SobreEllas
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Las mujeres de Casavalle se escriben
Texto de Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
No olviden jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, deberán permanecer vigilantes toda la vida
Simone de BEAUVOIR
Sección de Roxana Rügnitz a cargo de Maryorí Panizza, Teresa Lima, Mary Alvarenga, Marita Barboza y Marisa Silva, cinco mujeres de Casavalle.
«Sobre Ellas» nació para hablar de todas las mujeres. Sus voces, sus cuerpos, sus haceres siempre silenciados, escondidos. Este espacio tuvo la intención de hablar de ellas, las que están en todos los rincones, las que hacen posible que las cosas sucedan y, sin embargo, de las que, en general, nada se dice. Hoy, mi escritura necesita correrse, no escribirlas, para que sean ellas las que escriban sus propias historias. Por eso «Sobre Ellas» son las mujeres del Centro Cívico Luisa Cuesta, dependencia del Municipio D, con la coordinación de la Marisa Ledesma¹. Ellas vienen a contar una experiencia que es necesario conocer.
Hola a todas las lectoras y a todos los lectores de Piel Alterna, mi nombre es Maryorí Panizza.
Somos un grupo de mujeres que, tras la convocatoria para escribir un libro con perspectiva de género a través de talleres en el Centro Cívico Luisa Cuesta, sin darnos cuenta, nos fuimos transformando en familia. Una familia como cualquier otra, con integrantes de pensares y sentires diferentes, con un lazo no sanguíneo, pero si literario, formado entre todas, con historias propias, ajenas e inventadas, sacadas del cotidiano vivir como mujeres, amas de casa, trabajadoras, jubiladas; con ganas de decir, de sanar, de exorcizar vivencias. El lazo que creamos en torno al libro fue fuerte y contenedor, porque era necesario sostenernos. No resulta fácil escribir desde un contexto socioeconómico vulnerable, sin otras armas más que las ganas y el sentir de mujeres luchadoras, resilientes y empoderadas. Durante este proceso hemos sido muy cuidadosas en la escritura de los textos, con respecto a nuestras propias familias, a nuestros hijos e hijas que son parte de algunas de esas historias.
Como en un embarazo, fuimos gestando el libro que nos dio muchas satisfacciones. Conseguimos alcanzar el objetivo inicial y aún más, ya que, como un buen hijo, creció para darnos varias alegrías, como fueron las invitaciones para leerlo, presentarlo y contar, como en esta ocasión, que tiene cinco madres.
Mi nombre es Teresa Lima. Creo que la posibilidad de escribir un libro en colectivo, con otras mujeres, disparó un montón de emociones. Al principio, nunca pensé que iban a ser tantas, comenzó siendo un taller de literatura en el que escribimos sobre nuestras vivencias. Me animaron a contar algunas experiencias de mi vida pasada; fue increíble lo que sacaron de mí; fue algo transformador.
Publicar el libro fue toda una proeza. El diseño lo realizaron los estudiantes y docentes del curso de diseño de la FADU Casavalle de la Udelar. Ellos vinieron varias veces y trabajaron muchísimo para complacernos; que el tipo de letra, el tamaño, colores, diseños y costos. ¡Las fotos fueron un show! Parecíamos modelos. Nos decían cómo y dónde pararnos, nos sentíamos tan importantes. De repente, nuestra imagen y nuestras palabras eran públicas. Sin embargo, no fue fácil, mucho tiempo transcurrió antes de que tuviéramos el libro en nuestras manos, ¡todo un embarazo!
Finalmente, Casavalle, cuenca de mujeres que se cuentan nació y se presentó en sociedad. A la vez, teníamos que pensar quién nos iba a acompañar en la ceremonia de presentación. Ese día, el teatro de la Sala Lazaroff estaba lleno. Fueron nuestras familias, autoridades de la Intendencia de Montevideo e instituciones del barrio y periodistas de todos los canales. Pasamos muchos nervios cuando tuvimos que leer ante tanta gente, entre ellos, nuestra familia. Nunca pensé tener tanta fama a mis 82 años y firmar tantos autógrafos.
[Maryorí retoma la palabra].
Para mí, este libro representó un movimiento importante. Me hizo pensar desde mi género, desde mi yo mujer, algo que nunca había hecho antes. Me ayudó a ver la vida desde otro lugar. El lugar de mujer pobre, jefa de hogar, que vive en la periferia de la ciudad, que nunca se cuestionó el rol que la sociedad le tenía asignado hasta el día que surgió el taller literario. Ese día mi vida cambió. Pude sacar de mi interior muchos años de dolor acumulado, conocer otras vidas de mujeres valientes y luchadoras como yo. Este libro no solo nos unió en el papel, sino también en la vida. Nosotras nos conocíamos, pero no con tanta profundidad, y hoy estoy nerviosa, feliz, ansiosa. No hay en realidad una palabra que defina lo que mi corazón siente, es algo parecido a lograr un sueño, como cualquier sueño de la casa propia o un título, etcétera. Así de significativo fue. Es que lo simple y lo cotidiano es transversal a todos los humanos, sin distinción de raza, situación económica o edad. Me siento agradecida, bendecida y feliz por tener la oportunidad de ser parte de esta maravillosa obra literaria.
Hola, yo soy Mary Alvarenga. Me encanta toda escritura, es absorber mi persona, concentrarme en lo que pienso, en lo que escribo. Es trabajo mental total, memorias puras, sentimientos encontrados a flor de piel, fluyen miedos, soledad, risas. En el papel podés transportar muchas figuras, cosas impensadas que están adentro, pero que ni idea tenés. Es como en el dibujo, tomo el lápiz y, apoyado sobre la hoja, viaja a lo más profundo de mi mente, cuerpo y alma. Es un viaje en el tiempo. Es inexplicable lo que una puede expresar.
Me deja anonadada cómo la mente puede más que uno: se abren callejones de soledad, violencia, discriminación, desigualdad y, algunas veces, estas cosas salen de nosotras mismas. Y, a veces, es bueno saber que con tan solo dos líneas nos sentimos como paloma en libertad. Es hermoso. Está bueno que otros/as lean lo que ha sido nuestra realidad y que quizás, cuando te damos una sonrisa, escondemos el rigor, los golpes, el maltrato o la soledad. Desde mi lugar, quisiera pensar una escritura en la que puedo aliviar dolores pasados, sanar aquellos golpes. Así fue como nació la idea del libro y por eso me parecía oportuno entretejerla en esta historia.
Soy Marita Barboza y voy a contar un relato que puede ser el de muchas:
«… llegó gritando y exigiendo como siempre. Ya no le tengo miedo, me da lo mismo cuánto tomó o con quién.
Quiero proteger a mis bebes, que ya crecieron, pero los protegeré cueste lo que cueste. Cuando ven a su papá la sonrisa desaparece de sus rostros. Me doy cuenta de que llegó el momento, que no puedo dejar pasar nada más. Sí… no hay vuelta atrás.
Les pido a mis hijos que salgan a jugar con el Pirata, el perro. La noche estaba clara, la luna observadora, en lo alto, los iluminaba. No es normal que los deje jugar de noche, es peligroso que alguna bala perdida los alcance. Entonces me di cuenta de que él, el padre, era más peligroso dentro de casa. El daño que nos hace nos marcará para toda la vida. Se me llenan los ojos de lágrimas solo de pensar el futuro horrible, fatal, que mis hijos pueden llegar a tener con esos ejemplos de su padre.
“Me siento tan culpable, la vida no es fácil, para qué complicarla más”, pensé.
Mi cabeza no está bien, me zumban los oídos, escucho palabras sueltas, el macho, el guapo, dijo: “Vení para acá…”, mi mente se nubla, inconsciente, voy a la cocina, agarro la cuchilla, estoy descontrolada, lo quiero matar, lo miro a los ojos. En ese instante, reacciono… Esta persona no vale la pena, no lo vale, ni mi sacrificio ni el de mis hijos».
El silencio de todas las mujeres, de alguna manera, subraya la idea de que ese relato en alguna medida las representa.
Hay una familia de sangre —cierra Marisa Silva— que no necesariamente es la que contiene y escucha. Esa que reconoce la sociedad, la que se erige y funciona según las leyes del patriarcado. Esa que sostienen las mujeres en su rol de cuidadoras del fuego del hogar de acuerdo al mandato ancestral. Las que deben seguir sosteniendo cuando son las referentes de un hogar en el que el padre ya no está presente y, como mucho, hace llegar un magro aporte económico, con suerte y viento a favor.
Debe ser por eso que las mujeres nos buscamos y nos juntamos en diferentes ámbitos para repensarnos, apoyarnos, formando otro tipo de familia no sanguínea, en la que se compartan amores, dolores, consuelos, deseos. Así, nos encontramos cinco mujeres con la excusa de escribir un libro que nos contara un poco. Y en eso estamos, contándonos…
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¹ Marisa Ledesma, psicóloga, coordina este grupo.
Mujeres que habitan el Cabo Polonio
Texto de Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
Las más antiguas narradoras de historias fueron las mujeres mientras cosían. Por eso existen tanta relación entre los textos y los textiles: el nudo de una historia, el desenlace de una narración, el hilo del relato, bordar un discurso, urdir una trama. Las mujeres fueron las narradoras por antonomasia en los primeros momentos de la oralidad. Mientras cosían, contaban cuentos
Irene VALLEJO ¹
La historia cuenta que, en 1735, un barco español llamado Polonio, naufragó en esas costas. Desde ese momento, fue un asentamiento estable de navegadores y pescadores. Era un escenario de varias tragedias en altamar, porque se desconocían los peligros de la geografía del lugar. En 1881 se construyó su faro para guiar a los barcos hacia la costa. Esos lugares aislados, abrazados por el mar y los vientos, suelen estar llenos de historias que se van anclando en sus habitantes, como una memoria única, que lxs atraviesa.
Piel Alterna llegó en Turismo de este año al Cabo Polonio y a ese rancho azul que se mezcla con el cielo, donde nacen los cuentos y donde se foguea en las cerámicas y la guitarra, tantos relatos. Una vez más, la hospitalidad: Maricruz y Gabriel me abrieron las puertas de su casa y de su Tatuteatro para darme abrazos, desayunos y un millón de historias. Con ellxs, cualquiera sana el alma y empieza a despejar las ideas.
Fue entonces que, en una tarde de charlas, mientras se preparaba todo para la función de esa noche pensé en devolver algo de lo mucho que había recibido en esos días. Me imaginé a tantas mujeres habitantes de ese lugar, fuera del color y la emoción del verano. Pensé en el invierno, en la soledad y en la creación de redes que sostienen. ¿Quiénes son las mujeres del Polonio? ¿Cuál es la historia que fueron sembrando a lo largo del tiempo?
Lo increíble fue que en cuanto le dije a Maricruz esta idea, ella pensó enseguida en quiénes podían ser y así comenzamos a recorrer los ranchos del Polonio, e ingresamos en la intimidad de sus casas para descubrir en sus voces los cuentos y las vivencias de otros tiempos.
Antes del almuerzo llegamos a la casa de Martha González. Tiene 58 años y vivió toda su vida en esta zona. Su voz es amable, sin ansiedades ni prisas me va contando lo que significó para ella nacer y vivir en el Cabo: «Para mí vivir acá es algo normal. Nunca tuve la posibilidad de conocer otros lugares. Yo soy feliz viviendo en el Polonio y no pienso irme nunca». La calma de sus expresiones subraya su convicción. Tiene las manos entrecruzadas sobre la mesa de cármica y mientras habla, se puede ver que este es su lugar en el mundo. Entonces le pregunto sobre el contraste que existe entre el verano y el invierno a lo que responde sin cambiar de posición: «Claro que en verano hay mucho más movimiento que el resto del año, pero a nosotros nos conviene. Del turismo se vive bastante bien».
La clave aquí la da ella, cuando afirma que el medio de subsistencia principal lo da el turismo. El vínculo desarrollado con los tiempos del calor y el bullicio veraniego no es porque se convierte en un paréntesis de la soledad invernal. Para ellxs es época de zafra y así lo asumen: «Mi marido —Héctor Calimare— y mi hijo mayor —Javier Calimare— son pescadores. Yo hago artesanías con vértebras de pescado y caracoles. Las trabajo todo el año y espero la temporada para venderlas y con eso sostener el invierno, donde no hay ningún ingreso».
Soy una persona de ciudad, me cuesta pensar/me en espacios donde los tiempos se convierten en latencia, en preparación para los que vienen. Es claro que la ciudad nos mutila muchos sentidos, y por eso pienso en recursos como la salud, que, si bien lo tenemos al alcance de un bondi, tal vez debamos esperar semanas para conseguir hora con algún especialista. Le pregunto cómo hacen si necesitan recurrir al hospital y su respuesta llega, extendida y sin expresiones. «Para todo hay que recurrir a Castillo. Es el lugar más cercano para los trámites, los comestibles y para el médico. Aunque ahora viene una doctora de familia, muy buena, una vez por mes, pero si hay alguna emergencia, hay que ir a Castillo. Lo bueno es que acá somos todos sanos».
Nos vamos a su pasado, a descubrir su niñez: «Yo vivía en el Rincón de Valizas, que está dentro del área protegida del Polonio. Fue una niñez muy pobre. A la escuela rural en esa época había que ir caminando, era muy difícil. La zona del Rincón en esa época era bastante movida. Tenía dos almacenes. Vivían familias con cinco o seis hijos todos, muchos de ellos hoy viven acá. Al principio la gente vivía allá, en el Rincón y acá venían a la lobería». Claro que la interrumpo para preguntarle qué era eso de la lobería. Podía imaginar algo, pero, sin duda, mi sentido arácnido no me preparó para la descripción. Puedo ser capaz de sofrenar mi perspectiva vegetariana de mujer que puede elegir cómo alimentarse para dejarme invadir por un relato original sobre un oficio que representó el modo de vida de toda una población. Así que detengo mi voz interna y escucho a Martha. «Todos mis tíos venían a la lobería. La zafra era en junio y venían a matar lobos con un palo en la cabeza —no cualquiera podía matarlos— para sacarles la piel, el aceite y los genitales» ¿Qué me detuvo en ese momento que no pregunté por qué los genitales?
Continúa su relato: «No se podía comer la carne. Era pura grasa. Los que venían a matar lobos eran hombres, muy rústicos y valientes, con mucha destreza física para andar entre las rocas. Se ponían unos zapatos especiales llamados tamangos, que se hacían con arpillera o lana criolla de oveja para poder correr. El Estado brindaba todo un servicio para que se pudieran realizar estas actividades. Ofrecía la comida y los cuidados de salud. Por esa época venía el doctor Infantozzi a cuidar que los hombres que venían a la lobería estuvieran bien. Esa actividad se prohibió hace treinta años ya». No lo digo, no es necesario, claro, pero algo dentro de mí suspiró.
Salimos de ahí con una sensación de que por detrás de cada historia hay miles que se nos escapan. Llegamos a la casa de Daysi Vivas Acosta. Entramos en su rancho a conversar. Ella nos recibe con una sonrisa que nos atrapa en la comodidad del encuentro. Ella no lo dice, pero es artista plástica. Ha dejado su obra en cada rancho de la zona.
«Yo nací en esta zona, muy cerca de acá. Ya hace cuarenta y cinco temporadas que trabajo en el Polonio. Soy de origen rural, me formé en una soledad mucho más grande que esta. Fui a la escuela rural. Tenía un kilómetro y medio de caminata en invierno y descalza. Por eso, en mi experiencia, vivir en el Cabo Polonio no fue una vivencia de soledad, sino de gente, de compañía, de vecinos. Yo diría que esta población, tal vez por estar más aislada, tiene una característica de compañerismo, lo que no necesariamente quiere decir que todos nos llevamos bien. Tampoco es idílico, pero hay una conciencia de que el otro ser humano a la postre es tu último recurso».
La memoria de Daysi nos lleva al faro, a la inauguración del hotel de la zona y a algunos naufragios como el del Tacuarí, que sucedió cuando tenía 16 años. Historias lejanas, pero falta una historia que tiene mucho que ver con ella y el destino del Polonio. Se trata de la escuela: «Cuando nos vinimos para acá, nació mi hijo. En ese momento todos los niños iban a la escuela en Castillo porque acá no había. Las madres se organizaban como podían y los llevaban, pero esa situación no estaba a mi alcance. Cuando mi hijo mayor cumplió cinco años pensé que, si quería que empezara la escuela a los seis, tenía que comenzar a hacer los trámites para solicitar que instalaran una escuela acá. Me llevó dos años. Fue un momento difícil. La situación de permanencia de nuestra comunidad se encontraba en peligro. Desde el Gobierno había un empuje de no querer a las comunidades que nos habíamos ido asentando acá, porque querían hacer algo diferente con el Polonio y eso incluía, de verdad, el borrón de los que estábamos acá. Lograr instalar una escuela pública iba contra toda esa corriente, y lo conseguimos. Tuvimos que presentar un proyecto con todo definido. El edificio y la maestra. Había en la zona un espacio que se había creado para la policía, nunca se usó y lo propusimos para la escuela».
No puedo dejar de pensar en la belleza de esta ironía. Vivimos en un país que tiene el mayor gasto de la región en ejército per cápita y, sin embargo, allí, en ese pequeño rincón, se logra construir una escuela donde se había planificado una comisaría. Para mí es un jaque al sistema, aunque estemos muy lejos del jaque mate. Me entero de que, con toda justicia, se propuso que la escuela llevara el nombre de Daysi Vivas, pero la respuesta tiene esa incansable falta de lógica que deambula por la burocracia. Solo se le puede asignar el nombre de alguien a una institución, luego de que pasaran diez años de su muerte.
Maricruz, que nos acompaña, resalta la sabiduría y la fuerza de Daysi para responder al poder y hacer posible que el Polonio cuente con una escuela hace ya treinta y cinco años. No importan las prohibiciones del sistema, para todos esa es la escuela Daysi.
Seguimos camino mientras la idea nos revoloteaba los pasos. No fue por casualidad que nos encontramos con dos jóvenes mujeres preparando la tradicional chorizada de cada Turismo, cuyo objetivo es recaudar fondos para la escuela. Hablamos con una de ellas que nos trae una perspectiva foránea: «Me llamo Silvia Díaz y soy argentina. Tengo 43 años, vivo acá hace quince, por elección. La verdad es que al principio no tenía ni idea. En este proceso hubo algo de amor, de aventura y de inconsciencia. No estuvo programado. Conocí al papá de mis hijos cuando vine por primera vez y surgió el amor. Estuvimos viajando por dos años, con Buquebus de por medio, en mis tiempos libres. Después de ese tiempo, lo definimos. Él me planteó de irse para allá pero yo dije que no. No iba a sobrevivir en esa ciudad, sin embargo, yo estaba con más ganas de irme de Buenos Aires, aunque no había pensado en un lugar así, tan inhóspito. Primero vine en verano, como todo el mundo. Luego estuve cuatro días en invierno y vi dos ballenas gigantes súper cerca. Me dijeron que había sido mucha suerte verlas, y entonces dije: “Ta, es acá”».
Silvia es joven y no es nativa del lugar. Aprovecho esos factores para preguntar sobre lo que supone vivir acá fuera de la temporada: «En invierno, lo más bravo es la soledad intensa, mucho peor que el clima. Solo se logra transitar creando lazos. En el Cabo tengo algunos lazos, no muchos, pero hago teatro en Valizas y eso me ayuda pila. Ese grupo de teatro me supone salir de la isla, porque esto literalmente es una isla. Salir de las dunas, ir por las rutas y estar en un ámbito de creación despeja mucho».
Nos vamos quedito con la otra Díaz hacia el teatro. Se va poniendo la tarde y hay que armar para la obra de hoy. Nos sentamos en la sala, creada por ellos y, claro, ahí aparecieron las historias que trae Maricruz en su morral desde el minuto uno que pisó estas tierras y yo quiero contarlas: «Tengo 70 años y vengo al Cabo desde 1980. Mi rancho es del 83. Yo soy chilena, pero llevo más años viviendo en Uruguay de los que jamás viví en Chile. La primera vez que vine fue en el 78. Soy de ambiente cordillerano, mi padre era andinista, Sergio Díaz, fue el que rescató a los uruguayos del avión caído en los Andes —no el arriero, fue el que pasó la noche con ellos en el fuselaje».
Me resulta extraordinaria la forma en que se conectan las cosas. El tiempo va dejando los hilos de las historias. Hemos vivido tantas. Cada historia una vida y, a veces, hace falta solo un relato para unirlas.
Continúa: «Vengo de un ambiente en el que se hacían fogones nocturnos en la cordillera con los arrieros. Ahí eran siempre los cuentos, las fantasías sobre la dama de blanco o la aparición del diablo. En esa zona existe un lugar llamado la Pata del Diablo donde hay una roca con una huella que parece una pata. La historia cuenta que es la huella que dejó el diablo cuando pegó el salto para cruzar hasta la otra montaña. Cuando llego al Polonio, me encuentro con un rincón donde me siento entre iguales, en las noches de conversaciones y guitarreadas en lo de la Chela». El rostro de Maricruz se transforma mientras va entretejiendo historias de otros tiempos.
«El que nos recibió por primera vez acá fue Bonifacio Calimare, un gran cuentista. Cuando lo conocimos, vimos el barco que cuidaba y se nos antojaba una fantástica escenografía de ópera. Gabriel escribió una canción sobre él y sus cuentos que se llamó Don Guillermo. En ese momento no teníamos idea de que Bonifacio era el papá de la Chela. En ese tiempo pinté un cuadro de una mujer con un pañuelo atado en la cabeza limpiando pescado en una mesa de caballete. Pasaron los años y cuando conozco a la Chela le cuento sobre mi primer cuadro. Me dice que las que hacían eso eran solo dos mujeres, la Nena y ella. Así que, sin querer, probablemente y por el ángulo de la cara, sin conocerla, la pinté a ella». Esta historia, que parece casualidad, gesta el primero de los hilos que irá conjugando el vínculo que nacerá entre ellxs.
«La conocimos cuando vinimos con Gabriel, yo embarazada de Martín, de cinco meses. Alquilamos un ranchito que era de Daysi y su tía. Nuestra idea era venir a la playa sur y bajar al pueblo cuando remallaban las redes entre los ranchos, ahí bajábamos con la guitarra y empezábamos a cantar. El rancho de la Chela siempre estaba abierto y tenía un sillón donde te sentabas y empezabas a escuchar las historias más fantásticas». Gabriel y Maricruz, sin proponérselo, fueron, de alguna manera, los juglares del Polonio. A través de ellxs, sus historias siguen viviendo en las futuras generaciones. En este lugar se tejen historias como se tejen redes… Vengan, vean, cuiden y escuchen.
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¹ Vallejo, Irene. Las mujeres en la historia de los libros: un paisaje borrado. Irene Vallejo, escritora. BBVA Aprendemos Juntos, El País, 2020. Recuperado de < https://www.youtube.com/watch?v=yw7C_MLqgQw>.
About them
Hacia una central de trabajadores con perspectiva de género
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
Por un mundo donde seamos socialmente iguales,
humanamente diferentes y totalmente libres.
Rosa LUXEMBURGO
Una historia acotada por mojones
1870 es el año que se considera el punto de partida del movimiento obrero uruguayo. Por ese entonces se creó una organización conformada únicamente por trabajadores y para la defensa de sus derechos. Más tarde, en 1890, se formaron sociedades de resistencia, impulsadas por los anarquistas, aunque ya empezaban a asomarse también los socialistas. Recién a principios del siglo XX se promovió la formación de la unión gremial de obreros.
En 1923, en el Congreso Obrero, quedó sellada la unión del proletariado del país. De allí que surgió la Unión Sindical Uruguaya. En mayo de 1929 se constituyó la Confederación General del Trabajo del Uruguay (CGTU) con una plataforma que proponía seguir con la lucha de clase «para el mejoramiento y liberación final de la clase obrera».
A mediados del siglo XX, el ingreso del Fondo Monetario Internacional (FMI), los problemas económicos, el alza del costo de vida y la baja salarial impulsaron movilizaciones y reclamos populares que fueron fuertemente reprimidos por el Estado. Entre fines de junio y setiembre de 1964 se conformó la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) como un organismo permanente de coordinación y de lucha. Fue en 1983 que un grupo de sindicatos que organizaban el 1.o de mayo con las banderas de libertad, trabajo, salario y amnistía dieron nacimiento al Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT). La conmemoración del 1.o de mayo de 1984 expresó la unión entre el PIT y la CNT bajo la consigna «un solo movimiento sindical».
En estos saltos brutales por la historia de la CNT, hemos intentado configurar la dimensión histórica de esta organización. El punteo muy genérico, por cierto, da cuenta de un complejo y largo proceso. Verán que la referencia a los trabajadores está remarcada por una o que aún ni sueña con convertirse en x. ¿Dónde estaban las mujeres trabajadoras en ese entonces? ¿Qué lugares ocupaban?
La mujer en la militancia sindical
Piel Alterna conversa con dos jóvenes sindicalistas sobre las mujeres en los espacios de militancia. Nos encontramos con Tamara Naiara, secretaria de Género de Fuecys, y con Viviana Núñez, la primera dirigente mujer en setenta años del sindicato de camioneros.
La sección «Sobre Ellas» se enfoca en una historia que complementa los indicadores iniciales y lo hace a través de las voces de mujeres y feministas que vienen dejando el cuerpo en una militancia sindical que ha sido muy árida para todas ellas. Tamara comienza haciendo una precisión que es importante: «Las mujeres estuvimos siempre presentes en el movimiento sindical, desde comienzos del siglo XX, con las anarquistas y socialistas. No es que llegamos ahora; estuvimos siempre, pero subrepresentadas, sin ninguna posibilidad de participar de los espacios de decisión».
El tono de voz de Tamara es interesante, casi oximorónico, diría, entre la alegre calma con la que expresa lo que dice y la firmeza del contenido que evidencia una convicción inamovible. Con su presencia subraya cada aspecto de su relato y lo hace en el orden lógico de los acontecimientos.
Durante las épocas más oscuras, cuando fue necesario sostener la organización sindical en la clandestinidad, las que estaban eran las mujeres, porque los varones o estaban presos o fuera del país. En ese momento, las mujeres se organizaron, con un montón de códigos y dinámicas, muy interesantes de estudiar, para dar sostén y continuidad al movimiento de trabajadores. ¿Qué pasa cuando volvemos a la Democracia en 1985? Es brutal, porque después de haber resistido a la dictadura, las mujeres se ven obligadas a regresar a los lugares de invisibilidad, a un espacio que las pone por detrás de esos varones que vuelven y toman la dirección del movimiento.
Los lugares asignados por roles de género se reproducen en todos los sectores. Son determinismos culturales que les han negado a las mujeres y a las disidencias un acceso competitivo en puestos estratégicos de dirección. No podemos seguir repitiendo mecánicamente que a esos lugares se accede por capacidad, porque eso supone que los varones son los únicos preparados para ejercer el mando, y también que todos los varones que se encuentran en esos lugares están capacitados para hacerlo. Una y otra premisa son absurdas y caen obviamente ante la evidencia de los hechos. Caen también ante la premura de un tiempo que presiona los cambios. Caen ante cada nueva ola feminista que llega para recordarnos que la inequidad de género existe y pone a la mujer en un lugar de subordinación, cargándola de obligaciones definidas por el ámbito privado, dejándola fuera de competencia en lo público.
Tamara nos recuerda la importancia de ese hecho:
Aun cuando se retrocedió en visibilidad y en conquistas obtenidas también se abrieron ámbitos de discusión sobre lo que, históricamente, había sido invisibilizado. Por eso es tan importante reconocer a todas esas compañeras que dieron pelea para abrirnos camino. Su lucha insistente hizo posible la conquista del séptimo congreso del PIT-CNT, donde se define que una tercera parte de dirección y representación tiene que ser de mujeres.
Viviana viene del sindicato de camioneros a rompernos todos los estereotipos, porque es mujer y joven y, como Tamara, su compromiso está cargado de convicción y alegría. Ella irrumpe en el discurso con el deseo de subrayar la importancia histórica que tuvo ese momento. «Ese Congreso representó una victoria importante. Se empezaba a desarticular un espacio que había sido ocupado siempre por varones.» En este vuelco fundamental dentro del PIT, Viviana recuerda que, para las mujeres, militar y trabajar no fue fácil:
Militábamos y sumábamos todas las tareas de roles, por eso un logro clave para nosotras fue la conquista de la licencia sindical, que nos permitió continuar en los espacios de militancia gremial sin afectar todas las tareas vinculadas a nuestro rol que realizamos fuera del sindicato. Porque las mujeres siempre hemos tenido que articular la militancia con las tareas impuestas por la sociedad, como la de los cuidados, las tareas del hogar. No podemos olvidar que nosotras, después de trabajar y de militar, tenemos que llegar a casa para ocuparnos de lxs hijxs o cualquier otra responsabilidad de rol y, muchas veces, solas. Por eso conseguir militar en el horario de trabajo fue sustancial. El fuero sindical representó una gran batalla ganada.
Para enmarcar esta metáfora de batalla, Tamara nos cuenta una anécdota:
Cuando el PIT cumplió cincuenta años, hicimos un encuentro de jóvenes con la generación de los fundadores. Algunos compañeros empezaron a cuestionar el tema del fuero sindical, decían que ahora solo se militaba con fuero, re enojados. Entonces le pregunté: «Compa, usted cuando llegaba a su casa tenía a los gurises acostados, la comida pronta, la ropa limpia, ¿no?». No supo qué responder, porque esa realidad que han vivido ellos no es la misma que la de las mujeres. Los fueros democratizan mucho más el acceso a la militancia, porque lo cierto es que las mujeres siguen teniendo triple carga: trabajar, hacer las tareas del hogar y militar. Es muy fácil cuestionar las dinámicas actuales cuando ellos tenían quienes le resolvían todo en la casa.
Esto pone otro foco sobre el trabajo de las mujeres en los sindicatos porque, además de militar por los derechos de todxs lxs trabajadores, las mujeres deben luchar por conquistar espacios para las mujeres, para que las trabajadoras también se sientan representadas y con voz dentro del PIT. Viviana lo sostiene desde su planteo: «Que las mujeres estemos en los espacios de dirección en los sindicatos es muy importante para la organización porque la fortalece. Yo soy del sindicato de camioneros». Lo dice fuerte, claro y llena de orgullo, pero también con sus labios pintados, como para desmantelar cualquier preconcepto que quiera filtrarse.
Cuando llegué, había tres compañeras que me abrazaron. Hasta ese momento, el sindicato tenía una dirección conformada solo por varones. Cuando la dirección cambia se instala otra perspectiva. Hemos avanzado. En un sindicato tan masculinizado como este, ser la primera dirigente mujer y que hoy otra compañera ocupe la secretaría de Género es histórico, pero estas cosas no se saben.
Las escucho y pienso en los costos que ha tenido para ellas todo este proceso. Tamara lo confirma:
La militancia ha sido un espacio bastante hostil para las mujeres y siempre se nos exige mucho más. Incluso nosotras mismas nos exigimos. Cuando tenemos que dar alguna nota, por ejemplo, hablamos con alguna compañera para que lo haga y, aun teniendo formación, no se animan, mientras que a los varones les ponés un micrófono delante y te hablan de todo. Nosotras nos exigimos un montón de credenciales para cumplir lo que un compa hace con mucho menos. Es un tema pesado, porque quién sobrevive a tanta exigencia. Cuando una compañera llega, hay que valorarlo mucho y entender que no lo hace sola. Gracias a la cuota hemos podido acceder a lugares que, aun estando formadas, antes no podíamos.
Con respecto a la cuota, surgen las resistencias que se dieron en la interna de los gremios. Sobre eso, Viviana afirma:
Concebimos la cuota como una herramienta. Aún hay compañeros que no están de acuerdo e insisten en que si estamos ahí es por capacidad, pero la verdad es que, sin la cuota, no estábamos. También conseguimos otras cosas. Cuando empezamos a negociar los consejos de salario se hizo toda una campaña dentro del Pit, y se logró incluir la cláusula de género en los convenios colectivos.
Tamara apunta:
Hoy, el 80 % de los convenios colectivos salen con cláusula de género. Sin esa cláusula, las mujeres somos las que cobramos menos, las que tenemos que faltar cuando se enferma el gurí, las que por estar embarazadas perdemos horas y, con eso, oportunidades, lo que, al final, siempre influye en la brecha salarial.
Son muchos los temas y poco el espacio. Nos van quedando dos aspectos que no podemos dejar afuera: el acoso laboral y el paro de mujeres del 8M.
Con respecto al primero, es necesario detenernos en la existencia de la Ley de Acoso Sexual. Viviana toma la posta y nos cuenta:
Nosotras hemos trabajado muchísimo el tema del acoso sexual en el ámbito laboral. Por ejemplo, hemos hecho campañas vinculadas a las trabajadoras sexuales —porque no olvidemos que el compañero camionero va solo en la ruta, donde se encuentra con ellas—. Nosotras llamamos a Karina Núñez y, en plena pandemia, comenzamos a trabajar con ella para concientizar de que las mujeres que encuentran en la ruta haciendo trabajo sexual también son trabajadoras como nosotrxs. A raíz de eso, en la pandemia, el sindicato de camioneros comenzó a repartir canastas, para que cada compañera trabajadora sexual, en cada rincón del país, pudiera cubrir necesidades básicas.
Tamara la escucha y, desde su mirada, ya se va adelantando lo que piensa:
Sobre el tema a mí me saltan dudas, porque muchas veces, cuando empezamos a implementar protocolos en las organizaciones sindicales, empiezan a surgir las denuncias. En Fuecys ha pasado. En lo que es comercio y servicios, durante mucho tiempo estuvo naturalizado. Desde que conseguimos la secretaría de Género y desde el año pasado, que implementamos el protocolo de acoso sexual en la organización sindical, empezaron a caer denuncias porque las compañeras sintieron que tenían un espacio seguro para hacerlas. Nosotrxs tenemos varias situaciones de acoso desde los mandos medios, los compañeros y los subalternos. Nuestro sector es muy feminizado y muchas veces tenemos compañeras encargadas y ellas también nos plantean que reciben acoso de los trabajadores que tienen a cargo. Es que ese poder es bien subjetivo, porque en realidad podés tener un poder específico y objetivo, pero después, el ejercicio en el relacionamiento de género en el poder se sigue sosteniendo la misma lógica en la que el varón se siente habilitado para el acoso. Es interesante lo que sucede cuando se implementa el protocolo desde la secretaría de Género del PIT, porque empiezan a caer las denuncias y lo primero que se dice al respecto es que se trataba de una jugada política por las elecciones. Siempre aparecía alguna explicación que buscaba deslegitimar la denuncia de las compañeras acosadas.
Hacia un 8M con paro de mujeres
El enfrentamiento entre las feministas y el PIT se ha ido intensificando cada 8M. Hoy, llegamos a esta fecha con el paro de mujeres votado por el PIT-CNT. Es una noticia importante, tanto como comprender su proceso.
Las dos están frente a mí con una presencia que parece completar todo el espacio, algo así como la consciencia de lucha que las envuelve. Es Tamara la que comienza a contar cómo fue el camino hasta hoy:
Fue en el 2016 que comenzó la discusión sobre el paro internacional de mujeres. Si bien es cierto que el primer paro de mujeres surge en Europa, el movimiento masivo que se genera cada 8M es bien latinoamericano. En el 2017 empezamos a dar batalla. Como en cada discusión aparecía la idea de que era imposible implementarlo por distintas razones, los tiempos se corrían. Lo importante es que, hoy en día, una gran parte del ejecutivo del pit-cnt y de la mesa representativa, entendieron que la necesidad del paro es porque las tareas productivas y reproductivas que hacemos las mujeres afectan al capitalismo también. Entonces, cuando paramos las mujeres, de verdad para el mundo. Otro tema en este proceso ha sido el llegar a entender la militancia desde otra perspectiva. Las herramientas de lucha de la clase —la huelga, el paro, trancar una empresa, etc. ― existen, pero siempre han sido territorio del sindicato. Cuando llegan los feminismos y deciden apropiarse del paro, eso genera un problema. La gran disputa que ha habido todos estos años tiene que ver con esa resistencia. Una cosa que es importante decir es que si las mujeres sindicalistas tenemos la potencia para hacer algunos planteos es porque integramos la intersocial feminista, porque estamos organizadas en colectivos y organizaciones feministas. La masividad de los feminismos en el Uruguay no sería tal sin las mujeres sindicalizadas, sin duda, pero acá se genera una simbiosis que está buena porque el paro de mujeres no es propiedad solo de las mujeres sindicalistas: este paro de mujeres trasciende incluso el mundo del trabajo.
Viviana nos incluye otra perspectiva desde su sindicato: «En la rama de los camioneros, cuando decretamos el paro de mujeres, el sector más afectado que tenemos es el de la logística. Es ahí donde se hace visible nuestra la importancia de nuestro trabajo cuando no estamos».
La batalla entre las organizaciones sociales feministas y los sindicatos ha sido intensa a tal punto que el PIT-CNT recibió el calificativo de pito CNT, pero la lucha interna de las compañeras, que insistieron y persistieron también fue importante, aunque muchas veces silenciosa.
Marzo quedó atrás, la movilización fue, como siempre, impactante. Las calles de Montevideo se vieron desbordadas por una marea violeta. La alegría y la certeza de que el camino es juntas y es reclamando por más y mejores derechos hizo de esta marcha un acto de amor. El día después es evaluar y retomar la militancia, porque sin acción no hay transformación.
Ahora llegamos a mayo. Lxs trabajadores somos muchxs, todxs diversxs, pero con un mismo objetivo: los derechos laborales. En cada movilización hay un denominador común, el de la conquista de derechos para los sectores más vulnerados. Seguimos viviendo un mundo estratificado, en el que los privilegios de unxs suponen costos muy altos para otrxs. Será la historia la que hable un día; por ahora, lo hacemos nosotras, porque sin relatos que den cuenta de los hechos desde múltiples perspectivas, quedan huecos que llenan lxs que tienen el poder. Tomar la voz, contar lo que nos pasa desde nuestra realidad es imprescindible para montar las piezas que siempre faltan en el rompecabezas de la historia.
Lo que anuda la palabra, lo desata el deseo
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
Cuando me llamo a mí misma feminista, lo hago en el intento de dar cuenta, de un modo asfixiante, inequitativo, opresivo, violento de vivir en este mundo y, al mismo tiempo, una propuesta para acabarlo para que otro advenga. Cuando me llamo lesbiana, es un intento de desplazar los límites no solo sexo – genéricos asignados desde afuera, sino sobre todo desde adentro: digo lesbiana y algo en mi respira a aire nuevo de respiración. Con respecto a poeta, bueno… ahí hago silencio, y espero a ser hablada por Poesía
MACKY CORBALÁN
«La primera militancia es en el lenguaje»
¿Nacemos del deseo? ¿Somos el resultado de un impulso que se diseña en el deseo? ¿Qué es, entonces, el deseo? ¿Cuántas formas de deseo existen? Mis dedos recorren una página en blanco repitiendo la misma palabra como si a través de ella surcara el terreno de la escritura, para sembrarla. Me sumerjo en la vanidad de las ideas que rompen el límite de mi mente para dejarme seducir por las palabras que van naciendo, convirtiéndose en imagen, mientras el cursor subraya la línea entre lo que no existe aún y, sin embargo, existe (ay, Macbeth).
Una fuerza interna convulsiona. Las letras se unen, las palabras surgen, las frases quieren ser al menos un esbozo de lo que perciben en su ilusión primaria. Escribir para que revienten las fuentes prohibidas. ¿Cuál es el principio? ¿Cuál, la dimensión del orgasmo desvanecido en el movimiento sinuoso de tus manos mientras recorren el tejido ansioso de mi piel? ¿Cómo se tensa un cuerpo en el teclado o en la latencia del sexo que se desborda hasta romper el límite de una frontera que no es solo geográfica…? Hay, en este recorrido, preguntas que se resisten a cerrarse en un signo.
Imagino territorios liminales que podrían abrirse a la real existencia del deseo, pero no me quedo en ellos. La cama deshecha como el borde de una isla no es suficiente. Una idea que propone un nuevo destino serpentea el discurso, y lo puebla de otras formas del deseo.
Me vuelvo a las imágenes de mi insistencia en la escritura, siempre torpe, aunque obsesiva, como un animal que rastrea la presa. La razón que impera en la búsqueda es capaz de ceder para mantener intacta la sensación del pulso en el sexo, como una fuente imperiosa, inacabada, en la que las palabras se atropellan. Caen, al fin, en el punto (in)sospechado del estruendo y se ahogan en un doloroso llanto. Escribir desde el deseo para trascender la forma obvia del deseo. Escribir desde el imperativo latente en el cuerpo. Escribir desde otras configuraciones simbólicas: Who am I? Where am I from? What are my words?
Hace mucho tiempo comprendí que las palabras construyen realidades. Estamos llenxs de palabras. Les damos categorías, las definimos. Entonces, las nombramos: deseo. Una gama inmensa de posibilidades se abre, dependiendo de nuestra historia, de nuestro entorno, de nuestras creencias. Rellenar una palabra para instalarla en un sentido debería ser un acto sagrado, porque, una vez que la lanzamos, cae con todo el peso de su contenido.
¿Qué palabras nos definieron? ¿Cómo nos definieron? ¿Qué hicimos con ellas? Las palabras ajenas, que trazan nuestra imagen, pesan aún demasiado en nosotrxs. Si llenar una palabra de sentido impone responsabilidad, llenar de sentido una existencia está vinculado directamente con la consciencia de los deseos que la habitan. Digo aquí: formas de autopercibir los deseos, como un acto de identidad, de reconocimiento. Un principio de conexión que nos acerca un poco más a quienes somos, y nos rescata del eterno mandato de ser lo que se espera que seamos.
Conocerlos es, posiblemente, un problema para el sistema. Sobre todo, si esos deseos existen en cuerpos prohibidos, no normativos. La construcción política de nuestra red social supuso reglas, demandas e imposiciones rigurosas sobre los cuerpos. El primero fue el de la mujer. ¿Qué implicó el deseo para la existencia de la mujer? Todos ellos: el sexual, el creativo, el vital que la define más allá de su genitalidad. Ser fuera del Estado, de la religión, fuera de la casa en la que se le construyó un único deseo como pilar principal: ser madre. En los pocos casos en que fue posible, el castigo niveló el riesgo. Relatos en los que ellas eran la fuente del caos y del pecado gestaron las bases para la apropiación de sus cuerpos como territorio.
Las palabras han definido cómo debe vivir el deseo una mujer cisgénero y heteronormada. Fueron esas mismas palabras las que desterraron de la existencia todos los cuerpos que no se ajusten, en rigor, a las necesidades del sistema que define, por medio de esos relatos, qué es lo normal. El deseo se desfigura cuando nos ven otrxs, alternxs. Molesta, incomoda, enfurece no poder acomodar la imagen de una palabra, soportada por un significado heredado, a la de los cuerpos disidentes. Entonces aparecen expresiones para clasificar, catalogar, como una forma de recuperar cierta visión del orden del mundo que consiga mantener la representatividad social intacta.
Mientras leo Ética tortillera¹ de Virginia Cano, pienso, a través de su texto, acerca de cuándo escuché por primera vez la palabra torta, tortillera, y cuándo esas palabras se asociaron al sentido «lesbiana». Hice el ejercicio que propone Cano y me vi en la vereda de mi casa, en Rosario (Argentina), esperando para entrar a la heladería que había abierto hacía unos días. Mientras contaba las monedas se me acercaron unxs amigxs con sus padres y empezaron a decir que la mujer que había puesto la heladería era una «tortillera». La palabra impactó fuerte en mi mente. Nunca antes la había escuchado. No sabía qué significaba. Bueno, podría hacer acá un relato de todo lo que imaginé en ese momento que, ciertamente, no tenía nada que ver, pero derivaría en otra historia. Lo cierto es que esa palabra no venía sola, estaba acompañada de sonidos, de gestos corporales que todos hacían a la vez y, aun sin saber lo que quería decir, entendí que se trataba de algo malo. Tenía diez años. Claro que entré por el helado —por si les interesa— pero lo único que veía era a esa enorme mujer, poniendo todo su esfuerzo para atendernos, mientras en mi cabeza resonaba: tortillera. Me dio miedo.
Esa palabra me acompañó unos cuantos días con sus noches. No me animaba a preguntar a mis padres qué quería decir. Luego me enteré qué significaba, gracias a mis amigxs, más despiertxs que yo. La respuesta que me dieron ellxs, debo decirlo, me dejó con más dudas: «Mujeres que duermen con mujeres». Caí en estado de alucinación. Yo dormía con mis amigas cuando me quedaba en sus casas. Dormía con mi mamá a veces, o con mi tía. Entonces, ¿todas éramos tortilleras? No parecía lógico. Algunas de las personas que la llamaban así y se reían eran lxs padres de mis amigas. Ellxs sabían que dormíamos juntas y no nos trataban de la misma manera. La definición formal vino de un diccionario, algún tiempo después. Lo cierto es que un término tan simple, pero atiborrado de referencias negativas, se podía usar para describir la vida de una persona en relación a sus deseos. Comprendí dos cosas: el peligro de las palabras y la exigencia de su uso en determinados contextos para ser aceptadxs.
Todo ese pequeño relato devenido de mi memoria, que agradezco a Cano —y a quien me prestó el libro— se carga de sentido cuando descubro, allí, en aquel momento de mi infancia, y ahora, que las personas creamos palabras —más allá de todo el rollo comunicacional— para instalar al otro en un marco que permita separar, discriminar, diferenciar. Consignar estatus de existencia. La heladería de mi barrio duró muy poco. Nunca más volví a ver a la que llamaban «tortillera». Esa fue la realidad que le construimos a partir del concepto que le asignó un lugar distinto al resto, porque su cuerpo expresaba demasiado el «error» de amar a otra mujer.
Descubrir una palabra, asociarla a formas binarias de lo bueno o malo, ver las consecuencias que trae, tiene un impacto directo en la formación de una niña. Sobre todo, cuando esa niña crece y comprende que tiene deseos que van a imponerle ese mismo estigma y, posiblemente, impedirle abrir una heladería en el barrio. Entonces, todos los espacios públicos en los que la palabra ajena articula la vida se convierten en un riesgo. Deseo es un simple verbo que puede ser inocente incluso, o puede desterrarte del mundo, como lo dice Virginia Cano en su libro: estamos hechos de palabras, hacemos a los demás con palabras. Los cuerpos están atados a las palabras que les imponen comportamientos. ¿Dónde quedan los deseos, cuando esas palabras que nos definen son más poderosas de lo que sentimos? Escondidos en lugares privados, como si fueran una categoría peligrosa que debemos ocultar.
Construimos explicaciones viables para que nos acepte el entorno o reducimos nuestra vida a compartimentos estancos, y ambos también. Somos plenos en nuestra comunidad, y, fuera de ella, habitamos el cuerpo que es requerido. Es reduccionista suponer que todxs hacen lo mismo. Para descartar esa opción, habría que enfocarse en los distintos tipos de población y las palabras elegidas en cada caso. ¿Qué decidimos decir y mostrar dentro y fuera de la comunidad? Es supervivencia pura, pero tiene costos.
Este trabajo dio muchas vueltas antes de nacer, y no nacerá, aun cuando se publique, porque sigue siendo mar embravecido. Es intento que no cabe en un artículo. Apenas una idea abierta. Lo que las manos ansiosas lograron desatar en la hoja silente lo resolverán ustedes; por lo pronto, hay ahí un nudo que quedará así. La naturaleza de la palabra como un acto desesperado que viene del deseo de ser pero que nos asigna un lugar, dependiendo siempre del registro de nuestra identidad, frente a esto, la impunidad en que se desenvuelve, ciega, amparada en construcciones anquilosadas y perimidas. Corren nuevos tiempos. Los deseos saltan más allá de la represión en la búsqueda de una ética de la existencia —en el sentido griego— en la que ser, desear, decir y crear aniden en un territorio posible y sin márgenes que guetifiquen cuerpos.
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¹Cano, Virginia. Ética tortillera, ensayos en torno al êthos y la lengua de las amantes. Madreselva, 2015.
El dolor como síntoma
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
La posibilidad de alternativa al sistema monógamo no va de ligues y noviazgos, sino de colectivización de los afectos, de los cuidados, de los deseos y de los dolores. Para resistir a la violencia individualista, tejer redes rizomáticas. Pero, para ello, tenemos que desenmascarar el sistema que nos confronta y nos convierte en sujetos activos en una competición sangrante.
Brigitte VASALLO
Pensamiento monógamo, terror poliamoroso
¿Cuáles son los límites de las relaciones? ¿Hasta qué punto el cuerpo deja de ser autónomo en función de otro que toma posesión, en nombre de las sagradas leyes del amor? En este número el tema es el dolor. Pienso en las mujeres que han cargado la marca del dolor a través de su historia. Si bien podríamos enumerar varias formas del dolor vinculado al rol de género, hoy vamos a poner en tensión dos términos: dolor y amor, que son oximorónicos y aun así…
Probablemente se trate de un artículo con más preguntas que respuestas, pero intentaré descubrir en las voces de algunas mujeres, ciertos rastros del dolor asociados al amor. ¿Cuáles son las preguntas que necesito hacer? ¿Qué representaciones, reales o ficticias, me han definido como sostén de un ideal que reproduzco? Pienso en mis abuelas, Amalia y Pura, dos mujeres distintas en sus cuerpos, en su construcción del mundo y, sin embargo, dos mujeres definidas por el dolor.
Antes de dejarme invadir por las voces de Ellas, las que tienen algo que decir al respecto, sigo masticando algunas sensaciones. Busco en mí misma algunas ideas sobre el amor y el dolor. Me resulta interesante pensarlo como un síntoma de algo más físico. Cuando decimos que el amor se siente en el estómago en forma de mariposas, no solo damos cuenta de una romantización metafórica, también lo inscribimos en un territorio físico y palpable. ¿Sucede igual cuando se procesa el camino inverso, hacia el desamor? Podríamos pensar que sí, cuando todos los dolores se acumulan en el cuerpo de manera orgánica como una constatación del vacío.
Hace muchos años, una amiga me preguntó: «Cuándo el amor termina, ¿a dónde va?» Entonces, yo no era capaz de comprender el alcance de sus palabras. Sin embargo, como todo en la vida, la experiencia acumula información y nos reconecta con la memoria como herramienta para el presente. Para una mujer racional, descubrir que el desamor tiene un impacto directo en el cuerpo, como evidencia empírica de la pérdida y el dolor, representa un desacomodo en su estructura.
¿Qué hacer con esa información? Escribir, ordenar, condensar en palabras cada convulsión emocional que se materializa en el cuerpo. Una podría sentarse en un rincón de su casa para navegar todos los huecos que le quedan cada vez que un dolor la atraviesa. ¿Cuántas formas de desmantelar el mundo en una respiración agónica existen? ¿Por qué el destierro ha representado uno de los castigos más terribles de la humanidad? Ahora me vuelvo a mí y me pienso en mis muchos exilios: el que viví de pequeña, llevada como entre paquetes, al exilio de mi padre; el que experimenté en un colegio, atravesando la puerta del aula, expulsada por la maestra en segundo de escuela —el patio se me hizo un mar insondable lleno de fantasmas y terrores, del que no sabía cómo salir—; el exilio del regreso a un país romantizado. Sin embargo, ninguno fue tan potente, tan revolucionario o arrasador como el exilio del amor.
Sí, lo sé. Probablemente esa sea una de las frases más cursis de esta sección, pero representa con precisión toda la incertidumbre, todo el precipicio que se experimenta en el proceso. Fue entonces cuando pensé en mis abuelas. En sus personales destierros, físicos y emocionales y en sus cuerpos repletos de agujeros que llevaban con dignidad, como si fuese imposible pensar otra forma de existir. Ellas ya no estaban para contar sus historias, pero el mundo está repleto de mujeres agónicas en el dolor. Con el ánimo de escapar del ejercicio narrativo de autoficción, recurrí a otras vivencias, con preguntas simples, con la idea básica del lugar común que representa amor y dolor.
Las palabras en Ellas
Cuando algunas de esas mujeres con las que me contacté recibieron mi propuesta un domingo de mañana (como si ya los domingos no tuvieran una carga de soledad y desamor), me empezaron a caer audios. Parecía que se había desbocado un enorme río contenido. La selección que hago de todo lo que me dijeron está impuesta por el espacio. Sus palabras vienen a jugar un contrapunto con mi planteo inicial, que apenas deja abierto el tema. Una idea constante fluye: el dolor no se puede esquivar, está ahí para enseñarnos algo. Sus relatos de domingo y mate son un buen ejemplo de la fuerza de la que somos capaces las mujeres. Estas son sus voces:
Claudia (profesora de biología) aportó una perspectiva dual sobre la cuestión. Plantea que el vínculo entre amor y dolor no necesariamente tiene por qué ser algo negativo. «Claro que hay una cara oscura en esa relación que sería el amor enfermo. Aquel que tiene que ver con soportarlo todo». Sin embargo, también existe en esa relación tópica una mirada distinta. «El dolor relacionado con una separación de pareja —dolor en el sentido de dejar de ser objeto de ese amor— o una pérdida o la lejanía de un hijx. Entiendo que, en esos casos, el dolor viene a demostrarte que el amor puede hacer que des un salto cuántico como ser humano. Ese dolor transitado y trabajado te permite procesar tu propia evolución».
Una voz distinta es la de Elena (escritora) quien viene trabajando desde hace un tiempo este tema en sus textos. Su escritura siempre está vinculada al amor lésbico, y en ese sentido propone la idea de que un enfrentamiento entre dos mujeres que tienen un vínculo sexoafectivo puede ser doloroso y excitante a la vez. «Siempre existe la idea de que el amor está asociado al dolor como algo puramente negativo y por el final de una relación, pero lo que no se suele decir es que, de una manera afectiva, todas usamos formas de sadomasoquismo a nivel emocional y en forma permanente. Esto parte de una seducción que, claro, termina siendo de mucho dolor a nivel corporal». En esta línea, Elena recuerda su cuento El amor de mi vida en el que una relación laboral se transforma en un vínculo sexo afectivo basado en el sadismo.
María de los Ángeles (profesora de literatura) habla de etapas. «El amor en sus distintas versiones, creo, siempre está unido al dolor. El error es pensar que sufrir es algo malo y no, es inevitable. El amor implica siempre a otro con el que tenés una forma única y privilegiada de conectarte con su intimidad. Idealizar al otro y cargarlo con expectativas que no puede cumplir —porque es distinto— genera dolor. Para mí, el amor de amores es la maternidad. El amor y el dolor que se siente por un hijo es más profundo y visceral que el de pareja, por todo lo que proyectamos sobre esa vida y sus posibilidades. Otro dolor profundo es la posibilidad de la pérdida de un hijo. Me tocó vivirlo de cerca y aún lo recuerdo como la experiencia más dura de mi vida, en la que me di cuenta del amor incondicional que sentía por él. Todo eso nos hace crecer».
Yola (música) nos instala en la dificultad de pensar juntos esos dos términos. «Es una pregunta difícil. Siento que el amor es felicidad y no dolor, salvo cuando es ausencia de amor en la forma que sea. Ahí aparece el sufrimiento. El amor y el dolor son antagónicos.»
Ana (profesora de lingüística) nos habla de otro lugar. «El amor más difícil de todos es el amor a una misma, aunque no me atrevo a decir que sea más difícil para las mujeres que para los varones. Los hombres también son víctimas del patriarcado, al menos los que quieren desmarcarse, y ellos también sufren. Creo que la sociedad impone mayores dificultades a las mujeres para poder sentir amor hacia nosotras mismas. En este sentido, el amor a sí mismo cuesta muchísimo y duele. Porque lo que nos decimos a nosotras mismas (darnos con el mazo y con la porra) no se lo decimos a los demás. Demostrar al mundo que se banca el dolor que sea y que se resiste. Eso parte del tremendo miedo a la vulnerabilidad. Pienso en la generación de mi madre, para quienes la idea de darse por vencidas era imposible. Está mal, hay que poder darse por vencidas, saber reconocer que hay dolores que nos pueden y hay otros que no necesitamos. Las mujeres debemos aprender que no somos heroínas desgarradas porque nos venza el dolor, somos humanas. Debemos ser capaces de darle la bienvenida al dolor, porque es un proceso legítimo».
Jimena (psicóloga) lo piensa desde la complejidad que supone el vínculo de emociones. «El dolor en el amor sucede cuando hay algo que genera interferencia, ruido a partir del desamor. El dolor pasa cuando algo del amor se proyecta sobre la otra persona que no está en la misma línea. Cuando se procesa una desilusión porque somos diferentes, ahí se genera tensión y dolor. La herida mayor que provoca es el desamor, que puede ser vivida desde el narcisismo cuando desaparece todo ese amor que se había depositado en la persona y ese vacío genera mucho dolor. También es fluctuante y dinámico por lo que el dolor puede aparecer y desaparecer. Como las emociones se vinculan con el cuerpo, muchas veces se somatizan y, cuando el dolor es muy grande, se siente efectivamente de forma física».
Alejandra (actriz) se para desde una perspectiva del ideal a alcanzar en nuestra evolución: «Creo que desde el momento en que el amor es una cosa dinámica de descubrimiento, está cargado de ego, de necesidades. Por ejemplo, si un bebé no recibe lo que necesita de la madre, sufre dolor. La falta de amor genera dolor. Pienso también que el concepto de amor va evolucionando en el ser humano. Hoy es importante comprender que el primer amor de todos es el amor a unx mismx. Somos nuestra primera y última compañía. Si unx se ama a sí mismx logra eliminar gran parte del dolor. Porque cuando buscás que el otro llene un vacío, que te complete, eso genera dolor. La gran conquista de las personas es completarnos, autonutrirnos dentro de nuestra propia existencia».
Las voces son muchas y, en algunos casos, los hilos que van generando el tejido coinciden, tal vez por eso fue necesaria una selección. El relato no pretende dar cuenta de la profunda carga sostenida por las mujeres a lo largo de la historia. Las palabras compartidas nos hablan del amor y el dolor porque esa era la propuesta. Pensar esta asociación desde distintos lugares nos permite desarticular presupuestos, a través de tantas miradas de mujeres que se duelen porque viven.
Agradezco a todas las mujeres que nos acompañaron en el artículo: Claudia Martínez, Elena Solís, María de los Ángeles Romero, Yola Antoria, Ana Rona. Jimena Dibarboure y Alejandra Wolff.
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La fuerza de la red
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
Esta sección nace con la intención de escribir sobre las mujeres que han tejido un entramado de redes para sostenernos, para enseñarnos y para heredarnos una alternativa de la historia. Esta sección ha querido honrarlas, abrazándolas a todas. La vara es alta, no será una empresa fácil, pero estoy convencida de que es necesaria.
Una de las pioneras feministas de nuestro país me contó la historia de «pasar el zapato». Sucede que venimos descalzas, desarmadas de todo lo que necesitamos para ser mujeres en este mundo y en este contexto. Sin embargo, otras nos antecedieron y descubrieron, más temprano que tarde, el costo de ser feminista y la necesidad de organizarse.
Probablemente muchas tuvieron que andar sin calzado durante algún tiempo, pero forjaron los hilos indispensables para llegar a nosotras y entregarnos los zapatos que ya debemos dar a las que vienen detrás. Es una tarea que se sostiene entre todas: las mayores que, en un momento, comprenden que es hora de pasar la posta y las jóvenes que la reciben porque nada empieza de cero. Ya existen zapatos para continuar transformando, pero desde una articulación que cimenta el proceso.
Esto sucede en todas partes. Es una marea que desborda. Estuve hace unos meses en México, donde conocí la Colectiva Editorial Hermanas en la Sombra, que trabaja con mujeres privadas de libertad. No voy a ahondar en el tema, esperando que sean ellas quienes escriban al respecto en el próximo número. Las traigo a mi memoria porque a través de su experiencia se volvió muy evidente la importancia de contar la historia. Existen muchas mujeres haciendo trabajo social en las sombras, existen muchos colectivos activando, pero ¿qué pasa si no se genera un relato sobre lo que hacen?
La ausencia del relato tiene consecuencias. Se me ocurren apenas dos: por un lado, el borramiento de los procesos que terminan imponiendo un continuo volver a empezar y, por otro lado, la entrega de espacios para que la historia la cuenten otrxs, recortando la visión de los hechos. En Uruguay tenemos muchas hermanas en las sombras. Hoy voy a hablar de uno de los colectivos que las agrupa y que ha nacido para ser un bloque de acción y respuesta a todo lo que pueda implicar una amenaza a nuestros derechos, pero también ante cualquier situación en que una mujer se vea violentada. Este grupo surgió con la característica de ser autoconvocadas y con la aspiración de lograr un activismo desde la horizontalidad.
Si bien es imprescindible organizarse, mostrar, también es importante contar lo que se hace desde los lugares más corridos del centro hegemónico, por eso hoy hablamos de Resistencia Feminista.
Esta colectiva, que me honra integrar, está conformada por muchas mujeres y todas importantes. Sin embargo, para contarles esta pequeña historia, (porque tiene un año de existencia), aunque inmensa por lo que significa, hablamos con tres de sus integrantes. La antropóloga Patricia Totorica, la maestra y senadora Amanda Della Ventura y Ximena Giani, activista en derechos humanos y derechos de las adolescencias en conflicto con la ley penal. Ante ellas, mi palabra se convierte en transcriptora para que sus voces les lleguen de la manera más clara y directa. Les pido que cada una me hable de Resistencia Feminista desde su subjetividad. Qué sienten, cómo la viven, qué supone para ellas esta colectiva.
Decido comenzar con la mirada de la senadora Amanda porque, desde su lugar en el Parlamento, tiene una perspectiva distinta de las representaciones de estos espacios de acción social. En su comprometida generosidad, responde de inmediato: «Este grupo significa mucho para mí. Es un lugar original de sororidad y de apoyo, como suele decir Patricia, la lideresa natural. Porque, más allá de que nos definamos como un colectivo horizontal en el que participamos todas, Patricia ha sido el motor que mueve y nos sacude incansablemente. Desde una perspectiva cotidiana y en lo concreto, el colectivo posibilita ver lo que pasa alrededor de un tema en específico y a partir de ahí, reaccionar y actuar en la práctica. No somos un grupo más. Aquí estamos muchas mujeres de distintos lugares, bajo la consigna que le gusta repetir a Patricia, “ninguna le suelta la mano a ninguna”, lo que nos define. Todas nos apoyamos a través de los medios que tenemos para ir más allá de las palabras. Estamos en donde cada una de nosotras nos necesite».
Le sigue Ximena, una de las jóvenes involucrada con Resistencia, y sus palabras son suficientes para comprender todo lo que supone formar parte del grupo: «Resistencia Feminista surge de “La interrupción voluntaria del embarazo (IVE) se defiende”. Surge de esa terrible sensación de que nos arrebataban un derecho militado, legislado, apropiado y pionero en relación a nuestros derechos sexuales y reproductivos. Se trata de una ley que pasó y traspasó un veto presidencial. En el colectivo se siente esa fuerza que nos impulsa, independientemente de dónde vengamos, que se vio reflejada en esta grupa autoconvocada en la que todas fuimos encontrando nuestro lugar. Trabajamos en red. En un tejido infinito de posibilidades, pero tratamos de hacerlo de forma horizontal y corporativa, rescatando y potenciando nuestras particularidades. Esta es, además, una red intergeneracional que da cuenta de la cantidad de mujeres que estamos viviendo historias distintas. Es también una red disidente, porque entendemos que se trata de un espacio para todes.
Resistencia Feminista es una herramienta de trasmutación, de lucha, de empoderamiento y aprendizaje que nos sostiene. Una red de intercambio y discusión que analiza, pero también es muy crítica. Este es un lugar de construcción de los feminismos, en su amplia definición y su alta participación. Un colectivo de pluralidades que sigue en construcción y con una cabeza como motor, que es Patricia Totorica, fuera de discusión. Ella se mete a fondo en cada situación, impulsa, arenga y convoca aún en su tránsito personal por una enfermedad oncológica, Patricia ha tocado cada fibra desde los distintos niveles que nos movilizan y atraviesan».
En algún momento de este relato se hizo muy notorio que había un componente que era denominador común de todo lo que implica el movimiento de Resistencia Feminista. Estaba claro que Patricia, aún ante la lógica de la organización horizontal, era clave para la activación del colectivo. Por lo tanto, si hablar de esta organización remite directamente a ella, se vuelve indispensable su voz. Ella nos cuenta cómo y por qué surge la colectiva: «Resistencia Feminista es una derivación de algo que comienza en octubre de 2021 y que se llamó “La IVE se defiende”. Un jueves escuché las declaraciones del director de la Administración Nacional de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), Leonardo Cipriani, que planteaba la intención de comenzar a revisar los procesos que forman parte de la IVE y entonces me indigné.
La ley que tenemos con respecto a la IVE es una buena ley, mejorable, claro, pero es una buena ley. Establece, entre otras cosas, determinadas garantías para la mujer, como por ejemplo que la junta de especialistas que la ven no tiene potestad para decidir sobre si va o no a continuar con el embarazo. La que decide eso siempre es ella y no el equipo técnico. Cipriani decía que se estaban autorizando «de forma automática» la realización de la interrupción de embarazos. Esa afirmación significa una mala interpretación de la ley, voluntaria o por desconocimiento, lo que es igual de tremendo. En ese momento entendí que debíamos hacer algo. Yo creo profundamente en los movimientos sociales. Como dice Margaret Mead, “nunca dudes de grupos de personas comprometidas que puedan cambiar el mundo”. Así que, esa misma tarde, en un arranque de “vasquismo”, armé un grupo de WhatsApp con treinta mujeres amigas, militantes y feministas. Las puse a todas como administradoras y me fui el fin de semana a descansar, porque justo había empezado el tratamiento, así que me desconecté de todo. Cuando volvía, el domingo de noche, recibo un mensaje de una amiga y connotada veterana feminista quien, en sus términos maravillosos, me dijo “Bo, yegua, ¿a ver si te haces cargo de esto que armaste?”. Ese grupo de solo treinta mujeres se había transformado en un grupo de trescientas. Tuvimos que hacer una cadena de correos para poder integrar a todas las mujeres que se iban sumando.
A partir de ahí, empecé a hablar con mujeres de todos lados, nos fuimos convocando unas a otras y generando un movimiento espontáneo que en cinco días juntó a cientos de mujeres de distintos feminismos, con las que nos encontramos en la plaza Independencia de Montevideo con el fin de entregarle una carta al Presidente y expresar nuestro repudio a las declaraciones de Cipriani. Esto acabó por generar un movimiento que se replicó en Buenos Aires en la puerta de la embajada uruguaya a la misma hora. Muchas mujeres empezaron a contactarse con el grupo para sumarse a manifestar, con ganas de poner el cuerpo, pero desde la conciencia de que, si no lo hacíamos, se venía una brava. Era visible ya la intención restauradora de los valores más conservadores, lo que ponía en riesgo todos nuestros derechos adquiridos.
Esta movida tuvo una particularidad, todas las integrantes proveníamos de distintos sectores políticos y sociales, la gran mayoría de izquierda, aunque no sé si hay mujeres de otros partidos. Fue una de las primeras experiencias donde dejamos de lado nuestros propios colectivos y movimientos para constituirse en una organización horizontal. Con respecto a la importancia de este hecho, hace un mes me contactó una periodista española para entrevistarme sobre la IVE y sobre la manifestación que logramos al juntar miles de voluntades sin importar si la lideraba alguien o quién la convocaba.
Del grupo inicial se crearon redes para replicar nuestras movidas. Llegamos a ser tendencia durante varios días, algo que es muy difícil en Uruguay. Todo esto tuvo un impacto enorme, pero especialmente en nosotras al comprender que podíamos unirnos para pelear juntas más allá de las discrepancias. El movimiento feminista uruguayo es sumamente diverso y la diversidad siempre construye. Esto vuelve realidad el sueño de encontrar un espacio feminista de militancia, más allá de interesas particulares. Un lugar donde el poder no se ejerza de manera patriarcal porque todas somos iguales.
En algún momento de todo este proceso, resolvimos hacer una asamblea de evaluación y fue ahí que se propuso trascender la situación coyuntural de la IVE y transformarnos en un movimiento que hoy se llama Resistencia Feminista. Este es un espacio muy querido que vivo con mucho amor, aunque a veces puede ser una carga porque el haber sido la impulsora me genera la responsabilidad de no dejar que se caiga, de sostener. De todas formas, es una experiencia maravillosa en la que habemos mujeres feministas de muchas perspectivas distintas que tenemos algo en común, queremos cambiar el mundo, volverlo más justo e igualitario. Aprendo todo el tiempo de este grupo, de todas y de mí, de mis frustraciones, de las cosas que debo mejorar, como por ejemplo aceptar que no siempre tengo razón (risas) y que puede haber otras formas de hacer las cosas. Es un espacio en construcción que ha generado lazos de amor. Yo vivo Resistencia Feminista como la red donde discutimos de lo que pasa, pero donde también hablamos de nuestras vidas como personas, como mujeres.
En este proceso recordé algo del pasado. Hace 25 años yo era una antropóloga recién recibida y fui a Chile, a Temuco, a una comunidad mapuche para hacer un laburo con Renzo Piubarte. Allí, una sacerdotisa mapuche me dijo: “Vos sos puente”, lo que no entendí en su momento. Hoy me doy cuenta de que sí, es lo que soy. Conecto personas para generar red, que es la manera en que las mujeres nos hemos organizado históricamente y sin el permiso del patriarcado. Entiendo que la única forma de cambiar el mundo desigual que habitamos es la lucha feminista y se logra así, con espacios como este, donde todas somos importantes y donde experimentamos esto que implica organizarnos sin que nadie ejerza el poder, sin jerarquías. Porque necesitamos estar atentas, que nos duela en el estómago las injusticias, los femicidios, las violaciones. Así es Resistencia Feminista. Un espacio de compañeras, de hermanas donde aprender, con una intención y un objetivo político, porque eso es el movimiento feminista. Resistencia Feminista es la tribu. Me siento contenida aquí y entre todas hacemos lo que se necesite hacer para ayudarnos, para remarcar, no solo la lucha, sino las cosas que hacemos bien y que nos permita generar una cultura entre nosotras, un relacionamiento sin competencias. Resistencia es para mí un sueño cumplido y una vida con motivo. Desde acá y entre todas, ninguna le suelta la mano a ninguna».
No es necesario continuar, esa frase que es símbolo del movimiento se convierte en aquel tejido inicial, que finalmente nos abraza a todas.
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Ducks and Calenders
¹ «Ley 18987 del 17/10/2012 y su Decreto Reglamentario Nº 375/12. La garantiza el derecho a la procreación consciente y responsable, despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo hasta la 12ª semana […]». (Manual de Procedimientos para el Manejo Sanitario de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Ministerio de Salud Pública de la República Oriental del Uruguay).
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A generation that flies high
Text by Roxana Rügnitz. Photography by Mariela Benitez
“The young man fears that machine that is going to catch him, he sometimes tries to defend himself with stones; the old man, rejected by her, exhausted, naked, has nothing but eyes to cry with. Between the two of them the machine turns, crushing men who allow themselves to be crushed because they don't even imagine that they can escape. When the condition of the elderly has been understood, it is not possible to settle for demanding a more generous "old age policy", an increase in pensions, healthy accommodation, organized leisure. The whole system is what is at stake and the claim cannot but be radical: to change life” (Simone de Beauvoir)
On this occasion, the theme of the magazine imposes on us an exercise that is not easy and in which we usually do not think much. Old age, that time of life that is always connected with negative aspects: physical deterioration, loss of beauty, energy and the proximity of death.
As a society we have thought very little about that period of life, its realities, its potential, and how it is lived, within a dizzying world that seems to have no time for anyone who is not "active".
Then a word linked to the end of working time comes to mind, but that became flesh in older people: being "passivxs". The burden of that term strikes at my common sense. As if society required you to stop life, suddenly and because you are at an age that seems to require a "rest". Who imposes that limit? Why is it imposed?
When we define people as "old", we are already incorporating into the language a lot of assumptions that come from preconceptions associated with ideas conceived as far from everything that is considered beautiful: youth, appearance, desire. We have built a universe of old age —from the conceptual to the material— that is dark, full of negative imaginaries, that causes us fear and distances us from force, although the hours do not stop, for no one.
However, in this 21st century, as changeable as the previous one, the perspective is changing, there is an experience that is perceived differently, expanding the margins of the time of enjoyment.
The people who go through old age today are no longer the same as before. Even when this statement falls into an astonishing obviousness, I install it to see it, to process that difference from the women who today go through the so-called «third age». With them we find ourselves and through them, we rethink ourselves.
We are time. We are a biological organism that, in its development, reaches the stage known as old age. A process associated with reaching the end of the road and not as the privilege of going through a body, a whole story lived from the idea and emotion. Why don't we talk about old age?
Today, in this section, They are those women with a voice, with action and decision. They are women for whom age does not represent an impediment at all. We interviewed Norma Blanco (82), Martha Garabedian (81), Lilián Liaci (89) and Juanita Stillo (82).
The meeting was very funny. Three of them are friends, they grew up together in Cerro, the neighborhood of the refrigerators and the meat federation, in the fifties. That context defined them. Women who grew up in a working-class neighborhood, but with certain privileges: all white, all with access to education.
It is difficult for me to start with the questions, but it occurs to me that we need to know what it means to live the time of old age from the body.
Juanita Stillo, a lucid and very effective woman, answers when she speaks: «I have the feeling of a woman who still wants to do things. Although I'm not worried about age, I don't feel like I'm 82. When I say age out loud, I remember my old aunts who were 70, but their posture and clothes made them look like a thousand years. I think that all the load of preconceptions they had, limited them».
They know each other so well that, at times, it is difficult to follow a thread, they talk about everything, they talk about stories, about memories, but they return to the interview, like a game. Norma, with a voice full of vitality, continues Juanita's idea: «It's that they came from a different education. I am the oldest, but I am delighted to be this age. Today I feel freer. I express what I feel without the restraint of what others may think. It is also true that I was lucky to have a father who raised me to be a free woman with all the possibilities. Yes. 75 years ago that, a rarity for the time.
As they play with the times of yesterday and today, which are intertwined in their experiences and become evidence in their bodies, Martha thinks about the idea and replies: “Today, at my age, I feel very good. I don't think that I am old, I live and —despite some pain, which can be a reminder of age— I go out, I do things so as not to stay».
So I am encouraged to another idea. Everything in his stories is connected with doing linked to yesterday and today, but what about tomorrow? So I ask them, "Are you afraid of time?"
Norma starts determined: “No, I don't feel afraid. It is something that is happening and building. Life brings everything and we are living it. The one that happened, was what I had to live, was left behind; what it is, I enjoy it.”
Martha responds thinking about that time, the one that belonged to them in abundance, and tells us: «The past time was very beautiful, we had a beautiful childhood and those are memories that unite us and connect us with everything that we were. In that sense, since the past was so happy, I feel that the present is full of that and its results, so it is not a problem.
Lilián arrived a little later, she easily joined the idea: «I had everything in my life. Sadness and joy. The time of greatest training, I spent alone with my father, who was an artist, that developed in me a sensitivity for music that today sustains me and gives me joy».
Juanita plays with the trajectory of her life to answer: «The past is my roots, but today I have a life of my own that I am defining. Today I enjoy my moments, the ones I choose. I live alone, although my children always go, and I have the power to decide. On my body, yes, the wear is felt. They register in places through pain, but I don't sit still. I do hydro gymnastics and the Alexader technique to support that aspect. I also go out, I go to the theater, I always do things that motivate me, like meeting my friends.
There they look at each other, they laugh, they look like teenagers enjoying the moment and, somewhere, they are. They transmit to me a confidence in life and its possibilities that even change my writing register. After commenting among themselves, Norma replies:
«I live alone, although I have a son with me who is almost never there. I was widowed five months ago. What I do to be well is very diverse. I like to read a lot. I also write, although now I need to take my time to process my husband's death and I know I'm going to do it. I've already recomposed myself with my first widowhood, with my young children, so now it won't be any different. I always swam a lot, for forty years. Maybe that's why I have a good relationship with my body. Swimming saved my life. It allowed me to sustain a tragedy at the time. I've had a pacemaker for eight years now, but I feel great. I wake up and do 45 minutes of exercise because my body tells me to. It is clear that time deteriorates our body, that is part of it and we know it. A chair deteriorates, aren't we going to deteriorate people? (laughs).»
Martha continues with the same logic. Three widowed women, three women who live alone, beyond the presence of children - in this case, all men - who need them. That loneliness in his words does not seem to be a complaint. On the contrary, it is a claim.
“I live alone, I am a widow. At night, for my old body, it's the worst time, because in bed everything hurts, so I'm looking forward to dawn. I get up, walk, do errands and do my things around the house and then, suddenly, I feel good again, without pain. I know that my body is defined by pain: the spine, torn tendons, etc. But I'm not complaining. I do exercises, I use an ointment for pain and continue.»
We talk about the body, so I think about the appearance, the visual, and I ask them if they like each other.
Martha jokes, compares, but comes to a conclusion: “I liked her better before (laughs). I really feel that we age well. I try to do things to feel good about myself and enjoy myself." Juanita follows her: «Yes, now everything has changed. We wear clothes that we like, modern, with colors, without complexes». In this line of the use of objects for the body, Norma jumps and says: «I freed myself. I don't wear heels or bra anymore, it's been a long time."
Lilián has a different reality. It should still be support of other situations. Her gaze holds wishes that she pronounces: «I am very healthy, I do not have osteoarthritis, I do not have rheumatism, nothing at 89 years old, but I have to accompany my husband in his process, which is hard. I like going out with friends and walking. I walk every day to give myself air and be able to continue despite my personal situation. I try to read, but the view no longer accompanies. I listen to a lot of music, especially string quartets. What I can do to be well, I do, always.
It occurs to me that the time in their lives is not only drawn on the body, but also on the issues that modernity brings and that could be a problem when doing things. I ask them about the networks, thinking that they were going to answer me that they don't understand them and I realize that it's me who doesn't understand, when I listen to them.
Juanita tells me how she learned to manage the nets thanks to her son. “When I retired I wanted to investigate my roots in Italy. There I learned to use the search engine to inform myself. When we were born there was only radio. Today I have Facebook, I learned to pay bills from the computer to manage, as far as possible, these new communicative realities».
Norma seems to respond within what is expected and surprises us: «I don't get along very well with networks. I am from the era of the notebook where I write down everything. I still have a cell phone and I do History and Literature classes by Zoom from my cell phone»
Martha adds: «I started with the computer first because my daughter came home and taught me. Once I learned, I was doing everything. On my cell phone I have all the networks: Facebook, Instagram and WhatsApp. I manage everything as far as I can. I even learned to search for movies on YouTube and show them on TV.
Lilián tells us: «I do everything by computer. I use Google, the search engine, but I learned on my own. Trying".
We are closing the meeting with women who not only have a past. They have an active present and that enables me to ask them about the future:
They all speak at once. They are full of plans, ideas, possibilities. They want to travel, they want to take courses, they want to meet their friends and enjoy their grandsons and granddaughters. They are full. In that instant, they became teachers, capable of teaching that the question of age is formal. They dismantle all cultural representations about old age to show us that there is always time and that life is what we have now, not a promise, not an idea, it is what we do today.
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¹ Federation of Workers of the Meat and Allied Industries (foica).
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The thread of memory. A feminist feat of five women
Text by Roxana Rügnitz. Photography by Mariela Benitez
Friendship between women is the only way
to save the world and save life.
Rita SEGATO
The history of humanity has gone through all the paths for the construction of the society in which we exist today. Most of that journey was conceived, produced and directed by men. The entire social order and the role of individuals within that order were determined by men. This, which is obvious, has defined the place that women have occupied. They have colonized us from ideas to the body.
We have had to go through many bonfires until we discovered ourselves in the others, as equals, weavers of a support network for pain. We have given birth, we have renounced desire, remained silent, and endured all kinds of violence. Today our voices continue to claim.
March arrives and Alternate Skin thinks of them, those who built the history of feminism in Uruguay. Those crazy and daring, those few women who in the 80's left their private spaces, their places of ¿comfort?, and faced everything to open the way for us.
The meeting held in Plaza Las Pioneras was held with Elena Fonseca, Lucy Garrido and Guadalupe Dos Santos. While the interview with Lilián Abracinskas and Lilián Celiberti was conducted in their respective homes. It will be a challenge for the magazine to convey the richness of his words.
An afternoon at the Pioneers
Do we see the feminism of the 80s in black and white? Who were those women who made the leap to transformation?
I see them there, sitting in that square that vindicates what they did. Elena takes the floor, perhaps, because as she says: «I am the oldest, I am 91 years old». I think of her at that time, as a grown woman, leaving the apparent privilege of comfort to change the world for everyone. While I am stirring that idea, she begins: «What was clear to me at that moment was the sensation of collectivizing what we thought. Not the collective of filling streets. It was to meet one by one and understand you thoroughly. That was a shock. At that time a publication called “To know that we are not alone” came out, that title gives you the guideline of what was happening to us. For me, I live more than theory of emotions, it was an emotion to realize that the same thing happened to those women with whom I spoke.
Guadalupe smokes and thinks back. She and her birth to feminism, like a sacred moment, that changes you forever. Her words are ordered with memory: «I don't know how I got to feminism, because first I got to trade unionism and the AFMUCASMU women's commission (1) and the first organized women's commission in the PIT-CNT (2), that today they seem to have forgotten. At that time I did not understand what was happening, theoretically and politically, but something was not right. The mistreatment of the compañeras who always remained in the background, added to the arrival of women who came from exile and brought us reading material. All of this led us to get together, to set up study centers. Little by little, all that movement began to take place, which, more than massive, was conscientious”.
The three have a high level of understanding, even in disagreements. They are fun and have a deep awareness of the process and its journey. Lucy takes the floor to analyze that distance, from yesterday to today: «Between what happened yesterday and what happens today, there are huge differences. However, if I were young today, I would do what young women are doing, even more radical. It is true that many of the things they do now are not new. For example, when they came out with "Fed up", it was our slogan. In a statement that we released in 1995 it already said: "Fed up with...", with a long list of things. In general, we did almost everything, but without the repercussion that, luckily, we have now. Before we had to get together, we came from different places, we came from the left, others from the union or the party and that was inevitable. Today the young women, with all the rights in the world, do not want anything that was achieved to be touched, but they have to know that all Those conquests were the product of a long struggle in which we and a lot of feminists had to see Cotidiano Mujer, as a means of communication, had an important possibility of convening other crazy feminists who were like us, so we gave news about them We showed that they existed. There were feminists in Cerro Largo, groups of black women from Barrio Sur, organized tobacco women, there were many incipient groups that were born after the dictatorship. We see the struggle of all those women. The first time gender violence was discussed in Parliament, it was a laugh for them. Our goal was to make the invisible visible and that's why we messed with all the themes»
Exposing the gross product of patriarchy, denouncing the handling of our bodies as merchandise associated with economic interests, restoring content to words, all of this that we handle today with absolute naturalness represented, for these women, a territory of combat and conquest for the new generations. Guadalupe makes it clear when she says that “bad words, like lesbian for example, began to have political content. They were no longer bad words, because behind them there was a whole universe of signifiers». For this reason, Elena delimits a clear phrase: «To name is to possess reality. We changed the meaning of some words, we created concepts that today the youngest inherited».
I wonder if they understand the value of what they did, in a historical sense, and Lucy, without taking away from it, replies: «Before there were other feminists, like the Luisis (3) at the beginning of the century. In the post-dictatorship there was Cotidiano and Grupo de Estudios sobre la Condition de Mujer (GRECMU), because the other groups were not called feminist. What happens is that if you assumed you were a feminist at that time, you were crazy or you were a lesbian or you hated men.
I am interested in the relationship of that feminism with party politics, linked to the context of leaving the dictatorship. I ask them if there was a shift in feminist interests in pursuit of that first objective, which was to position themselves against state terrorism.
Elena responds immediately: «We were born in our struggle at the same time that the dictatorship was being abandoned and that could have generated confusion, in my opinion. Several years later, in 1993, when the Vienna Conference was held, Human Rights wanted to reduce everything to the issue of State terrorism and there, we fought hard to integrate the objectives of feminism. The truth is that I believe, naively, that we changed the world».
Lucy clarifies some aspects: «What happens is that the main struggle, at that time, was the proletariat against the bourgeoisie. It was also from those places that we got spaces. We set up the Broad Front Women's Commission (4). Seregni set up a place for us inside the house of the Broad Front (FA) where we met on Thursdays and made a tremendous quilombo. From those places we organized the march in defense of the green vote. We understood its importance because the prisoners, the exiles, the disappeared were also women. We had courage and a sense of humor. We knew that the fight was for cultural hegemony, in the end it would be like this and today we are seeing it ».
Feminism was on the march. They, few and brave, were in the street to change our history.
Everyday Woman is Born
When they talked about the magazine Cotidiano Mujer, they all agreed on one name: Lilián Celiberti. We asked her to tell us about the whole process that goes from prison —as a female political prisoner of the dictatorship— to feminism and from there to the magazine.
«I met feminism in Italy. I was imprisoned from 72 to 74, when they expelled me from the country. They took me to a boat where my then husband and my three-year-old son were also. The trip lasted seventeen days, which allowed us a time to meet again. In Italy I learned about feminism, with friends who invited me to participate in self-awareness groups. In 1978 we decided to return to America to work for the disappeared. We went to Brazil, because it was very sui generis, and it was undergoing a particular democratization process. There they kidnap us, with my children. They take me to a barracks in Uruguay. It is time for loneliness in prison, for the fears and guilt that go through her like ghosts. However, Lilián had the courage of resilience.
«Alone in the barracks, I cling to the feminism that I had in brushstrokes, as a lifeline against authoritarianism. It was when I promised that, if I left, I would dedicate myself to doing feminism with women, without being very clear how. For me, feminism was working with that subalternity that all the time generates guilt in us, that puts men in the place of heroes and women as the ones to blame for everything». That promise, like an alliance with destiny, will be fulfilled when he is released from prison and meets the wife of the charge d'affaires of the Ialia Embassy, Ana María Colucci. Together they thought about how to work from feminism in our country.
Celiberti gives us more details: «I was very far from the reality of the street, for all the time I spent locked up. In 1984 I couldn't think of creating a feminist action group because I didn't know what was going on outside the prison. It is then that the idea of a magazine was born, as a means to collect what was happening and replicate. We started to get together and a lot of reflections appeared from all of us. How were we going to do it? From what perspective did we approach each issue? Because we all had different life experiences and, therefore, different approaches.» Amalgamating ideas, harmonizing voices, even in dissidence, was a path of strength.
«In my case, there was a great tension between feminism and political militancy in the PVP Union Front (5). I wanted to generate another way of doing politics, so I managed that relationship until 1992 when I left, always in dialogue and from the left. I really like Paul Preciado's phrase that speaks of "a left in the skin"». Lilián gives an account of a whole process in which, in our country, feminism was built from scratch to break with entrenched stereotypes. Then he puts a title to this note. It speaks of a thread of memory that allows us to know where we come from, whose heirs we are and to whom we pass the baton.
Feminism from the 80s to the 90s
The intergenerational meeting at a given time marks a diversity of views and experiences. However, when we talk to Lilián Abracinskas, one of the youngest of that feminism, many of her feelings about it coincide with those, the older ones, with whom she shared the beginning of a feat. That vision that they all underline of how in feminism they found a place that represented them and that allowed them to process so many experiences in common. Lilián plays with memory between laughter and emotions to tell us:
«I am of the lost generation, of those who were very young in the coup, but veterans to be the 83rd generation of political recovery. I'm from the University, the generation of '78, a fully intervened university. Without the possibility of a cloister or participation, with strips (6) inside the premises». This reminds him of what it meant to be part of a time where trust was not possible, where repression was an everyday thing. In this context, Lilián enters feminism from a personal and painful experience: «I am a survivor of unsafe abortion. Resignifying backwards, that is directly linked to my involvement with the issue of abortion. Because I survived an intervention on top of a kitchen table and with a probe that was the possibility of dying, but I was not alone. Maybe that's why I don't conceive of a feminism without men as allies, because I think there are empathic men. It is not true that they are all disposable.
From the body, from the silent cry and the violence that the right to pleasure charges you, Lilián made of her experience the investigation of her life.
«In college in 1981, when I had to do my thesis, I chose to do it in the mother/child relationship, to analyze whether motherhood was an innate or acquired behavior. For that, I attended one hundred and fifty births at the Pereira Rossell (7). I stayed with the baby until it was taken to the mother. At that time, everything about rooming-in started, a very good theory that, in practice, was not real in health terms. It is through this research that she questions the eternal slogan of motherhood as a natural act for women. «Then we began to work on the subject of the expropriation of women's bodies, of their sexuality and reproduction by power. I come from that stick. To recover the knowledge of the body, to recognize you, to know how to examine you».
This is how feminism enters a controversial but fermenting time. «In the 80s, feminism was a dirty word. There were two organizations, on the one hand, GRECMU and, on the other, Cotidiano Mujer».
The chimes of the cathedral are felt, like a strange oxymoron between what we are doing and what that sound represents. Lilian continues:
«In 1984, when the National Concertation debate begins, where all the parties, sectors and unions come together in the Naval Club, but the women who had resisted, those who had been in jail, were not there. There wasn't one. It was like telling them: “girls, thank you for your services, now go back to your homes and be good housewives”. Then the Women's Program Agreement was set up. There were the white ones, the red ones, the front wingers (8), the trade unionists and the feminists. We claim that, if there were no women inside the National Coalition, there would be women outside. It was impressive, I was very young. She was 25 years old and was already participating, with the cream of the crop, in feminist reflection at a very effervescent time. The discussions, the theoretical contribution of those who came from exile with their heads turned and those who had been imprisoned. I join Cotidiano with that force. We were the warriors, just a handful putting out a feminist magazine."
That seed paved the way for the nineties, for a feminism of regional, intergenerational and intercultural extension. Those years connected the movement with a political activity of international incidence. Lilián says: «The 90s were of enormous wealth that strengthened regional articulations».
Those were the bases for the first women's platform in 1999: the Uruguayan State and women. That will be the first diagnostic agreement to establish that, without women's rights, rights are not human.
These snippets of story that I draw in the note are, without a doubt, a shadow of all the content exposed by their voices, which would give for a book. They are the feminists who put the body in a complex time to build us a path to walk and talk about, without fear. Memory, a territory that we must take care of and water, to know that if we are today, it is because they were.
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(1) Casmu Women Officials Association
(2) Inter-union Plenary of Workers – National Convention of Workers. Born in Uruguay in 1983.
(3) Paulina Luisi, the first university woman in the country. Luisa Luisi, poet and pedagogue.
(4) The Broad Front is a Uruguayan political force with a popular, progressive, democratic, socialist, anti-oligarchic, anti-imperialist, anti-racist and anti-patriarchal definition located on the left _d04a07d8-9cd1-3239-9149- 20813d6c673b_ of the political spectrum.
(5) Party for the Victory of the People. Wide front.
(6) Tira: police officer who works dressed as a civilian. Dictionary of the Spanish of Uruguay, National Academy of Letters.
(7) It is one of the main public hospitals in Uruguay, founded in 1908.
(8) Reference to women from the different political parties in the country: National Party, Colorado Party and Broad Front, respectively.
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The body as a shield
Text by Roxana Rügnitz / Photography by Mariela Benítez
[…] inequalities are created by the way in which power articulates identities; they are the result of a structure of oppression that privileges certain groups to the detriment of others.
Djamila RIBEIRO
Place of enunciation. popular feminisms
In the analysis carried out by Simone de Beauvoir in her book The Second Sex (1949), the idea is raised that women have been, historically, defined through the gaze of men. On this perspective, the philosopher founds the category of the other. It is from this concept that Djamila Ribeiro states that "no community can define itself as one without placing the other before itself". (1)
We wanted to begin the note with this postulate to frame the theme: the dividing line between one and the other, a problem that appears defined from the body, from gender, according to Beauvoir, but also from an ethnic approach, according to Ribeiro.
On this occasion, we are faced with the challenge of breaking down that border to tell a story that is not ours, theirs, those silenced in the name of a hierarchy that comes from heterosexual, white, and Eurocentric hegemony.
The theme that brings us together, "Skin, body and territory", gave us the opportunity to talk with three women who bring with them a story engraved on their skin. They are activists, workers, professionals, mothers, they are women of African descent. His words bring stories that go through times, pains and actions. We met up to chat with them and their clear, shocking, angry and amused voices took over. They are:
Loana Ramirez, «I am a mother of twins». This is how he introduces himself and then adds the rest: service assistant at the Maciel Hospital. Militant and member of the Mizangas group. (2) He loves carnival and, especially, candombe. Fernanda Olivar: “I am a mother of two children and an anthropologist”, that is how she defines herself, to then continue in the line of what she does: “I am a university teacher, although not by vocation, but I learned to love teaching and it is also a field of academic militancy. I also militate in different organizations of the Afro collective. María Mael Ortíz tells us «I am 40 years old, I love to dance and sing, I am part of the comparsa Valores de Ansina. I'm also a mom."
In all three, the field of action is well defined, from what they are to what they do. When they speak, all the blood appears as a force that amplifies the value of the words. Three different women, with character and conviction. We propose a trigger as a starting point. To what extent has the racialized body impacted their lives? It is Fernanda who takes the floor to organize in the speech, what has meant in them, the construction of their identities as black women.
“I think it is important to start from the life paths of each one. In my case, for example, I am Uruguayan, but I lived in Chile for thirteen years. I left when I was four years old and came back when I was seventeen. In Santiago de Chile I lived in a fairly central place, very commercial. Being an Afro girl in a foreign country already implies a theme…” If we talk about lines that represent artificial limits between human beings for the configuration of identity, in Fernanda's childhood at least three were intertwined: the fact of being a woman, black and foreign what, in part, has determined the person he is today.
His words come from a calm but firm voice as he tells us his story. «Over time, I understood that this experience was the first central element in the construction of my Afro-descendent. I did not grow up surrounded by my family, nor by that representation of blackness around me. I came once or twice a year on vacation and for me that encounter with another world was fantastic. I was always close to some cultural elements, but when it comes to blackness, I was missing a lot. I don't know if she was fully aware of being a black girl. Surely I did not have that conscience that is more critical and active, but I knew something, because to go to school I had to arm myself with all the courage possible to endure the "bath in milk!" and all the other things that they said to me every day, with which, I also faced institutional racism ». While Fernanda takes us by the hand to that very personal memory, the bodies present in the interview tense, as if wanting to support the full weight of that girl's pain. However, the story of the woman she is now, aware of her history, is built from the conviction and certainty that those wounds are a burden alien to her.
“It was a time when there was no diversity of people. The flow of immigrants that there is today in Chile did not exist. In 2017, I passed through Santiago and I realized the change that had taken place in those places that I lived in total solitude. Now they are more blackened places. Near what was my neighborhood is Bella Vista, a super bohemian neighborhood, where there was a salsa club. At that time, two by three someone would bring an Afro musician and, when passing by, my old man would shout "cousin, cousin!". Like that need to recognize oneself so as not to feel so alone. It was difficult. When I returned to Uruguay at the age of 17, where there is a significant Afro population, I entered college. So I thought: 'where are we?, and no, we are not. After many years I realized that this whole process was a fundamental element in my identity construction as an Afro woman. It still shocks me every day though. I live in Uruguay, in my country, and what I am, which is inseparable from me, determines many of the things I want to carry out.
Loana, who listened to her nodding all the time, as if saying with her body that she understood every word, tells us about her experience. He does it from an urgent voice, less calm and with a tone that underlines each moment.
«I, on the other hand, come from a family in which my surroundings were all afros. I realize that I am Afro since I was very young. With my sister we went to a Catholic school, where the only Africans were us. It was there where we experienced "the little problem" of discrimination, in the first instance. The recurring jokes of the white companions about the hairstyle we used, were the daily attack. I remember the day we were going to take communion. We had to wear the uniform and a brooch on the head with the half tail. Imagine my afro hair, how hard it was. My mom made us blow-dry to make it easier, but on the day of communion there was tremendous humidity, I don't forget anymore, my hair looked like a sponge. It is that our Afro body is everything, from the finger to the hair. I have specks, it was impossible to make the required half tail. So, the signal always appeared, the distinctive mark that they pointed out from the mockery ».
While Loana continues with her story interwoven between skin and hair, we all have a sense of silenced history and that it is necessary to record, also, in places that transcend the margins of the Afro community, because, outside that border, it is essential. Giovana Xavier, in her article «Feminism: copyrights of a beautiful and black practice», states on the subject: «In the dialogue, which also refers to protagonism, listening capacity and place of enunciation, let us ask ourselves the following question: what stories are not told? whose voice is repressed? […]». This quote is further evidence that not all voices are present and to ignore them is to take away their right to exist.
In this sense, Loana brings up a question that is relevant, because, when the voice is not enabled through deeds, it is necessary to take it: «I try to speak to explain, but I was a violent girl, because when they did not understand me, My tactic was to go to the coup and then I became the girl with behavioral problems. Yes, there was a problem, something was happening that provoked me, but no one ever focused on it. Those circumstances defined me, I couldn't concentrate in class, I couldn't study, because my body and my mind were on something else.
«Of course, I was focused on surviving space in everyday life -replies Fernanda- on the right to exist, that takes up a lot of time. In that process you discover yourself as a black person. Because the difference of races appears, above all, in the educational system, from the moment someone tells you that you are black. Then, around you, that context of inequality is being formed in which you experience the consequences of what color means as a difference. As human beings, we are different, but one turns black when one begins to understand that this is a brand, a stigma that comes from outside and makes you discover your reality».
«Yes —continues Loana— our body will always be our shield, at work, on the streets. Especially for us black women. Because in the imaginary there is still that conception that being a black woman is always being hot, that you always want and are available to them and not. My body is my resistance. I am, with my size and with my right to be». The question of presence, of corporality in the street has variables. From desire over those bodies, seen as a field with the right to explore, to non-existence, where the body becomes a territory of clash. The way of inhabiting the spaces, in them, always ends up being one of conflict, because the white and heteronormative hegemony still behaves as a colonizer.
We are left with the voice of María Mael, attentive, quiet and always with a half smile. At a certain point he breaks his silence to tell us his story. “Fortunately, I grew up in the Palermo neighborhood, where there was a significant black population, and I went to the Venezuela school. We all knew we were from the black neighborhood, where the drums were. In this context, we also had to be careful, because it was said that going to listen to drums was dangerous, especially if you were a woman. Dancers are considered whores. In my family, an aunt was the one who opened that possibility for us. Against all her father's resistance, she began to dance in the Bantu group, in which its members "were not so black", because there is also that, internal racism. There is the black “che” and the black “you”. Depending on whether they have two surnames or one, and they make a difference”.
The intrahistory, where resistance also has to do with the appropriation of spaces by men, marks another battlefield. Calls have historically been a party. Her party, which Afro women had to conquer as a meeting space where the most important networks of friendship and support were woven. In that sense, Loana clarifies: «The calls were ours and we shared them, but now they are a show for the outside. He even changed the original place. It hurts me that they don't do more for Isla de Flores, because that was the space. They took the place where the calls were made and they took us out of our houses. It is not us who live there." It is shocking to discover in Loana's story, a gentrification process that has driven the Afro population from her territory, redefining the logic of the neighborhood and the objective of the calls.
In them, we put together stories, which are many and cannot be covered by an article. They are stories that are there, latent, that want to come out and claim their right to exist. This space becomes tiny before their voices. Just as Fernanda, when she got to college, wondered where they were, we also ask ourselves now, where are their voices, their stories? Where can we go to read her poetry, her narrative about how the form of braiding, for example, is associated with a resource that women used to not forget the path they had to take and to store in them the seeds they needed to survive! ? The questions are piling up and waiting for answers.
Meanwhile, we are closing this note with his words: «... The theme is the blackness that mediates between human relationships, the theme is when the racialized person stands in front of that and makes him see to the others who are wrong, because the questioning hurts…». «… The process is slow, and seeing such closed heads hurts. We are the ones who are always on the line of resistance. From history, from how Afros came to America to today... But everything will get better, I'm sure."
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1. Djamila Ribeiro. Place of enunciation. popular feminisms. Madrid: Ediciones Ambulantes, 2020.
2 Mizangas is a protection collar made up of different seeds. The members of Mizangas are that protection necklace formed by diverse women.
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They rock and then
Text by Roxana Rügnitz / Photography by Mariela Benítez
A healthy woman is much like a she-wolf: robust, plump,
as powerful as the vital force, giver of life,
aware of its own territory, resourceful, loyal,
in constant motion.
Clarissa PINKOLA ESTES
Women Who Run with Wolves
At SobrEllas we gave ourselves a tremendous luxury. We interviewed two powerful women, with an overflowing and generous talent. Capable of embracing you with their voice. They are Mónica Navarro and Alejandra Wolff.
If the issue that crosses us in this issue is related to what happens to art when it is prohibited from the political system, in this case we decided to take a leap, beyond the literal. Investigate a form of prohibition not stated as such. because it is not a prohibition in effective terms, of an imperatum installed from the system and that is imposed on everyone.
If a population is not prohibited from exercising this or that right, but its scope is doubtful in real terms, how would it be defined? How do we analyze the place of women in rock, when they have been pushed from the center, always to the place of the choir, of the accompanying voice, of the aesthetic body on stage? Because we can discuss the relevance of the forbidden term, but what we cannot discuss is the great void of women that has existed in rock territory.
However, today we are facing two singularities. They are women, artists, singers, they have walked the paths of rock in our country and are recognized. They discover the veil. They are present , in the most sacred sense of the word. With the body and with the voice, they say it all. It is when the interview takes off, it takes on, in both, a subtle dimension, to open a door that had to be opened.
It is about Ellas , about their experiences, about so many coincidences.
Monica begins by saying: «The first thing that happened to me was to ignore my disadvantaged situation in the work of music. I did not see it. For me it was normal, to be a vase, to look good».
Alejandra complements the idea: «Try to fit the mold in which you were expected to fit».
Anyone who has seen Monica or Alejandra on stage could easily think that they were born on stage. They occupy that place without any resistance. But there were and in their stories they emerge as revelations of what they represented throughout their career.
"I started realizing things very recently," says Alejandra. I naturalized certain forms of bonding because it was what I had learned. A long time later I began to question myself, to see what supported certain formats, what favored the hegemonic. Somehow, I supported the system, now it's time to dismantle it."
It happens that, in each word, they shed light on a problem that has already been around for too long. They know it, they have lived it and today they problematize it from active reflection. Mónica thinks about the difficulties of navigating through seas that had not been assigned to her with the same naturalness as to men.
«The truth, I have not met men who, honestly, are dismantling their behavior. Everything seems to remain more than anything in the title, in the shell. The patriarchal system is clever, anything that gets away from it, it then grabs and uses to its advantage. So I don't know if some men take a position that today is more politically correct, but deep down...».
At the bottom of Monica's words is doubt, a crossroads that is sustained by the experience of being a singer in a world controlled by them .
But they exist. They have a name that represents something within Uruguayan rock. They have reached a place as solo singers. How did they experience the process? Something in the question triggers the need for Monica to respond: «I start with the word soloist , which is very interesting. For us it is very guilty, because we lead our lives alone, naturally, but when you are in that place that you conquered and that you deserve to say alone , ah, well, that's where we start mothering. We started to thank everyone who gave us that “opportunity”. We thank, we show the other, we leave the center again. I claim the word alone. I have a single project. My solo project is called Mónica Navarro and it is me, because I am worth it, because I am very crack , but I am not allowed to say it because it seems that it is not good to have a cool self-perception ».
Ale remembers her story and takes us with her, to her beginnings: «In my case, I entered music doing the choir in La Chancha Francisca. Yes, I also feel that finding my place was complex and had to do with what they allowed me and what I also allowed myself. It is very difficult for me to affirm that I am crack and sustain it. In that process I was conquering my own terrain. Without a doubt, I participated in the patriarchal apparatus. I did everything I was expected to do to support him and I did it with love, I'm so happy with life. Of course, many times I gave spaces to others because I didn't feel capable of assuming my own creations. Today I am standing from another place. I rethink how to stand on each project. When Alejandra speaks, she plays with the words, she draws them with sounds in the air.
Some of what Alejandra tells about her story is moving and, at the same time, rebels at Mónica and then she jumps with an expression that shows that something in her has moved: “See? There is a very big tuco! Something I talk about a lot with my students. The demand that we have to sing well, look good, do everything well, is a perfect combo so that you never do anything again in your fucking life. The system puts you in the place so that you look at yourself and say: I don't have the face , I don't have the body , I don't have the voice ».
I listen to them and think of the number of rockers who have never ever been required to look like a determining aspect of talent. If there is a starting place in this music, they start that "race" with a disadvantage. Because it is not the same to stand on a stage convinced that you are your own and that this is your place, to feel that you are in a constant test and that giving the "target" is a matter of valuing someone else who is not necessarily worried. for your talent
I get lost in that idea when I hear her close with a statement that hurts and yet seems commonplace for women: “I feel like a broken woman. I was broken without knowing it, for a long time, and they helped me build those pieces of me that I didn't understand. The younger girls helped me.
"Yes, that happened to me," says Alejandra. "It's like they give you those little pieces of yourself so you can rearm. That bra is so important. Because for a long time they kept us separate, divided, when women's groups are nourishing. Like a tribe. Those people who teach you and transmit to you all the wisdom traveled by other women. When you realize that support that we represent, together, it is amazing.
There is something of a unity that crosses us and that we manage to understand when we discover ourselves as part of that tribe that Alejandra speaks of. We are a body that beats with the fierceness of existing without the rules that others have created to numb us. That vision is full and awakens us to another level of consciousness linked to love. There is something new but ancient in that concept. Monica defines it. He talks about a meeting he had a few hours before, with a friend. He remembers that they hugged each other and that they talked about machismo and the lists of violent men in all branches of art. While talking about the meeting, Mónica also talks about love: «[…] I understand that the love we feel is a political love. Loving is simply not enough. The affections or the breaks are transformed into knowledge at the service of other women».
In the process of building a personal story, there is always a verb that crosses us. The verb to arrive , which usually distorts the way. What does it represent to become, in your universe, what you are today? Alejandra responds thinking about the costs of the result: «It is a process with many possibilities of loss, because personal transformation forces you to move, leave your comfortable place, understand that it is not there. That always implies a risk.
Monica reflects on Alejandra's word, not in an opposite sense, but complementing the idea: «In the end there is no such loss. There is much more gain, but for the patriarchy the feeling of loss is more profitable. They make us see each other as competition. They confront us so that "the master", who has his favorites, obtains his profits, while making you believe that he chose you, over others». And therein lies the key, the shadows in which the women are separated from the center, like a sort of hiding in full light.
I am trapped in the story of both. They are two full women, full of resources, eager to be an active part of the paradigmatic changes. I tell you a secret: they already are. They bear witness to what it meant to want to be and exist according to the parameter set by others, in the rock universe. Today they are rooted in the strength of their talent, in the conviction that doing is sowing —as others also sowed in them— to get out of the shadows.
Monica, in that fit of hers, full of good energy, redefines the matter: "Art is the shadow" and leaves us somewhat absorbed because, clearly, we are crossed by a paradigm that reads the shadow as the negative. It is installed in that idea, strange, different, that makes us complex and it is necessary that it does so.
So he postulates the idea of light as a tool that comes from hegemony and that decides what to illuminate according to its ideological position. Art exists beyond any external focus. It is a force that runs through all the nooks and crannies and, perhaps, that idea of art as a shadow resides there. Because it exists beyond form.
Alejandra and Mónica have shown that any external force that comes to try to prevent them from being, simply manages to enhance their artistic nature. Amplify their resources in whatever way is necessary to use art as a political action: because they on stage are a political expression of what is possible.
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They in the public space
Text by Roxana Rügnitz / Photography by Mariela Benítez
“As women acquire greater prominence as social subjects, discrimination strategies become more evident. Gender discrimination, like all other discrimination, is based on the dynamics of power and is crossed by it in all its dimensions.
Ana Soledad Gil- Scientific journal of psychology.
They are everywhere. They are an inexhaustible force of creation but above all, they are a movement of insistence and resistance.
One of the most terrible forms of silence has been to reduce the value of the other's words, diminishing the meaning of their existence. If we start from the word from a mythical and original perspective, it will be necessary to observe the original meaning that all cultures have given it. The pronounced word is creative, therefore what the word does not say does not exist.
They have historically existed behind Him. They were absorbed by the language, as a political strategy that defined their place in history.
In order for the roles to be naturalized, in an unquestionable way, magnificent stories were created through which an economic and an erotic heteronomy were imposed, which will fix the human value according to gender, as a principle of truth. Stories that have crossed the times, settling in the collective unconscious, to such an extent that the place assigned according to a sexual nature has been passively accepted. As we walk through the early years of the 21st century, we witness a generation of young women who have spoken up as a sign of change. They assaulted us with the "Mee Too" and with "The rapist is you", as a record of a new voice that says enough.
Today, SobreEllaS meets with these young women and adolescents, between 15 and 19 years old, to discover in their words, what it is like to be a woman and inhabit public spaces.
When we start the interview, the proposal is an immediate trigger. We must note that their age differences were not a factor observed as an indicator of possible different responses, since they all point to the same problem: fear of harassment.
They immediately underline the difference that transiting those spaces implies if one is not part of the privileged population: male, cis, hetero and white -according to their description. These categories announce a reality, determined by several invisible barriers that redefine the public question.
The analysis varies, then, depending on the angle from which reality is viewed. Public spaces continue to be a risk if you are a woman or a dissident, because the danger is not limited only to the generic assault, but also implies daily exposure to what they call "constant street harassment." Going out into the street represents, for them, a series of previous actions. Think about the path they are going to take, the clothes and the possibility of always being accompanied.
For me it means being alert. Which is very exhausting, emotionally and physically. We have to become strong to cope with it. Luna's words, install the problem concisely.
Renata doubles down on the subject when she says: In public bathrooms, for example, I don't feel comfortable because men or bodies with penises can enter, to be clearer, and I don't know how they could behave , the doubt, about that other threatening , is always present as a mark that reminds them of danger.
As we speak with them, with all of them, we are discovering that the ways of inhabiting the public sphere depend on the body, on the external structure that is possessed or that has been built from identity, to define a transit of greater or lesser freedom.
Then this issue of freedom appears as a problematized parameter if the body does not respond to the hegemonic category.
They install the concept of oppression in those spaces, especially when they are defined from the sexual point of view. The hypersexualization of our bodies, the insecurity we feel in relation to managing our appearance. It is very difficult to break free from these stereotyped roles: what is cute, what is attractive, what is aimed at male approval.
These formats, installed culturally, are such a well-designed artifice that even the youngest feminists, aware of the need to be part of the change, recognize the profound difficulties that escaping from the norm represents, from the reproduction of a violent structure, beyond the consequences. Thinking about their bodies from an aesthetic, personal place, without for that reason appearing like dolls in an eternal shop window for masculinities to gloat over, supposes a permanent effort.
My main fear is that this will never end. May they always be the first to be heard, to be defended, that we are so vulnerable that we cannot even say anything about the violence we suffer because then we become the bad guys. I have been harassed so many times on the street and my only recourse is to call my friends, crying.
As they tell their stories, they remember and the tension returns, with the memory of the body. Perhaps that is why they slacken in an exhalation when they talk about the support network they have had to generate among their peers.
I ask them if they think that somehow this reality is changing. If they see any possibility of transforming the paradigm in which equal opportunities are possible.
The exercise they do is temporary, comparative. They look back in history, they think of their mothers and then they say that from that perspective, important changes are observed. However, there is a "however" in them. The story is not closed.
There is still a lot of misogyny, a lot of machismo. Not only in older people, but also among those of our age. Many people who do not know and do not question anything, which is the most important thing to deconstruct this paradigm. It is essential to review our actions, our ingrained thoughts because we are born with them, they socialize us with them.
Silence, at times, arises as a search for ideas. They want to say everything, because it is not easy to speak in an adult-centric world of men, in which the word is a resource of power.
“Manspleining” they repeat. The validation of the male voice becomes the hegemony of opinions – they say. The response is underscored by frustration and anger. These aspects are strong indicators of everything that we still lack. I think that the note will remain with a register of agonizing pessimism, in the words of young women who seem resigned to not seeing the changes and yet they are the ones who stop my thoughts with the firmness of their voice.
The feminist struggle has allowed us to get where we are. This is a one way trip. Understanding a lot of things from a feminist perspective changes your life and you will never be the same again. Each one has their personal process, that is why we are at different levels of deconstruction. You have to be patient in that sense, but also demanding, because that's how changes are processed.
It is necessary to understand what is the position of man with respect to this problem and understand that they must fight against their own privilege.
We are the political subject of the feminist struggle and they, if they are really interested in eradicating patriarchy, should make their own proposals, talk about micro-machismo, identify it in order to overcome violence.
I am left with his words, with his own definitions of the historical process. I am left with the strange feeling of injustice, when we talk about adolescents as people who are not interested in anything and suddenly, if we give them the opportunity to speak, they clarify a couple of points about it.
I am left with the question of the differentiated use of public spaces. With unfair fear. With the feeling of not having guarantees in the face of the gaze, the verbal arrogance, or the attempted abuse of the other who believes that they are there, for that.
I remain, more than anything, with the prodigious strength of these women who know their reality and try to influence it.
The last? The latter is for the other, the one who inhabits public spaces without being aware of the fear of others. I propose a question: Identify the behaviors that must be modified to be transforming agents of history.
Thanks to Luna, Renata, Azul, Dafne and many others who could not give their names because fear is powerful and is still valid.
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Uninhabiting the silence
Text: Roxana Rügnitz
“The mute wants to speak but cannot; he who is silent can speak but does not want to, and it is precisely this character of voluntary choice that loads silence with meaning” C. Amorós, 1991
Photo: Mariela Benítez
On a quiet afternoon in May, we meet three women for whom May represents more than just a time frame. Over the years, it has become a mythical space, defined by silence.
The act of writing about silence is, in itself, a brutal act that violates its very essence. As I do, I think of them. In the story that runs through them. I think of their voices as a manifesto of what happened. I review my notes, cross out and write again, no question is enough, nothing I say can have the right dimension to open the windows of his memory.
Today, this encounter moves me in places that I cannot explain. I must break a silence, mine, like an invading specter asking permission to enter. Theirs, like a reflexive act that interrupts an old silence, blurred, insecure, hidden in other stories, the silence of after.
The space filled with the aromas of art and coffee, served in the small Sorocabana cups, welcomes us. I look at them and try to imagine what they were in that confinement and what they are, between the human and the symbolic. Are they aware of that? I suspect I'll find out at the meeting.
Today, at SobreEllaS we talk to Antonia Yáñez, Isabel Trivelli and Graciela Nario.
The beginning of the interview tries to find a record of previous ideas and explanations in order to accommodate the body.
I think about my first question. I search for it in my notes, I want to sound intelligent, I want that voice that interrupts the silence to make sense, and yet I realize my clumsiness. I propose two silences.
The silence of confinement and the silence in freedom. That binomial that could lead to the repressive silence of the prison and another, of relief on the outside, is reversed here or becomes more complex. It is those silences that awaken their memory and then they speak.
Photo: Mariela Benítez
Elizabeth begins. A calm and precise voice that sensitively puts together the story and installs us in the experience of its silences, “from the militancy to the confinement and the exit, the number of confinements and silences that we have been going through!!!!”._cc781905 -5cde-3194-bb3b-136bad5cf58d_
I realize that I am a privileged witness, that the most valuable thing in that meeting is to see them, seated, sharing with generosity, a chat between old companions and I keep quiet so that their words are the ones that inhabit the space.
Graciela flutters her ideas and says: “the silences of the militancy marked us. In dictatorship we had to silence what we did, what we thought and what we were. We lived that duality, on the one hand the life of the everyday, the "normal" and on the other hand what we did convinced of achieving a utopia". In his words there is a record of what we have not yet elaborated. Recent history still beats us too close, it seems that we have chosen the silences, the daisies on the walls, while we hide these stories in the voices of their protagonists, without more. I don't know, it's more of an idea, an impulse that makes me say this, moved by the rage of an open debt.
“During the time of the dictatorship, the great silences were accompanied by great noises” – affirms Graciela- “in the running of the bulls we needed to communicate with each other to find out what they were asking the companion next to us but we were closely watched, so we saw each other forced to generate a communication system and we learned to speak with our fingers”.
The three look at each other, and a subtext runs through those looks, “when you're in the dungeon, the silence that matters is the one that allows you to hear what was happening in the next dungeon. There were also the noises of the repressors in front of our silences”.
Isabel nods and adds, “The dungeon we were in was pretty quiet. At the end of the corridor there was a gate and the noise of that gate marked everything. As long as that fence was closed, we were calm, but when someone touched that fence, its noise changed everything.
“And there was another silence” interrupts Graciela, “when we were in the barracks with other women, we were like forty, some were with their babies, we decided to silence our voices thinking about those babies for whom forty women talking couldn't be good. So we elaborated a system to speak little and softly”.
Isabel remembers a different form of silence, the silence of secrecy, and looks at Antonia.
“Yes, the silence of the underground depended on the circumstances. Many times it was necessary to comply with the silences of “nobody lives here” , Antonia, the militant, the former prisoner, the one in hiding, is also the literature teacher who fills her story with poetic images. The idea of a house in which there is an "empty" room, inevitably leads me to Cortázar's story, "House Taken Over", I don't know why, but I imagine that story, from the place where he lives without inhabiting. “In that house there was a borrowed room, the house continued to function for the world, but there was no one in the room. Then, the presence of children in those situations was another matter. We had to juggle meeting Pedrín, generating an appropriate context for him. So many times when you had to silence yourself, it's hard to really explain what it meant to go underground and get arrested one day and then it's all over."
“When you fall, the silence could be as strong as the word. I think of prison, the noise of torture, yes, but also the noise of softening." Antonia's voice takes us back to a place that could well be that of a story. When her repressor installs the negotiation, the lyrics emerge: Don Quixote comes to rescue her in the middle of a brutal act. Remember to discuss the issue of negotiation with him from chapter 4 of Don Quixote, to show him that it was not possible to negotiate between unequals.
Photo: Mariela Benítez
The words are weaving, in them, intimate memories and continue. They talk about the meetings in the Prison, about the differences in voices and silences between those who arrived and those who had been there for a long time, about the inheritance of clothes and the importance of health. Learn to take care of yourself in small spaces where there was only one bathroom, as a form of resistance, not to show weakness.
The silence that did not take long to arrive was the silence of the body, of what it meant to be a woman in prison. A silence that was first in them, in the fact of not talking about what had happened to them. Not even in confinement did they talk about the body, about the sexual. Suddenly Graciela brings up an image, “we were bodies with hoods” and in that sentence, they disappear.
Isabel remembers that they were able to talk about the sexual issue, long after they had left. The guideline was different, says Antonia. Talk about politics, about the Santa Fe document, but not about that topic. The exit drags them into another silence. What had happened to them did not matter. It was not significant compared to the disappearances, compared to the deaths. The words sealed a story: "the same thing happened to us as to everyone."
Twenty years after the release, the need for meeting and memory will appear. That will be a meeting of them, alone, because their story, they will say "who is going to care?". “We kept quiet so as not to be victims or heroines” , those words hit me hard inside.
I imagine them in that other confinement, that of freedom. The confinement of not talking because it was not important, because there were other things to do. I think of all of them in self-exile that will take twenty years to come to light. As a result of those meetings, of private voices, several publications will appear that will be the public record of the memory of all those women.
It will come later, the time for legal complaints. Only 28 women denounced of all that were. Before that number, Antonia points out, "this was a problem of all the women who were detained and all the women know it."
Now that I am, in the safety of my home, preparing this interview, deciding, as if I could, what to include in the note, I turn to them, sitting, talking, having the courage to say everything and to make it present again.
The words remain beating in my memory and chest. I am left with the image of Antonia's astonishment when she falls and meets up with compañeras who had been there since 1972. Isabel's words come back to me saying, “we were not of interest to them from the political point of view, they talked about us about whether we were good or if we were skinny”. I am assailed by rage at the thought of them hooded, naked, with their hands tied behind their backs and exposed to their repressors. When we think of truth and justice, there are many more silences than we can imagine. There are many truths still unspoken, unheard.
While the report is ending, Isabel points out “we also have to disappear from the scene, because the memory is not ours. It is not our heritage."
And all three agree. They reaffirm a conviction, the idea that there is a strength in the youngest that fills them with a hope that seemed lost.
Today we hold memory as a symbol, but what is behind it, what is that memory filled with? We must solve it as a society, it is a debt, a void that still remains in these ellipses...
Photo: Mariela Benítez
ABOUT THEM
Text: Roxana Rügnitz
It wants to be a space where the footprints are discovered, not always recognized, of women who have something to say.
They are always there
somewhere in the territory they are.
with his wizened hands
with his tired eyes
with roped skin
between faith and rancor
They are.
Those women
created
mud and wind
marked with the ancient seal of sin
Those women undressed, scratched, dreamed, invented... alienated bodies
of a story
that he didn't count them
Will they be a memory?
Will they be illusion?
They have been a vessel for others
frayed caresses
In the territory of your body
all the battles were fought
His hands weave
songs and silences
They have waited so long
They have anchored so many wishes
They have composed their verses, in foreign skins
but they are still there, always
They are Ellas, crossing the seas of history
sowing secrets
they're still there
capable of creating and transforming
because its doors
were closed
in the mists of time
to prevent the voice
then they wait
feeding a hidden courage
are waiting
today we are them
and we are others
In these borders will be your words a little water
that relieves the pain
Photo: Mariela Benítez