Esquinas del Arte
El amor siempre será la base de todo
Texto y fotografía: Elizabeth Carrato¹
Formé mi profesión e interés en el arte en distintas instituciones. Comencé realizando un taller de dibujo y pintura particular, luego estudié formalmente Dibujo y Pintura en la UTU Escuela Dr. Pedro Figari. Resolví mi profesión en el IPA, con el profesorado de Comunicación Visual y Dibujo, luego amplié un poco más el Dibujo Técnico en la UTU Instituto de Enseñanza de la Construcción (IEC).
Continué con mi formación en el estudio de la imagen y en el 2017 entré al Foto Club Uruguayo para hacer el Básico, y seguí luego con distintos talleres. Motivada por los docentes, he ido dedicándome a la investigación del autorretrato y ampliando el lenguaje que me permita contar historias propias. A este recorrido incorporé la formación en el audiovisual en la Escuela de Cinemateca del Uruguay, el Diplomado de Dirección de Fotografía.
Esta es la reseña de mi currículum artístico. Pero cuando intento recorrer el camino hacia atrás para encontrar el comienzo de este interés, buscarle la explicación a toda una vida dedicada al área del arte, la razón por la que estoy formándome insistentemente en ello, encuentro que ya desde muy niña me encantaba el acto de enseñar y dibujar. Mis hermanas y primas, todas más chicas que yo, eran las que me hacían el aguante y me regalaban unos minutos de la tarde para jugar a las maestras. Allí les proponía hacer dibujos de lo que quisieran, la idea era pintar todas juntas y, para tener unos minutos más de su entusiasmo, les decía que al terminar se los venderíamos a nuestra familia, madres, padres y abuelos, e íbamos en el momento justo en que estaban todos de sobremesa con el café. Con las moneditas recaudadas comprábamos caramelos y pasábamos al siguiente juego que era armar tiendas entre los árboles gomero que tenían los abuelos en el patio.
No tuve referencias de artistas, pero sí de artesano. Mi padre era zapatero y trabajaba en forma particular desde casa. Nací, crecí y aprendí a hacer zapatos de todo tipo. A pensarlos, planificarlos en papel, tomar medidas y construirlos. Hacíamos con mis hermanas los deberes entre clavos, cueros y el fuerte olor al cemento. Esos momentos de la niñez y los encuentros de familia acunaron mis sueños y fueron fortaleciendo todas mis ocurrencias.
Tuve un pasaje por el estudio de la filosofía, pero siempre en paralelo estudiaba y practicaba el dibujo. Llegó la hora de decidirse, porque no podía sostener ambas carreras. Y fue allí entonces que elegí, ya teniendo una base en esa área, mi profesión como profesora en Comunicación Visual y Dibujo. Luego de años de ir preparando cada programa para el nivel que me tocara dar clase, me fui dando cuenta de que hay cierto abandono a lo laboral, preparando para otros, pero nada para mí. Dar solamente clases no me estaba satisfaciendo del todo. Y me gustaba mucho uno de los temas que era analizar con los alumnos las imágenes gráficas sobre publicidad.
Así comienza mi recorrido por el diseño gráfico en algún taller, hasta que llego al Foto Club Uruguayo para poder entender un poco más cómo se logran esas imágenes, que hoy entiendo que son de producto. Pero una vez que entré allí descubrí un mundo mucho más gigante de lo que yo tenía en mente. Fue como ir por una respuesta y venirme con veinte dudas. Entonces me di la oportunidad de cambiar algunas cosas en mi vida. Cambié algunas horas de docencia directa por indirecta, lo que me dejaba los fines de semana un poco más libres para dedicarme a esta nueva área, la fotografía. Como comenté anteriormente, cursé varios talleres en los que me he ido descubriendo en otros ámbitos que me llevaron de afuera hacia adentro. Es así que hoy por hoy me dedico al autorretrato, fundamentalmente.
Siempre tenemos cosas para contar, y a menudo se me llena la cabeza de imágenes que necesito fotografiar porque en ese momento me están murmurando algo que necesito visualizar materialmente. Mi casa es mi refugio y mi estudio. Allí, en soledad, voy transformando el espacio en otra cosa que ligue con la idea. Hay muchas cuestiones que discuto conmigo misma porque necesito, junto a otros, seguir el camino de vida. La comunicación y sus interferencias es un gran tema que sigue latente. Y de ahí me lleva al velo y el desvelo, la verdad oculta, ¿la vida que vivimos o que elegimos vivir?
Cuando entendí la fotografía y la comencé a usar en favor de mis propósitos sentí que podía pensar en algo más y seguir investigando otras maneras de plasmar las imágenes. Como todavía tengo ganas y energías decido entonces adentrarme en el mundo del audiovisual. Comienzo a estudiar en la Escuela de Cine del Uruguay, la escuela de Cinemateca. Un mundo más que descubro y del que no es posible salirse tampoco. Todo el trabajo semiótico de la imagen es muy interesante. Y hay tanto de sensibilidad como de pensar el porqué de cada escena o cada elemento. Además, se agrega algo diferente del tipo de fotografía que he elegido que es el trabajo en equipo. Pensar junto a otros una idea, un proyecto, la función que cada uno cumple en un rodaje hace que funcione bien en el tiempo o no. Yo me aboqué a la parte técnica de iluminación y cámara, porque quiero seguir creciendo en esa área, me interesa muchísimo la iluminación, el color y toda la atmósfera que puede generarse con esos elementos.
A partir de entonces, puedo decir que hace ya seis años le di un giro a mi vida y la voy llevando por un camino en el que me siento cómoda y, ahora sí, satisfecha. Tengo proyectos en mente, pero, como todo, preciso asentarlos y dedicarles el tiempo que se merecen. Me gusta mucho el documental y por ahí hay algunas ideas que tenemos con un grupo de amigos, pero lo vamos llevando al ritmo que podemos. Mientras tanto, voy tomando de cada cosa que aprendo lo que me sirve según el proyecto.
En la docencia, la fotografía y el cine he encontrado refugios de los que entro y salgo con facilidad, porque allí se encuentran personas que acobijan cada sueño compartido, cada instancia de emoción, de dolor y de alegría. Tengo a mi familia que me apoya y me sigue en todo lo que hago, pero he ido también construyendo con mis amigos y compañeros una familia que le da una respuesta al modo de vida que elijo.
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¹ Actualmente me desempeño en secundaria, pública y privada, como profesora de Comunicación Visual y Dibujo, y como adscripta, respectivamente. Dedico todas las mañanas y tardes al trabajo. En el turno nocturno, que comienza a las 18 horas, me dedico a estudiar y formarme en dos áreas artísticas que son la fotografía y el cine. En fotografía, realizo talleres de especialización, de análisis y construcción de imágenes. En cine estoy cursando el Diplomado en Dirección de Fotografía, que implica el planteo y manejo de la luz y la cámara en un rodaje. Con los compañeros del Foto Club Uruguayo me dedico a planificar ferias y encuentros con fotógrafos para seguir construyendo un modo de expresión.
Esquinas del Arte
El hogar es el lugar donde se escucha la música de uno mismo
Texto por Sergio De León¹
Fotografía Mariela Benítez
El hogar es el lugar adonde ir, adonde volver, adonde quedarse escondido.
Es un lugar fuerte y frágil como un huevo. Lo telúrico y lo espiritual. Es el lugar donde después de comer un puchero, soñar y bañarse en una ducha, es posible escuchar la música de uno mismo.
Es un abismo seguro, es un centro gravitacional de todos mis fragmentos psíquicos.
Tiene una antigüedad que excede mi tiempo y una profundidad ancestral que requiere de un espacio físico y su respectivo pago de alquiler.
Mi hogar es un nido al que llega el sol. Hay otros nidos alrededor, una vecindad de nidos.
El hogar puede ser también comunitario. El hogar comunitario es algo difícil, trabajoso, requiere de tiempo.
Durante la pandemia, tuve más tiempo y experimenté eso de que el hogar se puede extender, experimenté el ensanchamiento de un territorio de política afectiva hacia otro nido, el que tenía al lado. El nido de Nieves.
Nieves es mi vecina más vieja, en todo sentido. Acaba de cumplir 92 años y desde hace dieciocho vivimos pegados, balcón con balcón, en la Ciudad Vieja de Montevideo.
Creía conocerla. Durante el confinamiento del 2020 intensificamos nuestra relación tanto que se diluyeron los límites entre su hogar y el mío.
Desde nuestros balcones contiguos, Nieves y yo vemos entrar y salir los barcos del Puerto, vemos ponerse el sol detrás del Cerro.
Una madrugada de marzo de 2020, sin poder dormir, salí a mi balcón. Para mi sorpresa, Nieves estaba en el suyo, también, desvelada. Poco después, sabría que además estaba triste.
Estaba perdiendo el mundo de las imágenes, cada vez veía menos y desde hacía unos pocos y largos días estaba perdiendo también el mundo de la calle, el de las casas de sus amigas, el de las clases de pintura, el de las noches de cenas y vinos por ahí.
Debíamos estar encerrados, confinados, a propósito de un virus nuevo que acababa de llegar al mundo.
Me hablaba en un tono confesional, en voz baja, como para que los vecinos no escucharan. Estaba angustiada, tenía miedo.
Sentía que no ver y no poder salir era un doble encierro. Me preguntó si yo no sentía, también, esa sensación de final en el aire.
Me señaló el Cerro sin poder verlo, pero sabiendo que estaba.
Que le gustaba mucho el Cerro, me dijo.
Cuando ella tenía veinte y pocos años, se había enamorado de un italiano anarquista que la llevaba a ver el atardecer a la Fortaleza, y allá tomaban vino y comían duraznos.
El italiano un día tuvo que irse a trabajar a Brasil y le pidió que se fuera con él.
Me dijo que no había tenido el coraje de irse con aquel amor, esa era la única cosa de la que se arrepentía.
El tiempo se había suspendido en aquella penumbra, y todo lo que decía levantaba bellas e íntimas imágenes.
El hogar también es un paisaje. Compartir un paisaje en intimidad con Nieves ha sido una forma de extender el hogar hacia un barrio, no solo a nuestro barrio, la Ciudad Vieja, sino extenderlo mucho más allá, hasta nuestro horizonte: el Cerro de Montevideo.
No se trata solo del paisaje, sino de las historias de vida contenidas en él. Un hogar, el propio o el comunitario, está inevitablemente poblado de historias, poblado de lo vivido y sentido allí.
La pertenencia a la ciudad intensifica la idea de hogar, contrariamente a ese sentimiento tan incómodo para mí, que es el sentirme extranjero.
Ser un extranjero es estar lejos del hogar. El hogar siempre es un nido desde donde ver un paisaje y reconocerse en las historias contenidas en él.
El hogar es el mejor lugar para enfermarse, curarse, e incluso el mejor lugar para morir. Antes vivir.
Photo by: Virginia Messiah
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Art Corners
Hablar de nosotras nunca fue sencillo
Texto por Eiko Senda¹
Fotografía s/a
Hablar de nosotras nunca fue sencillo porque existen muchas formas de autoboicot psicológico y antiguas creencias de machismo cristalizadas en nuestra memoria que nos oprimen hasta hoy.
Estoy en Porto Alegre (Rio Grande do Sul, Brasil) luchando para proteger y dignificar los derechos de los y las cantantes y músicos y músicas de la clase musical erudita como una parte de la militancia que ejercito desde 2019. Nuestra clase es absolutamente individualista, existen muchos mitos sobre divismo exagerado —en parte real, por falta de comprensión de lo que representa la misión de quienes crean arte— que en cierta forma han construido una profunda grieta entre hermanos y hermanas cantantes.
La humanidad aún tiene esa zona primitiva en la parte cerebral inferior que impulsa determinados comportamientos. La competencia entre colegas, la monopolización de los empleos y de los contratos se ha vuelto una especie de premio para los y las cantantes. Como soy pedagoga y profesora de Arte y Ciencia, comencé a hablar con mis colegas que están abriendo los ojos hacia un cambio social dentro de nuestra tribu erudita para cambiar nuestra realidad. Hasta hoy, hemos logrado crear una asociación de cantantes ―que va a transformarse en una cooperativa de artistas en el futuro—. Desde la Companhia de Ópera de Rio Grande do Sul con la CNPJ (el registro de personas jurídicas de Brasil) se oficializaron once producciones después de la inauguración de nuestra compañía. Hemos conseguido contratos con el Teatro San Pedro en Porto Alegre, uno de los teatros más importantes del estado. En total, cuarenta cantantes están trabajando sin descanso desde que nuestra nave espacial despegó.
Nuestra profunda reflexión viene de la pandemia. Muchos y muchas perdieron sus trabajos, incluyéndome. Al no poder pagar los alquileres, se quedaron sin casa. Entraron en depresión, abandonaron sus oficios, cambiaron su rumbo profesional. Vivimos un momento de inquisición social y psicológica en el siglo XXI con nuestra piel y huesos.
Con mi excompañero —aún como compañeros de un ideal—, Federico Sanguinetti, abrimos nuestra casa para intentar crear otra manera de hacer música al aire libre. La idea era apoyar a artistas sin trabajo con rifas y comidas, entre otros, en Uruguay y acá en Porto Alegre. Sin embargo, el hambre y falta de recursos eran tan grandes como el universo, y a mí me hizo repensar literalmente hasta qué punto no somos nada como seres vivos e incluso profesionales. ¡Cuán difícil es la unidad en nuestra clase cantante erudita en Uruguay! ¡Cuánto desinterés existe! La motivación era solo dinero y más dinero.
Una profunda depresión nos desbordó, pero, como escribió Tolstói, para reencontrar la luz, necesitamos caer hasta el fondo del nuestro ser. Así que ese fue el inicio de nuestra militancia. ¿Por qué estoy hablando de eso? Porque la mayoría de las mujeres de nuestra clase son aquellas que aún tienen sus cabezas manipuladas por antiguas creencias. La meritocracia y la prostitución inconscientes les dan, hasta cierto punto, un placer macabro como la prostitución de las adolescentes, a las que callaron durante siglos y siglos. Ahora, finalmente, estamos metiendo manos a la obra en la liberación de las voces femeninas de nuestra clase. ¿Quién dijo que era fácil? Porque las mujeres podrán hablar mucho, pero no hablan cuando alguna cicatriz sin resecarse esta clavada en el alma, esas heridas las callan. Escapan de las responsabilidades que les exigen ser quienes son de verdad. Las cantantes no están educadas para hablar, están educadas para no sentir ni protestar contra la injusticia. Simplemente las acostumbraron a sobrevivir con esa violencia silenciosa y normalizada. ¿Cuántas mujeres tienen experiencias de abuso sexual en su trabajo, cuántas se callaron la boca porque reciben los mismos abusos en casa y los normalizan para no enloquecer? Aguantan todo por los hijos, que pasan hambre.
Ahora estamos ensayando «Sor Angélica», que forma parte de El Tríptico (junto con «Gianni Schicchi» e «Il Tabarro»), una única ópera de Puccini protagonizada solo por mujeres. En la pieza, las mujeres actúan hablando de la vida de claustro el convento, que simboliza una concreta muralla social masculina que encierra a las mujeres para que no hablen. La manipulación social con el cristianismo distorsionado ha manipulado lo divino en lo femenino durante siglos. Lo vemos en esta tragedia, «Sor Angélica», en la que se presenta a una madre soltera que es encerrada en el convento como castigo por haber concebido a su hijo fuera del matrimonio. Ella se suicida, al final, cuando recibe la noticia de su muerte, siete años después de haberlo visto por última vez.
Me acuerdo de las madres y las abuelas de la Plaza de Mayo. ¿Cuántas vivieron este terrorismo cruel y silencioso y sobrevivieron por amor a los hijos y nietos? ¿Cuántas continuaron luchando por un futuro social más justo?
Si continuamos con nuestra mirada centrada en nuestra individualidad, jamás transformaremos nuestra sociedad. Traer esta obra escandalosa a nuestra compañía no fue fácil, porque esta militancia aún se encuentra ante una pared que se erige ante la creencia de que las mujeres son menos válidas en muchos asuntos. Sin embargo, gracias a las compañeras y compañeros que, juntos, comprendieron la importancia de presentar esta ópera olvidada en la Latinoamérica, logramos definir el estreno para el 11 y 12 de marzo en el teatro San Pedro em Porto Alegre, Rio Grande do Sul. Es un trabajo absolutamente dirigido por mujeres: la dirección está a mi cargo; la preparación corporal la realiza Camila Bauer; Carlotta Albuquerque es la coreógrafa; Val Verba, la pianista; Karin Engel, la vestuarista; Liana Venturella se encarga de la producción; Luciana y Angela Diel e Isadora Aquino integran el conjunto de las cantantes, quince en total.
Para las cantantes, la profesión era como un hobby. Ahora estamos dando un paso chiquito, pero gigante para nosotras, todas las mujeres, con los contratos en sus manos antes de subir al escenario y con salarios dignificados. Todavía faltan muchas cosas para todas las artistas, pero sin entrar en acción, sin unirnos como clase trabajadora, nada cambia.
Es la hora de unirnos sin vergüenza, sin censura psicológica y sin creencias machistas. Agradezco a Roxana por haberme dado esta oportunidad de compartir nuestra militancia.
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¹ Es lírica soprano de gran trayectoria artística, ha desarrollado su carrera en Japón, Brasil, Argentina, y Uruguay, entre otros países. Está formada en pedagogía musical y canto lírico italiano. Ha participado de jurados de concursos internacionales de canto lírico y ha ganado reconocimientos como el Premio del Intercambio Cultural que entrega el Ministerio del Exterior de Japón.
Piensa para no desear
Texto por Mariana Lobo¹. Fotografía por Virginia Mesías
Camina de un lado a otro, inquieta. No está a gusto. Algo falta. Prende un cigarrillo. Se sienta. Fuma. Piensa. Recuerda los brazos de su amante, sus gruesas manos amadas. Llora un poco. Apaga el cigarrillo. Piensa:
El deseo es, entre todo lo que puede llegar a ser, una fuerza más o menos intensamente centrípeta. Implica, por eso mismo, la generación de un adentro. Un adentro envolvente e integrador. Se intenta integrar aquello que se desea. Venusinamente, como las flores, con colores y aromas que provocan que lo deseado acuda a ese espacio donde podrá ser integrado a quien lo desea. O marcianamente, yendo hacia el objeto del deseo con determinación, con fuerza, atraer lo deseado hacia ese espacio del vacío generado por el desear.
Se pasa la mano por el pelo, piensa en comer una fruta. Entonces piensa en un membrillo, la fruta que los griegos ofrendaban a Afrodita. Amarilla, pulposa. Con cinco semillas oscuras en forma de estrella en el centro. Quiere escribir sobre su amante: «Vez uno: en un taburete alto, los ojos de él por primera vez. Tiene unos ojitos que dejan como un agujerito entre el párpado de arriba y el de abajo, y forman un gesto de cowboy, pero de las praderas del sur.»
Intenta concentrarse. Recuerda todas las veces que se enojó cuando, al hablar de deseo, las gentes escuchaban «deseo sexual», o, con suerte, «deseo por comer». Piensa en el deseo como fuerza motora.
Venus, malherida por el patriarcado. Llevada, traída, vapuleada y bastardeada. Poderosa Afrodita, temida por su poder de desacatar, de hacer desobedecer, de dar fuerza para salir de la norma, del deber ser, de la obligación, del molde.
Va a buscar una manzana. En el camino recuerda la risa de él, su forma de echar la cabeza hacia atrás para reírse con muchas ganas y con todo el cuerpo. Mientras come la manzana, mientras escucha el ruido de la reducción de la carne dura y jugosa entre las fauces, porque está jugosa y dulce y ácida, y siente el doloroso y placentero pinchazo del ácido detrás de la mandíbula, bajo las orejas, Y piensa:
Afrodita será negada y olvidada y ante la necesidad será tergiversada y confundida porque, si las gentes la oyen, se arman de energía, de valor y de poder. Es mejor confundirles para que no la entiendan y así comprarán y serán más dóciles. Porque el deseo puede ser —y es— manipulado. Porque para desear de forma sana es necesario conocerse a sí. ¿Cuántos de nuestros deseos son verdaderamente nuestros? ¿Cuántas veces en su vida había deseado algo que ni bien había logrado tener en sus manos se había revelado como anodino, insípido, carente de la capacidad de satisfacerla?
Se levanta. No puede con el desasosiego del cuerpo. Camina un poco más. Va a buscar almendras y come. Piensa:
Los patrones inconscientes que heredamos de nuestros ancestros, tal como heredamos el color de ojos o propensión a enfermedades, que operan de forma subyacente, me separan de la capacidad de conectar con un deseo legítimo, porque tal vez estoy yendo detrás de mandatos, sucedáneos de deseos genuinos que habitan nuestro interior y que desconocemos, y a veces se mimetizan con el deseo del otro para encontrar una forma de ese deseo heredado que, amorfo y gelatinoso, necesita pegarse a otro deseo que sí tenga estructura palpable para hacerse real.
El teléfono celular parece adquirir seducción de persona desde el sillón donde está tirado, como si pudiera llamarla para convencerla de que lo usara para escribirle un mensaje al deseado. Ella se desconoce en ese estado de electricidad y a la vez piensa:
Cuántas veces el deseo se nos queda trabado en una identificación. De equis grupo de pertenencia con el cual nos identificamos tan plenamente que, quedando pegados a tal identificación, cedemos la singularidad de nuestro deseo a cambio de la satisfacción de la necesidad de pertenecer y de darle una estructura a la idea que tenemos de nosotros, tan recostada en esa identificación.
Quiere sentarse. Quiere estar calmada. Recuerda la paz que le provocaba la descarga del deseo de verlo, que ocurría apenas veía su risa haciéndole señas desde el auto indicando que ahí estaba esperándola. Esa descarga era tan intensa que alguna vez le había fallado un poco una u otra rodilla, en una maravillosa sensación de flojedad provocada por el alivio. Tan distinta al cansancio que le provoca este vaivén, estos nervios, esta actividad mental extraña e improductiva.
También hay varios tipos de deseo. Alguno más superficial, que se agota en sí mismo, en la obtención del objeto deseado. Y que obliga a buscar el próximo, so pena de un vacío existencial yermo. Y algún otro, mucho más misterioso y profundo, casi como si estuviera más en contacto con el alma, cuya satisfacción provoca estados que se abren en círculos concéntricos hacia adentro, como pétalos de flor de loto, llevándonos más y más hacia lo profundo de quienes somos, y nos despliegan interiormente en un movimiento dialéctico hacia adentro y hacia afuera de forma tal que vamos revelándonos cada vez más nosotros mismos, cada vez más conocidos por nosotros mismos, cada vez más enteros y crecidos, alimentados por la satisfacción de ese deseo que se vuelve un faro para desarrollar nuestro potencial.
Y, mientras esto piensa, es tanto el cansancio que le cuesta mantener abiertos los ojos, y ya no quiere ni puede pensar. Solo siente su cuerpo agotado deseando el sueño. Deseo tan básico, tan básico y biológico, cuyo poder organizador abruma, estructura y, por un rato, salva.
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¹ Soy actriz, locutora, inquieta. Escribo y dibujo. Soy una persona enfocada en las dimensiones en la existencia (que son muchas más que las que consideramos); en la organización en ciclos dentro de ciclos del tiempo; en cómo las metáforas y la poesía inervan toda la existencia —hasta en lo más pequeño (y que, al leerla y vivirla en esos términos, la vida se vuelve muy bella no solo cuando va bien, sino aun en la adversidad)—; también averiguo acerca de las infinitas tecnologías para revelar nuestro poder personal y, por lo tanto, la capacidad de promover transformaciones en la propia vida y en el entorno. Esta soy hoy.
Bemoles
Texto por Lucía Mesa. Fotografía por Virginia Mesías
Soy fiel creyente de que cuando realmente te apasiona lo que hacés, no hay dolor que te detenga. Creo que cuando la música llegue a ser para mí un peso, va a ser el momento de buscar otra cosa que hacer. Pero, como todo, tiene sus bemoles —como suelen decir, y va justo para la ocasión—.
Quizá lo que más nos juega en contra son los otros. Escuché más veces de las que me gustaría que el músico no trabaja porque disfruta lo que hace, como si el trabajo se midiera en función del sufrimiento. Son incontables también los «¡Ah! ¿Y además qué vas a estudiar?», cuando decimos que queremos dedicarnos a la música. Obvio, viene de quienes solo ven el coro, que «qué precioso suena», o a la piba que se sienta a tocar un Bach, un Schumann, que «¿viste qué divina?, ella toca desde chiquita». Está trillada la imagen del iceberg, pero es, a la vez, tan representativa.
De chica ansiaba cumplir los ocho para poder entrar a la escuela de música. Cuando tuve la oportunidad, empecé a estudiar y, más tarde, audicioné para el coro; después, una beca en danza; por un par de meses, también ópera. No imagino el tetris de horarios al que debían jugar mis padres para que yo llegara en hora a todo lo que se me ocurría hacer (porque, además, protestaba para llegar siempre temprano).
Tomarse con seriedad la música aún siendo niña implicó dejar ciertas cosas un poco de lado. A veces, cuando mis amigas se iban a jugar a la salida de la escuela, yo me iba a ensayar. Eran impensables también las piyamadas entre semana porque al otro día había escuela de música temprano. Ni que hablar de esa contradicción entre tener que descansar para rendir vocalmente, pero no dormir porque, en tiempos de conciertos, la noche es el único momento para encarar el estudio.
En la música, todo son procesos, y qué frustrantes pueden tornarse cuando acostumbramos tener todo al instante. Aún recuerdo la desesperación de cuando no dominaba la clave de fa, o cuando coordinar las obras a cuatro manos era una misión casi imposible. También en el canto, cuando llega la muda vocal y, de repente, tu propia voz te es ajena y las sensaciones que te servían ya no lo hacen. Porque, además, el canto es eso: un instrumento invisible; un conjunto de imágenes y sensaciones que, con ayuda o no, le toca crear a cada uno. Vivimos intentando luchar tercamente contra procesos que no admiten prisas.
El estudio también es frustrante. No la idea de estudiar en sí, sino dónde hacerlo. Yo tuve suerte: en diez años de estudio, la mayoría no tuve que pagarlo; pero creo que en Uruguay aún se le da poco lugar a la música. En tiempos de recortes, es lo primero en temblar. En Montevideo solo había dos escuelas de música de primaria; en los otros departamentos, menos aún. ¿Cómo hace un niño que vive lejos de las dos escuelas para asistir si no hay un adulto responsable que pueda llevarlo? Y, aunque pueda hacerlo, ¿qué hace al egresar?
Terminé la escuela de música decidida a continuar con mis estudios. El único lugar gratuito —porque los pagos suelen no ser accesibles— exigía prueba de admisión y solo tenía dos cupos para piano. Quedé afuera y, conmigo, todos los que se habían presentado; todos menos dos. Yo encontré otras posibilidades, pero ¿qué pasa con los que esa era su única chance?
Más adelante pasa lo mismo: para estudiar música a nivel terciario hay que dar prueba de admisión. El que quiere estudiar medicina, comunicación, derecho, entra solo con el bachillerato correspondiente terminado, pero a nosotros nos piden una base de conocimientos que no son desarrollados en niveles anteriores. Entonces, el que no puede pagar clases para pasar la prueba, que busque otra cosa que hacer. ¿Qué tanto hablamos de inclusión, si ingresar a una carrera pública termina siendo un privilegio?
Creo que la frustración es parte del proceso, y es reflejo del compromiso con lo que hacemos. Es ahí donde se genera esa magia que solo sucede en el escenario, de escucharnos y pensar: «¡Mirá lo que logramos!», que ojalá todos pudieran experimentar.
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MuertaViva
Texto por Barbara Meireles. Fotografía por Virginia Mesías
Pálida me mira, me habla y me invita. Entre lo bello y lo horrible hay solo un paso. Balbucea que este es el reino de los muertos, y sonríe. Le ofrezco mis vestidos, le digo que está viva… Y me cree.
A la hora de pensarnos, las ideas en relación a la belleza son aquellas que, en general, asociamos con sentimientos que perturban, más que con sentimientos de gozo. Porque el hecho de gustar y gustarse siempre ha estado en alianza con mandatos puros y duros y en función a la bajada de línea del momento. Seamos realistas, jamás el mundo pensó en hacernos las cosas fáciles.
Ser bella es una tarea de titanas, en donde nos toca el ayuno, el tiro bajo, la panza chata, las canas ni loca, y las curvas…. pero no tanto, porque curvilínea sí, pero muy curvilínea no, porque sexy sí, pero tanto no, porque flaca sí, pero muy flaca mejor, pero jamás vieja, pero vieja jamás.
En ese contexto, sublevada y craneando alternativas, surge MuertaViva. Recuerdo cavilar si era posible, generar un espacio de disfrute, en relación a nuestra cuerpa y nuestra propia versión de lo que es ser o no ser bella.
Nunca comulgué con esa lindura tan obvia, mejor dicho, esa hegemonía, siempre me pareció perturbadoramente tediosa y estaba segura de que ser rebelde, provocadora o premeditar la diferencia, son formas de la hermosura poco cotizadas y que, a mi criterio, debíamos defender del déspota señor Moda.
Ese ideal que nos imponen es soso, tibio, frágil, aburrido, nos coloca en un lugar poco activo, donde solo estamos invitadas a contonearnos por una pasarela invisible, una pasarela de la sumisión, donde el uniforme es ley, y se acepta entregar el alma sin chistar, a cambio de una supuesta aceptación y pertenencia en masa.
Quizá por eso me obsesiona enunciar el ser como premisa a la hora de pensarnos, porque nos ubica en un lugar activo, de constante conflicto, donde muchas veces lucha como me veo y quien realmente soy, lo aprendido y lo que construyo, y como edificar mis fortalezas, aún con cimientos de aparentes debilidades. Desde la estética proponer expresarnos, no repetirnos sin cuestionar y que convertirnos en nuestras propias aliadas no parezca imposible.
Sin dudarlo surge: VestiteComoSos y así, poner en palabras lo fácil que puede ser, si me conozco. Mirarnos, y toparnos con nuestra belleza, esa que surge espontáneamente o mejor, la que nos ocupamos de construir. Verla, sentirla, mostrarla y que arda lo que tenga que arder. Y así, sin más, avanzar.
Desde allá hasta acá, he visto pasar por mis probadores todas las tallas, todas las edades y formas de percibirse, he visto transformaciones que traspasan lo estético, hemos charlado y debatido entre vestido y vestido. Hemos pensado entre todas y he pensado mucho sola. Hemos celebrado y tomado conciencia. Desde allá hasta acá, corté abrigos y cosimos muchos dolores. Pero sobre todo, con algunas certezas y sin pausa, damos batalla. MuertaViva es nuestra trinchera.
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The Rebels Club
Text by Sebastián Rivero
Photo by: Virginia Messiah
It's three in the afternoon and in a building in the center of Montevideo, El Club de los Rebeldes, a creative writing workshop for the elderly, gathers to sharpen their pens. Characters in sacks and red-painted lips take a seat, take out their notebooks and begin to write. The slogan is simple, decipher the literary riddle that chance handed them on the table. Each rebel looks for the rhyme, messes up the words, crosses out, stirs, immerses himself in his personal history to discover a piece of the great collective history of Uruguay. Beauty springs up.
The Club is a space of freedom, of refuted verse, rebellious, recently born. A place where all you have to do is imagine. There are those who write for the first time in seventy years and there are those who have already published several books; those who come to spark ideas and those who come because the street is their home and in winter it is cold. The drive to write places everyone at the same starting point: listening to the creative trigger provided by the teacher to make it grow with their own style. The importance of having a project at this stage of life is an essential, human act. Finding the passion and courage to share their experiences and fantasies, allowing themselves to play at being the suicide bomber, the murderess, the young man who falls in love, the woman who travels the world, the child who flies the plane, the women and men who hug life.
The Rebels Club opens once a week, is free, and seats up to twenty-five people. It is, fundamentally, a space of expression through the word and contemplates in the first instance reading, musicality and written expression. The main objective is to provide a containment space and open exploration paths to new ways of writing and reading. From this place we link as readers with the texts, their authors, authors and the environment. The reading and the game are the support of this experience that takes the word as fundamental clay. The safe audience every Tuesday is made up of people from sixty to ninety years old, who go up to the third floor to get excited, to describe a time that is no longer.
Nery, a member of the Club says: «It is a place where respect, unity and understanding reign. We all contribute something. We are all creators and imagination makes us makers of stories and poetry. I feel free and spontaneous sharing what I write». Rosa says that she comes to the workshop because she really likes literature, her purpose is to learn to develop what she feels and express it in writing. Dante reflects on the importance of being active at this age; having places to confront, chat and express yourself is of vital importance. Alicia says: «I came to the workshop by recommendation and I stayed by choice. The space gives me what I was looking for and need: to hang out with people my own age in a fun environment.”
Myriam sees it as «a healing experience where we pour out our experiences and personal stories. A meeting where tolerance and joy reign. We laugh a lot, because we also have a sense of humor and desire to live fully. Alfredo, in his book The Delights of Healing, says, “What a pity! I didn't have the paper in my hand and the fatally encouraging verse flew in vain. The blue harmony was left like a mutilated omen, without the song or the adagio of that son that shook. I barely rescue the memory of its mutilated essence almost at the end of my story when I am nothing anymore».
Getting together is an act of rebellion to touch the word and so that the language does not go numb. The challenge in the workshop is to be able to build bridges, it is to assume the risk that writing implies, all the time there are ups and downs that shake the supposed tranquility. It is almost time for prayer, the sun hides through the skylight and the characters go down the stairs. Next week we will have reasons to get together and thank the saint of the holy card.
Photo by: Virginia Messiah
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dream with thistles
Text by Florencia Martínez Aysa
Photo by: Virginia Messiah
My experience as a young woman and artist in the middle is like a trick game. You have to play, it takes time, it's a strategic game. All matches are different, it depends on the cards you have in hand and the sample. Watch the order in which you play and pay attention to the Creole liveliness, because the lie is valid.
They say that when you're starting is when you pick up the most. I really don't know, from what I've seen, experience is crucial, but if luck is on your side and someone explains to you how to interleave the cards, you can turn the game around. I have had to lose with the last goal missing and win being in bad. You grope little by little, the first round are so many ugly and when you enter they are good. You can play hand to hand and also in a group.
It is an artificial, creative game of folk terminology from start to finish, where calculations, memory, league, strategic signs and humor come together. I learned when I was very young to sing flower, envy, and even shout "retruco!" with little or nothing. If a game gets complicated, you adjust your body and voice. I like the part where you make it seem like one thing, but it's another. And I still don't understand why the jack and the knight are worth 27, but if they are on the table the knight kills. things happen to you
Once I got to play almost every round in a championship, until the final. They told me that I was there because of the luck of the chambona and they didn't let me play the last game. The reality is that I saw it from the outside because I was a woman, I lost that hand. I was 14 years old, I got like a caltrop. But I didn't call that game over, I'm still playing it.
Today, being a woman is a pride for me, because it implies the fight against corseted gender roles, imposed from an authoritarian perspective, without freedom or nuances. Being a woman is being able to say who I really am today, and I am like a thistle, survivor, thorny, wild. Initially not fitting in with the dominant stereotype, I got used to reflecting: “Am I a woman? Why woman? What does it mean to me to be a woman? Why do I feel like a thorny woman?
The work occupies, in some way, the place of answers. Physically: "Why my body?" To which I reply, "Why not?" It's unavoidable, somehow. I am 27 years old and consciously I have been walking this path as a woman and an artist for about seven or eight years.
Until I was 18 I lived in Florida, there I went to drawing workshops from an early age and I had my first collective exhibition at 16, at the Casa de la Cultura. At 17 I participated in the Biennial of Young Creators of the Atchugarry Foundation and on the last day the exhibition “Sola” by Linda Kohen was inaugurated in parallel. It was the first exhibition of a woman artist that I saw, I spent hours going through it and I came back with many questions and only one certainty: I wanted to be an artist. Then I had the opportunity to come to Montevideo to study. I had to prepare myself, I understood that it was not going to be an easy match.
Along the way, I began to dream of thistles, very green, full of thorns, those that wither but become stronger and, already very rigid, they break off, fall and seed. They are reborn with more force, multiplied, in one place and another, because they move, they move. Expand your horizons! They light up! They are all different, very particular. Being a woman is being strong, brave and creative. As strong and resistant as a thistle, with many sharp points, difficult to digest.
My first inspiration was my mother, who is also a caltrop woman, since in her own way she found a way to be true to herself. It prepared me, attached to my essence, and made my first thorns come out, and helped me understand that in order to survive I had to develop adaptive strategies. I am full of thistles, scars and memories beyond the fence of what is expected of a girl and a woman, and I have mapped them, like the trail of one that follows its path.
I propose to appeal to the instrumental use of art, through various languages, as a tool to elaborate our sinister present, make visible and reflect on dimensions of our vital experience that, due to their subjectivity and immateriality, without this tool of representation and symbolic abstraction, we couldn't argue.
Photo by: Virginia Messiah
I produce images around questions that run through my existence, and have as a common thread the female body and its interaction with the medium, the environment and the territory.
I build myself all the time, why am I where I am? What do I want? I desire many very powerful things and the aesthetic experience is what allows me, emotionally, more or less, to go through that symbolic search.
“Who am I?” I ask myself, “what is my trauma?”, “why am I obsessed with caltrops?” They are my memory in the territory, and not only mine. On the other hand, I am working conceptually with them, finding in this conjunction an expressive freedom that I had not achieved in years of working with traditional techniques.
Photo by: Virginia Messiah
The caltrop is, for me, a botanical symbol, the maximum representation of insubordination and insubordination, since there are certain mechanisms and behaviors of this plant that are really effective for the dissemination of survival and adaptation strategies. I appropriate them in formal and symbolic intersections that are present in my visual work.
In my childhood, I knew how to play with them and use them as powerful weapons. As an artist, the use of visual imaginaries found in the landscape helps me to problematize my processes of healing and growth by sharing them. Each narration is a thorn, and together, they make up the territory, and my body.
The caltrop as an icon that represents the process of adaptation to the hostile environment, preserving its vital characteristics: that's the trick. Adaptations to remain true to one's nature.
As a woman, artist and teacher, I return to being a woman a thousand times, but I always latch. A woman without fear. That is the key, for me, to the freedom of creation. I dedicate myself to inventing my destiny, and since this is not the end of the story, I question myself as much as necessary, because, in a way, I model it and write it down. I have several horizons; as I walk, new ones arise.
Florence Martinez Aysa
27 years old, Born in the department of Florida, 1994. She currently lives and works in Montevideo, Uruguay.
Visual Artist and Teacher. He works in Secondary Education and in his own workshop, Montevideo. She is a workshop facilitator at MAVEA Museum of Visual Arts Florida. He has been exhibiting individually and collectively since 2012. He currently conducts art clinics with Cecilia Vignolo and attends the contemporary art studio run by Gustavo Tabares.
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put in body
Text by Juan Sebastián Peralta. Photography by Virginia Messiah
Por qué somos quienes somos ? From what phenomenon, element or concept do we constitute ourselves in the subject that we are, that we believe to be? I am my actions is something that resonates throughout the history of philosophy and also of theater. I am insofar as I act, and it is this work that configures me as the subject that I am.
_cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_ We can agree with Shakespeare and feel that we are but a passing shadow, a poor actor who struts and struts during his hour on the stage, and then is gone. nothing is heard anymore. Since life is but a tale told by an idiot, full of sound and fury, meaning nothing. But even that meaningless tale is configured through concrete actions and performances . Actions and performances that have so much meaning for their protagonist that they can even lead to anguish, depression and suicide.
_cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_ The configuration of the subject as an entity of meaning is carried out through its incorporation into the semantic field through action. The action is a putting into body of ideas, hence it is fundamental for the subject to distinguish if the ideas that he is putting into his body are his own or others.
«Una mujer no es a man”, “woman is a mother; male, father”, “they have different organs”, “oh teacher, you ask strange things”, “woman is woman”, these were some of the answers of a group of fifth year artistic, to the questions: what is a woman ? What is a male? Another student handed in a drawing, in which a stylized figure —phosphorite— with breasts appeared; In another drawing, a pregnant matchstick.
¿Qué hace que un male is a male? And that a woman is? Our culture distributes and assigns certain gender markers from which the semantic field of the feminine and the masculine is configured. Beard, mustache, pants, as opposed to makeup, skirt and heels. And the list goes on, not just with objects and attributes, but with expected action possibilities. Masculinity and femininity are a social, geographical and historically situated construction. Construction that is reproduced as a performance that has erased its own limits and that we recognize as the obvious, the natural, the given. bb3b-136bad5cf58d_
_cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_ The existence of drag queens and drag kings brings to the scene this performative condition of identity. Identity is a narrative that can be reproduced, introjected and sustained in itself, without relation to an essential substratum; a blank page that each individual scribbles, a self-writing that imposes itself as a present, and that, many times, by moving away from the anguish caused by its creation, is established as a unique story. But they are nothing more than, in the words of Hamlet, words, words, words. Which today can be some and tomorrow, perhaps, others.
_cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_But how does something like this appear in the classroom? Through what strategies can we think about the role of the body, of action, of the configuration of identities within the educational process? How can criticism of dominant narratives appear in pedagogical-didactic work?
_cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_ In my sixth year artistic courses, I work —generally in the second semester— Romeo and Juliet. Students who have already gone through a year and a half of training within the orientation have sufficient tools to choose scenes from the play and propose its staging. Whether in the scene of the balcony, the bedroom or the tomb, questions such as: "Does Romeo have to be a boy?" a student asks. "Can I play Juliet?" asks a man, "can we do the scene?" and they are two female students, and many more like that. This allows us to work from a critical reception of the roles, and to think collectively, why do we do what we do? Is it necessary that Romeo be a man and Juliet a woman?
Desde el trabajo en el classroom, we can carry out configuration processes for new images. Also from the performing arts we must ask ourselves what types of bodies we reproduce with our practices. How many wheelchair Juliets have you seen? How many deaf Romeos? Why does the nanny always have to be old and fat? Why can't Juliet be fat? The idea of beauty linked to a certain type of body crosses scenic practices and can be configured as a prison with disastrous consequences. Many of our students suffer from eating disorders, for example, self-image disorders. To what extent can the learning processes that we coordinate contribute to the health processes of these people? Or can only skinny people dance? Or is being on stage synonymous with having a body type accepted as possible? Our practices arise from our ideas, our ideas can change our practices.
Juan Sebastian Peralta
Philosophy professor (Ipa), actor (Emad), Master in Human Sciences (Udelar). He develops his artistic work in a range that includes theater, performance and audiovisual. He teaches philosophy, theatre, body expression, directing and creative writing. More info: juanseperalta.com
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Genealogy of a perceive
Text by Fabricio Guaragna Silva. Photography by Mariela Benitez
The first time we watch a movie, our state fluctuates from expectant and nervous to excited and committed, we are invaded, at times, by anxiety about the future that we do not know, as in life itself when we are living it in our daily lives. Recapitulating my artistic work is like rewatching the same movie, only one can select which parts to watch and which to let go, I can focus on the memorable scenes, letting the "dead times" pass, the inconsequential connections. But this is one of the possible approaches to artistic biography, one of many ways of observing, knowing that there is always a place that does not return to the memory of the mind. Instead, the body and its memory sing in other keys, perceive events from other readings. The body is a territory of the now and has its density to become, it sneaks in, transforms, provokes, invades and empathizes. A field of action that generates signs, encodes symbols and images, proposes. It is from this amorphous place that performance as a non-discipline helps me to connect with the conceptual lines of my artistic work, as well as to enable projects that are strengthened in the bond with another. Like the body, performance is a network of modes of expression that plays with the now, building unique events, traversing everyday life with metaphor. For this reason, the body and performance are fields of memory, unique and multiple, channels of communication that use their own languages. It is in this order that I locate my primary approach to this doing, investigating that other language, that possibility of transcending through my own transformation.
Why my body is not a utopia
My work is developed in several lines that are intertwined like a skein, entangled in the performative poetics of the institutionalized body and the possible drifts of the underworld in Montevideo's drag queen culture. This skein grows as my body assimilates new territories, an issue that will continue until my death. The tour begins by investigating identity as a subjective and political construct. I use my body crossed by various dissidences, and I wonder about the aesthetics of prejudice. The first performative work I did on a large scale was MUTANTE (2014), where I made public the transformation of my “masculine” body into a “feminine” body. I inhabited a long and complex process, which culminated in the extraction of my blood to place it under a microscope and be able to "observe" the existence of "internal" transformations. Symbolic act on the meaning of the human , questioning the limits of the known and unknown. Some time later, I made the performance NÓMADE (2015) where I intervene in the street, finding a new territory that amplifies the possibilities of the political-social body. This experience was a hinge for the development of my work, since the public and the private imply a great theme in my conceptual proposals. In September of that same year, I made the performance “La trava conchificadora”, where I investigate the premise from the body: the construction of gender is a violent act . In this work, the lines of work that he had been investigating are combined, generating an awareness in the viewer about the body crossed by prejudice, violence, deconstructed masculinity and pain.
In 2018 I am diagnosed HIV positive, which creates another layer of dissent and prejudice about my body. A new sick body is built on top of the abject body, it continues to become a possibility for more questions. From this event I diagram my first individual exhibition in the Engelman-Ost DRAG Collection (2019), where I conceive an autobiography from the body situation I inhabit, breaking with time and its linearity.
Since then, the changes and assimilations are part of the artistic journey that builds me, and enables me to think of the body as a clandestine entity. The body is atomized by layers, structures, norms, prejudices that do not allow it to coexist in its fullness and keep it in captivity, it inhabits a place crossed by structures that transcend it and tie it to a dystopia. A free body implies a utopia, a symbolic state that leaves it untied from its preconceptions, leaving its truth present in the now. Perhaps performance is a channel towards that freedom.
All my works:
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The ages of violence
Text by Diana Mines
We must be doing something wrong, or not doing it, so that femicides and serious gender assaults continue to be perpetrated despite having won work spaces and decision-making positions.
We have focused on reconquering the power that has been taken away and we have forgotten to recover the consciousness of the outburst. Because in all cases: what led each assaulted woman to accept a relationship that surely showed from the beginning overflows of control and possession camouflaged with passion and protectionism? It is in this progressive combination of abuses and concessions that the spiral of violence is born in many relationships, not only as a couple but also at work.
A culture that educates women and men to exercise the feminine and masculine roles -not always coincident- naturalizing control and possession is still in force. It is not surprising that so many campaigns to denounce abuse fail.
We Uruguayan photographers knew how to demonstrate a capacity for mobilization that, throughout four collective exhibitions¹, definitively corrected the unfair invisibility of women in the creative field of our profession. What began responding to a vindictive need, became an enjoyable experience of shared gazes and motivations, to the point that smaller groups continued to convene around more specific coincidences. However, when the marches of March 8 gained strength again in Montevideo, with women fed up with gender violence that does not stop or receive adequate responses from the system, some photographers recorded their development, without joining us as an organized collective. It is fair to highlight the exception of the group En Blanca y Negra², which in two urban interventions marked the gender inequity that still persists in the political and union fields. But we all owe ourselves a deep analysis of that violence that commits us as women in a historical awakening.
The girl, the pint and the Santa Maria
In the journey of my own photography, I wonder what images guided my impotence in situations of overwhelm, or perhaps they looked for answers and solutions. Because no matter how impeccable our feminist reasoning is, it has happened to all of us to become silent or paralyzed in the face of threatening situations of any kind.
Girls have little decision-making power over the tastes and behaviors that emerge in their personality. They are left to the discretion of their mothers, who have already expressed their own degree of attachment to the current patterns. The heads are repositories of identity signs and the girls have long hair and pierced ears (irreversible act, which they can only choose to continue decorating, or not).
Diana Mines turns 5, Nov 22, 1953
When I was about to turn 5 years old, I asked as a gift that they cut the braids that my mother intertwined after the painful daily disentanglement. Close to turning 40, other violence -other disobedience to female destiny- led to a strange ritual, a vain attempt to return to the age when the biggest mess was just my hair... The camera, a great ally, made visible -resolved, almost - so much anguish. A braid and a severed head. The second can be rebuilt. The first one does not, but it will be the column that it supports.
Diana Mines, Self-Portrait with Girl's Own Braid, 1988
Diana Mines - X-ray of spine (profile), INOT, February 2016
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¹ - Campo Minado (1988), A Ojos Vistas (1995), Cómplices (1997) and Crescent Room (2001). From 11 initial photographers, 40 were reached, occupying 3 exhibition halls: IMM Atrium, Buquebús Foundation and Notary Gallery.
² - Collective created in 2015 and made up of Sandra Araújo, Adriana Cabrera, Ana Casamayou, Lilián Castro and Estela Peri, carried out the urban intervention Hijas de Vidriero in Plaza 1° de Mayo in the Workers' Day event in 2016, and Women's thing in Plaza Independencia, 2018.
Today, at 72, it is the camera that is paralyzed when the entire body, naked, expresses the accumulated violence. Now it is devices managed by others that make visible. The system has other questions to identify: how old are you, Grandma? what tasks does it perform? Do you know what day it is? Once again, all with love, for our own good.
With a camera or with words, we will have to continue claiming.
Diana Mines, La Saga installation, December 2013, photo José Pilone
Diana Mines
She was born in Asunción, Paraguay, in 1948 and has lived in Uruguay since 1951. She worked as a theater and laboratory photographer, wrote reviews of exhibitions in various media, was a member of juries, curated, and participated in numerous national and international events. He has taught for four decades and has exhibited his photographs, both individually and collectively. He was a member of the team for the program “f/22 – Photography in depth” –produced by the Municipal Center of Photography and Tevé Ciudad- and received the Figari Award for his artistic career in 2010. Several of his works are part of the Engelman-Ost Collection. He currently coordinates the Looks Workshop.
meet them
Text by Gustavo Fernandez Cabrera
“Meeting them” is born from the hands, the selfless heart and the great work of almost two hundred artists.
Photo: Mariela Benitez
Two friends get together to paint, as always. They are united by art, a passion for easel painting and muralism, an activity that has brought them together countless times, here and in other lands.
Perhaps that experience was what left Federico Veiga (37) and his colleague Damián Ibarguren (50) with the intention of painting the face of all the disappeared on a large canvas.
But from that moment they decide to share the idea with other creators, starting the project "Encounter you with them".
For a year now they have been immersed in the gigantic task of inviting different protagonists of art, generating a record, receiving and documenting the works, publishing the process day by day on the networks and planning a large itinerant exhibition around our country. To that end, they presented the idea to different political actors, recently getting the Ministry of Education and Culture to declare the project "Meeting with them" of ministerial interest.
In turn, a documentary of the entire process and its protagonists is being made through the lenses of “Pata” Eizmendi and Pablo Sobrino.
The plan was: an artist, a disappeared person, for which each creator had the necessary information to get down to work, and could even connect with the relatives of the victims if they thought it necessary.
One year later, “Meeting with them” brought together 197 artists whose 197 works speak, shout or whisper the story of each one of those Uruguayan men and women victims of the civic-military dictatorship.
Thus, works of extremely varied languages and techniques were arriving, always in a standard format of 100 x 80 cm: paintings, drawings, collages, engravings, mixed and non-traditional techniques, under the slogan "celebrate life".
The subject had already been approached from plastic arts at the National School of Fine Arts and in the well-known photographic campaign "Images of silence", where cultural, social and sports figures were portrayed with the image of each disappeared person.
Gustavo is a plastic artist, teacher and communicator.
Photo: Mariela Benitez
From my place as an artist and as a Uruguayan committed to our reality and to the recent past, it was a moving experience.
Invited almost at the beginning of the project, I was assigned to Washington Fernando Hernández Hobbas, arrested and disappeared in Buenos Aires on July 5, 1977 at just 15 years old, with two of his brothers and his mother suffering the same fate._cc781905-5cde-3194- bb3b-136bad5cf58d_
At first, the idea of imagining him detained, tortured and disappeared, perhaps on death flights, was difficult for me. He knew that he had been used as “bait” to arrest other people. All this created an anguish in me that surpassed my will and creative capacity, to the point of doubting whether I was qualified to make a portrait with such an emotional charge.
It came to my mind that morning that after I put on my high school uniform, my grandmother told me that classes were suspended because there had been a coup d'etat, she was fifteen years old, the same age as Washington when they disappeared.
I spent months wandering around, until one very determined day I went to the workshop to portray “my friend Washington”, as I called him.
I arrived, I sketched the image and I began to paint, all in blue, as in a dream.
During the process, that anguish was transformed into joy, her haircut and her shirt made me remember my times of dances and first girlfriends, the colored lamps crossing some patio in Las Acacias, the music and those hopeful "seventies"._cc781905 -5cde-3194-bb3b-136bad5cf58d_
While I was painting I asked him: where will you be? See if after all this you show up. What would we talk about today? What would you have dedicated yourself to, what trade or profession? But his response remained submerged in silence from those large, melancholic eyes, crowned by his fringe and that faint smile on his almost round face, somewhere between a child and an adolescent.
Painting the portrait of a disappeared person is a strange experience and even more so in Washington, since the photo of him was taken by his sister Lourdes, who also disappeared under the same circumstances.
The "issue" of the disappeared in the hands of the civic-military dictatorship in Uruguay is an open sore, at this point we could say that it is an ulcer that does not finish healing until all the bodies are found , their remains or at least accurate news of their whereabouts.
As a society and in particular for the relatives of these victims, it is necessary to turn the page and close the book, but not by forgetting or forgiving their kidnappers.
"Meeting them" is born from the hands, the selfless heart and the great work of almost two hundred artists who want to pay homage through their expression to a group of Uruguayan victims of State terrorism, trying to shed light on that dark silence that sleeps under land or in the waters of the Rio de la Plata.
Never more.
Detail of work "Washington Hobbas", by Gustavo Fernández Cabrera
Photo: Mariela Benitez