Escenidades
Romper los márgenes del teatro es reconfigurar la escena
Texto: Roxana Rügnitz.
Fotografía: Virginia Mesías
Cuando decidí mudarme al territorio teatro, tenía apenas 8 años. Era una pequeña, tímida y asmática niña con una rara conciencia del despoblamiento que suponía atravesar el destierro de mi padre, habiendo nacido ya en una familia de varias naciones. Así que cuando me asumí una ciudadana de esta isla llamada teatro, fue, para mí, el mayor acto de rebelión e independencia. Vivíamos en Rosario, Argentina, y de repente descubrí que existía una frontera distinta a las geográficas… Una frontera que, aunque demarca los límites entre la ficción y la realidad, era capaz de romper con los conceptos de separación y distancia en muchos sentidos.
El tiempo y la evidencia de que el arte es un espacio de privilegio me ha llevado a cuestionar esa idea algo romántica. Aun cuando la existencia histórica de una dramaturgia que asume su herramienta política, entramada con la acción de lxs teatreros del siglo XX, cuestionando la concentración del poder no deben ser desvalorizadas, es necesario repensarlas a la luz de un nuevo siglo. Porque el teatro, en ese sentido, y por cuestiones temporales, ha tenido un papel clave en la confrontación del desarrollo del sistema neoliberal. Sin embargo, se ha dejado fuera de la discusión —al menos en el siglo XX— la cuestión de que, los distintos aparatos del sistema ejercen una sostenida violencia, muchas veces silenciosa, que procura anular a una población vulnerada no solo desde la estructura económica, sino en niveles culturales profundos. Mientras el teatro denunciaba el horror de la guerra, el hambre, la pobreza, la alienación humana en manos de un mercantilismo brutal y las consecuencias de las relaciones de poder porque era necesario hacerlo, se levantaba una invisible barrera sobre otras cuestiones que tenían que ver con el género, las identidades sexuales y los cuerpos racializados. La necesidad de cada tiempo configura las escrituras dramáticas, y desplaza del relato otros problemas por considerarlos menos urgentes. No es una justificación, es apenas una observación, tal vez una alerta.
Enfocando el tema
El teatro uruguayo puede ser pensado en etapas bien delimitadas por sus distintos períodos. Asumir la existencia de un teatro de hegemonías frente a la ausencia de un teatro de disidencias es, a mi entender, observar al menos los últimos períodos que van desde el teatro de fines del siglo XX al de comienzos del siglo XXI.
La línea de continuidad que planteo, en este caso, tiene que ver con la transformación que, tal vez, haya comenzado, tímidamente, a ser disidente en su forma, en los temas y en la necesidad de una escritura que deambula, al menos, en dos niveles de búsquedas: una interna, en la que las dramaturgias rompen las escrituras tradicionales con la intención de encontrar una voz propia, y otra externa, en la que esa voz se vuelve materia en una puesta que trata de politizar todos los recursos escénicos posibles. Esta búsqueda de polifonías estéticas rompe los márgenes textuales ante la necesidad de nuevos códigos de representación.
Pienso las últimas décadas del siglo XX como el final de un ciclo que redefine el hacer teatral desde la diversidad y multipluralidades escénicas que significó las Muestras de Teatro Nacional e Internacional de Montevideo, organizadas por ACTU. Lo acotado del espacio no permite el desarrollo de esta tesis, sin embargo, es oportuno recordar lo que ese proceso supuso para una generación de jóvenes artistas formados en el Uruguay de posdictadura. Las Muestras abrieron la posibilidad de amplificar el aprendizaje, la mirada, las discusiones que derivaron en una potencialidad escénica nueva. La posibilidad de ver teatro de todas partes del mundo, realizar talleres y salirse de los límites de los textos aprendidos para experimentar otras vivencias creativas explotó en ese tiempo. En este sentido, considero que no es casual el surgimiento, hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI, de una potente figura creadora en nuestro país: jóvenes que escribían y dirigían teatro con una mirada filosa de la realidad y una búsqueda de nuevas estéticas surgidas de la experimentación.
Las convivencias de formas teatrales no hicieron sino enriquecer y exigir a los elencos un trabajo que cada vez más estaría en diálogo con nuestra realidad. El teatro, como el arte, no puede ser ingenuo y es, en todas sus formas, un hacer político, el surgimiento de estxs jóvenes creadores, con una fuerte consciencia de la herramienta y de su tiempo, da lugar a una maquinaria escénica que viene a decir lo que las estructuras sistémicas del poder intentan borrar.
Hasta principios del siglo XXI, este hacer provoca y tensa, en sus espacios alternativos, la acción capitalista y neoliberal de convencer a la población vulnerada de que no tiene capacidad de agencia. Estxs creadores muestran las grietas del sistema, alertan sobre sus intenciones y deconstruyen el imaginario de pasividad de la sociedad. No sé cuántos de ellxs saben que lo hacen —algunxs es muy claro que sí—, pero ha venido sucediendo, como una militancia para la resistencia de la memoria y la construcción.
Cuando la discusión cultural debe enfocarse en la cuestión material
En esta etapa del siglo XXI, ese trabajo es insuficiente. No alcanza con problematizar, discutir, denunciar situaciones. Hay que materializar los medios para que la cultura trasvase la línea del privilegio. Hay que descolonizar el teatro para que todxs tengan acceso a la herramienta de la producción en el arte.
La escena uruguaya, en su amplia mayoría, sigue definida por una hegemonía de cuerpos, razas e identidades binarias, como si no existieran otros cuerpos. La respuesta a este planteo no puede ser que el problema es que esas identidades no toman la acción del hacer. Es necesario preguntarnos ¿quiénes hacen teatro hoy? ¿Para quiénes lo hacen? ¿Qué historias estamos contando desde la escena? Desde mi integración a la Asociación de Críticxs de Teatro del Uruguay me ha preocupado dónde está el punto del diálogo platea-escena. Mirar quiénes conforman el público antes de ver la obra es interesante, porque se delinea una cuestión que es sistémica. La platea se diagrama con un público de predominancia blanca, cis y binaria. Cuando vemos la obra creada por personas blancas, cis y binarias comprendemos que hay una gran cantidad de población que no está siendo nombrada en el teatro. Si no hablan para ellxs, ¿por qué irían al teatro?
El teatro representa un encuentro de latencia comunal y comunicacional in situ, en el que un grupo de personas acuerdan una serie de códigos para transmitir a otro grupo quienes, a su vez, implícitamente aceptan, durante un tiempo dado, el juego escénico ficticio, como si fuera verdad. Codifica la experiencia social en una estructura estética que permita niveles de lecturas capaces de repensarnos como humanos. Si esto es así, y yo creo que sí, deberíamos suponer que un teatro diseñado por cuerpos hegemónicos le habla a un público de predominancia hegemónica, aunque el contenido intente romper esa barrera.
No quisiera continuar sin subrayar que algunas dramaturgas vienen trabajando, con mucha dificultad por el acceso a los espacios, en romper esa geografía de los cuerpos en escena. Un ejemplo claro de eso es el trabajo de Diana Veneziano a través de un trabajo en el que confluyen multiplicidades de niveles semánticos disputando el privilegio de la palabra. Designa el espacio como un territorio en el que los distintos cuerpos son atravesados por todas las formas estéticas para la configuración de sentidos. En la obra Sudaka, por ejemplo, trabaja el tema de las mujeres migrantes desde una perspectiva de género y clase. La experiencia migratoria surge en escena como una constante que nos atraviesa a todxs lxs humanos, pero los resultados dependen siempre de la clase, el género, la raza.
Por otro lado, me importa destacar el trabajo de Marianella Morena. Su creación, desde la escritura y la dirección desfila por líneas de lo transteatral, porque atraviesa las estéticas, interviniendo las convenciones para transitar una ficción que busca cuestionar y poner en jaque a la sociedad actual y lo hace por motivos plenamente éticos. Fue la primera en llevar a escena el tema de las mujeres trans de frontera que viven del trabajo sexual: sus historias, su dolor, sus marcas, su capacidad de resistencia. Y lo hizo en conjunto con las mismas mujeres trans que viven esa realidad.
Cuando algunos teóricos del siglo XXI hablan de la superación de las palabras en un teatro que desarticula discursos, reconfigurando la escena a través de una apuesta más visual, Morena mete primera y juega con todas las herramientas que tiene a disposición, sin renegar del discurso, a través del que dice, sin piedad ni tibiezas, todo lo que necesita ser dicho a modo de denuncia.
Claro que Diana y Marianella no son las únicas. El teatro uruguayo no se queda quieto, es un laboratorio permanente de pensares, de acciones y de creación viva. Es por eso que se hace necesario desguetificar la cultura teatral. Aunque está sucediendo, no es suficiente aún, porque hacerlo desde el contenido textual no alcanza. Necesitamos volver a la discusión de para qué y para quiénes se hace teatro. Ampliar los espacios escénicos y diversificarlos para que otras historias sean contadas, para que otras poblaciones se reflejen desde la escena. Está bien hablar para mujeres que deben desmontar sus estructuras patriarcales, está bien poner el foco en el tema de las masculinidades, pero ¿cuándo vamos a cuestionar la infinita producción de puestas sostenidas por una población de corte hegemónico, en términos de raza e identidad? ¿Dónde están los otros cuerpos en la escena? ¿Quiénes son esos otrxs no referidxs? No nombrar es una cuestión política, sin duda, pero si el teatro es indispensable para la vida porque la representa y la cuestiona, ¿qué significa la ausencia de esos otros cuerpos? Eso también es político. El teatro ha sido y es un espacio de disrupción, el desafío de hoy es poner esa herramienta al servicio de una creación que desacomode los estándares del privilegio.
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Aló Arte Bar: un espacio de libertad
Texto: Roxana Rügnitz.
Fotografía: Virginia Mesías
Escenidades nace como un espacio para escribir sobre lo que sucede en el ámbito de la escena nacional, sin embargo, habiendo deambulado más allá de la frontera del país, resolvimos romper otra: la del espacio convencional donde suceden las propuestas escénicas.
En este número hablamos de los rincones de la ciudad. Elegimos un lugar enclavado en el Cordón de Montevideo, en el que dos mujeres llevan adelante un proyecto que es indispensable conocer. Así, atravieso en esta nota distintos niveles que son principio de transformación social: mujeres, lesbianas, cultura y acción política. Los ingredientes para la mejor receta creada por Lea Mazal y María Vicente. Están casadas y convencidas de que el compromiso que las une tiene muchas más aristas que la del matrimonio porque, desde la disidencia, nunca dejaron de militar para la disidencia. Esto también es Aló, un acto de acción política.
Piel Alterna dialogó con ellas para conocer el proceso que supuso crear Aló. Hablar con las dos es divertido, tienen un time entre ambas que subraya la convicción de lo que hacen mucho antes de decirlo en palabras. Lea sugiere que sea María la que comience ya que ella la despertó un día para contarle lo que se le había ocurrido. Es que Aló amanece como el sueño, después del sueño de dos mujeres que viven y militan el amor.
Así que María toma la posta para contarnos el origen. «Arrancamos con esto hace tres años. Somos activistas de Ovejas Negras y participamos en la Cámara de Comercios y Negocios LGBT. Lea es la vicepresidenta y yo trabajo en la parte de inclusión laboral. Siempre conectadas con la pata social, que es lo que nos mueve el deseo de hacer cosas».
«Todo comenzó con una idea. Un día nos despertamos y pensamos en cuáles son las cosas que nos gusta hacer. Nos gusta ir al teatro, la cultura, el entretenimiento y buscar espacios donde sentirnos cómodas. Nosotras venimos de los tiempos en que nos echaban de los boliches, de cuando no nos dejaban estar de la mano con nuestra pareja, ni expresar nuestro afecto en público. Venimos atravesadas por esas historias. Y aun cuando hoy cambió mucho todo, siguen existiendo espacios donde sabés que no sos bienvenida. De eso surge todo. De pensar en un lugar con propuestas que tengan que ver con nuestras identidades lésbicas. Generar shows o espectáculos cuyos contenidos estuvieran vinculados con la noche gay, con lo drag, con eventos LGBT».
En sus palabras resuenan muchas vivencias, también las mías. Los espacios no son para todxs. Los relatos que se cuentan, incluso desde el arte, no reflejan todas las experiencias de vida. La sensación de que existe un corrimiento social para una población que se ha sentido de clase B es poderosa. ¿Cómo transformar esa realidad? Lea y María nos dan la respuesta porque supieron unir conceptos complejos: el contexto histórico más un espacio de encuentros que sumara espectáculos culturales con contenidos diversos e inclusivos para una comunidad que solo había sido representada en clave de burla. Es claro, en la expresión de María, este vacío: «Es que nos faltaba algo. No encontrábamos en las obras que veíamos esa sensación de decir: “Ah, con esto sí me identifico, están hablando de mí”. No importaba la temática, podía ser algo cotidiano, pero algo que tuviera que ver con nosotras».
Lea recuerda el momento germinal. «Cuando se le ocurrió la idea, María me despierta con una serie de placas, como para Instagram y me dice: mirá lo que hice. No tenía contenido, más que los nombres. Yo lo miro y le digo: “Pero esto está buenísimo”. A mí, además de sentirme identificada con lo que pudiera suceder en un espectáculo, lo que me pasaba era la necesidad de sentirme segura. Nosotras estamos juntas hace doce años. Nos gusta salir, ir a bailar y muchas veces nos vimos enfrentadas a situaciones complejas en las que nos empezaban a decir que nos diéramos un beso. Era muy incómodo. Necesitaba un lugar donde me sintiera segura y tranquila. Cuando, esa mañana, María me mostró la idea, me encantó y le propuse armar un ciclo específico para nosotras y ver de presentarlo en algún lado. Así fue el inicio».
La memoria tiene algo hermoso, porque va tejiendo esos momentos como si hubiesen sido sencillos. Es claro que no lo fue y María lo señala: «Recibimos muchas violencias por ser mujeres y lesbianas, incluso de la persona que nos alquiló. Siendo mujeres, con la bandera de la diversidad, como lesbianas visibles y como pareja, nos cuesta mucho sostener este lugar».
En los distintos cuadros que arman María y Lea, lo que más se percibe es la pasión compartida, el convencimiento de que era necesario y la valentía de hacerlo. Como en todos los procesos, siempre están lxs aliadxs indispensables y María no quiere dejar de mencionarlxs: «Tuvimos el acompañamiento de Ovejas Negras. No lo hacíamos desde Ovejas, pero estuvieron presentes siempre. Aló Lesbianas arrancó como un ciclo cultural que llevamos a cabo en plena pandemia. La idea venía de antes, pero nace en pandemia porque fue un contexto muy difícil para lxs artistas. Entonces un sitio nos abrió las puertas, nos dijo que teníamos ese espacio controlado a nivel sanitario y que podíamos hacerlo dentro de las horas que estaba permitido. A partir de ese momento potenciamos a lxs artistas emergentes para que pudieran presentar sus shows en un contexto que les impedía trabajar. El lugar fue Il Tempo».
Les pregunto sobre el nombre. Es sugestivo. Me remite al saludo en portugués y aun así parece haber más. La idea del nombre la tuvo Lea, y el sentido es interesante. En este caso no sería un saludo, sino un llamado a las identidades lésbicas. Era una forma de convocarnos diciendo: «Hola, acá estamos», por eso la gráfica era la imagen de un teléfono. Lea nos aclara el juego: «Aló Lesbianas y A lo lesbianas».
«A partir de esos conceptos, empezamos a trabajar con Lea y con la gestora cultural Maru Salles, esto que estaba pensado desde los contenidos, pero, sobre todo, como un espacio de voces y encuentros, para que la comunidad LGBT estuviera presente desde el arte. Nos contactamos con Adelina Perdomo, una comediante lesbiana uruguaya. Ella fue y sigue siendo la cara del ciclo con presentaciones y stand up donde hablaba de fertilización, de ser madre, de casarse y de leyes. Todo un pasaje a través de situaciones desde la perspectiva de las lesbianas. Así fuimos armando el equipo. Más tarde se integraron Hugo y Anita, una pareja de compañerxs activistas de Ovejas. Ellxs se encargan del sonido y la producción. Armamos un equipo militante que hace eventos culturales para lesbianas. En un principio fue a la gorra. Todo lo que recaudábamos era para lxs artistas. Un trabajo de autogestión cuyo gasto era tiempo en vida. Además del stand up de Adelina, hicimos la noche de relatos lésbicos eróticos».
Lea nos cuenta lo importante que fue todo ese proceso en el que combinaron diferentes formas de arte. Dos mujeres, una red de colaboradores y una idea hicieron la diferencia. La ciudad está llena de esos secretos. Mientras que los teatros del Centro continúan contando historias de personas blancas, cis y heteronormadas (en su mayoría, claro), en algunos rincones se van creando otros relatos indispensables que dan cuenta de que la humanidad no es ni lineal ni homogénea.
María describe el proceso: «Combinamos distintas artes. Era, en términos musicales y visuales, un evento para todos los sentidos. Las historias que se relataban estaban acompañadas por la música de fondo de Macarena Nacimiento. Ella cantaba en los bondis y la conocimos por las redes. Mientras sucedía esto, una artista plástica chilena [Vale Caracola] pintaba mujeres. Queríamos que lxs espectadores se fueran con la sensación de haberse sentido gozadxs».
En fascinante acompañarlas en este relato que va tomando forma desde la memoria de ambas. Lea recuerda: «Fue un clima completo. Nosotras pensamos entonces que, si nos gustaba porque era parte de lo que queríamos de un show, entonces a las personas que apuntábamos les iba a gustar también, y así fue. Luego de ese inicio, preparamos el ambiente para el siguiente show que fue la proyección de una película posporno lésbico, llamada Las hijas del fuego dirigida por Albertina Carri. El día en que se proyectó, tuvimos mucho cuidado del ambiente. Insistimos en que en ese momento solo estuviera la gente del show y que, de haber más personas —además del público— no se hicieran comentarios. Fuimos muy cuidadosas de todo. Incluso preguntamos a las personas si querían que sus fotos aparecieran en redes o no. Este fue el arranque del ciclo que se hacía en Il Tempo».
La concepción de un espacio para identidades lésbicas que rompe las fronteras de los deseos y de los cuerpos para concebirse como un lugar para todxs tiene que ver con la vida y la militancia de Lea y María. Aló no viene a guetificar, nace para convertirse en territorio libre de violencia y acoso, una casa donde ser es la única regla. «Este es un espacio abierto para todxs y donde las mujeres se sienten más cómodas» dice María para sostener el principio de seguridad y libertad.
Lea retoma las propuestas artísticas. «Más adelante tuvimos un show de drag king. Averiguamos todo sobre el movimiento. Se trata de una perfo masculina, realizada por una mujer. Quisimos hacerlo para romper esa barrera y ver qué pasaba en Uruguay con ese tema. Fue súper interesantes porque se volvió una veta donde expresar identidades a través de la performance. El segundo año ya lo quisimos hacer de forma itinerante en distintos bares de Montevideo. Llegábamos con Aló Lesbianas y con el tema de la accesibilidad a los locales y rompíamos estructuras instaladas».
Fue en esa movida que empezamos a pensar en un espacio fijo. Definimos que ese lugar debía ser otra cosa distinta de lo que fue el ciclo. Diferenciarlo para que no fuera exclusivo para lesbianas, sino para toda la diversidad, por eso al bar le pusimos Aló —con la L al revés—. Empezamos en un barcito en la calle Constituyente donde hacíamos los shows que ya veníamos realizando y creamos un ciclo diferente».
«Ahí surgió un show de stand up de Pibas a las Risas que lo producía Adelina Perdomo», agrega María al relato de Lea. «Un ciclo de humor con contenido para mujeres en el que se cuidaba mucho el chiste porque nos interesaba transitar otras formas de humor, distinto a los conocidos. También hicimos un ciclo musical con artistas emergentes de mujeres y disidencias. Una noche, con esa visión de lo que había sido el drag king, resolvimos hacer la Noche de las Caballeras. Eso nació con una connotación política bien subrayada. Todo fue a raíz de una normativa que establece que los espacios deben tener un baño masculino y otro femenino —nosotras contábamos con un solo baño—. Sin embargo, los bares de hombres, según una normativa vieja, pero vigente, sí pueden tener un baño. Entonces creamos la Noche de las Caballeras, para que no fuera ilegal tener solo un baño» [risas]. Risas suyas y mías, pero cargadas de una mezcla de ironía e incredulidad.
«Esa noche tocó una banda que se llama Juana y los Heladeros del Tango —cuenta Lea—. Cantan un tango bastante político. Juana y su esposa van siempre de vestido y los músicos, vestidos de varones, pues esa noche vinieron al revés. Como ellxs cantan tango, además pedimos que vinieran vestidxs todxs de caballeros de época. Levantamos las mesas y terminamos bailando. Fue un éxito. Después de eso nos dieron treinta días para hacer un baño o nos clausuraban. Así que nos fuimos».
Estamos en el siglo XXI, atravesamos la cuarta ola feminista. Debemos justificar por qué las mujeres luchamos por nuestros derechos, porque la perspectiva es que todo ha cambiado ya y aun así las leyes obligan a dos mujeres que construyeron un espacio cultural para romper el paradigma que estratifica identidades a irse del local porque tiene un baño y no es para varones. Hay una brecha fina entre la bronca y la ironía, pero no lo decimos. Mejor seguimos hablando de la resiliencia que las hizo continuar. Aló se muda a un espacio más grande y con una gama de posibilidades increíbles.
María lo explica. «El proyecto es el mismo, pero cambiamos a una propuesta con más gastronomía, más cafetería, ampliamos el horario para que fuera una casa donde pudieran venir, quedarse, sentirse cómodxs y habitarla. Para nosotras este lugar es un sueño que muchas mujeres proyectaron. Nosotras queremos que todas esas historias que vienen de atrás, estén acá, en Aló».
«Es un espacio que pensamos también como intergeneracional —subraya Lea—, la idea es que vengan personas de todas las edades y se sientan cómodas. Una cosa interesante que pasó es que la barra se convirtió en un lugar clave. Muchas mujeres vienen solas y se quedan en la barra, así que se transformó en un rincón donde pasa de todo, charlas de todo lo que se te ocurra. Algunas ya vienen a sentarse a su lugar en la barra. No existía algo así para mujeres».
Se me ocurre que Aló no es solo un boliche o un espacio cultural, es un acontecimiento social en Montevideo. Una oportunidad para vivirnos como somos y con la alegría de compartirlo con otrxs. La bandera de la diversidad, afuera, es casi la batiseñal. Es ahí donde lxs que nos hemos sentido excluidos, observadxs, juzgadxs, pero también todxs aquellxs que nunca lo sintieron, podemos recalar, para construir otra idea de vida en sociedad. Lea lo confirma cuando dice: «No sé si nos damos cuenta de lo que estamos haciendo. Esto empezó como un juego, en el sentido de que no somos productoras, pero se constituyó en algo mucho más fuerte».
María va cerrando con la idea de que derribar barreras tiene costos, aunque lo vale: «Ser mujeres, lesbianas y emprender es mucho. Hay un montón de violencias en el medio que las vas cargando en el cuerpo, aunque sean cosas tontas, como que estoy pintando las rejas y cuando me ven, se paran a aplaudir como asombradxs por lo que somos capaces de hacer». «Hubo que cambiar muchas formas de ver la vida desde una perspectiva de género —suma Lea— porque me acuerdo de que, al principio, un vecino nos veía trabajar y nos decía: “Ah, pero ustedes son mujeres completas, che”. ¿Entendés?, completas».
Y sí que entiendo. La idea de estar completas porque de pronto descubren que somos capaces de hacer lo mismo que ellos y más. La idea de ser completas porque nuestro rol no se define en el marco del hogar y del cuidado, únicamente. Ser completas, en esa mirada, es tener rango de varón. Por eso el subrayado de «ustedes son» marca, además, esa indisoluble perspectiva de que, para algunas personas, las mujeres en general seguimos incompletas, con la excepción de las rarezas como Lea y María. El proceso es lento, pero un espacio como Aló empuja la marcha un poco más allá. Hace posible ampliar la mirada y pensarnos en un universo sin diferencias que guetifican. Aló existe porque dos mujeres tuvieron un sueño que reivindica el de muchas otras. Hoy lo volvemos relato para seguir habitándolo. María y Lea te esperan ahí, atrás de la barra, en Chaná 2030, entre Blanes y Jackson.
¹ «Colectivo Ovejas Negras es una organización de la diversidad sexual en Uruguay, que se propone luchar contra toda forma de discriminación, especialmente contra la discriminación por orientación sexual y/o identidad de género, particularmente con el fin de construir ciudadanía entre las personas LGTTTIB del Uruguay.» Recuperado de <https://www.mapeosociedadcivil.uy/organizaciones/colectivo-ovejas-negras/>.
La escena en otros cuerpos
Texto por Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
El fin de semana me llevaron a ver un espectáculo teatral realizado en el Royal Court Theatre de Londres. La obra es Sound of the Underground de Travis Alabanza¹. Una producción realizada por un elenco de personas disidentes. En parte, juego; en parte, cabaret estridente; en parte, manifiesto de trabajadores. Es, en definitiva, una invitación de Travis: «Únase a ocho íconos del drag clandestino mientras derraman el té, liberan el pezón y luchan contra las fuerzas sombrías que amenazan sus medios de vida».²
En esta oportunidad, la particularidad de mi escritura no se centrará en la puesta o en el contenido de la pieza, sino sobre el hecho de que la obra, obviamente, era en inglés, un idioma que me es ajeno. Para una persona que ha construido su vida en torno al teatro, Londres es una de las mecas del arte escénico. En sus calles de direcciones confusas para cualquier latinx, en sus zonas céntricas donde abundan pantallas de neón que delinean, en contraste, antiguos edificios en los que se conjugan pasado y presente —sin añoranzas, aunque con una imperceptible cuota de ansiedad—, allí laten todas las formas de expresiones posibles y aun deseadas.
Ahí me encontraba yo, con los sentidos alerta, devorando, impiadosa, todo lo que pudiera ser leído sin necesidad de una lengua. No sabría decir si hubo momentos de lucidez en mis intentos. Me percibía niña, descubridora divertida, incapaz de comprender un idioma que me había sido ideológicamente esquivo. Lo que sucedía a mi alrededor, por simple que fuera, se transformaba en un signo a descifrar: los generosos intentos de comunicación de algunas personas —con palabras muy pensadas y manos que buscaban completar los sentidos ausentes—, miradas cómplices que parecían apiadarse de mi ignorancia, se sumaban a los abrumadores sonidos del ambiente que me imponían un alto nivel de atención (atención en tensión) exigido por el contexto. Ya estaba desbordada de deseo incluso antes de comenzar el espectáculo.
Consciente de mis casuales circunstancias de extranjera, pero al mismo tiempo de estar en el único territorio, hoy, en el que me siento en casa: el teatro, intenté descifrar algunos de la enorme multiplicidad de los signos que se desplegaban por todas partes, a tal punto que me definieron como espectadora, incluso antes de serlo formalmente.
No entender la lengua impone una lectura de todos los códigos corporales que se vuelven, en ese instante, parte de una escena. La llegada al bar del teatro para beber mientras veo a personas que se reconocen entre sí y se abrazan en saludos cálidos que no requieren traducción, of course.
El ingreso a la sala: «En primera fila» me dicen, con cierto aire de picardía que esconde la esperanza —frustrada al fin— de que los personajes interactuaran conmigo durante la función. El teatro es pequeño, aunque tiene platea y palco. Entre el espacio y el público deambula un aire a lo subterráneo, a lo periférico y a la necesaria insistencia de manifestar las existencias negadas en un tiempo que se quiere diverso y aun así la dictadura de los cuerpos define a las personas.
La obra inicia casi de forma abrupta por medio de la irrupción de lxs actores a través de distintas zonas del teatro. La imagen que se impone en escena es la de ocho cuerpos uranistas, al decir de Paul B. Preciado; aunque, en ese instante, posiblemente todo el teatro era Urano. Habitantes «tránsfugas del género, furtivos de la sexualidad […] Lo que nos jugamos es el cuerpo, la vida».³
Cuando llegan al escenario, se paran en hilera frente al público en una pintura que lo dice todo. La belleza de la intervención en cuerpos que ya gritan antes de la palabra que surge para subrayar lo que muestran, a modo de presentación individual. No entendí los intersticios de los discursos (re)presentativos, aunque impactaron en mi mirada, incluso en mi respiración, prometiendo una noche colmada de deseos.
Lo que voy a plantear en «Escenidades» tiene que ver con una frontera delimitada por el idioma. Se trata de lo que un espectáculo puede provocar más allá del texto. Esta sección procura deambular por territorios alternos en los que lo visual se impone a los discursos dichos en un idioma desconocido. Habituadxs a un teatro en el que la palabra define el relato, cuando el idioma es ajeno, es necesario repensar los códigos de la representación. En estos casos, los parlamentos constituyen significados parciales que despiertan asociaciones capaces de configurar algún nivel de sentido.
La obra explora cómo la cultura de los clubes underground en Londres moldeó a los artistas queer de la actualidad. Denuncia la compleja situación que atraviesa el arte, especialmente el arte corrido de las fronteras del centro: un arte de disidencias. Son ellxs, sus cuerpos autodefinidos y vulnerables, sus voces, sus manifiestos los que se ponen en escena para reclamar un derecho que la historia les ha quitado a fuerza de dolor.
El espectáculo se organiza en cuadros. El primero instala una puesta realista que parodia las formas expresivas del teatro clásico, la postura y exageraciones de los personajes me acercaron a esa idea. La escena rompe el hipernaturalismo en un desborde bélico que juega con el absurdo en una tensión dramática en la que RuPaul parece ser un objetivo a destruir, probablemente por haberse vendido al mercado —y, quiero subrayar, probablemente—. El cuadro siguiente tendría una estética más performativa e individual, en la que se explora y explota las formas de existir que rompen los parámetros construidos culturalmente. En cada caso, parece confrontarse como denuncia la belleza disidente y contracultural deseada en escena con sus cuerpos «extraños» y violentados en las calles.
Es posible que no haya entendido la mayor parte de lo que se dijo en la obra, sin embargo, la percepción de celebrar la existencia a través del derecho a la expresión se convirtió en una sensación, casi todo el tiempo. Por momentos, la idea de ponernos en jaque, ¿cuál es el límite?, ¿la mirada abierta y deseante del espectáculo atravesado por un despliegue fascinante, o las miradas ausentes, esquivas en los espacios públicos donde ellxs, lxs artistas, dejan de ser admiradxs para ser agraviadxs? ¿Dónde estamos lxs que aplaudimos?
Todo el espectáculo fue, para mí, un cúmulo de impulsos más emotivos que racionales, aunque también de análisis de imágenes que no llegaban a corroborarse en palabras. La visión de los rostros diseñados en los personajes/actores, cuyas expresiones definidas jugaban en la línea de la provocación e interpelación a un público extasiado casi todo el tiempo, me dejaban, demasiadas veces, desterrada del sentido. Frente a esa incapacidad, mi cuerpo reverberando hasta temblar cargado del deseo a veces, agotado de tantas tensiones (est)éticas, simbólicas, sonoras, obvias.
Hubiera querido quedarme quieta, dejarme tomar por esos estados, antes de que llegara la necesidad de una respuesta intelectual casi inmediata, seguro sobre: «¿Y? ¿Qué te pareció? ¿Entendiste?», era incapaz de responder en una lengua ajena todo lo que me había provocado y que no pertenecía al territorio de la razón.
El teatro físico no se agotaba en la escena. La salida de la sala terminó en un recorrido por escaleras repletas de personas con sonidos eufóricos que nos dejó en el bar al que llegaron más tarde lxs artistas y le dramaturgx de la obra. Otra extensión del espectáculo. En medio de ese barullo intelectual y fascinante estaba yo, la analfabeta de la lengua, aturdida en mis propias emociones. Me quedé en silencio. Mis pensamientos vagaban en mis permanentes reclamos al teatro en mi país, un teatro demasiado blanco, demasiado cisgénero. ¿Será posible romper esa frontera? Yo apuesto siempre a que sí.
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¹Escritor y creador no binarie de teatro, cuyos trabajos aparecieron en la British Broadcasting Corporation (BBC), Guardian, Gal-Dem. Fue el ganador más joven del programa de artista en residencia en Tate Galleries. El espectáculo con el que debutó, Burgerz, realizó una gira internacional. Su trabajo en torno al género, la identidad trans y la raza se ha destacado internacionalmente, lo que le posibilitó brindar charlas en universidades como Oxford, Harvard, Bristol, entre otras.
²Alabanza, Travis. Interview with Travis Alabanza | Sound of the Underground. Youtube. Royal Court Teathre, 23 de diciembre de 2022. <www.youtube.com/watch?v=qQhOLyWngcw>.
³«Paul B. Preciado, referente trans: “Lo que nos jugamos es el cuerpo, la vida”».Clarín, 2019. Recuperado de <www.clarin.com/cultura/jugamos-territorio-cuerpo-vida_0_PtNDC2pa4.html>.
El teatro, un salto de fe y dolor
Texto por Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
El teatro es sin duda un lugar para aprender
sobre la brevedad de la gloria humana; ¡Oh,
todas esas pantomimas maravillosas,
resplandecientes, absolutamente desaparecidas!
Iris MURDOCH
¿El teatro nació del dolor? Me pregunto mientras me remonto a sus orígenes, en la Grecia antigua, en el que un acto ritualístico y sagrado, el ditirambo, se convierte en un espectáculo como la tragedia, con el objetivo, según Aristóteles, de expiar las pasiones. ¿El teatro cuesta dolor? Insisto en una pregunta cuasi anafórica en la que pienso en Antonin Artaud y su desesperada búsqueda de una forma de arte capaz de provocar y transformar.
¿El teatro se sostiene desde la pasión y el dolor? Y, en esta última cuestión, pienso en Uruguay, en el proceso que va desde el teatro criollo del siglo XVIII al nacimiento del Teatro del Pueblo en los años treinta del siglo XX hasta nuestros días. En ese recorrido hay, sin duda, momentos llenos de amor, del deseo de lxs artistas de crear magia para contarnos historias con pocos elementos, poniendo imagen y voz a un montón de sensaciones a las que el arte les da forma. Sin embargo, están atravesados, también, por el dolor de la soledad y por la eterna creencia de que el arte se paga desde el placer, como si lxs artistas no tuvieran las mismas necesidades materiales que el resto. Simples preguntas al aire, para que lxs lectorxs, eventualmente, las respondan. Me quedo con los puntos suspensivos, con la sensación de que el arte cabalga sobre el dolor del mundo para mostrarlo, para sufrirlo y, de alguna forma, por qué no, expiarlo.
Entonces vuelvo al presente y pienso en todos esos grupos de teatro que sobreviven en los rincones de nuestro país, e insisten y resisten porque así son los que habitan los límites geográficos del arte. En este camino llego a un punto pequeño donde crece un jardín, bañado por el océano y llenito de lobos marinos. Allí, en el Cabo Polonio, hay teatro y se sostiene porque sus dos integrantes son tercos contadores de historias, hacedores, iniciadores del fuego que alimenta esa idea original del teatro como un ritual. Ellxs son Gabriel Valente y Maricruz Díaz, creadores de Tatuteatro.
En esto de escribir, a veces se nos atropellan las palabras, las ganas de decir, y olvidamos otras voces. En este caso, Gabriel y Maricruz son lxs protagonistas de este relato y por eso es importante que sea desde su voz que se imprima esta historia en la que el teatro también es dolor. A continuación, las palabras de Maricruz, llenas de vida.
Teatro y dolor
Dijo Violeta Parra: «… la gente que nos escucha o lee, en realidad, escucha o lee nuestros sufrimientos. A lo mejor nos busca para sufrir también, pero de un modo nuevo, pues no todo el mundo sufre del mismo modo. […] se acercan como los niños al fuego, presienten que se pueden quemar las manos y, sin embargo, tocan». Yo hago teatro pues el teatro es vida y la vida es dolor y alegría, unidos por una larga serie de dudas sobre cómo zafar del dolor y alcanzar la felicidad que es tan escurridiza.
En Tatuteatro hacemos todo el proceso creativo con fe y alegría. Una vez seleccionado el tema, la vida es una búsqueda incesante de esa felicidad de mostrar nuestro trabajo a otros, de reflejar en escena un recorte de la realidad que nos concierne a todos, un discurso político. El dolor es más intenso, entonces, cuando no conseguimos el objetivo de satisfacer las expectativas del público. Un dolor que todo artista alguna vez sintió y del que aprendió mucho más que de los aplausos. Provoca dolor, sin duda, no contar con los recursos actorales o técnicos para lograr mayor impacto con nuestros textos. Siempre nos falta formación y por eso participamos de todos los talleres que podemos, a pesar de la distancia. Duele que, en un país tan pequeño, el concepto de teatro se divide en Montevideo o interior, lo que acarrea el inevitable prejuicio: teatro bueno, teatro malo.
¿Por qué no se habla de teatro de Uruguay? En Alemania, por ejemplo, ¿el teatro de Berlín es mejor que el de Bonn, Múnich, Kassel, Frankfurt? ¿Cómo es posible que el festival de teatro más importante de Europa sea en Avignon y no en París? Es un tema estructural, pero duele que por políticas culturales de Estado no se puedan formar en todo el país actores, dramaturgos, directores, escenógrafos, médicos, dentistas, veterinarios, arquitectos, etcétera.
Ese dolor es prodigioso y ha llevado a que un grupo creciente de teatreros den la pelea silenciosa en Fray Bentos, Paysandú, Colonia, Canelones, Maldonado, Rocha… ¿Sabían que el Festival de Teatro Perimetral que se desarrollaba en Las Piedras y Ciudad de la Costa llegó a once ediciones?, ¿que el Encuentro del Litoral y del Más Allá este año cumple también once ediciones?, ¿que el Encuentro de Teatro del Este organiza su sexta edición? A pulmón, y con diferentes niveles de apoyo estatal y municipal, hemos dado la pelea; participan grupos de todo el país y del exterior. Duele que los críticos de teatro, los estudiantes de la maestría en teatro y los docentes de teatro se pierdan estas instancias de intercambio que se manifiestan en las obras, los talleres, las devoluciones, la convivencia.
En la época de teatro barrial, por los años ochenta, apenas llegado de México, invitamos al maestro Atahualpa del Cioppo a conocer la experiencia y, encantado, vio una obra en un complejo habitacional de La Cruz de Carrasco y, por supuesto, nos regaló una clase magistral.
Duele la falta de recursos. He visto puestas en escena millonarias en la Comedia Nacional. Siempre me pregunto, ¿qué harán con todo ese material una vez que la obra baja de cartel?, ¿cuántas cosas podríamos hacer todos los grupos independientes que reutilizamos una y otra vez telas y telones y vestuario? (El Teatro 25 de Mayo de Rocha nos regaló un telón viejo, con él pudimos forrar toda nuestra salita en Cabo Polonio, y ya cumplió ocho años de uso). Duele que se hagan obras solo para ocho funciones. Supe que era el mínimo para ser considerados candidatos para acceder al premio Florencio Sánchez. Duele que no todo el mundo vea teatro, que la gente humilde sueñe con entrar al Solís y no se atreva. Duele que un teatro intimide. Duele el teatro cortesano como duele el entertaiment, el stand up, las impro… la banalización.
Hemos recibido ayuda a través del fondo concursable regional y el de infraestructura, quisiéramos que alguna vez alguien venga a ver qué hemos hecho con ellos y poder conversar de cuánto más podemos hacer involucrando niños de las escuelas, jóvenes, adultos. Duelen los huesos y las articulaciones, pues no paramos la máquina y se va gastando. El teatro es una experiencia para toda la vida, porque es vida. Atahualpa era viejito cuando nos vio actuar. Cuánta juventud en sus palabras, él no se jubiló de teatrero, no le dolía el alma por ausencia de teatro. Me quedó clarísima su lección.
Tatuteatro Cabo Polonio (textos, canciones, poemas, actuación, vestuario, iluminación, escenografías, objetos escénicos, maquillaje, risas, llantos).
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¹ Herrero, Víctor. Después de vivir un siglo. Una biografía de Violeta Parra. Lumen, 2017.
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Hanami: cuando la belleza es un acto de amor
Texto por Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
Un encuentro con el público desde nuestra
humanidad compartida. Es la posibilidad de ser
canal y ponerme al servicio de la vida. Poder, a
través de esta experiencia teatral, abrazar la vida
y bailar la muerte.
Danna LIBERMAN
El teatro es un territorio que ha buscado, en su sinuosa geografía, las dimensiones de la belleza más allá de las convenciones. Cuando se pone en escena una obra, los hilos que bordan ese imaginario en el espacio, transmutan la idea al concretarse en la puesta. Llegar ahí implica un proceso de investigación que permite seleccionar los niveles estéticos que, luego, impactarán sobre la emoción visual con el objetivo de alcanzar también, a través del texto, una dimensión conceptual.
La representación, en modo ideal, es un todo ensamblado entre estética y ética que, en muchas oportunidades, acaba por desarticular los conceptos previos que traemos de la belleza. Es que, en teatro, esa cuestión tan compleja de la belleza no solo es evidencia de la producción del objeto obra, tiene un alcance mayor cuando se desprende del diálogo intangible que sucede en el parámetro significativo de lo que Jorge Dubatti llama convivio. Se trata de un impacto que debería producirse en un tercer espacio, no físico. La idea de este autor es que entre el escenario y la platea se realice ese encuentro —casi una fusión— entre lo que propone la obra y lo que le pasa al espectador, alcanzando así la singularidad de una belleza indescifrable, pero transformadora.
La cuestión es que las formas de la estética en el arte tienen tantos niveles de representación que serían inabarcables en un artículo. Sin embargo, el objetivo en esta oportunidad es analizarla desde la perspectiva de una sola obra: Hanami de Danna Liberman.
En cuanto la vimos, supimos que debía ser el tema de esta sección, porque en ella los parámetros de la belleza se amplifican para llevarnos a territorios en los que ese simple concepto entra en tensión con algunos aspectos humanos que, de no ser por Hanami, probablemente no habríamos imaginado. Solemos asociar la belleza a ideas clásicas y más concretas. Es bello lo que despierta nuestros sentidos y nos atraviesa de sensaciones cercanas a la alegría, pero ¿y si la belleza viene del dolor? Hanami impregna a la platea de una cantidad de emociones, casi vertiginosas, para cambiarnos el foco del asunto.
¿Cómo rompemos los preconceptos? ¿Cómo desciframos, en nuestra forma recortada de pensar el mundo, esa conexión? Posiblemente, apenas un mes atrás me hubiese costado, siquiera pensar en esta pregunta, pero después de ver Hanami, todas las respuestas se desparramaron ante mi insignificancia. En la platea, rodeada de personas, me sentí sola, en un íntimo encuentro con la actriz, mientras asistía a una de las expresiones más intensas de belleza.
Hanami significa «ver flores». Esa sería la traducción japonesa de observar la belleza de las flores, lo que me lleva a pensar en la simpleza. Me detengo allí, en esa definición, para comprender. Salgo a mi jardín a ver las flores. Están ahí, tan sutiles, naciendo y muriendo, capaces de entregar su esplendor como un acto generoso y sin esperar nada más. Tantas contradicciones vienen a mi mente. Hemos perseguido una idea de belleza superficial porque la hemos asociado a la eterna juventud y, sin embargo, veo en esa pequeña flor que la perfección de su existencia es plena, completa, sin ninguna expectativa, sin necesidad de permanencia.
Hanami es el perfecto título de la obra que Danna Liberman escribe para contarnos una historia que nace de un dolor indescriptible, pero que llega a configurarse en la misma singularidad de ser una flor con la capacidad de celebrar ese instante preciso, sin pedir más nada.
Cuando ingresamos a sala, vemos un espacio completamente despojado, habitado por la intensidad del color. Algunos recursos sutiles como la flor que insiste en ser toda ella, sin más deseos, con sus pétalos y tallos y hojas. La puesta en escena tiene la sensibilidad y la inteligencia de Jimena Márquez y de Luz Viera. Ellas han comprendido que ese texto requiere toda la capacidad de simpleza a la que se puede acceder para explotar allí, en ese acto de entrega, ante el cual todas las desnudeces se estremecen, el hecho teatral de la belleza que nos llevará a niveles impensados de la emoción.
Danna nos mira de frente, nos habla desde el lugar más profundo con dulzura y, desde ese mismo lugar, hace un pacto con nosotrxs. Danna se convierte en esa frágil flor en escena.
La belleza va surgiendo allí, envolviéndonos a todxs, aun cuando por momentos, como escondido desde los lugares más perversos de la cultura, surge ella, la culpa, para intentar detener el goce de lo que estamos experimentando. Es que somos conscientes de ese extraordinario oxímoron que representa hablar del dolor de la pérdida y, desde ese lugar, generar un acto puro de belleza. No solo estética, se trata de una belleza más cercana al plano de la ética, por lo que supone la capacidad de entregarlo todo, lo más íntimo, eso que solemos esconder en nuestros baúles más privados porque, dentro de los códigos de una sociedad hipócrita, parece no estar habilitado compartir el dolor con todxs.
La actriz-personaje nos interpela, nos habla directo, viene a regalarnos la más hermosa de las flores que quedará atrapada en nosotrxs, abrazándonos desde dentro. Danna en escena se vuelve flor con conciencia de finitud, pero una conciencia extraordinariamente clara, sin registros de dramas —a pesar de lo que nos cuenta—. Ella nos lleva a su lugar más íntimo y nos deja bailar su dolor, para volverlo allí, en el teatro, otra forma de vida.
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¹Jorge Dubatties profesor universitario, crítico e historiador teatral argentino. Entre sus principales aportes a la teatrología se cuentan sus propuestas teóricas de filosofía del teatro, teatro comparado y cartografía teatral, disciplinas en las que ha sido pionero.
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A concert between time, old age and theater
Text by Roxana Rügnitz . Photography by Mariela Benítez
There is a gender dimension to old age that Simone de
Beauvoir poses radically. The feminine, as const-
social ruction, has to do with a "hyperrepresentation"
of the corporeal and the sensual as fundamental values
associated with the fact of» «being a woman». This is the big trap
that the author points out that makes aging more difficult
Women's.
Asuncion Bernardez Rodal
Transparency of old age and society of the spectacle
Simone de Beauvoir was concerned with the effect of the passage of time throughout her life, until, in 1970, she published her book Old Age. The temporal distance between that book and the present is not significant, perhaps for this reason, while little is said about this period of life, the market adapts to it. The media do not reflect older people, unless they want to sell you the wonders of a health home. However, they are, and increasingly, occupying the spaces and showing that they still have a lot to live for. They have been the caregivers of their grandchildren, they have continued their working life beyond what was established and, very especially, they are consumers, which is also related to their free time. If we talk about older people with quality of life and a certain privilege, they travel, take courses, go to the theater or the cinema. They are active and present. Although, in this case, you should use the female gender as the absolute, since the highest percentage of active older people are women.
"Escenidades" is about theater, yes, but today we are going to combine the time of an institution that has built the theatrical history of our country and two actresses who accompanied that process: Myriam Gleijer (81) and Silvia García (66).
The existence of these women is associated with the El Galpón theater and, although the central theme is old age, thinking about the time of an institution that works with bodies on stage allows us to string together the transit of life that transforms them, through this specific territory that is the theater. With them we will understand that the process of becoming older people from acting has a direct impact on their women's bodies.
The interview begins as a chat. Myriam surprises us by talking about the vicissitudes of being part of El Galpón from its origins, a whole structure built —in idea and action— by those peculiar workers on the scene. She is born and develops within those theatrical borders.
"I started drama school in 1961, imagine my whole life is defined by this place." Then he tells us a story associated with the period. We are in May and we cannot stop thinking about what the civic-military dictatorship represented for this country, even before it was installed. I ask him about the exile from the El Galpón theater to Mexico and a lot of memories are triggered that are there, clear in his memory. His story begins by describing the landmarks that were gestating the process until what becomes, today, the El Galpón Theater Institution.
That moment, intertwined with prompt security measures, in a democracy that was falling apart, comes hand in hand with the premiere of the Brazilian play Libertad, libertad by Bior Fernández. A work that they adapted to the political reality of the world and that they premiered on the day these measures were installed, in July 1968. In their memories, images emerge that reveal what that moment meant: […] we were premiering the work and along Mercedes street —where the theater was located in its beginnings— you could feel the cavalry passing by and we were joined by a mixture of fear and rebellion. Many young people who escaped from the persecution of the military saw a theater and entered to hide, then they found the play Libertad, libertad». I don't know if it is possible to imagine the scene in all its cinematographic potential, to escape repression and come across a work that spoke to them of what, at that time, was a utopia: the idea of freedom.
I'm trying to put together that process to install it in our theme. It's that context is a central element of the way we grow. Myriam speaks from her present as a great woman, but she understands very well that defining her reality today only makes sense when she connects it with the story of what she experienced.
The theme of old age has an interesting duality, a present inscribed in the body and a past that springs from memories, as a key witness of what we were, of what we did and that is why we have stories to tell. We have linked, too much, old age with what is lost and, nevertheless, listening to them I realize how much is gained; experiences are accumulated that emerge in the form of stories that also speak of us as a people. I understand that this is where my writing lands, rescuing the voices of two women who were part of the history of one of the most important theaters in the country, and who today are our cultural heritage.
The passage of time, the construction of a theater, the dictatorship and two women who grew up crossed by all these levels. To talk about them is to understand how all these aspects played an important role in the way they live their time, their age today. We want to discover how all these changes were installed in their bodies, as actresses. Perhaps that is why I ask you what is the link between this process and memory in relation to theater.
Silvia, with an analytical look, thinks. It matters to him to mark the concept of memory as a recording agent that defines us, individually and collectively. That idea takes on another dimension when he talks about “exile and love”, a title that resonates with us. She was very young, so she lives the consequences of the persecution because she decides to go into exile behind love, which meant "building herself as a person from other borders, from territorial distances and chosen neighborhoods that ended up being family." He says: «We always lived close, we contained each other. I didn't know anything when I left, with the Crandon book my mother gave me under my arm. There we settled as a family and did theater all over the world, a theater of militancy that sought to recover our democracy.
Myriam thinks of memory as a work tool and separates the many. «Maybe, because of my age I can forget details, names, but I learn all the lyrics of the texts and I don't forget them. That keeps our heads active. I was born in 1940, I traveled from the last century, from the Second World War to here. This theater has traveled the history of Uruguay and the world, and I with it».
The idea of memory in the age has those fantastic nooks and crannies that bring us, with all clarity, the essential past events to build us as a species. They think about the process of time from the stage, so Myriam remembers: «I did a play, directed by Nelly Goitiño, called The Dream and the Vigil of Juan Carlos Gené. I had to represent a former varieté star who lived in a nursing home for artists, with a former Shakespearean actor. My character had an anxiety and madness to live in front of the other who was delivered. The vedette maintained that Shakespeare had been her brother and that is why she was immortal. From that place he tried to convince his partner to re-enact King Lear. When that happens, she transfers immortality to him, so he dies peacefully. And I think that we actors are immortal to a certain extent. We go through all the characters of all ages, from the youngest to the oldest, through all eras. As Myriam speaks, she seems to transform, as if she still felt those characters beating in some corners of her body.
The lives of actors and actresses have that peculiarity, they spend their lives inhabiting different characters. Their bodies become springs of stories, voices, illusions. The awareness of this process is clear and the way in which they link it to age is also clear: «When you are young you have no experience, but you have energy and the body responds well to you, in adulthood you reach that state of balance in which everything seems to respond to the maturity in which we are and, when we reach old age, our head, which has gone through all that journey, still wants to do it, but the body cannot seem to follow it. We have to adapt the lived history, our thoughts, still, anxious and eager to the present body of old age. This exercise keeps us alert, insistent, makes us continue. Having the challenge of adapting to the characters keeps us alive, because on stage, I swear, things happen. One arrives at the theater sick and when you start the performance you are cured. That is the adrenaline that we put into operation and that gives us the necessary energy to sustain is what does not let you age at all. That's why I think I'm going to be immortal until death (laughs)."
Silvia, who is younger, thinks about the path of growth in relation to life in the theater: «We are adapting from the body and its possibilities to the needs of the theater. Our life revolves around that. Even though age may matter, yes, I think that we as actresses can do anything. There are no limits, because we are made for that. Growing, in our case, means accommodating our structure, our time, to the needs of the theatre. Perhaps that is why we naturally go through the years. They say out there that the people who age the least are those in the theater, it must be for a reason».
Those words remind me of the song that says: «The artists remain». It seems that something in them makes them process time in a different way. Myriam has the answer: «It's chemical, the head feeds the body and somehow maintains it, it doesn't let it fall. There is an inner energy, when you do theater, that sustains you». They look at each other, they continue like in a bowling talk, so typical of our culture, the theme flows by itself and Silvia continues: «We are designed to be on stage beyond time and beyond age. There is a pact between the body and the mind that installs us with tremendous vital force on stage. Along the same lines, Myriam's voice emerges, like a resistance: «Sometimes they ask me to stop, but I don't want to stop because, if not, my head stops»
It is clear that, in the case of theater people, the body does not belong to them at all. The game of representation requires them to lend it to others, to characters who arrive, like strange spirits, to inhabit it for a moment. I wonder if there is a contract there —like Faust's?— where the artist becomes a medium to give life to that ephemeral dream. The arrangement? During the time that the character takes his body, he returns a portion of energy in return that generates that mystique of eternity.
While we close the note, the photos are still looking for something of the mystery that is hidden in these spaces. A spacious, generous theater, which has been the home of all the theater owners who had no resources during the pandemic. Between them and this theater all the stories that we still have to tell are perceived.
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¹Throughout its 72-year history, it has become a cultural center, located on the main avenue of the city of Montevideo, with three theaters. There are also spaces for exhibitions, a cafeteria and a School of Performing Arts. Without any type of permanent state support or subsidy, this Institution, one of the oldest, best known and most respected in the world, is sustained thanks to the support of the public and the El Galpón and Socio Espectacular Member systems.
²The Uruguayan civic-military dictatorship lasted between June 27, 1973 and March 1, 1985. It was a period during which Uruguay was governed by a military government that did not adhere to the Constitution and emerged after the coup of 27 June 1973.
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Carnival Women: Deconstructing Momo
Text by Roxana Rügnitz . Photography by Mariela Benítez
I'm not accepting the things I can't change
I'm changing the things I can't accept.
Angela Davis
February passes and the biggest of the festivities is taking place in our country: the longest carnival in the world. A display of creation where Uruguayan popular culture finds its most important space of representation and reference. For a month, every night the ensembles travel by truck to different stages located in the neighborhoods, to present their shows, part of the great contest held at the Montevideo Summer Theater.
Tradition has it that, with exceptions, the carnival has been a place inhabited by men. Today, seeing it with more women on the scene is a sign, even when it seems like a space in permanent dispute. To talk about this topic, Alterna Skin meets with some of these women. Sala Emilia welcomes us, a space of creative impulse of Jimena Márquez and Luz Viera.
The meeting was crossed by that rare emotion that surrounds the carnival. The arrivals, the acknowledgments, the hugs as we prepared for what was going to be an enjoyment, more than an interview.
We spoke with Antonella Puda and Jimena Vázquez from Los Muchachos; Jimena Márquez and Luz Viera from Queso Magro; April Pereira of Securities; Carolina Pastorino of Green Devils; Emilia Diaz and Camila Sosa from Doña Bastarda.
The trigger was simple and obvious. What does it mean to be women at Momo's party? Jimena Márquez opens the game, recalling an encounter with Pochola Silva (2) that allows us to rescue a female legacy in carnival that is much older than we thought, although always defined by conflict. This is underlined with the anecdote that Jimena brings us: «We went to look for her and there she tells us about those stories of how the women who paraded in carnival were shouted "whores, whores!"».
Luz, with an attentive gaze and a smile drawn on her face, clarifies the differences between the ensembles that, although they are established by their categories, are also given because some, like the comedians —this is the case of Cyranos— always had women.
When Jimena Vázquez intervenes, she does so with the same confidence with which she goes on stage and speaks: «It is also true that the women who appear in the carnival ensembles now have more participation than before. We have Márquez as a cupletera in Queso Magro, Emilia as a cupletera in Doña Bastarda.(3) Now there are women leading the creation, with more central roles and that did not happen before».
That idea installs a historical path that remains beating, a recognized process that is outlined at all social levels, where women have had to conquer spaces. They are taking over the territory of the carnival, their voices resonate, with an awareness of the time they have to live. Emilia Díaz joins this story, pointing out certain key concepts: «In the post-Carnival days, which I am grateful for, it is a great challenge to include women in the «Momo patriarchy». It's not just having women in the group, it's also defining the place they occupy. It is questioning the inside of the group, because this is moving everything. It is perceived, the ideas are there and they come out in the conversation under the stage, in the bathtubs. That, the bathtubs are changing.
Luz agrees with that change, pointing out the evidence in how they are processed in minimal things, even the jokes are different. Regarding that, Emilia remembers an anecdote, the dry throat, the difficulty in holding her voice for so many hours, the resources sought to solve the problem and there, right there, the question arises, what could have been and it wasn't: «One day, in one of the changes, I found a banana and I thought I'd try it, to see if it would help me with the issue of the throat, when I get in the bathtub I shout "bo, Lolo, I ate the banana" Then I realized what he had said. I waited for the reaction, the easy joke, but everyone was silent, no one laughed. I was surprised, but a colleague said: “things are changing, it's not funny anymore”.
Carolina defines it, with magnificent simplicity, as the freedom to be and be without having to be repressed by men. The subject was in the air, it could not be ignored. Things change and complaints accumulate, so that it changes forever. Then Jimena gives the kick: «I realized, suddenly, that in all the notes that they made me, from all the media, they always asked me about the topic of Varones Carnaval, but I never saw a note in which they asked how they felt about it."
Vázquez adds: “Yes. We are the ones who talk about it, even to the intern. They need to face it too. Social change has to come from a change of perspective, from breaking gender. This is a revolution of all. Artistic change responds to social change. This is how the theme of Varones Carnaval arose in all of them, even from their bodies in space.
Carolina Pastorino starts, as if she had the subject trapped in her mouth, ready to come out: «Each situation that was denounced was connected to my experience. So I thought “oh, if I were to speak”, but it was the teammates and we let it go. Today I realize what a great act of courage it was to make those complaints, to put a voice to what was happening. They opened a door that challenges us all, from all places. April intervenes to give a vision that wants to be confessional, honest: «Without a doubt it did not take us by surprise, we are not going to be naive. We saw that story reproduced in us so many times, always the same sequence of harassing actions.
It is Márquez who asks the members of Doña Bastarda about a specific song, about the experience and the link with the facts.
Camila Sosa speaks from conviction, they are an active part of the process that they are developing and that is why she tells us: “Regarding the issue of complaints, the space for chat always existed internally, from minute one. When I went in, they hadn't reported anything because one had already gotten off. I wanted to know everything about it. It was an issue that needed to be discussed and we took it as a priority. We were the ones with Emilia who said that we wanted to touch on the theme “men” from the murga itself. They told us they didn't feel ready to make a song about it and we thought it was honest of them. That gave us the opportunity to do it ourselves. Thus it became "the song of the gurisas". When the plates appeared again, we had an instance of pain again and decided not to sing it.
Emilia, with a frown, cannot stop expressing what she feels: «When the plates appeared I refused to sing it, because if it wasn't going to have organicity and coherence towards the internal, it didn't seem honest to me».
It is perceived in all of them, a conflict, a battle that, they know, they have to give. On the one hand, the blow in each complaint —necessary and sustained from the inside—, but which opens new wounds. On the other hand, the conquered space that they are defending for themselves and for those who come. Added to these tensions is the claim made to them by outsiders for occupying that place. Like almost everyone, this is a land mined by harassment and violence, but also by the pain of the accusation that points them out for being there, as if they were the problem. About that is Márquez who affirms: «When we fall between us, we divert the focus of the matter».
Closing an interview is never easy, much less when delving into complex issues. However, they are women with a deep awareness of the place they occupy and what they do, they do not allow themselves to be defined by anger, they work for continuous transformation. It is from that place that we propose the last idea. They belong to a time that is landmark. A time of change. They know it, they take charge and close with their voices mixed and yet so clear. "We are transforming, yes, with all that this implies," says Carolina, "because internally we fight the battles that must be given for change, but from the outside we endure the sticks."
Jime Vázquez also supports that idea: «When I used to make jokes, years ago, led by women, we thought we were inventing gunpowder. All the time I had to explain to them that, as a woman and an actress, I was dedicated to doing comedy; today it is no longer necessary. Today we are women who make carnival in all spaces and that is no longer a conflict.
From Emilia's perspective another aspect appears: “I think we are also transforming feminism, because patriarchal mandates are everywhere, even in feminism. We are fighting, as artists, in these spaces and it is difficult for feminist colleagues to question us.
Today there are many more in the carnival and they recognize each other, they look at each other between stages, they mutually reinforce each other weaving that powerful network that we know and that is the most powerful of armor. History tells us that reaching those spaces, historically determined by men, has cost a lot. It is necessary to defend it and that is why we need each other in that network, because it is not easy and resignation is not the solution. The idea they leave behind is clear, the transformation is among all and for all, because we are part of the human species.
King Momo is one of the central characters that presides over the carnival.
Juana Pochola Silva was born in Las Piedras, Uruguay. In the 1960s, she was the first woman to stand in front of a murga choir made up only of women.
Queso Magro and Doña Bastarda are murgas.
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Sudaca or Sud here. The theater: a territory without borders
Text by Roxana Rügnitz . Photography by Alejandro Pérez Sacco
Migration in the world has been, is and will continue to be fluctuating and diverse, crossed by questions of class, gender, origins, etc. The migratory experience can be temporary or permanent, but it always goes through us. It crosses our bodies, our thoughts, our subjectivities […] We are people in transit. But what is it to be a migrant? Aren't we all, always, migrants?
KALIBAN USINA THEATER
Paula Gonzáles, the author of Corporalidad Migrante , affirms that: «The displacement of subjects from one place to another, from one territory, town, city or country to another, is not a theme that can be delimited as a contemporary problem, but rather it is a characteristic that has always accompanied the subjects». However, the issue has become particularly relevant today, as it involves various perspectives, from the political, economic, demographic, and cultural aspects, among others, which is why the phenomenon becomes extremely complex to address.
Perhaps that is why the gaze that is installed from the scene is essential, where these difficulties are drawn through multiple symbols, as a proposal in which we horizontalize the gaze in order to feel the problem. In this sense, Sudaca , as a scenic event, lands in the theatrical space all the looks, all the forms, all the feelings on this matter.
Sudaca was born in 2018, before the pandemic. Diana Veneziano (actress, director and theater teacher, founder of Kalibán Usina Teatro) proposed it to the group, and from the beginning, it came up with the name Sudaca : «From the idea of investigating the migratory processes of those who make up the team, we elaborated a project in which we were going to work with Ana Kavalis and Oriana Iristy from Berlin and with Adán Torres from Spain». This involved them articulating different creative ways, even before the pandemic made it necessary.
The project is developed from the beginning within this parameter of virtuality, so the theme of the work is crossed by the thematic level at different levels: from its origin —the story they decided to tell— to the work format, which it involved virtual rehearsals, since the entire team was in different parts of the world. The entire proposal is based on the real and personal experiences of the members of the project. Diana recounts the process: «There was a search to collect materials that arose from different ideas. I threw stimuli at them, questions about the subject and each one answered in the format they wanted: audio, video, written material, photography, etc. The second stage was the selection of materials to shape the scenic dramaturgy. Presenting these aspects to the actresses was the most difficult, because they had to do it from a distance and in solitude, until we all met, to make it a reality in real space».
Veneziano's proposal is, in this sense, all body. From the approach to the production, we can understand to what extent theater is a body that beats and configures an organism in which a story told through movement and breathing is born, as resonance boxes of images and ideas.
Sudaca O Sud/Acá , is a story about women who have migrated for different reasons. This work has several successes, the first of all: to exist in the voice and body of its actresses and its director, in a staging that combines intelligence and sensitivity. Another of its successes is that it is not a story that we tell about what migrants experience, since it is they, the artists, who have had to emigrate, and then they put their bodies on stage to tell us about their experiences. In this sense, I wonder if this work can be framed within the self-fiction theater.
Sudaca is a broad, complex show that uses images, music, the plasticity of the body on stage and the word as another resource. All these aspects come together, in a harmonious framework, to impact another body, that of the spectators, who are the ones who spin the story, joining images, capturing symbols and connecting with their own conceptions of migration.
The way of narrating, which could also be understood from corporality, becomes the access to the subjectivity of the protagonists. Once we enter the proposal as spectators, we are able to cross with them the abyss that exists in the migrant, between the idea full of hopes and a reality full of uncertainties.
Can one speak of a physiology of the migrant? Can we analyze the bodies that migrate with suitcases full of expectations, fears, despair, when it is the only resource to exist? Undoubtedly, the differences of the migrant bodies are determined by history, by the socioeconomic situation and by their gender. When the body of migrants is female, then other singularities are configured, determined by the androcentric paradigm that still considers them as an object of desire and conquest. If that body is alien, foreign and poor, stories of violations are inscribed on it, it becomes a territory of conquest and abuse.
The stories that we can build through Sudaca —being sudacas ourselves— are multiple. In all of them, the three artists, women, migrants, leave us traces that do not pretend to have an order. The spectators will be the ones to choose the pieces they need for the painting that is being assembled. Some of these traces are recognizable, for example, the moment in which the separation of the nucleus, the family, the land occurs. Memories come as insistent waves so that oblivion does not embrace them, so dreaming of a sister, thinking of a street, or a custom, become an anchor of original identity. Then new clues emerge, the body in a state of migration, being someone else in a strange country, learning a language, carrying sound registers in your voice that identify you as not belonging. Learn to exist in pieces. The three actresses configure all these forms, to make us witnesses of the process in which the migrant ends up building a different territory, bordering between the homeland and the country of migration.
Definitively, Sudaca is a proposal that transcends the theatrical, it is a complete show and it is, moreover, a thesis that we should keep well in mind, about who we are as humans, where we belong, why we impose borders that delineate forms of existence and give category to people. Three actresses, dancers, three stage talents plant their entire bodies in Sudaca to tell us that it is essential to rethink ourselves as a species, reconquering the right to exist wherever we want to, because we are citizens of planet Earth.
Greaser
Direction: Diana Veneziano.
Cast: Oriana Iristy, Esther Jerez and Ana Kavalis.
Scenic dramaturgy: Diana Veneziano and Sergio Marcelo de los Santos
Art Direction: Adam Torres.
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The theater beyond fear
Text by Roxana Rügnitz / Photography by Mariela Benítez
In a small or large city or town, a
great theater is the visible sign of culture.
LAURENCE OLIVIER
The word culture goes through us, we use it repeatedly to explain some aspects of our way of life and justify others. But what is culture?
Andrea Imaginario, a specialist in comparative literature and history, says that culture is "a set of material and spiritual assets of a social group, transmitted from generation to generation, in order to guide individual and collective practices." It is evident that culture is a human fact par excellence. Through it we show who we are and leave a mark of our existence. In this issue, the concept of culture is associated with secrecy. Is there a time when culture must go underground to survive?
The underground is a political fact that, linked to culture, operates as a motor of action. There is in it a seed of rebellion against a reality that is perceived as oppressive or unjust. When culture needs to exist under the radar to survive, an alert is triggered that shows us that something in our society is not right.
We have been living in a pandemic for two years. The new control structure is now called fear and has turned us into potential enemies, so we lock ourselves in, without the need for a formal repressive apparatus. In this context, the arts have become prohibited. While shopping malls seem immune to the disease, theaters have become dangerous places.
The theater has experience in hiding. He has had to live it in every way, from politics to health. During these times in which the context imposed a withdrawal of all forms of art, the theater territory has had to rethink itself and discover alternative forms of creation. In this sense, in Escenidades we wanted to leave evidence of a theater that tried to survive outside the official framework. Rethinking ways of doing, forced by circumstances, amplifies creative possibilities.
Then, when the doors of the theaters were closed, fires arose in the least expected places. Spaces were opened in private homes, offering a private resource for theater. This brought about the decentralization of the artistic act and the encounter with a different public. As you will understand, the concept of the clandestine prevents us from giving references to the places where these events took place. Suffice it to say that we were part of some of them, as direct witnesses.
The first of the experiences that we can give an account of, happened in a private house, in a peripheral neighborhood of Montevideo. The people were contacted by private means through which they were given the specific directions to arrive. It took place in the living room of a house that had clearly been transformed into another space. People settled in front of what could be identified as the scene. The handling of the lights was manual —everything very homemade—, but it was included in the fictional pact, it installed the necessary environment for the magic to occur thanks to the works carried out, on this occasion, by Tatutheatre.
The second experience happened on the outskirts of Montevideo, in a farm, with the same passwords for access. The difference is that the show took place outside, around the house. In this case, the people who arrived gathered near a stove to wait. It was the end of June and therefore it was cold. The ground was muddy, as it had rained the night before. So much so that we thought it would be discontinued, but no. People responded the same. They attended prepared for the cold and rain, eager for an encounter with the theater. It was strange to see the faces of the guests, with an unusual light, moved by fascination and the desire to live an artistic experience even in an inauspicious climate, no one left.
At one point, people were guided by the actress, with a gesture indicating that they had to follow her. As she led them through the muddy paths of the farm, she was saying her text. Then something extraordinary happened. The cold disappeared, no one was worried and the rain had been taken over by Fedra's monologue (a text by Marianella Morena). The luxury closing was a concert of lyrical singing between the leaves and the water, embraced by emotion. Once the show was over, the attendees were treated to a lentil stew, homemade bread and a glass of wine, in an act of holy communion. Something became clear on that day, everyone understood that they were being part of something bigger, the fact of being there represented a privilege.
There is not much more to say. Just leave a record that at some point, people who were not from the universe of the theater, felt called to act and events occurred that, perhaps, remain in oblivion, but they were cultural events of subsistence.
Are these spaces here to stay? Will new redoubts open, beyond the pandemic, to do theater outside the center? What this experience leaves us with is the conviction that there is no way to stop human action. The ban will always be read as a dangerous act that implies consequences greater than those of a virus. Especially when it comes to biased prohibitions, which are only imposed on culture and not on the economic market. Ultimately, these acts are strong evidence of the power of culture beyond fear.
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Interview with three creative powers
Text by Roxana Rügnitz / Photography by Mariela Benítez
“To think of theater in feminist terms is to take on difficult questions. It is not making a women-themed theater, but letting the discipline be permeated by the deepest breaks that contemporary feminisms propose, those that are anti-capitalist, de-hierarchizing, those that question the gender matrix, compulsory heterosexuality and privileges”.
Manuela Infante, Chilean playwright and actress.
Escenidades has been a space created to talk about the rich and diverse theater that exists in our country. However, for some time now, the emptiness of the theaters leaves us with a blank piece of paper. I do not resign. The theater owners are there, in the city, surviving.
I think about the theme of the magazine, to what extent gender defines the way we experience spaces and how to link it to this section. It is true that the theater is one of the territories of greatest freedom, perhaps for this reason, we suppose that in it, the differences of gender and identity do not appear as a problem. However, the theater records what happens in the world, because it is inscribed in a context, using it as a work material.
On this occasion, we will not talk about plays or staging, but about how women inhabit the theater and we will do it from the perspective of three actresses and directors, graduated from the Municipal School of Dramatic Art, with an extensive artistic career. They are Marisa Bentancur, Gabriela Iribarren and María Mendive, who, one day, had the audacity to bet on an idea that turns twenty today . They are responsible for the Montevideo Action Institute (IAM).
The process of the interview, carried out in Espacio Cibils, had something of the stage. When they enter, it is as if the curtain opens. The movement of the bodies, the recognition of the place, the voice, everything seemed part of a staging but it was not. I immediately understand that I am facing three strong, talented women, whose goal is always creation in all aspects.
Traversed by the awareness of what it means to be a woman in public spaces and even more so, when leading the direction of a large structure for the training of artists, I ask them what it meant to them, being born in the midst of a crisis and sustaining such a long time a project like that.
The answer changes the focus and it is interesting, to think about the present as managers of the IAM, they first analyze its historical process. Because before being directors of the IAM, they had to build themselves as women and actresses. That was the first battle that each one had to fight separately in the territory of the national theater and before a society that has always questioned the role of women outside the home.
From a distance, it becomes clear to the three of them that it was necessary to pay a high price to earn the recognition they now enjoy. Time, in them, becomes a fundamental ally that made possible the concretion of the Institute, without much resistance.
Marisa takes the floor thinking at that time, “by the time of our careers when we put together the project, there was already respect for us”. Then she jumps to the present, already placed in the role of director and thinks about equity, in responding to that precious objective that implies equal conditions for all people: “At a certain moment, in relation to gender parity, we observed and saw that we had perfect quotas of everything”. She underlines what she says with her body, showing the meaning that this achievement has for them, as an ideal that should go beyond the borders of the IAM.
In the words, in the intensity with which they express their ideas, it can be perceived that this is a project that transcends what is merely educational in relation to art. There is in them a political vision that supposes landing, in the structure of the Institute, all that complex social dimension. They are women who are proud to be, because they have gone through all the necessary struggles to be in the place they are, and from there they think about artistic training, but from an integral and human perspective. For this to be possible, they understand that the project must be defined by all bodies, by all identities, by all social sectors. The interview begins to outline the vision that the three have been weaving, in which doing is sustained with a theoretical framework of commitment, from a rights perspective.
Gabriela thinks about the subject, projecting the story onto it. First we had to build ourselves as actresses. As Simone de Beauvoir says, ´actresses are another kind of women´, we only appeared in 1545. We have been prostitutes for society. That is the path that we have all had to travel to be, today, free women actresses, with the costs that it meant, both for life and for the theater. Each one of us had to pay those costs to establish ourselves as actresses, so when we generated the AMI we had already traveled a whole journey determined by the reality of being women, as happens to all of us, but in better conditions than others, for being white. , western, cis and with access to culture. As women, being mothers and theater girls, we are as free as can be. In that sense we are unbeatable. We have strength and conviction. It is difficult to oppose three female powers. We are aware that this has been our construction. I well remember some colleagues who were in leadership positions, who saw us as strong women.
The looks of others, those who have imposed a behavior according to our gender, those who think of us according to a format and that perhaps for this reason, when they meet women who escape those canons, exclaim with surprise “wow, what women powerful” . Being part of a social gear from a body that is outside the hegemony and defining, with it, another structure, surprises, perhaps disturbs. However, we are going through the first decades of the 21st century, we are supported by many women who had to face androcentric and heteronormative rules with brutal consequences on their bodies. Being women, creators, talented, capable of thinking and managing a project, is the most genuine way of honoring them, and doing it as they do, with absolute conviction and naturalness.
As I listen to them, I think of them as a sign of the new times. For Gabriela it is necessary to clarify one point: Of course gender violence also occurs in the theater, there are complaints made, there are those realities that we are not unaware of. However, it is not the general law, because we are a very integrated group, extremely free, where things are made and metabolized quickly. There is not much flea. They do not put up with these issues for long and they end up expelling themselves.
María breaks the silence in which she was, to return to an idea: “I feel my arrival at the theater, as a huge break since I came from a very macho education and world. It was hard for me, at first, to find my place as an actress, because if I was pretty, I couldn't be a good actress or I was a bit like the model for that time. But when I got to the theater, I realized that it was a place of freedom where everything is purged to leave out what doesn't work, what is left over. In any case, we are always in struggle, in resistance because it is already in our blood, it is part of our life. Acting, doing theater, being alive is resisting.
This affirmation of María postulates a thesis that seems significant to me and coincides with what Gabriela already said. The theater as a geography whose borders are a sign that it is possible to build another society. Being dissidents, being women, intersectionalized women, inhabiting the theater island as a space for purging evils. Dismantle the limits set to rethink what we want to be, without ties. From the Acting Institute, these three women are forging a new way of living in society.
I propose another analysis, less friendly, perhaps somewhat distant from the reality that they are developing. Is it possible that women, to survive, to lead, to support, must build a presence of masculine character?
The answer is forceful. It arises from Marisa's enlightened analysis: “Although we have had to fight for a long journey to get there, I don't see that we have positioned ourselves from a masculinizing register. We defend being a woman a lot, we defend our gender and we love the men in our lives. It may be that this idea arises from some previous references. I think of Elena Zuasti who crossed a very interesting limit, but crossing lines that are rich and that in reality it would be good if we all could inhabit the genre more freely”.
Gabriela follows her, problematizing the issue and does so through categorical definitions, first about them and then jumping to what being a woman has represented from a historical perspective. What is masculine and feminine? In any case, if we are going to define ourselves from somewhere, we are three fighting women. Women that no one is going to wear. We are individually but we are also as a team. We are three women who fight, we do not shut up and we even say the inconvenient, if necessary. We are also strong to receive sticks. Now, is this being masculine? I think not, that as women we have that imprint because we have had to fight since the beginning of time, since before we became a movement. We have been women persecuted, isolated, burned at the stake. Those were the women who came before us. Women with the ability to go forward with their struggles, with their dreams, with their claims. Are we going to put all those wonders of conditions in the masculine? Why? Yes, women have been like this since the beginning of history, since we were oppressed. We are talking thousands of years. All the women who wanted to do something, all those who have gone out to fight, have had those qualities. No, that is not a male condition. Gabriela's voice gains strength as she develops her idea and does so almost as if it were a manifesto. The historical vindication of those who have preceded us as the foundation of an identity of being a woman. Difficulties amplify in them the need to define themselves from a different present. You are riding the fourth wave with full awareness. They are part of a category of women who bring about change in action.
“What happens is that when they tell you the story, of course, they place us from the place of delicacy, of the adorable and separate us from the other qualities, which are also ours, just as men can also be delicate” .
María intervenes to add, "being a woman speaks of an expansion, of all the roles that we occupy with strength and with the courage to be who we want to be."
The words complement each other, generating a vision of what feminism has represented for so many women, and what it is today, as a framework for political action. They know very well what it has meant to get here and it is clear from their ideas that they are not willing to go backwards. It is time for women in all areas, under equal conditions. It is time to fill a long struggle that still has too many victims with content. That is why Gabriela does not hesitate to affirm: We hate machismo, but we love the feminist men who have accompanied us in the fight. We strongly oppose machismo, like fascism as well as all mentalities of superiority, exclusion and oppression. If we are feminists, we are so within the framework of being against all forms of structural oppression that dominance over women has meant.
The three look at each other, reaffirming this definition as the only possible way to close the interview.
We say goodbye thinking about the return to the rooms and their faces light up. It is the territory to which they belong and from which they have been banished, by force. They need to do theater to exist because that is their identity. They tell me that they return with Gabriel Calderón's play, “Ana contra la muerte”, at the El Galpón theater, because it is through it that they can say everything they need to say.
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When the theater breaks the silence
About the play “Muñecas de Piel” written and directed by Marianella Morena
Text by Roxana Rügnitz. Photography by Mariela Benítez
Photo: Mariela Benitez
The theater is not a territory of silences and yet it contains them.
When I thought of this note I already had the tickets to see Skin Dolls in the Hugo Balzo Hall. It was clear to him that his text was crossed by a complex theme defined by silence. The only drawback was that this number would come out before I could see the play but I decided to alter the process. I would write from the voice of Marianella, her original idea and the mechanisms used to turn real events into fiction.
We meet at Cibils, in Gustavo's workshop. We went through the space that, I was sure, will awaken all the scenic possibilities that do not yet exist.
Once installed, I frame the interview with a single proposal. I point to the origin, I take it to the moment when the idea is born and it begins to speak.
“The news appears in the press and almost immediately an image settles in me. She surrounded by water. The image is born from the suicide of "Jana"- we use the name of the fiction- linked to the denunciations of the case known as "Operation Ocean". Judicial process that starts in November 2019 for sexual exploitation of adolescents in our country. The brutal silence that this story contains is hidden in our society, it has its source in the sexual aspect with a cloudy bias, where a woman's body becomes a territory of action and domination in which her voice does not matter.
Photo and photomontage: Mariela Benitez
Marianella begins a stage of research on the subject, from which the first "isolated and very poetic" texts will emerge. There is a vision of estrangement about that origin that seemed not to have much to do with the universe of those girls "apparently frivolous because of their behavior in networks, because of their way of displaying themselves, because of their obsession with brands, and yet what was installed in me poetic, especially in relation to Aldana” The opening word immediately comes to dialogue with the scene “the image was of her inside a fishbowl with water, with holes through which they enter and microphones come out” and then the text is born as a translation of that vision, as a process of unraveling what was contained in it.
During the investigation, the journalist Antonio Ladra publishes the names of those involved. Stirring through silent stories, defined by the protection of silence, was not going to be easy, that barrier had to be broken, the locks opened so that the real story could appear in the voices of all the actors. This happens, in principle, through the interviews they carry out with the prosecutor and the defense attorneys, with interpol, with the victims and the accused.
“The encounter with the other is very important. One is loaded with the prejudices of what others are. We previously define the other, what is expected of that other from what we build. One arms and installs someone in a place based on their vision of things”.
“In Darviña, for example - he refers to the prosecutor in charge - I found someone smooth, without any construction from his place. There was no short story in it."
Disarticulate our gaze from the other to process information from a purer place, where the noise of a previously constructed vision does not exist, abandon our ideas to listen, as a mechanism of creation, to be able to silence their own prejudices. There is in Marianella, an awareness of the importance of intellectual honesty for the writing of her theater.
“When we went to interpol, I thought I would find a space where masculinity was at its best, all the males together and yet I found myself, yes, visually with that graphic, materialized testosterone and yet the first thing they say is that they were victims in all this. They raised a distortion between the image they showed, as sexy and when they spoke, it was clear that they were girls”.
The encounter with them, often referred to as the "provocateurs", also has to do with dismantling the looks of others that disrupt roles and place the abuser in the place of "victims" because they were "good" men, "good parents" , "good workers". It is there where the silence for which we are all responsible is born. From a society that predefines and does not suppose that what is bad can be represented by those concepts.
I propose to Marianella that her theater has something of a documentary, gestated between events that places us, as humans, in complex places, in dark areas as a mechanism for making visible those evils that we have swept under the rug. She, however, responds with another analysis, “in the artistic sphere, I strongly advocate creation with the use of all the tools. For me, working on these issues has to do with the way I dialogue with my contemporaneity. I'm not too attracted by that need to locate it: is it documentary theater? Is it bio drama? What interests me is having something alive in my hands, because it forces me to be in a place of alertness and this always represents risks”.
He returns to the work, returns to the origin, and thinks of Jana, as his main driving force. “At first I wanted to pay homage to him, because people die but characters live. When I introduce her into fiction, she becomes a character to enter eternity. That was my original idea, because I had looked up the etymology of her name - the real one- and found that it means "the one who never dies".
There is a mixture of certainties and anger in Marianella's voice. The certainty of what he wants to tell in his work and the rage of thinking of a 17-year-old teenager who decides to take her own life. A teenager who had two forms. On the one hand the one that was Sugar baby and on the other the one that appeared hidden in her personal diary, the one that is obsessed with her image but at the same time goes to the Cinematheque and reads Tolstoy. I feel that something has escaped us all in his suicide. I feel that we have lived very comfortable with the idea that the good and the bad are different and easily recognizable. Men who are defined as "good" paid for these girls to be dolls, still, quiet, ready for a desire that seems not to be part of what, as people, we should be able to contain._cc781905-5cde-3194-bb3b -136bad5cf58d_
The actress who is going to represent the character of the “doll” is Sofía Lara, with her they work, from the body, the idea of fragility, which is liable to be manipulated. Thus appears what Marianella defines as, “The body that is reborn and lives or the dead body in life. Dead when having sex because it is not a chosen sex. A body that does what it has to do but is not sustained by intention.
The work has a final silence, the one suffered by the entire national theater. It has not yet been released. We have been left with a silent theater, stopped with the excuse of the pandemic, while other sounds continue to announce that the predominant value is in the market.
Photo: Mariela Benitez
Artistic sheet of the work:
Text and direction: Marianella Morena
Cast: Álvaro Armand Ugón, Mané Pérez and Sofía Lara
Music: Maia Castro.
Space Design: Ivana Domínguez and Mariana Pereira
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of my scenes
By: Roxana Rügnitz
There is an image that repeats itself, that beats in my side: a heavy typewriter, a dim light and a man who smokes while pounding the keys like a madman. The eyes that fix that painting are mine, the writer, my father. When I look into the abyss, I see it as a lifeline that reminds me of who I am.
It is from that place that I write…. Longing to compose simple words that reach meaning…. I write.
When insomnia turns into anxiety, when that impulse wakes me up, which is physical, then I understand that I must respond and I write.
Detail of work by Gustavo Fernández
Photo: Mariela Benitez
I'm stuck in theater territory. Maybe I was born into it and could never leave. There is something in its borders that always makes me fall in love. When I think of theater, my memory shoots to the most intimate corners where I find them, there are the ghosts with their stories, behind them, the curtains, the stages, the smells go through my skin, they dislodge reality, it's like return to my grandmother's house carried by ancestral aromas. That happens to me with the theater. Seeing theater and writing, as an immediate reaction, so that those invading forces shoot out, finally free from my body. When Nelly Goitiño sent me to investigate, I already knew that my theater geography would always be defined in my writing.