everyday reality, because flamenco moves love, it doesn't leave us indifferent, it may like it more or less, but it never leaves us indifferent, she says. And it also exerts a powerful transmuting effect on those who sing it, those who play it on an instrument, those who dance to it, those who contemplate it: "It hits the chest, every pore, that effect is highly healing."
When I ask her about the space for great women in dance, adults, I mean, she tells me that she thinks precisely of that, of the greats: Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Cristina Hoyos, Antonio Gades who influenced so much in the evolution of dance, in addition to the particular art that each one transmitted. He remembers when he had the opportunity to travel to Andalusia, to the very source of flamenco and "see anonymous octogenarians, with almost immortal features, dance from a delivery, from a position so played because it is not about virtuosity or demonstrating nothing, but to move the soul itself that dances through those wrinkled bodies where the signs of all life are seen.» Think of Cristina Hoyos, who is still active, after having gone through cancer and who, in turn, develops an awareness of healing through dance, which Analía fully shares.
Then he mentions the academies in general, in which the patterns of youth, low weight, slim line, resistance and strength and the inevitable sensual imprint are repeated. Recently in her last dance school, she shares classes with diverse classmates with a unique and unrepeatable body shape, she tells me, and this means that when she sees the dances of others, she feels moved or attracted by them. She is interested in contemplating women of her age because: «The older ones have life. Of course, everyone has stories to tell with their bodies, but they, 50-year-old women, are expressing maternity or lack of it, menopause, hormonal changes, longing, the search for love, or the experience of it, transitions, separations, changes of forced and unforeseen employment, and all this manifests itself at the moment of dancing.» And so he pays attention to how his classmates come to class, what they bring with them. She tells me how some have their romance with the mirror and the time it took her to look at herself without being a brutal judge, dance has helped her a lot with her shyness that does not appear with the naked eye but is there and tries to find her own gaze. He also talks to me about the importance of taking care of the body: "When your feet hurt, you have to pamper them", dedicate time so that the nails do not become ingrown, the calluses, the knees, the shoulders, elbows, wrists, the hands that express the dance.
And so it returns to the question: "What room is there for big women?" And it is answered: “Little, little”. That perhaps now, in his last four years of experience, he found a little room for a body like his; In its beginnings, it never found the stature in body and expression, because it was sought that they all express the same: «uniformizing and choreographing the feeling is something impossible and outside of what dance is as an expression of the soul».
He remembers the technical training of his first teacher, very hard, cruel, almost violent, for years he was close to the curtain, in the background in the presentations, almost imperceptible "because there was no place for me", only by sacrificing his body could he get closer to the model that was it exerts on the gaze of the one who directs and of the companions as well. And after motherhood, the change was important and perhaps it was the time of greatest suffering: large breasts from breastfeeding, a back that widens, the waist is lost, the hips widen more and the changing rooms always meant «covering, covering, covering , conceal». “We have a lot to learn —he says— about the pain we cause when imposing those canons or when we let them impose on us. And the awareness and liberation came from the hand of spiritual flamenco when he began to practice it. The first opportunity was in Spain, with a white sleeveless dress, her hair loose (which had always been "well tied, well held, well taut and with a lot of hair gel" and she had gray hair and rebellious gray hair, "they are like antennas" , He says). That first time was like being in another life.
I listen to her and I feel that I am not certain about what we will change with our stories, with our images on these pages. There are no certainties, but there are roots, they told me once, and perhaps the root is to build that other life, like this, in this way, listening to each other. Because the last time I went to work with Analía for this note, she told me, while looking for the right shawl for the photos, that when she jotted down ideas and recorded audio, she felt she had something to say, that her voice made sense. I smiled, because I was not surprised by the coincidence that is never such, and I told him that this was the title of this number and the first motivation we had for the magazine.
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Bibliography
Garcia Lorca, Federico. Blood Wedding. Buenos Aires: Losada, 1998.
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The body in the stone
Text and photography by Virginia Mesías
The presence of the female figure in the city's sculptural art is reduced to gardens, parks and museums. In general, they are teachers or mothers accompanied by their trade, their vocation: children around them. Except for these examples, women's bodies are represented semi-nude or completely nude (this is not the case with male figures) and as practically mythical creatures —sylphs or muses—. Rarely are they silhouettes in a position of power or independence: independence from the children they educate or raise, from the spouses they belong to, from the artists they inspire, from the parks of which they form a part as an ornament.
They are not moving forward or steady, they do not look from a pedestal dominating their surroundings, they do not conquer any avenue or mark the entrance of any important building political or cultural, unless they are symbolic representations of some altruistic idea: freedom, constitution, among others. It is interesting to look for, in public space, those few sculptures that have an attitude —sometimes spontaneous or involuntary— of desire, of ease. Let's look carefully, because they are immersed in another circuit, parallel to that of the imposing or victorious statues (with a horse included many times, of course, virile continuity, let's say).
So: why are the body and desire hidden in the representation of women in the city? Why doesn't urban statuary speak in another register? What would be the profile of the city if women appeared (in stone, of course, it is still difficult otherwise) detached, removed, decontextualized from those reduced places where they were located and, instead, manifested themselves in visible places through which, at any time, any city dweller passes? To see them, it is necessary to travel to the park, it is necessary to reach the garden, you have to enter the museum to find them. Let's deliberately remove them from the imposed space and let's take them out into the street, let them cross the avenues and appropriate the buildings of historical value so that, in this way, they acquire another meaning. Resignify the female body in urban sculpture and think with what emotional matter we would walk without so many victorious heroes controlling the daily dynamics.
We would have to see what happens in the interior of the country and in Latin America. What is the place, not only of women, but of the body in the city? What representation is made? Why strip it naked or wrap it in tulle? Why transform it into something angelic or vaporous, not very physical, not very material? Why hide it between flowers, between trees and paths in a park, between benches in a garden, between galleries in a museum? Why not drop it in a central square?
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Marina Abramovic: neither grandmother nor lady, the proper name is enough
Text and photography by Virginia Mesías
“Había abandonado el trabajo en solitario por un ideal que me parecía más elevated: to make art together and create that third element that we used to call that being , an energy that the ego did not poison, a fusion of the masculine and the feminine that for me was the highest form of art. She couldn't bear the thought that it wouldn't actually work. (…) For me, private life was also part of the work. For me, our collaboration was always about sacrificing everything for a greater cause, the greater idea”, reflects Marina Abramovic in her memoir Walk through walls (2016) regarding her work with Ulay (Frank Uwe Laysiepen) from the exhibition Modus vivendi (Los Angeles, 1986) that presented them both, photographed in real size, tired and carrying a box: Ulay's was empty, Marina's was complete.
In May this year, the 2021 Princess of Asturias Award for the Arts is won by Marina; So we all talk about Marina. But: how much do we know about performance art? How much do we know about this Serbian artist born in the Socialist Republic of Yugoslavia? But what is it that we all, surely, know about Marina, what we all repeat very knowledgeable? That she is the "grandmother" of performance and that once, in an important museum, she sat down wearing a red dress to stare at those who dared and then Ulay appeared, how lucky Ulay intervened because then she was moved by the reunion and him too, of course, and they held hands and the occasional tear fell and that timely scene went viral on the networks! And yes, a performance involves improvisation and direct contact with the viewer, and thanks to the moving episode, many of us find out who Marina Abramovic is: the shocking lady in red who unexpectedly meets a love and artistic partner from the past in a movie scene. (They were a couple about 12 years). Of course I am referring to The Artist is Present (MoMA, New York, 2010), a work within a larger exhibition that involved a retrospective of her career, on the upper floors there were performances of her pieces and in the atrium, Marina was sitting receiving viewers for three months, eight hours every day.
Pero el punto aquí no es el premio o una performance en particular y sus derivations, the issue is how several journalistic notes, publications and people comment on the same thing over and over again: the punctual viral episode that represents just a few minutes in its trajectory and not Rhythm O (Naples, 1974 ), for example, or Incision in Space (Graz, Austria, 1978) if we prefer the couple to work together. And be careful with the ideas that we believe because MoMA itself had managed the presence of Ulay there, which, in turn, had been requested by Marina since he was a participant in the work on display for 12 years; she knew he could be present. And furthermore, those tears, that emotion, could also respond to the recent and painful separation from her last husband, Paolo Canevari, with whom she also shared 12 years of her life. In any case, some pages manage to mention the Walk along the Great Wall of China : the love story ends and they travel and walk until they meet to separate; but this performance takes place after 8 years of screening, and the original starting point was a very different one and the working title The lovers . And it is not remembered that in 1979 they were invited to the Sidney Biennale to appear at the opening of the same and thus arises in Marina (from a memory of her 14 years) the intention of going to the outback , an interior and semi-arid region located in the Great Victoria Desert and then, at the end of 1980, they return and go to the desert for six months and there the idea is born: “At that moment we achieved our next great ambition: to walk the wall, starting at the opposite ends and finding at the point medium. We were certain that no one had done that before. We agreed that not only would we meet right in the middle, but that would be where we would get married. It would be incredibly romantic." I could even say that this experience in the Australian desert also has its origins The artist is present : from the aborigines of the desert they learn not to move, not to eat, not to speak in order to survive and, in July 1981 for 16 days in Sydney , represent Gold found by the artists , an instance that Ulay does not resist perhaps because he has reached his physical limit and resistance. Even so, when they return to Amsterdam, they decide to perform the performance 90 times over the next five years and change its name to Crossing the Night Sea, alluding to the contact and deepening of the unconscious, meditation and self-mastery. But when they start with the Walk along the Great Wall of China , their life story had ended, painfully ended (they will meet 3 months after it began, on June 27, 1988, and Marina will return to Amsterdam alone; Ulay would marry in December with her Chinese translator with whom she was expecting a child). So let's stop creating romantic circumstances that cover up personal artwork. Will Marina have done a performance without Ulay? The "queen", the "lady", the "grandmother", apparently she defines herself as "godmother" (and it is understandable since she never wanted to be a mother so that it would not be an obstacle in her work): has she done something before or after? Could we mention any work by the artist that does not include her partner?
I say that his career could start at the age of 19 with “Three secret scraps of cloth”, a painting he paints 3 different colors that surround three objects, a painting in which he warns of the necessary intervention of the viewer who must "start the imagination". Or rather, later, together with five colleagues from the Academy (late 1960s) with who exchanged art and discussed the teaching methods they received while assimilating the influence of Western conceptual art, the Italian arte povera movement, Fluxus in Germany, and the Slovenian Oho group. But more appropriate is to go to 1969 and her first performance idea presented at the Belgrade Youth Center, Come wash with me : as the public entered they took off the clothes that Marina washed, dried, ironed and returned so that the spectators could leave the gallery clean (but the piece was rejected). At the beginning of 1970, a first exhibition was held at the Student Cultural Center: Drangularium , and his work was related to the cloud paintings he painted at that time. Then a second exhibition at the Student Center, Objects and projects , for which Marina exhibits a series of postcards, Liberate the horizon , in which she erases Belgrade's historical monuments and buildings (some of which were destroyed during the war in Kosovo to late 1990s). Or perhaps his work begins much earlier, when his mother dreams that she gives birth to a snake. The beginning would be around here, even before his first remembered performance: Rhythm 10 (Edinburgh, 1973). And he meets Ulay in 1975, after Thomas Lips (Innsbruck, 1975), after Rhythm 0 , after Rhythm 4 (Milan, 1974), after Rhythm 2 (Zagreb, 1974). Is it then that without Ulay we do not remember Marina, without an award there is no work, without a maternal metaphor there is no artist?
Llama la atención cómo para presentar la carrera de una artista que acaba de ser award-winning we resort to the most domestic or romantic circumstances, the most salable perhaps, the safe soap opera. But if so, let's mention her childhood, or her adolescence under the rigor of a mother and an aunt who beat her constantly and a father who ends up abandoning his family. Marina was born in Belgrade on November 30, 1946 during Tito's communist regime in a spacious house with a piano, books and paintings. The daughter of war heroes who became important members of the party: her father, Vojin, was a member of Tito's elite guard and her mother, Danica, was in charge of the institute that supervised historical monuments and also director of the Museum of the Revolution and the Art. Since she was seven years old, Marina has known that she wants to be an artist, she not only had her room but also a studio. Already in puberty, due to the intense migraines that he suffers, he begins a training of stillness and concentration to withstand them. She lived an uncomfortable and unhappy adolescence: she felt ugly, very tall, with thick glasses and heavy frames, orthopedic shoes, short hair, heavy wool dresses, a baby face and a big nose. Later, will face the abandonment of his father, the only adult from whom he had felt love and support. They gave him everything in relation to his artistic training but nothing more. When I hear that she becomes a diva, a star for the covers of the big fashion magazines with the outfits of the most important designers, I remember the clothes that I had to wear when I was young and that I hated because that mother determined so; but these are unimportant details, of course. I stop at the very constant presence of Ulay when talking about her and I think about those ideas that materialized in works and that belonged to the couple: how much was there of one or the other? And inevitably I remember Gerda Taro who died so young so that we all believe that Robert Capa is only the man and in Dora Maar and in Camille Claudel. And perhaps don't we all know Bioy Casares and very few of us read Silvina Ocampo? Don't we all locate Carlos Maggi and very few of us read María Inés Silva Vila?
Marina es Marina y ya tenía un nombre cuando conoció a Ulay. Let's stop believing in the poetic looks of The artist is present and in the last meeting of the Great Wall of China . Let's get rid of Marina de Ulay. No half.
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Land
By: Virginia Messiah
Photo: Virginia Messiah
Una performance es una actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el direct contact with the viewer, according to the dictionary, according to. Because this year, this May 20, Cecilia Vignolo (Montevideo, 1971) and her Embrace will be buried somewhere in the 4 hectares of park that surround the former country house of Máximo Santos, which since 2006 has been our Memory Museum which is responsible for "the promotion of human rights and the memory of the struggle for freedom, democracy and social justice as cultural concepts in permanent construction" (explains the MUME website). And that is precisely what this performance brings with it: construction, practice and memory. There is no improvisation in this act, there is concept, testimony, permanence. But the call to the public is not open, it is not for sanitary measures, of course; The interaction will be through the networks of the Subway Exhibition Center from 11:00 in the morning and the Municipal Center of Photography that will also cover the event this Thursday in the 26th edition of the March of Silence .
Photo: Virginia Messiah
Esta puesta en escena surgió en el año 2007 para el 2do Festival Internacional de art from the Río de la Plata , was presented at Harriague Park in Salto and, as the artist says: “it creates a present in which the recent past is integrated, in an attempt to accept and repair its sinister dimension, impossible. The entire earth is littered with the remains of those who died for my freedom. I hug and listen to the earth as if the cries could cross the borders we know, and the beat of a single heart could reach the bottom of the Río de la Plata.” It is not the first time that Vignolo has worked with the earth and with his body sunk, trapped in it, or integrated. In 2006, the exhibition There is something else I want to say also involved land and hugs (MEC room for the Ministry of the Interior). “Choreography for Hands with Wives”, from 2007, was part of Concentrado Acción within the Latin American Meeting of Performances (National Directorate of Culture, MEC) and his handcuffed hands emerged from 3 cubic meters of earth. And at the inauguration of the same MUME , also in 2007, she presented Returning breathable air , buried, with only one hand out and a red thread coming out, intertwined in her fingers, to enter the museum.
En otra acepción performance es rendimiento, la proporción entre el resultado obtenido y los Methods used. Earth, grass and a person, are the means mentioned in the Abrazo technical sheet: the person is Cecilia, of course, but there is someone else there, a silhouette on the ground, hidden by darkness within the contours of the grass, a figure that Cecilia hugs with her eyes closed, as if she were secretly singing some lullaby never heard, never finished. Because there are many more shadows that come from that land and the embrace collects, rescues, revives. What is then the result of the action this Thursday 20 memory?
_CC781905-5cde-3194-bb3b-136bad5cf58d_ The transit of bodies in the dark that rise through the buried limbs, the trunk of the trees in the park, the rhythm of the leaves in the wind, the surprised eyes of some spectator who arrives at the museum without being called, or perhaps yes, summoned by other voices, many others because they join those that the sordid legend of the dictator who inhabited the place names. The performance of the bodies is testimony. The artist, the earth, her arms and the shadows, are certainties. Faith in shadows that move according to the circle of the sun and the duration of the scene. Faith in bodies and their voices. Voices on earth.
Photo: Virginia Messiah
bodies in transit
Notes about the creation
By: Virginia Messiah
“Then the new state began to take place. The black stripe, the stopped river, what could look like what happened, when everything had already been lost. (…) The headless woman remained spread out on the dark, nightmarishly narrow carpet of her act. There would be, perhaps, a measurement in time for all that. But the simplest guess had to be short range then. By touching the throat, the questions were over.”
Harmony Somers, "The Naked Woman"
In this space, the link between movement, gestures and image is proposed from the experimentation with ourselves: we are the map, the territory of our own need for speech and all possible expression will pass through the skin, the muscle, the bones, in them lives the certain tool, permanent and perishable, hence its inescapable drama, so performative, so visual.
Artistic practices of working with the body, from the body, through it. The performance, the self-portrait, the poetry and the voice, the photographic image, the installation, the word. So many manifestations of creativity in this conceptual line. So many artists who build a physical language.
This will be, then, an experiential discourse in which the forms become imponderable and the gaze seeks the contour of the object and this, in turn, externalizes the need for transformation to be oneself and another, to be born again and define their identity. .
Photo: Virginia Messiah
Gesturality and movement are spontaneous expressions, they say what needs to be communicated at each moment, in each circumstance: the body closes on emotion or opens at birth. everyday body. corners and windows. Body House. Record of deed and testimony of creation. Language is a house of images and words, it is the hunt for the world that wants to escape in the light of my latest photographs.