SobreEllas
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Las mujeres de Casavalle se escriben
Texto de Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
No olviden jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, deberán permanecer vigilantes toda la vida
Simone de BEAUVOIR
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Sección de Roxana Rügnitz a cargo de Maryorí Panizza, Teresa Lima, Mary Alvarenga, Marita Barboza y Marisa Silva, cinco mujeres de Casavalle.
«Sobre Ellas» nació para hablar de todas las mujeres. Sus voces, sus cuerpos, sus haceres siempre silenciados, escondidos. Este espacio tuvo la intención de hablar de ellas, las que están en todos los rincones, las que hacen posible que las cosas sucedan y, sin embargo, de las que, en general, nada se dice. Hoy, mi escritura necesita correrse, no escribirlas, para que sean ellas las que escriban sus propias historias. Por eso «Sobre Ellas» son las mujeres del Centro Cívico Luisa Cuesta, dependencia del Municipio D, con la coordinación de la Marisa Ledesma¹. Ellas vienen a contar una experiencia que es necesario conocer.
Hola a todas las lectoras y a todos los lectores de Piel Alterna, mi nombre es Maryorí Panizza.
Somos un grupo de mujeres que, tras la convocatoria para escribir un libro con perspectiva de género a través de talleres en el Centro Cívico Luisa Cuesta, sin darnos cuenta, nos fuimos transformando en familia. Una familia como cualquier otra, con integrantes de pensares y sentires diferentes, con un lazo no sanguíneo, pero si literario, formado entre todas, con historias propias, ajenas e inventadas, sacadas del cotidiano vivir como mujeres, amas de casa, trabajadoras, jubiladas; con ganas de decir, de sanar, de exorcizar vivencias. El lazo que creamos en torno al libro fue fuerte y contenedor, porque era necesario sostenernos. No resulta fácil escribir desde un contexto socioeconómico vulnerable, sin otras armas más que las ganas y el sentir de mujeres luchadoras, resilientes y empoderadas. Durante este proceso hemos sido muy cuidadosas en la escritura de los textos, con respecto a nuestras propias familias, a nuestros hijos e hijas que son parte de algunas de esas historias.
Como en un embarazo, fuimos gestando el libro que nos dio muchas satisfacciones. Conseguimos alcanzar el objetivo inicial y aún más, ya que, como un buen hijo, creció para darnos varias alegrías, como fueron las invitaciones para leerlo, presentarlo y contar, como en esta ocasión, que tiene cinco madres.
Mi nombre es Teresa Lima. Creo que la posibilidad de escribir un libro en colectivo, con otras mujeres, disparó un montón de emociones. Al principio, nunca pensé que iban a ser tantas, comenzó siendo un taller de literatura en el que escribimos sobre nuestras vivencias. Me animaron a contar algunas experiencias de mi vida pasada; fue increíble lo que sacaron de mí; fue algo transformador.
Publicar el libro fue toda una proeza. El diseño lo realizaron los estudiantes y docentes del curso de diseño de la FADU Casavalle de la Udelar. Ellos vinieron varias veces y trabajaron muchísimo para complacernos; que el tipo de letra, el tamaño, colores, diseños y costos. ¡Las fotos fueron un show! Parecíamos modelos. Nos decían cómo y dónde pararnos, nos sentíamos tan importantes. De repente, nuestra imagen y nuestras palabras eran públicas. Sin embargo, no fue fácil, mucho tiempo transcurrió antes de que tuviéramos el libro en nuestras manos, ¡todo un embarazo!
Finalmente, Casavalle, cuenca de mujeres que se cuentan nació y se presentó en sociedad. A la vez, teníamos que pensar quién nos iba a acompañar en la ceremonia de presentación. Ese día, el teatro de la Sala Lazaroff estaba lleno. Fueron nuestras familias, autoridades de la Intendencia de Montevideo e instituciones del barrio y periodistas de todos los canales. Pasamos muchos nervios cuando tuvimos que leer ante tanta gente, entre ellos, nuestra familia. Nunca pensé tener tanta fama a mis 82 años y firmar tantos autógrafos.
[Maryorí retoma la palabra].
Para mí, este libro representó un movimiento importante. Me hizo pensar desde mi género, desde mi yo mujer, algo que nunca había hecho antes. Me ayudó a ver la vida desde otro lugar. El lugar de mujer pobre, jefa de hogar, que vive en la periferia de la ciudad, que nunca se cuestionó el rol que la sociedad le tenía asignado hasta el día que surgió el taller literario. Ese día mi vida cambió. Pude sacar de mi interior muchos años de dolor acumulado, conocer otras vidas de mujeres valientes y luchadoras como yo. Este libro no solo nos unió en el papel, sino también en la vida. Nosotras nos conocíamos, pero no con tanta profundidad, y hoy estoy nerviosa, feliz, ansiosa. No hay en realidad una palabra que defina lo que mi corazón siente, es algo parecido a lograr un sueño, como cualquier sueño de la casa propia o un título, etcétera. Así de significativo fue. Es que lo simple y lo cotidiano es transversal a todos los humanos, sin distinción de raza, situación económica o edad. Me siento agradecida, bendecida y feliz por tener la oportunidad de ser parte de esta maravillosa obra literaria.
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Hola, yo soy Mary Alvarenga. Me encanta toda escritura, es absorber mi persona, concentrarme en lo que pienso, en lo que escribo. Es trabajo mental total, memorias puras, sentimientos encontrados a flor de piel, fluyen miedos, soledad, risas. En el papel podés transportar muchas figuras, cosas impensadas que están adentro, pero que ni idea tenés. Es como en el dibujo, tomo el lápiz y, apoyado sobre la hoja, viaja a lo más profundo de mi mente, cuerpo y alma. Es un viaje en el tiempo. Es inexplicable lo que una puede expresar.
Me deja anonadada cómo la mente puede más que uno: se abren callejones de soledad, violencia, discriminación, desigualdad y, algunas veces, estas cosas salen de nosotras mismas. Y, a veces, es bueno saber que con tan solo dos líneas nos sentimos como paloma en libertad. Es hermoso. Está bueno que otros/as lean lo que ha sido nuestra realidad y que quizás, cuando te damos una sonrisa, escondemos el rigor, los golpes, el maltrato o la soledad. Desde mi lugar, quisiera pensar una escritura en la que puedo aliviar dolores pasados, sanar aquellos golpes. Así fue como nació la idea del libro y por eso me parecía oportuno entretejerla en esta historia.
Soy Marita Barboza y voy a contar un relato que puede ser el de muchas:
«… llegó gritando y exigiendo como siempre. Ya no le tengo miedo, me da lo mismo cuánto tomó o con quién.
Quiero proteger a mis bebes, que ya crecieron, pero los protegeré cueste lo que cueste. Cuando ven a su papá la sonrisa desaparece de sus rostros. Me doy cuenta de que llegó el momento, que no puedo dejar pasar nada más. Sí… no hay vuelta atrás.
Les pido a mis hijos que salgan a jugar con el Pirata, el perro. La noche estaba clara, la luna observadora, en lo alto, los iluminaba. No es normal que los deje jugar de noche, es peligroso que alguna bala perdida los alcance. Entonces me di cuenta de que él, el padre, era más peligroso dentro de casa. El daño que nos hace nos marcará para toda la vida. Se me llenan los ojos de lágrimas solo de pensar el futuro horrible, fatal, que mis hijos pueden llegar a tener con esos ejemplos de su padre.
“Me siento tan culpable, la vida no es fácil, para qué complicarla más”, pensé.
Mi cabeza no está bien, me zumban los oídos, escucho palabras sueltas, el macho, el guapo, dijo: “Vení para acá…”, mi mente se nubla, inconsciente, voy a la cocina, agarro la cuchilla, estoy descontrolada, lo quiero matar, lo miro a los ojos. En ese instante, reacciono… Esta persona no vale la pena, no lo vale, ni mi sacrificio ni el de mis hijos».
El silencio de todas las mujeres, de alguna manera, subraya la idea de que ese relato en alguna medida las representa.
Hay una familia de sangre —cierra Marisa Silva— que no necesariamente es la que contiene y escucha. Esa que reconoce la sociedad, la que se erige y funciona según las leyes del patriarcado. Esa que sostienen las mujeres en su rol de cuidadoras del fuego del hogar de acuerdo al mandato ancestral. Las que deben seguir sosteniendo cuando son las referentes de un hogar en el que el padre ya no está presente y, como mucho, hace llegar un magro aporte económico, con suerte y viento a favor.
Debe ser por eso que las mujeres nos buscamos y nos juntamos en diferentes ámbitos para repensarnos, apoyarnos, formando otro tipo de familia no sanguínea, en la que se compartan amores, dolores, consuelos, deseos. Así, nos encontramos cinco mujeres con la excusa de escribir un libro que nos contara un poco. Y en eso estamos, contándonos…
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¹ Marisa Ledesma, psicóloga, coordina este grupo.
Mujeres que habitan el Cabo Polonio
Texto de Roxana Rügnitz
Fotografía por Mariela Benítez
Las más antiguas narradoras de historias fueron las mujeres mientras cosían. Por eso existen tanta relación entre los textos y los textiles: el nudo de una historia, el desenlace de una narración, el hilo del relato, bordar un discurso, urdir una trama. Las mujeres fueron las narradoras por antonomasia en los primeros momentos de la oralidad. Mientras cosían, contaban cuentos
Irene VALLEJO ¹
La historia cuenta que, en 1735, un barco español llamado Polonio, naufragó en esas costas. Desde ese momento, fue un asentamiento estable de navegadores y pescadores. Era un escenario de varias tragedias en altamar, porque se desconocían los peligros de la geografía del lugar. En 1881 se construyó su faro para guiar a los barcos hacia la costa. Esos lugares aislados, abrazados por el mar y los vientos, suelen estar llenos de historias que se van anclando en sus habitantes, como una memoria única, que lxs atraviesa.
Piel Alterna llegó en Turismo de este año al Cabo Polonio y a ese rancho azul que se mezcla con el cielo, donde nacen los cuentos y donde se foguea en las cerámicas y la guitarra, tantos relatos. Una vez más, la hospitalidad: Maricruz y Gabriel me abrieron las puertas de su casa y de su Tatuteatro para darme abrazos, desayunos y un millón de historias. Con ellxs, cualquiera sana el alma y empieza a despejar las ideas.
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Fue entonces que, en una tarde de charlas, mientras se preparaba todo para la función de esa noche pensé en devolver algo de lo mucho que había recibido en esos días. Me imaginé a tantas mujeres habitantes de ese lugar, fuera del color y la emoción del verano. Pensé en el invierno, en la soledad y en la creación de redes que sostienen. ¿Quiénes son las mujeres del Polonio? ¿Cuál es la historia que fueron sembrando a lo largo del tiempo?
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Lo increíble fue que en cuanto le dije a Maricruz esta idea, ella pensó enseguida en quiénes podían ser y así comenzamos a recorrer los ranchos del Polonio, e ingresamos en la intimidad de sus casas para descubrir en sus voces los cuentos y las vivencias de otros tiempos.
Antes del almuerzo llegamos a la casa de Martha González. Tiene 58 años y vivió toda su vida en esta zona. Su voz es amable, sin ansiedades ni prisas me va contando lo que significó para ella nacer y vivir en el Cabo: «Para mí vivir acá es algo normal. Nunca tuve la posibilidad de conocer otros lugares. Yo soy feliz viviendo en el Polonio y no pienso irme nunca». La calma de sus expresiones subraya su convicción. Tiene las manos entrecruzadas sobre la mesa de cármica y mientras habla, se puede ver que este es su lugar en el mundo. Entonces le pregunto sobre el contraste que existe entre el verano y el invierno a lo que responde sin cambiar de posición: «Claro que en verano hay mucho más movimiento que el resto del año, pero a nosotros nos conviene. Del turismo se vive bastante bien».
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La clave aquí la da ella, cuando afirma que el medio de subsistencia principal lo da el turismo. El vínculo desarrollado con los tiempos del calor y el bullicio veraniego no es porque se convierte en un paréntesis de la soledad invernal. Para ellxs es época de zafra y así lo asumen: «Mi marido —Héctor Calimare— y mi hijo mayor —Javier Calimare— son pescadores. Yo hago artesanías con vértebras de pescado y caracoles. Las trabajo todo el año y espero la temporada para venderlas y con eso sostener el invierno, donde no hay ningún ingreso».
Soy una persona de ciudad, me cuesta pensar/me en espacios donde los tiempos se convierten en latencia, en preparación para los que vienen. Es claro que la ciudad nos mutila muchos sentidos, y por eso pienso en recursos como la salud, que, si bien lo tenemos al alcance de un bondi, tal vez debamos esperar semanas para conseguir hora con algún especialista. Le pregunto cómo hacen si necesitan recurrir al hospital y su respuesta llega, extendida y sin expresiones. «Para todo hay que recurrir a Castillo. Es el lugar más cercano para los trámites, los comestibles y para el médico. Aunque ahora viene una doctora de familia, muy buena, una vez por mes, pero si hay alguna emergencia, hay que ir a Castillo. Lo bueno es que acá somos todos sanos».
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Nos vamos a su pasado, a descubrir su niñez: «Yo vivía en el Rincón de Valizas, que está dentro del área protegida del Polonio. Fue una niñez muy pobre. A la escuela rural en esa época había que ir caminando, era muy difícil. La zona del Rincón en esa época era bastante movida. Tenía dos almacenes. Vivían familias con cinco o seis hijos todos, muchos de ellos hoy viven acá. Al principio la gente vivía allá, en el Rincón y acá venían a la lobería». Claro que la interrumpo para preguntarle qué era eso de la lobería. Podía imaginar algo, pero, sin duda, mi sentido arácnido no me preparó para la descripción. Puedo ser capaz de sofrenar mi perspectiva vegetariana de mujer que puede elegir cómo alimentarse para dejarme invadir por un relato original sobre un oficio que representó el modo de vida de toda una población. Así que detengo mi voz interna y escucho a Martha. «Todos mis tíos venían a la lobería. La zafra era en junio y venían a matar lobos con un palo en la cabeza —no cualquiera podía matarlos— para sacarles la piel, el aceite y los genitales» ¿Qué me detuvo en ese momento que no pregunté por qué los genitales?
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Continúa su relato: «No se podía comer la carne. Era pura grasa. Los que venían a matar lobos eran hombres, muy rústicos y valientes, con mucha destreza física para andar entre las rocas. Se ponían unos zapatos especiales llamados tamangos, que se hacían con arpillera o lana criolla de oveja para poder correr. El Estado brindaba todo un servicio para que se pudieran realizar estas actividades. Ofrecía la comida y los cuidados de salud. Por esa época venía el doctor Infantozzi a cuidar que los hombres que venían a la lobería estuvieran bien. Esa actividad se prohibió hace treinta años ya». No lo digo, no es necesario, claro, pero algo dentro de mí suspiró.
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Salimos de ahí con una sensación de que por detrás de cada historia hay miles que se nos escapan. Llegamos a la casa de Daysi Vivas Acosta. Entramos en su rancho a conversar. Ella nos recibe con una sonrisa que nos atrapa en la comodidad del encuentro. Ella no lo dice, pero es artista plástica. Ha dejado su obra en cada rancho de la zona.
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«Yo nací en esta zona, muy cerca de acá. Ya hace cuarenta y cinco temporadas que trabajo en el Polonio. Soy de origen rural, me formé en una soledad mucho más grande que esta. Fui a la escuela rural. Tenía un kilómetro y medio de caminata en invierno y descalza. Por eso, en mi experiencia, vivir en el Cabo Polonio no fue una vivencia de soledad, sino de gente, de compañía, de vecinos. Yo diría que esta población, tal vez por estar más aislada, tiene una característica de compañerismo, lo que no necesariamente quiere decir que todos nos llevamos bien. Tampoco es idílico, pero hay una conciencia de que el otro ser humano a la postre es tu último recurso».
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La memoria de Daysi nos lleva al faro, a la inauguración del hotel de la zona y a algunos naufragios como el del Tacuarí, que sucedió cuando tenía 16 años. Historias lejanas, pero falta una historia que tiene mucho que ver con ella y el destino del Polonio. Se trata de la escuela: «Cuando nos vinimos para acá, nació mi hijo. En ese momento todos los niños iban a la escuela en Castillo porque acá no había. Las madres se organizaban como podían y los llevaban, pero esa situación no estaba a mi alcance. Cuando mi hijo mayor cumplió cinco años pensé que, si quería que empezara la escuela a los seis, tenía que comenzar a hacer los trámites para solicitar que instalaran una escuela acá. Me llevó dos años. Fue un momento difícil. La situación de permanencia de nuestra comunidad se encontraba en peligro. Desde el Gobierno había un empuje de no querer a las comunidades que nos habíamos ido asentando acá, porque querían hacer algo diferente con el Polonio y eso incluía, de verdad, el borrón de los que estábamos acá. Lograr instalar una escuela pública iba contra toda esa corriente, y lo conseguimos. Tuvimos que presentar un proyecto con todo definido. El edificio y la maestra. Había en la zona un espacio que se había creado para la policía, nunca se usó y lo propusimos para la escuela».
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No puedo dejar de pensar en la belleza de esta ironía. Vivimos en un país que tiene el mayor gasto de la región en ejército per cápita y, sin embargo, allí, en ese pequeño rincón, se logra construir una escuela donde se había planificado una comisaría. Para mí es un jaque al sistema, aunque estemos muy lejos del jaque mate. Me entero de que, con toda justicia, se propuso que la escuela llevara el nombre de Daysi Vivas, pero la respuesta tiene esa incansable falta de lógica que deambula por la burocracia. Solo se le puede asignar el nombre de alguien a una institución, luego de que pasaran diez años de su muerte.
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Maricruz, que nos acompaña, resalta la sabiduría y la fuerza de Daysi para responder al poder y hacer posible que el Polonio cuente con una escuela hace ya treinta y cinco años. No importan las prohibiciones del sistema, para todos esa es la escuela Daysi.
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Seguimos camino mientras la idea nos revoloteaba los pasos. No fue por casualidad que nos encontramos con dos jóvenes mujeres preparando la tradicional chorizada de cada Turismo, cuyo objetivo es recaudar fondos para la escuela. Hablamos con una de ellas que nos trae una perspectiva foránea: «Me llamo Silvia Díaz y soy argentina. Tengo 43 años, vivo acá hace quince, por elección. La verdad es que al principio no tenía ni idea. En este proceso hubo algo de amor, de aventura y de inconsciencia. No estuvo programado. Conocí al papá de mis hijos cuando vine por primera vez y surgió el amor. Estuvimos viajando por dos años, con Buquebus de por medio, en mis tiempos libres. Después de ese tiempo, lo definimos. Él me planteó de irse para allá pero yo dije que no. No iba a sobrevivir en esa ciudad, sin embargo, yo estaba con más ganas de irme de Buenos Aires, aunque no había pensado en un lugar así, tan inhóspito. Primero vine en verano, como todo el mundo. Luego estuve cuatro días en invierno y vi dos ballenas gigantes súper cerca. Me dijeron que había sido mucha suerte verlas, y entonces dije: “Ta, es acá”».
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Silvia es joven y no es nativa del lugar. Aprovecho esos factores para preguntar sobre lo que supone vivir acá fuera de la temporada: «En invierno, lo más bravo es la soledad intensa, mucho peor que el clima. Solo se logra transitar creando lazos. En el Cabo tengo algunos lazos, no muchos, pero hago teatro en Valizas y eso me ayuda pila. Ese grupo de teatro me supone salir de la isla, porque esto literalmente es una isla. Salir de las dunas, ir por las rutas y estar en un ámbito de creación despeja mucho».
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Nos vamos quedito con la otra Díaz hacia el teatro. Se va poniendo la tarde y hay que armar para la obra de hoy. Nos sentamos en la sala, creada por ellos y, claro, ahí aparecieron las historias que trae Maricruz en su morral desde el minuto uno que pisó estas tierras y yo quiero contarlas: «Tengo 70 años y vengo al Cabo desde 1980. Mi rancho es del 83. Yo soy chilena, pero llevo más años viviendo en Uruguay de los que jamás viví en Chile. La primera vez que vine fue en el 78. Soy de ambiente cordillerano, mi padre era andinista, Sergio Díaz, fue el que rescató a los uruguayos del avión caído en los Andes —no el arriero, fue el que pasó la noche con ellos en el fuselaje».
Me resulta extraordinaria la forma en que se conectan las cosas. El tiempo va dejando los hilos de las historias. Hemos vivido tantas. Cada historia una vida y, a veces, hace falta solo un relato para unirlas.
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Continúa: «Vengo de un ambiente en el que se hacían fogones nocturnos en la cordillera con los arrieros. Ahí eran siempre los cuentos, las fantasías sobre la dama de blanco o la aparición del diablo. En esa zona existe un lugar llamado la Pata del Diablo donde hay una roca con una huella que parece una pata. La historia cuenta que es la huella que dejó el diablo cuando pegó el salto para cruzar hasta la otra montaña. Cuando llego al Polonio, me encuentro con un rincón donde me siento entre iguales, en las noches de conversaciones y guitarreadas en lo de la Chela». El rostro de Maricruz se transforma mientras va entretejiendo historias de otros tiempos.
«El que nos recibió por primera vez acá fue Bonifacio Calimare, un gran cuentista. Cuando lo conocimos, vimos el barco que cuidaba y se nos antojaba una fantástica escenografía de ópera. Gabriel escribió una canción sobre él y sus cuentos que se llamó Don Guillermo. En ese momento no teníamos idea de que Bonifacio era el papá de la Chela. En ese tiempo pinté un cuadro de una mujer con un pañuelo atado en la cabeza limpiando pescado en una mesa de caballete. Pasaron los años y cuando conozco a la Chela le cuento sobre mi primer cuadro. Me dice que las que hacían eso eran solo dos mujeres, la Nena y ella. Así que, sin querer, probablemente y por el ángulo de la cara, sin conocerla, la pinté a ella». Esta historia, que parece casualidad, gesta el primero de los hilos que irá conjugando el vínculo que nacerá entre ellxs.
«La conocimos cuando vinimos con Gabriel, yo embarazada de Martín, de cinco meses. Alquilamos un ranchito que era de Daysi y su tía. Nuestra idea era venir a la playa sur y bajar al pueblo cuando remallaban las redes entre los ranchos, ahí bajábamos con la guitarra y empezábamos a cantar. El rancho de la Chela siempre estaba abierto y tenía un sillón donde te sentabas y empezabas a escuchar las historias más fantásticas». Gabriel y Maricruz, sin proponérselo, fueron, de alguna manera, los juglares del Polonio. A través de ellxs, sus historias siguen viviendo en las futuras generaciones. En este lugar se tejen historias como se tejen redes… Vengan, vean, cuiden y escuchen.
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¹ Vallejo, Irene. Las mujeres en la historia de los libros: un paisaje borrado. Irene Vallejo, escritora. BBVA Aprendemos Juntos, El País, 2020. Recuperado de < https://www.youtube.com/watch?v=yw7C_MLqgQw>.
À propos d'eux
Hacia una central de trabajadores con perspectiva de género
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
Por un mundo donde seamos socialmente iguales,
humanamente diferentes y totalmente libres.
Rosa LUXEMBURGO
Una historia acotada por mojones
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1870 es el año que se considera el punto de partida del movimiento obrero uruguayo. Por ese entonces se creó una organización conformada únicamente por trabajadores y para la defensa de sus derechos. Más tarde, en 1890, se formaron sociedades de resistencia, impulsadas por los anarquistas, aunque ya empezaban a asomarse también los socialistas. Recién a principios del siglo XX se promovió la formación de la unión gremial de obreros.
En 1923, en el Congreso Obrero, quedó sellada la unión del proletariado del país. De allí que surgió la Unión Sindical Uruguaya. En mayo de 1929 se constituyó la Confederación General del Trabajo del Uruguay (CGTU) con una plataforma que proponía seguir con la lucha de clase «para el mejoramiento y liberación final de la clase obrera».
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A mediados del siglo XX, el ingreso del Fondo Monetario Internacional (FMI), los problemas económicos, el alza del costo de vida y la baja salarial impulsaron movilizaciones y reclamos populares que fueron fuertemente reprimidos por el Estado. Entre fines de junio y setiembre de 1964 se conformó la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) como un organismo permanente de coordinación y de lucha. Fue en 1983 que un grupo de sindicatos que organizaban el 1.o de mayo con las banderas de libertad, trabajo, salario y amnistía dieron nacimiento al Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT). La conmemoración del 1.o de mayo de 1984 expresó la unión entre el PIT y la CNT bajo la consigna «un solo movimiento sindical».
En estos saltos brutales por la historia de la CNT, hemos intentado configurar la dimensión histórica de esta organización. El punteo muy genérico, por cierto, da cuenta de un complejo y largo proceso. Verán que la referencia a los trabajadores está remarcada por una o que aún ni sueña con convertirse en x. ¿Dónde estaban las mujeres trabajadoras en ese entonces? ¿Qué lugares ocupaban?
La mujer en la militancia sindical
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Piel Alterna conversa con dos jóvenes sindicalistas sobre las mujeres en los espacios de militancia. Nos encontramos con Tamara Naiara, secretaria de Género de Fuecys, y con Viviana Núñez, la primera dirigente mujer en setenta años del sindicato de camioneros.
La sección «Sobre Ellas» se enfoca en una historia que complementa los indicadores iniciales y lo hace a través de las voces de mujeres y feministas que vienen dejando el cuerpo en una militancia sindical que ha sido muy árida para todas ellas. Tamara comienza haciendo una precisión que es importante: «Las mujeres estuvimos siempre presentes en el movimiento sindical, desde comienzos del siglo XX, con las anarquistas y socialistas. No es que llegamos ahora; estuvimos siempre, pero subrepresentadas, sin ninguna posibilidad de participar de los espacios de decisión».
El tono de voz de Tamara es interesante, casi oximorónico, diría, entre la alegre calma con la que expresa lo que dice y la firmeza del contenido que evidencia una convicción inamovible. Con su presencia subraya cada aspecto de su relato y lo hace en el orden lógico de los acontecimientos.
Durante las épocas más oscuras, cuando fue necesario sostener la organización sindical en la clandestinidad, las que estaban eran las mujeres, porque los varones o estaban presos o fuera del país. En ese momento, las mujeres se organizaron, con un montón de códigos y dinámicas, muy interesantes de estudiar, para dar sostén y continuidad al movimiento de trabajadores. ¿Qué pasa cuando volvemos a la Democracia en 1985? Es brutal, porque después de haber resistido a la dictadura, las mujeres se ven obligadas a regresar a los lugares de invisibilidad, a un espacio que las pone por detrás de esos varones que vuelven y toman la dirección del movimiento.
Los lugares asignados por roles de género se reproducen en todos los sectores. Son determinismos culturales que les han negado a las mujeres y a las disidencias un acceso competitivo en puestos estratégicos de dirección. No podemos seguir repitiendo mecánicamente que a esos lugares se accede por capacidad, porque eso supone que los varones son los únicos preparados para ejercer el mando, y también que todos los varones que se encuentran en esos lugares están capacitados para hacerlo. Una y otra premisa son absurdas y caen obviamente ante la evidencia de los hechos. Caen también ante la premura de un tiempo que presiona los cambios. Caen ante cada nueva ola feminista que llega para recordarnos que la inequidad de género existe y pone a la mujer en un lugar de subordinación, cargándola de obligaciones definidas por el ámbito privado, dejándola fuera de competencia en lo público.
Tamara nos recuerda la importancia de ese hecho:
Aun cuando se retrocedió en visibilidad y en conquistas obtenidas también se abrieron ámbitos de discusión sobre lo que, históricamente, había sido invisibilizado. Por eso es tan importante reconocer a todas esas compañeras que dieron pelea para abrirnos camino. Su lucha insistente hizo posible la conquista del séptimo congreso del PIT-CNT, donde se define que una tercera parte de dirección y representación tiene que ser de mujeres.
Viviana viene del sindicato de camioneros a rompernos todos los estereotipos, porque es mujer y joven y, como Tamara, su compromiso está cargado de convicción y alegría. Ella irrumpe en el discurso con el deseo de subrayar la importancia histórica que tuvo ese momento. «Ese Congreso representó una victoria importante. Se empezaba a desarticular un espacio que había sido ocupado siempre por varones.» En este vuelco fundamental dentro del PIT, Viviana recuerda que, para las mujeres, militar y trabajar no fue fácil:
Militábamos y sumábamos todas las tareas de roles, por eso un logro clave para nosotras fue la conquista de la licencia sindical, que nos permitió continuar en los espacios de militancia gremial sin afectar todas las tareas vinculadas a nuestro rol que realizamos fuera del sindicato. Porque las mujeres siempre hemos tenido que articular la militancia con las tareas impuestas por la sociedad, como la de los cuidados, las tareas del hogar. No podemos olvidar que nosotras, después de trabajar y de militar, tenemos que llegar a casa para ocuparnos de lxs hijxs o cualquier otra responsabilidad de rol y, muchas veces, solas. Por eso conseguir militar en el horario de trabajo fue sustancial. El fuero sindical representó una gran batalla ganada.
Para enmarcar esta metáfora de batalla, Tamara nos cuenta una anécdota:
Cuando el PIT cumplió cincuenta años, hicimos un encuentro de jóvenes con la generación de los fundadores. Algunos compañeros empezaron a cuestionar el tema del fuero sindical, decían que ahora solo se militaba con fuero, re enojados. Entonces le pregunté: «Compa, usted cuando llegaba a su casa tenía a los gurises acostados, la comida pronta, la ropa limpia, ¿no?». No supo qué responder, porque esa realidad que han vivido ellos no es la misma que la de las mujeres. Los fueros democratizan mucho más el acceso a la militancia, porque lo cierto es que las mujeres siguen teniendo triple carga: trabajar, hacer las tareas del hogar y militar. Es muy fácil cuestionar las dinámicas actuales cuando ellos tenían quienes le resolvían todo en la casa.
Esto pone otro foco sobre el trabajo de las mujeres en los sindicatos porque, además de militar por los derechos de todxs lxs trabajadores, las mujeres deben luchar por conquistar espacios para las mujeres, para que las trabajadoras también se sientan representadas y con voz dentro del PIT. Viviana lo sostiene desde su planteo: «Que las mujeres estemos en los espacios de dirección en los sindicatos es muy importante para la organización porque la fortalece. Yo soy del sindicato de camioneros». Lo dice fuerte, claro y llena de orgullo, pero también con sus labios pintados, como para desmantelar cualquier preconcepto que quiera filtrarse.
Cuando llegué, había tres compañeras que me abrazaron. Hasta ese momento, el sindicato tenía una dirección conformada solo por varones. Cuando la dirección cambia se instala otra perspectiva. Hemos avanzado. En un sindicato tan masculinizado como este, ser la primera dirigente mujer y que hoy otra compañera ocupe la secretaría de Género es histórico, pero estas cosas no se saben.
Las escucho y pienso en los costos que ha tenido para ellas todo este proceso. Tamara lo confirma:
La militancia ha sido un espacio bastante hostil para las mujeres y siempre se nos exige mucho más. Incluso nosotras mismas nos exigimos. Cuando tenemos que dar alguna nota, por ejemplo, hablamos con alguna compañera para que lo haga y, aun teniendo formación, no se animan, mientras que a los varones les ponés un micrófono delante y te hablan de todo. Nosotras nos exigimos un montón de credenciales para cumplir lo que un compa hace con mucho menos. Es un tema pesado, porque quién sobrevive a tanta exigencia. Cuando una compañera llega, hay que valorarlo mucho y entender que no lo hace sola. Gracias a la cuota hemos podido acceder a lugares que, aun estando formadas, antes no podíamos.
Con respecto a la cuota, surgen las resistencias que se dieron en la interna de los gremios. Sobre eso, Viviana afirma:
Concebimos la cuota como una herramienta. Aún hay compañeros que no están de acuerdo e insisten en que si estamos ahí es por capacidad, pero la verdad es que, sin la cuota, no estábamos. También conseguimos otras cosas. Cuando empezamos a negociar los consejos de salario se hizo toda una campaña dentro del Pit, y se logró incluir la cláusula de género en los convenios colectivos.
Tamara apunta:
Hoy, el 80 % de los convenios colectivos salen con cláusula de género. Sin esa cláusula, las mujeres somos las que cobramos menos, las que tenemos que faltar cuando se enferma el gurí, las que por estar embarazadas perdemos horas y, con eso, oportunidades, lo que, al final, siempre influye en la brecha salarial.
Son muchos los temas y poco el espacio. Nos van quedando dos aspectos que no podemos dejar afuera: el acoso laboral y el paro de mujeres del 8M.
Con respecto al primero, es necesario detenernos en la existencia de la Ley de Acoso Sexual. Viviana toma la posta y nos cuenta:
Nosotras hemos trabajado muchísimo el tema del acoso sexual en el ámbito laboral. Por ejemplo, hemos hecho campañas vinculadas a las trabajadoras sexuales —porque no olvidemos que el compañero camionero va solo en la ruta, donde se encuentra con ellas—. Nosotras llamamos a Karina Núñez y, en plena pandemia, comenzamos a trabajar con ella para concientizar de que las mujeres que encuentran en la ruta haciendo trabajo sexual también son trabajadoras como nosotrxs. A raíz de eso, en la pandemia, el sindicato de camioneros comenzó a repartir canastas, para que cada compañera trabajadora sexual, en cada rincón del país, pudiera cubrir necesidades básicas.
Tamara la escucha y, desde su mirada, ya se va adelantando lo que piensa:
Sobre el tema a mí me saltan dudas, porque muchas veces, cuando empezamos a implementar protocolos en las organizaciones sindicales, empiezan a surgir las denuncias. En Fuecys ha pasado. En lo que es comercio y servicios, durante mucho tiempo estuvo naturalizado. Desde que conseguimos la secretaría de Género y desde el año pasado, que implementamos el protocolo de acoso sexual en la organización sindical, empezaron a caer denuncias porque las compañeras sintieron que tenían un espacio seguro para hacerlas. Nosotrxs tenemos varias situaciones de acoso desde los mandos medios, los compañeros y los subalternos. Nuestro sector es muy feminizado y muchas veces tenemos compañeras encargadas y ellas también nos plantean que reciben acoso de los trabajadores que tienen a cargo. Es que ese poder es bien subjetivo, porque en realidad podés tener un poder específico y objetivo, pero después, el ejercicio en el relacionamiento de género en el poder se sigue sosteniendo la misma lógica en la que el varón se siente habilitado para el acoso. Es interesante lo que sucede cuando se implementa el protocolo desde la secretaría de Género del PIT, porque empiezan a caer las denuncias y lo primero que se dice al respecto es que se trataba de una jugada política por las elecciones. Siempre aparecía alguna explicación que buscaba deslegitimar la denuncia de las compañeras acosadas.
Hacia un 8M con paro de mujeres
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El enfrentamiento entre las feministas y el PIT se ha ido intensificando cada 8M. Hoy, llegamos a esta fecha con el paro de mujeres votado por el PIT-CNT. Es una noticia importante, tanto como comprender su proceso.
Las dos están frente a mí con una presencia que parece completar todo el espacio, algo así como la consciencia de lucha que las envuelve. Es Tamara la que comienza a contar cómo fue el camino hasta hoy:
Fue en el 2016 que comenzó la discusión sobre el paro internacional de mujeres. Si bien es cierto que el primer paro de mujeres surge en Europa, el movimiento masivo que se genera cada 8M es bien latinoamericano. En el 2017 empezamos a dar batalla. Como en cada discusión aparecía la idea de que era imposible implementarlo por distintas razones, los tiempos se corrían. Lo importante es que, hoy en día, una gran parte del ejecutivo del pit-cnt y de la mesa representativa, entendieron que la necesidad del paro es porque las tareas productivas y reproductivas que hacemos las mujeres afectan al capitalismo también. Entonces, cuando paramos las mujeres, de verdad para el mundo. Otro tema en este proceso ha sido el llegar a entender la militancia desde otra perspectiva. Las herramientas de lucha de la clase —la huelga, el paro, trancar una empresa, etc. ― existen, pero siempre han sido territorio del sindicato. Cuando llegan los feminismos y deciden apropiarse del paro, eso genera un problema. La gran disputa que ha habido todos estos años tiene que ver con esa resistencia. Una cosa que es importante decir es que si las mujeres sindicalistas tenemos la potencia para hacer algunos planteos es porque integramos la intersocial feminista, porque estamos organizadas en colectivos y organizaciones feministas. La masividad de los feminismos en el Uruguay no sería tal sin las mujeres sindicalizadas, sin duda, pero acá se genera una simbiosis que está buena porque el paro de mujeres no es propiedad solo de las mujeres sindicalistas: este paro de mujeres trasciende incluso el mundo del trabajo.
Viviana nos incluye otra perspectiva desde su sindicato: «En la rama de los camioneros, cuando decretamos el paro de mujeres, el sector más afectado que tenemos es el de la logística. Es ahí donde se hace visible nuestra la importancia de nuestro trabajo cuando no estamos».
La batalla entre las organizaciones sociales feministas y los sindicatos ha sido intensa a tal punto que el PIT-CNT recibió el calificativo de pito CNT, pero la lucha interna de las compañeras, que insistieron y persistieron también fue importante, aunque muchas veces silenciosa.
Marzo quedó atrás, la movilización fue, como siempre, impactante. Las calles de Montevideo se vieron desbordadas por una marea violeta. La alegría y la certeza de que el camino es juntas y es reclamando por más y mejores derechos hizo de esta marcha un acto de amor. El día después es evaluar y retomar la militancia, porque sin acción no hay transformación.
Ahora llegamos a mayo. Lxs trabajadores somos muchxs, todxs diversxs, pero con un mismo objetivo: los derechos laborales. En cada movilización hay un denominador común, el de la conquista de derechos para los sectores más vulnerados. Seguimos viviendo un mundo estratificado, en el que los privilegios de unxs suponen costos muy altos para otrxs. Será la historia la que hable un día; por ahora, lo hacemos nosotras, porque sin relatos que den cuenta de los hechos desde múltiples perspectivas, quedan huecos que llenan lxs que tienen el poder. Tomar la voz, contar lo que nos pasa desde nuestra realidad es imprescindible para montar las piezas que siempre faltan en el rompecabezas de la historia.
Lo que anuda la palabra, lo desata el deseo
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
Cuando me llamo a mí misma feminista, lo hago en el intento de dar cuenta, de un modo asfixiante, inequitativo, opresivo, violento de vivir en este mundo y, al mismo tiempo, una propuesta para acabarlo para que otro advenga. Cuando me llamo lesbiana, es un intento de desplazar los límites no solo sexo – genéricos asignados desde afuera, sino sobre todo desde adentro: digo lesbiana y algo en mi respira a aire nuevo de respiración. Con respecto a poeta, bueno… ahí hago silencio, y espero a ser hablada por Poesía
MACKY CORBALÁN
«La primera militancia es en el lenguaje»
¿Nacemos del deseo? ¿Somos el resultado de un impulso que se diseña en el deseo? ¿Qué es, entonces, el deseo? ¿Cuántas formas de deseo existen? Mis dedos recorren una página en blanco repitiendo la misma palabra como si a través de ella surcara el terreno de la escritura, para sembrarla. Me sumerjo en la vanidad de las ideas que rompen el límite de mi mente para dejarme seducir por las palabras que van naciendo, convirtiéndose en imagen, mientras el cursor subraya la línea entre lo que no existe aún y, sin embargo, existe (ay, Macbeth).
Una fuerza interna convulsiona. Las letras se unen, las palabras surgen, las frases quieren ser al menos un esbozo de lo que perciben en su ilusión primaria. Escribir para que revienten las fuentes prohibidas. ¿Cuál es el principio? ¿Cuál, la dimensión del orgasmo desvanecido en el movimiento sinuoso de tus manos mientras recorren el tejido ansioso de mi piel? ¿Cómo se tensa un cuerpo en el teclado o en la latencia del sexo que se desborda hasta romper el límite de una frontera que no es solo geográfica…? Hay, en este recorrido, preguntas que se resisten a cerrarse en un signo.
Imagino territorios liminales que podrían abrirse a la real existencia del deseo, pero no me quedo en ellos. La cama deshecha como el borde de una isla no es suficiente. Una idea que propone un nuevo destino serpentea el discurso, y lo puebla de otras formas del deseo.
Me vuelvo a las imágenes de mi insistencia en la escritura, siempre torpe, aunque obsesiva, como un animal que rastrea la presa. La razón que impera en la búsqueda es capaz de ceder para mantener intacta la sensación del pulso en el sexo, como una fuente imperiosa, inacabada, en la que las palabras se atropellan. Caen, al fin, en el punto (in)sospechado del estruendo y se ahogan en un doloroso llanto. Escribir desde el deseo para trascender la forma obvia del deseo. Escribir desde el imperativo latente en el cuerpo. Escribir desde otras configuraciones simbólicas: Who am I? Where am I from? What are my words?
Hace mucho tiempo comprendí que las palabras construyen realidades. Estamos llenxs de palabras. Les damos categorías, las definimos. Entonces, las nombramos: deseo. Una gama inmensa de posibilidades se abre, dependiendo de nuestra historia, de nuestro entorno, de nuestras creencias. Rellenar una palabra para instalarla en un sentido debería ser un acto sagrado, porque, una vez que la lanzamos, cae con todo el peso de su contenido.
¿Qué palabras nos definieron? ¿Cómo nos definieron? ¿Qué hicimos con ellas? Las palabras ajenas, que trazan nuestra imagen, pesan aún demasiado en nosotrxs. Si llenar una palabra de sentido impone responsabilidad, llenar de sentido una existencia está vinculado directamente con la consciencia de los deseos que la habitan. Digo aquí: formas de autopercibir los deseos, como un acto de identidad, de reconocimiento. Un principio de conexión que nos acerca un poco más a quienes somos, y nos rescata del eterno mandato de ser lo que se espera que seamos.
Conocerlos es, posiblemente, un problema para el sistema. Sobre todo, si esos deseos existen en cuerpos prohibidos, no normativos. La construcción política de nuestra red social supuso reglas, demandas e imposiciones rigurosas sobre los cuerpos. El primero fue el de la mujer. ¿Qué implicó el deseo para la existencia de la mujer? Todos ellos: el sexual, el creativo, el vital que la define más allá de su genitalidad. Ser fuera del Estado, de la religión, fuera de la casa en la que se le construyó un único deseo como pilar principal: ser madre. En los pocos casos en que fue posible, el castigo niveló el riesgo. Relatos en los que ellas eran la fuente del caos y del pecado gestaron las bases para la apropiación de sus cuerpos como territorio.
Las palabras han definido cómo debe vivir el deseo una mujer cisgénero y heteronormada. Fueron esas mismas palabras las que desterraron de la existencia todos los cuerpos que no se ajusten, en rigor, a las necesidades del sistema que define, por medio de esos relatos, qué es lo normal. El deseo se desfigura cuando nos ven otrxs, alternxs. Molesta, incomoda, enfurece no poder acomodar la imagen de una palabra, soportada por un significado heredado, a la de los cuerpos disidentes. Entonces aparecen expresiones para clasificar, catalogar, como una forma de recuperar cierta visión del orden del mundo que consiga mantener la representatividad social intacta.
Mientras leo Ética tortillera¹ de Virginia Cano, pienso, a través de su texto, acerca de cuándo escuché por primera vez la palabra torta, tortillera, y cuándo esas palabras se asociaron al sentido «lesbiana». Hice el ejercicio que propone Cano y me vi en la vereda de mi casa, en Rosario (Argentina), esperando para entrar a la heladería que había abierto hacía unos días. Mientras contaba las monedas se me acercaron unxs amigxs con sus padres y empezaron a decir que la mujer que había puesto la heladería era una «tortillera». La palabra impactó fuerte en mi mente. Nunca antes la había escuchado. No sabía qué significaba. Bueno, podría hacer acá un relato de todo lo que imaginé en ese momento que, ciertamente, no tenía nada que ver, pero derivaría en otra historia. Lo cierto es que esa palabra no venía sola, estaba acompañada de sonidos, de gestos corporales que todos hacían a la vez y, aun sin saber lo que quería decir, entendí que se trataba de algo malo. Tenía diez años. Claro que entré por el helado —por si les interesa— pero lo único que veía era a esa enorme mujer, poniendo todo su esfuerzo para atendernos, mientras en mi cabeza resonaba: tortillera. Me dio miedo.
Esa palabra me acompañó unos cuantos días con sus noches. No me animaba a preguntar a mis padres qué quería decir. Luego me enteré qué significaba, gracias a mis amigxs, más despiertxs que yo. La respuesta que me dieron ellxs, debo decirlo, me dejó con más dudas: «Mujeres que duermen con mujeres». Caí en estado de alucinación. Yo dormía con mis amigas cuando me quedaba en sus casas. Dormía con mi mamá a veces, o con mi tía. Entonces, ¿todas éramos tortilleras? No parecía lógico. Algunas de las personas que la llamaban así y se reían eran lxs padres de mis amigas. Ellxs sabían que dormíamos juntas y no nos trataban de la misma manera. La definición formal vino de un diccionario, algún tiempo después. Lo cierto es que un término tan simple, pero atiborrado de referencias negativas, se podía usar para describir la vida de una persona en relación a sus deseos. Comprendí dos cosas: el peligro de las palabras y la exigencia de su uso en determinados contextos para ser aceptadxs.
Todo ese pequeño relato devenido de mi memoria, que agradezco a Cano —y a quien me prestó el libro— se carga de sentido cuando descubro, allí, en aquel momento de mi infancia, y ahora, que las personas creamos palabras —más allá de todo el rollo comunicacional— para instalar al otro en un marco que permita separar, discriminar, diferenciar. Consignar estatus de existencia. La heladería de mi barrio duró muy poco. Nunca más volví a ver a la que llamaban «tortillera». Esa fue la realidad que le construimos a partir del concepto que le asignó un lugar distinto al resto, porque su cuerpo expresaba demasiado el «error» de amar a otra mujer.
Descubrir una palabra, asociarla a formas binarias de lo bueno o malo, ver las consecuencias que trae, tiene un impacto directo en la formación de una niña. Sobre todo, cuando esa niña crece y comprende que tiene deseos que van a imponerle ese mismo estigma y, posiblemente, impedirle abrir una heladería en el barrio. Entonces, todos los espacios públicos en los que la palabra ajena articula la vida se convierten en un riesgo. Deseo es un simple verbo que puede ser inocente incluso, o puede desterrarte del mundo, como lo dice Virginia Cano en su libro: estamos hechos de palabras, hacemos a los demás con palabras. Los cuerpos están atados a las palabras que les imponen comportamientos. ¿Dónde quedan los deseos, cuando esas palabras que nos definen son más poderosas de lo que sentimos? Escondidos en lugares privados, como si fueran una categoría peligrosa que debemos ocultar.
Construimos explicaciones viables para que nos acepte el entorno o reducimos nuestra vida a compartimentos estancos, y ambos también. Somos plenos en nuestra comunidad, y, fuera de ella, habitamos el cuerpo que es requerido. Es reduccionista suponer que todxs hacen lo mismo. Para descartar esa opción, habría que enfocarse en los distintos tipos de población y las palabras elegidas en cada caso. ¿Qué decidimos decir y mostrar dentro y fuera de la comunidad? Es supervivencia pura, pero tiene costos.
Este trabajo dio muchas vueltas antes de nacer, y no nacerá, aun cuando se publique, porque sigue siendo mar embravecido. Es intento que no cabe en un artículo. Apenas una idea abierta. Lo que las manos ansiosas lograron desatar en la hoja silente lo resolverán ustedes; por lo pronto, hay ahí un nudo que quedará así. La naturaleza de la palabra como un acto desesperado que viene del deseo de ser pero que nos asigna un lugar, dependiendo siempre del registro de nuestra identidad, frente a esto, la impunidad en que se desenvuelve, ciega, amparada en construcciones anquilosadas y perimidas. Corren nuevos tiempos. Los deseos saltan más allá de la represión en la búsqueda de una ética de la existencia —en el sentido griego— en la que ser, desear, decir y crear aniden en un territorio posible y sin márgenes que guetifiquen cuerpos.
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¹Cano, Virginia. Ética tortillera, ensayos en torno al êthos y la lengua de las amantes. Madreselva, 2015.
El dolor como síntoma
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
La posibilidad de alternativa al sistema monógamo no va de ligues y noviazgos, sino de colectivización de los afectos, de los cuidados, de los deseos y de los dolores. Para resistir a la violencia individualista, tejer redes rizomáticas. Pero, para ello, tenemos que desenmascarar el sistema que nos confronta y nos convierte en sujetos activos en una competición sangrante.
Brigitte VASALLO
Pensamiento monógamo, terror poliamoroso
¿Cuáles son los límites de las relaciones? ¿Hasta qué punto el cuerpo deja de ser autónomo en función de otro que toma posesión, en nombre de las sagradas leyes del amor? En este número el tema es el dolor. Pienso en las mujeres que han cargado la marca del dolor a través de su historia. Si bien podríamos enumerar varias formas del dolor vinculado al rol de género, hoy vamos a poner en tensión dos términos: dolor y amor, que son oximorónicos y aun así…
Probablemente se trate de un artículo con más preguntas que respuestas, pero intentaré descubrir en las voces de algunas mujeres, ciertos rastros del dolor asociados al amor. ¿Cuáles son las preguntas que necesito hacer? ¿Qué representaciones, reales o ficticias, me han definido como sostén de un ideal que reproduzco? Pienso en mis abuelas, Amalia y Pura, dos mujeres distintas en sus cuerpos, en su construcción del mundo y, sin embargo, dos mujeres definidas por el dolor.
Antes de dejarme invadir por las voces de Ellas, las que tienen algo que decir al respecto, sigo masticando algunas sensaciones. Busco en mí misma algunas ideas sobre el amor y el dolor. Me resulta interesante pensarlo como un síntoma de algo más físico. Cuando decimos que el amor se siente en el estómago en forma de mariposas, no solo damos cuenta de una romantización metafórica, también lo inscribimos en un territorio físico y palpable. ¿Sucede igual cuando se procesa el camino inverso, hacia el desamor? Podríamos pensar que sí, cuando todos los dolores se acumulan en el cuerpo de manera orgánica como una constatación del vacío.
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Hace muchos años, una amiga me preguntó: «Cuándo el amor termina, ¿a dónde va?» Entonces, yo no era capaz de comprender el alcance de sus palabras. Sin embargo, como todo en la vida, la experiencia acumula información y nos reconecta con la memoria como herramienta para el presente. Para una mujer racional, descubrir que el desamor tiene un impacto directo en el cuerpo, como evidencia empírica de la pérdida y el dolor, representa un desacomodo en su estructura.
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¿Qué hacer con esa información? Escribir, ordenar, condensar en palabras cada convulsión emocional que se materializa en el cuerpo. Una podría sentarse en un rincón de su casa para navegar todos los huecos que le quedan cada vez que un dolor la atraviesa. ¿Cuántas formas de desmantelar el mundo en una respiración agónica existen? ¿Por qué el destierro ha representado uno de los castigos más terribles de la humanidad? Ahora me vuelvo a mí y me pienso en mis muchos exilios: el que viví de pequeña, llevada como entre paquetes, al exilio de mi padre; el que experimenté en un colegio, atravesando la puerta del aula, expulsada por la maestra en segundo de escuela —el patio se me hizo un mar insondable lleno de fantasmas y terrores, del que no sabía cómo salir—; el exilio del regreso a un país romantizado. Sin embargo, ninguno fue tan potente, tan revolucionario o arrasador como el exilio del amor.
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Sí, lo sé. Probablemente esa sea una de las frases más cursis de esta sección, pero representa con precisión toda la incertidumbre, todo el precipicio que se experimenta en el proceso. Fue entonces cuando pensé en mis abuelas. En sus personales destierros, físicos y emocionales y en sus cuerpos repletos de agujeros que llevaban con dignidad, como si fuese imposible pensar otra forma de existir. Ellas ya no estaban para contar sus historias, pero el mundo está repleto de mujeres agónicas en el dolor. Con el ánimo de escapar del ejercicio narrativo de autoficción, recurrí a otras vivencias, con preguntas simples, con la idea básica del lugar común que representa amor y dolor.
Las palabras en Ellas
Cuando algunas de esas mujeres con las que me contacté recibieron mi propuesta un domingo de mañana (como si ya los domingos no tuvieran una carga de soledad y desamor), me empezaron a caer audios. Parecía que se había desbocado un enorme río contenido. La selección que hago de todo lo que me dijeron está impuesta por el espacio. Sus palabras vienen a jugar un contrapunto con mi planteo inicial, que apenas deja abierto el tema. Una idea constante fluye: el dolor no se puede esquivar, está ahí para enseñarnos algo. Sus relatos de domingo y mate son un buen ejemplo de la fuerza de la que somos capaces las mujeres. Estas son sus voces:
Claudia (profesora de biología) aportó una perspectiva dual sobre la cuestión. Plantea que el vínculo entre amor y dolor no necesariamente tiene por qué ser algo negativo. «Claro que hay una cara oscura en esa relación que sería el amor enfermo. Aquel que tiene que ver con soportarlo todo». Sin embargo, también existe en esa relación tópica una mirada distinta. «El dolor relacionado con una separación de pareja —dolor en el sentido de dejar de ser objeto de ese amor— o una pérdida o la lejanía de un hijx. Entiendo que, en esos casos, el dolor viene a demostrarte que el amor puede hacer que des un salto cuántico como ser humano. Ese dolor transitado y trabajado te permite procesar tu propia evolución».
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Una voz distinta es la de Elena (escritora) quien viene trabajando desde hace un tiempo este tema en sus textos. Su escritura siempre está vinculada al amor lésbico, y en ese sentido propone la idea de que un enfrentamiento entre dos mujeres que tienen un vínculo sexoafectivo puede ser doloroso y excitante a la vez. «Siempre existe la idea de que el amor está asociado al dolor como algo puramente negativo y por el final de una relación, pero lo que no se suele decir es que, de una manera afectiva, todas usamos formas de sadomasoquismo a nivel emocional y en forma permanente. Esto parte de una seducción que, claro, termina siendo de mucho dolor a nivel corporal». En esta línea, Elena recuerda su cuento El amor de mi vida en el que una relación laboral se transforma en un vínculo sexo afectivo basado en el sadismo.
María de los Ángeles (profesora de literatura) habla de etapas. «El amor en sus distintas versiones, creo, siempre está unido al dolor. El error es pensar que sufrir es algo malo y no, es inevitable. El amor implica siempre a otro con el que tenés una forma única y privilegiada de conectarte con su intimidad. Idealizar al otro y cargarlo con expectativas que no puede cumplir —porque es distinto— genera dolor. Para mí, el amor de amores es la maternidad. El amor y el dolor que se siente por un hijo es más profundo y visceral que el de pareja, por todo lo que proyectamos sobre esa vida y sus posibilidades. Otro dolor profundo es la posibilidad de la pérdida de un hijo. Me tocó vivirlo de cerca y aún lo recuerdo como la experiencia más dura de mi vida, en la que me di cuenta del amor incondicional que sentía por él. Todo eso nos hace crecer».
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Yola (música) nos instala en la dificultad de pensar juntos esos dos términos. «Es una pregunta difícil. Siento que el amor es felicidad y no dolor, salvo cuando es ausencia de amor en la forma que sea. Ahí aparece el sufrimiento. El amor y el dolor son antagónicos.»
Ana (profesora de lingüística) nos habla de otro lugar. «El amor más difícil de todos es el amor a una misma, aunque no me atrevo a decir que sea más difícil para las mujeres que para los varones. Los hombres también son víctimas del patriarcado, al menos los que quieren desmarcarse, y ellos también sufren. Creo que la sociedad impone mayores dificultades a las mujeres para poder sentir amor hacia nosotras mismas. En este sentido, el amor a sí mismo cuesta muchísimo y duele. Porque lo que nos decimos a nosotras mismas (darnos con el mazo y con la porra) no se lo decimos a los demás. Demostrar al mundo que se banca el dolor que sea y que se resiste. Eso parte del tremendo miedo a la vulnerabilidad. Pienso en la generación de mi madre, para quienes la idea de darse por vencidas era imposible. Está mal, hay que poder darse por vencidas, saber reconocer que hay dolores que nos pueden y hay otros que no necesitamos. Las mujeres debemos aprender que no somos heroínas desgarradas porque nos venza el dolor, somos humanas. Debemos ser capaces de darle la bienvenida al dolor, porque es un proceso legítimo».
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Jimena (psicóloga) lo piensa desde la complejidad que supone el vínculo de emociones. «El dolor en el amor sucede cuando hay algo que genera interferencia, ruido a partir del desamor. El dolor pasa cuando algo del amor se proyecta sobre la otra persona que no está en la misma línea. Cuando se procesa una desilusión porque somos diferentes, ahí se genera tensión y dolor. La herida mayor que provoca es el desamor, que puede ser vivida desde el narcisismo cuando desaparece todo ese amor que se había depositado en la persona y ese vacío genera mucho dolor. También es fluctuante y dinámico por lo que el dolor puede aparecer y desaparecer. Como las emociones se vinculan con el cuerpo, muchas veces se somatizan y, cuando el dolor es muy grande, se siente efectivamente de forma física».
Alejandra (actriz) se para desde una perspectiva del ideal a alcanzar en nuestra evolución: «Creo que desde el momento en que el amor es una cosa dinámica de descubrimiento, está cargado de ego, de necesidades. Por ejemplo, si un bebé no recibe lo que necesita de la madre, sufre dolor. La falta de amor genera dolor. Pienso también que el concepto de amor va evolucionando en el ser humano. Hoy es importante comprender que el primer amor de todos es el amor a unx mismx. Somos nuestra primera y última compañía. Si unx se ama a sí mismx logra eliminar gran parte del dolor. Porque cuando buscás que el otro llene un vacío, que te complete, eso genera dolor. La gran conquista de las personas es completarnos, autonutrirnos dentro de nuestra propia existencia».
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Las voces son muchas y, en algunos casos, los hilos que van generando el tejido coinciden, tal vez por eso fue necesaria una selección. El relato no pretende dar cuenta de la profunda carga sostenida por las mujeres a lo largo de la historia. Las palabras compartidas nos hablan del amor y el dolor porque esa era la propuesta. Pensar esta asociación desde distintos lugares nos permite desarticular presupuestos, a través de tantas miradas de mujeres que se duelen porque viven.
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Agradezco a todas las mujeres que nos acompañaron en el artículo: Claudia Martínez, Elena Solís, María de los Ángeles Romero, Yola Antoria, Ana Rona. Jimena Dibarboure y Alejandra Wolff.
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La fuerza de la red
Texto de Roxana Rügnitz. Fotografía por Mariela Benítez
Esta sección nace con la intención de escribir sobre las mujeres que han tejido un entramado de redes para sostenernos, para enseñarnos y para heredarnos una alternativa de la historia. Esta sección ha querido honrarlas, abrazándolas a todas. La vara es alta, no será una empresa fácil, pero estoy convencida de que es necesaria.
Una de las pioneras feministas de nuestro país me contó la historia de «pasar el zapato». Sucede que venimos descalzas, desarmadas de todo lo que necesitamos para ser mujeres en este mundo y en este contexto. Sin embargo, otras nos antecedieron y descubrieron, más temprano que tarde, el costo de ser feminista y la necesidad de organizarse.
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Probablemente muchas tuvieron que andar sin calzado durante algún tiempo, pero forjaron los hilos indispensables para llegar a nosotras y entregarnos los zapatos que ya debemos dar a las que vienen detrás. Es una tarea que se sostiene entre todas: las mayores que, en un momento, comprenden que es hora de pasar la posta y las jóvenes que la reciben porque nada empieza de cero. Ya existen zapatos para continuar transformando, pero desde una articulación que cimenta el proceso.
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Esto sucede en todas partes. Es una marea que desborda. Estuve hace unos meses en México, donde conocí la Colectiva Editorial Hermanas en la Sombra, que trabaja con mujeres privadas de libertad. No voy a ahondar en el tema, esperando que sean ellas quienes escriban al respecto en el próximo número. Las traigo a mi memoria porque a través de su experiencia se volvió muy evidente la importancia de contar la historia. Existen muchas mujeres haciendo trabajo social en las sombras, existen muchos colectivos activando, pero ¿qué pasa si no se genera un relato sobre lo que hacen?
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La ausencia del relato tiene consecuencias. Se me ocurren apenas dos: por un lado, el borramiento de los procesos que terminan imponiendo un continuo volver a empezar y, por otro lado, la entrega de espacios para que la historia la cuenten otrxs, recortando la visión de los hechos. En Uruguay tenemos muchas hermanas en las sombras. Hoy voy a hablar de uno de los colectivos que las agrupa y que ha nacido para ser un bloque de acción y respuesta a todo lo que pueda implicar una amenaza a nuestros derechos, pero también ante cualquier situación en que una mujer se vea violentada. Este grupo surgió con la característica de ser autoconvocadas y con la aspiración de lograr un activismo desde la horizontalidad.
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Si bien es imprescindible organizarse, mostrar, también es importante contar lo que se hace desde los lugares más corridos del centro hegemónico, por eso hoy hablamos de Resistencia Feminista.
Esta colectiva, que me honra integrar, está conformada por muchas mujeres y todas importantes. Sin embargo, para contarles esta pequeña historia, (porque tiene un año de existencia), aunque inmensa por lo que significa, hablamos con tres de sus integrantes. La antropóloga Patricia Totorica, la maestra y senadora Amanda Della Ventura y Ximena Giani, activista en derechos humanos y derechos de las adolescencias en conflicto con la ley penal. Ante ellas, mi palabra se convierte en transcriptora para que sus voces les lleguen de la manera más clara y directa. Les pido que cada una me hable de Resistencia Feminista desde su subjetividad. Qué sienten, cómo la viven, qué supone para ellas esta colectiva.
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Decido comenzar con la mirada de la senadora Amanda porque, desde su lugar en el Parlamento, tiene una perspectiva distinta de las representaciones de estos espacios de acción social. En su comprometida generosidad, responde de inmediato: «Este grupo significa mucho para mí. Es un lugar original de sororidad y de apoyo, como suele decir Patricia, la lideresa natural. Porque, más allá de que nos definamos como un colectivo horizontal en el que participamos todas, Patricia ha sido el motor que mueve y nos sacude incansablemente. Desde una perspectiva cotidiana y en lo concreto, el colectivo posibilita ver lo que pasa alrededor de un tema en específico y a partir de ahí, reaccionar y actuar en la práctica. No somos un grupo más. Aquí estamos muchas mujeres de distintos lugares, bajo la consigna que le gusta repetir a Patricia, “ninguna le suelta la mano a ninguna”, lo que nos define. Todas nos apoyamos a través de los medios que tenemos para ir más allá de las palabras. Estamos en donde cada una de nosotras nos necesite».
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Le sigue Ximena, una de las jóvenes involucrada con Resistencia, y sus palabras son suficientes para comprender todo lo que supone formar parte del grupo: «Resistencia Feminista surge de “La interrupción voluntaria del embarazo (IVE) se defiende”. Surge de esa terrible sensación de que nos arrebataban un derecho militado, legislado, apropiado y pionero en relación a nuestros derechos sexuales y reproductivos. Se trata de una ley que pasó y traspasó un veto presidencial. En el colectivo se siente esa fuerza que nos impulsa, independientemente de dónde vengamos, que se vio reflejada en esta grupa autoconvocada en la que todas fuimos encontrando nuestro lugar. Trabajamos en red. En un tejido infinito de posibilidades, pero tratamos de hacerlo de forma horizontal y corporativa, rescatando y potenciando nuestras particularidades. Esta es, además, una red intergeneracional que da cuenta de la cantidad de mujeres que estamos viviendo historias distintas. Es también una red disidente, porque entendemos que se trata de un espacio para todes.
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Resistencia Feminista es una herramienta de trasmutación, de lucha, de empoderamiento y aprendizaje que nos sostiene. Una red de intercambio y discusión que analiza, pero también es muy crítica. Este es un lugar de construcción de los feminismos, en su amplia definición y su alta participación. Un colectivo de pluralidades que sigue en construcción y con una cabeza como motor, que es Patricia Totorica, fuera de discusión. Ella se mete a fondo en cada situación, impulsa, arenga y convoca aún en su tránsito personal por una enfermedad oncológica, Patricia ha tocado cada fibra desde los distintos niveles que nos movilizan y atraviesan».
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En algún momento de este relato se hizo muy notorio que había un componente que era denominador común de todo lo que implica el movimiento de Resistencia Feminista. Estaba claro que Patricia, aún ante la lógica de la organización horizontal, era clave para la activación del colectivo. Por lo tanto, si hablar de esta organización remite directamente a ella, se vuelve indispensable su voz. Ella nos cuenta cómo y por qué surge la colectiva: «Resistencia Feminista es una derivación de algo que comienza en octubre de 2021 y que se llamó “La IVE se defiende”. Un jueves escuché las declaraciones del director de la Administración Nacional de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), Leonardo Cipriani, que planteaba la intención de comenzar a revisar los procesos que forman parte de la IVE y entonces me indigné.
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​La ley que tenemos con respecto a la IVE es una buena ley, mejorable, claro, pero es una buena ley. Establece, entre otras cosas, determinadas garantías para la mujer, como por ejemplo que la junta de especialistas que la ven no tiene potestad para decidir sobre si va o no a continuar con el embarazo. La que decide eso siempre es ella y no el equipo técnico. Cipriani decía que se estaban autorizando «de forma automática» la realización de la interrupción de embarazos. Esa afirmación significa una mala interpretación de la ley, voluntaria o por desconocimiento, lo que es igual de tremendo. En ese momento entendí que debíamos hacer algo. Yo creo profundamente en los movimientos sociales. Como dice Margaret Mead, “nunca dudes de grupos de personas comprometidas que puedan cambiar el mundo”. Así que, esa misma tarde, en un arranque de “vasquismo”, armé un grupo de WhatsApp con treinta mujeres amigas, militantes y feministas. Las puse a todas como administradoras y me fui el fin de semana a descansar, porque justo había empezado el tratamiento, así que me desconecté de todo. Cuando volvía, el domingo de noche, recibo un mensaje de una amiga y connotada veterana feminista quien, en sus términos maravillosos, me dijo “Bo, yegua, ¿a ver si te haces cargo de esto que armaste?”. Ese grupo de solo treinta mujeres se había transformado en un grupo de trescientas. Tuvimos que hacer una cadena de correos para poder integrar a todas las mujeres que se iban sumando.
A partir de ahí, empecé a hablar con mujeres de todos lados, nos fuimos convocando unas a otras y generando un movimiento espontáneo que en cinco días juntó a cientos de mujeres de distintos feminismos, con las que nos encontramos en la plaza Independencia de Montevideo con el fin de entregarle una carta al Presidente y expresar nuestro repudio a las declaraciones de Cipriani. Esto acabó por generar un movimiento que se replicó en Buenos Aires en la puerta de la embajada uruguaya a la misma hora. Muchas mujeres empezaron a contactarse con el grupo para sumarse a manifestar, con ganas de poner el cuerpo, pero desde la conciencia de que, si no lo hacíamos, se venía una brava. Era visible ya la intención restauradora de los valores más conservadores, lo que ponía en riesgo todos nuestros derechos adquiridos.
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Esta movida tuvo una particularidad, todas las integrantes proveníamos de distintos sectores políticos y sociales, la gran mayoría de izquierda, aunque no sé si hay mujeres de otros partidos. Fue una de las primeras experiencias donde dejamos de lado nuestros propios colectivos y movimientos para constituirse en una organización horizontal. Con respecto a la importancia de este hecho, hace un mes me contactó una periodista española para entrevistarme sobre la IVE y sobre la manifestación que logramos al juntar miles de voluntades sin importar si la lideraba alguien o quién la convocaba.
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Del grupo inicial se crearon redes para replicar nuestras movidas. Llegamos a ser tendencia durante varios días, algo que es muy difícil en Uruguay. Todo esto tuvo un impacto enorme, pero especialmente en nosotras al comprender que podíamos unirnos para pelear juntas más allá de las discrepancias. El movimiento feminista uruguayo es sumamente diverso y la diversidad siempre construye. Esto vuelve realidad el sueño de encontrar un espacio feminista de militancia, más allá de interesas particulares. Un lugar donde el poder no se ejerza de manera patriarcal porque todas somos iguales.
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En algún momento de todo este proceso, resolvimos hacer una asamblea de evaluación y fue ahí que se propuso trascender la situación coyuntural de la IVE y transformarnos en un movimiento que hoy se llama Resistencia Feminista. Este es un espacio muy querido que vivo con mucho amor, aunque a veces puede ser una carga porque el haber sido la impulsora me genera la responsabilidad de no dejar que se caiga, de sostener. De todas formas, es una experiencia maravillosa en la que habemos mujeres feministas de muchas perspectivas distintas que tenemos algo en común, queremos cambiar el mundo, volverlo más justo e igualitario. Aprendo todo el tiempo de este grupo, de todas y de mí, de mis frustraciones, de las cosas que debo mejorar, como por ejemplo aceptar que no siempre tengo razón (risas) y que puede haber otras formas de hacer las cosas. Es un espacio en construcción que ha generado lazos de amor. Yo vivo Resistencia Feminista como la red donde discutimos de lo que pasa, pero donde también hablamos de nuestras vidas como personas, como mujeres.
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En este proceso recordé algo del pasado. Hace 25 años yo era una antropóloga recién recibida y fui a Chile, a Temuco, a una comunidad mapuche para hacer un laburo con Renzo Piubarte. Allí, una sacerdotisa mapuche me dijo: “Vos sos puente”, lo que no entendí en su momento. Hoy me doy cuenta de que sí, es lo que soy. Conecto personas para generar red, que es la manera en que las mujeres nos hemos organizado históricamente y sin el permiso del patriarcado. Entiendo que la única forma de cambiar el mundo desigual que habitamos es la lucha feminista y se logra así, con espacios como este, donde todas somos importantes y donde experimentamos esto que implica organizarnos sin que nadie ejerza el poder, sin jerarquías. Porque necesitamos estar atentas, que nos duela en el estómago las injusticias, los femicidios, las violaciones. Así es Resistencia Feminista. Un espacio de compañeras, de hermanas donde aprender, con una intención y un objetivo político, porque eso es el movimiento feminista. Resistencia Feminista es la tribu. Me siento contenida aquí y entre todas hacemos lo que se necesite hacer para ayudarnos, para remarcar, no solo la lucha, sino las cosas que hacemos bien y que nos permita generar una cultura entre nosotras, un relacionamiento sin competencias. Resistencia es para mí un sueño cumplido y una vida con motivo. Desde acá y entre todas, ninguna le suelta la mano a ninguna».
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No es necesario continuar, esa frase que es símbolo del movimiento se convierte en aquel tejido inicial, que finalmente nos abraza a todas.
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Canards et calendriers
¹ «Ley 18987 del 17/10/2012 y su Decreto Reglamentario Nº 375/12. La garantiza el derecho a la procreación consciente y responsable, despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo hasta la 12ª semana […]». (Manual de Procedimientos para el Manejo Sanitario de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Ministerio de Salud Pública de la República Oriental del Uruguay).
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Une génération qui vole haut
Texte de Roxana Rügnitz. Photographie de Mariela Benitez
« Le jeune homme craint cette machine qui va le rattraper, il essaie parfois de se défendre avec des pierres ; le vieil homme, rejeté par elle, épuisé, nu, n'a que des yeux pour pleurer. Entre eux deux la machine tourne, écrasant des hommes qui se laissent écraser parce qu'ils n'imaginent même pas pouvoir s'échapper. Lorsqu'on a compris la condition des personnes âgées, on ne peut se contenter d'exiger une « politique vieillesse » plus généreuse, une augmentation des pensions, des logements sains, des loisirs organisés. C'est tout le système qui est en jeu et la revendication ne peut être que radicale : changer la vie » (Simone de Beauvoir)
A cette occasion, le thème du magazine nous impose un exercice qui n'est pas facile et auquel on ne pense généralement pas beaucoup. La vieillesse, cette période de la vie qui est toujours liée à des aspects négatifs : détérioration physique, perte de beauté, d'énergie et proximité de la mort.
En tant que société, nous avons très peu pensé à cette période de la vie, à ses réalités, à son potentiel et à la façon dont elle est vécue, dans un monde vertigineux qui semble n'avoir aucun temps pour quiconque n'est pas "actif".
Puis vient à l'esprit un mot lié à la fin du temps de travail, mais qui s'est incarné chez les personnes âgées : être "passivx". Le poids de ce terme heurte mon bon sens. Comme si la société vous obligeait à arrêter la vie, d'un coup et parce que vous êtes à un âge qui semble nécessiter un "repos". Qui impose cette limite, pourquoi est-elle imposée ?
Lorsqu'on définit les gens comme "vieux", on intègre déjà dans le langage beaucoup de présupposés qui proviennent d'idées reçues associées à des idées conçues aussi éloignées de tout ce qui est considéré comme beau : la jeunesse, l'apparence, le désir. Nous avons construit un univers de la vieillesse — du conceptuel au matériel — qui est sombre, plein d'imaginaires négatifs, qui nous fait peur et nous éloigne de la force, bien que les heures ne s'arrêtent pas, pour personne.
Pourtant, dans ce XXIe siècle, aussi changeant que le précédent, la perspective change, il y a une expérience qui est perçue différemment, élargissant les marges du temps de jouissance.
Les personnes qui traversent la vieillesse aujourd'hui ne sont plus les mêmes qu'avant. Même lorsque cette affirmation tombe dans une étonnante évidence, je l'installe pour la voir, pour traiter cette différence avec les femmes qui traversent aujourd'hui ce qu'on appelle le «troisième âge». Avec eux, nous nous retrouvons et à travers eux, nous nous repensons.
Nous sommes temps. Nous sommes un organisme biologique qui, dans son développement, atteint le stade connu sous le nom de vieillesse. Un processus associé à l'arrivée au bout du chemin et non au privilège de traverser un corps, toute une histoire vécue de l'idée et de l'émotion. Pourquoi ne parlons-nous pas de la vieillesse ?
Aujourd'hui, dans cette section, Ce sont ces femmes qui ont une voix, une action et une décision. Ce sont des femmes pour qui l'âge ne représente pas du tout un frein. Nous avons interviewé Norma Blanco (82 ans), Martha Garabedian (81 ans), Lilián Liaci (89 ans) et Juanita Stillo (82 ans).
La rencontre était très drôle. Trois d'entre eux sont amis, ils ont grandi ensemble à Cerro, le quartier des frigos et de la fédération de la viande, dans les années cinquante. Ce contexte les a définis. Des femmes qui ont grandi dans un quartier populaire, mais avec certains privilèges : toutes blanches, toutes ayant accès à l'éducation.
Il m'est difficile de commencer par les questions, mais il me vient à l'esprit qu'il faut savoir ce que signifie vivre le temps de la vieillesse à partir du corps.
Juanita Stillo, une femme lucide et très efficace, répond lorsqu'elle prend la parole : « J'ai le sentiment d'une femme qui veut encore faire des choses. Bien que je ne m'inquiète pas de l'âge, je n'ai pas l'impression d'avoir 82 ans. Quand je dis l'âge à voix haute, je me souviens de mes vieilles tantes qui avaient 70 ans, mais leur posture et leurs vêtements les faisaient ressembler à mille ans. Je pense que toute la charge d'idées préconçues qu'ils avaient, les a limités».
Ils se connaissent si bien que, parfois, on a du mal à suivre un fil, ils parlent de tout, ils parlent d'histoires, de souvenirs, mais ils reviennent à l'interview, comme un jeu. Norma, d'une voix pleine de vitalité, poursuit l'idée de Juanita : « C'est qu'ils venaient d'une éducation différente. Je suis l'aîné, mais je suis ravi d'avoir cet âge. Aujourd'hui, je me sens plus libre. J'exprime ce que je ressens sans la retenue de ce que les autres peuvent penser. C'est aussi vrai que j'ai eu la chance d'avoir un père qui m'a élevée pour être une femme libre avec toutes les possibilités. Oui, il y a 75 ans, une rareté pour l'époque.
Alors qu'ils jouent avec les temps d'hier et d'aujourd'hui, qui s'entremêlent dans leurs expériences et deviennent des évidences dans leur corps, Martha réfléchit à l'idée et répond : « Aujourd'hui, à mon âge, je me sens très bien. Je ne pense pas que je sois vieux, je vis et —malgré quelques douleurs, qui peuvent être un rappel de l'âge— je sors, je fais des choses pour ne pas rester».
Je suis donc encouragé à une autre idée. Tout dans ses histoires est lié au faire lié à hier et à aujourd'hui, mais qu'en est-il de demain ? Alors je leur demande : "Avez-vous peur du temps ?"
Norma commence déterminée : « Non, je n'ai pas peur. C'est quelque chose qui se passe et se construit. La vie apporte tout et nous la vivons. Celui qui s'est produit, c'est ce que je devais vivre, a été laissé pour compte; ce que c'est, je l'apprécie.
Martha répond en pensant à cette époque, celle qui leur appartenait en abondance, et nous dit : « Le temps passé était très beau, nous avons eu une belle enfance et ce sont des souvenirs qui nous unissent et nous relient à tout ce que nous étions. En ce sens, puisque le passé était si heureux, je sens que le présent est plein de cela et de ses résultats, donc ce n'est pas un problème.
Lilián est arrivée un peu plus tard, elle a facilement adhéré à l'idée : « J'ai tout eu dans ma vie. Tristesse et joie. Le temps de la plus grande formation, j'ai passé seul avec mon père, qui était un artiste, qui a développé en moi une sensibilité pour la musique qui aujourd'hui me soutient et me donne de la joie».
Juanita joue avec la trajectoire de sa vie pour répondre : « Le passé est mes racines, mais aujourd'hui j'ai une vie à moi que je définis. Aujourd'hui, je savoure mes moments, ceux que je choisis. Je vis seul, même si mes enfants y vont toujours, et j'ai le pouvoir de décider. Sur mon corps, oui, l'usure se fait sentir. Ils s'enregistrent par endroits à cause de la douleur, mais je ne reste pas immobile. Je fais de l'hydro-gymnastique et la technique Alexader pour soutenir cet aspect. Je sors aussi, je vais au théâtre, je fais toujours des choses qui me motivent, comme rencontrer mes amis.
Là , ils se regardent, ils rient, ils ont l'air d'adolescents profitant de l'instant et, quelque part, ils le sont. Ils me transmettent une confiance dans la vie et ses possibilités qui changent même mon registre d'écriture. Après avoir commenté entre eux, Norma répond :
«Je vis seul, même si j'ai un fils avec moi qui n'est presque jamais là . J'étais veuve il y a cinq mois. Ce que je fais pour être bien est très diversifié. J'aime beaucoup lire. J'écris aussi, même si maintenant je dois prendre mon temps pour digérer la mort de mon mari et je sais que je vais le faire. Je me suis déjà recomposé avec mon premier veuvage, avec mes jeunes enfants, donc maintenant ce ne sera pas différent. J'ai toujours beaucoup nagé, pendant quarante ans. C'est peut-être pour ça que j'ai une bonne relation avec mon corps. La natation m'a sauvé la vie. Cela m'a permis de vivre un drame à l'époque. J'ai un stimulateur cardiaque depuis huit ans maintenant, mais je me sens bien. Je me lève et je fais 45 minutes d'exercice parce que mon corps me le dit. Il est clair que le temps détériore notre corps, cela en fait partie et nous le savons. Une chaise se détériore, n'allons-nous pas détériorer les gens ? (des rires)."
Martha continue avec la même logique. Trois femmes veuves, trois femmes qui vivent seules, au-delà de la présence d'enfants - en l'occurrence, tous des hommes - qui en ont besoin. Cette solitude dans ses mots ne semble pas être une plainte. Au contraire, c'est une revendication.
« Je vis seule, je suis veuve. La nuit, pour mon vieux corps, c'est le pire moment, car au lit tout fait mal, alors j'attends avec impatience l'aube. Je me lève, je marche, je fais des courses et je fais mes affaires dans la maison et puis, d'un coup, je me sens bien à nouveau, sans douleur. Je sais que mon corps est défini par la douleur : la colonne vertébrale, les tendons déchirés, etc. Mais je ne me plains pas. Je fais des exercices, j'utilise une pommade contre la douleur et je continue.»
On parle du corps, donc je pense à l'apparence, au visuel et je leur demande s'ils s'aiment.
Martha plaisante, compare, mais conclut : « Je l'aimais mieux avant (rires). J'ai vraiment l'impression qu'on vieillit bien. J'essaie de faire des choses pour me sentir bien dans ma peau et m'amuser." Juanita la suit : « Oui, maintenant tout a changé. On porte des vêtements qu'on aime, modernes, avec des couleurs, sans complexes». Dans cette ligne de l'utilisation des objets pour le corps, Norma sursaute et dit : « Je me suis libérée. Je ne porte plus de talons ni de soutien-gorge, ça fait longtemps."
Lilián a une réalité différente. Il devrait encore être le support d'autres situations. Son regard porte des vœux qu'elle prononce : « Je suis en très bonne santé, je n'ai pas d'arthrose, je n'ai pas de rhumatismes, rien à 89 ans, mais je dois accompagner mon mari dans sa démarche, ce qui est dur. J'aime sortir avec des amis et marcher. Je marche tous les jours pour me donner de l'air et pouvoir continuer malgré ma situation personnelle. J'essaie de lire, mais la vue ne m'accompagne plus. J'écoute beaucoup de musique, surtout des quatuors à cordes. Ce que je peux faire pour être bien, je le fais, toujours.
Il me vient à l'esprit que le temps de leur vie n'est pas seulement dessiné sur le corps, mais aussi sur les problèmes que la modernité apporte et qui pourraient être un problème pour faire les choses. Je les interroge sur les réseaux en pensant qu'ils allaient me répondre qu'ils ne les comprennent pas et je me rends compte que c'est moi qui ne comprends pas, quand je les écoute.
Juanita me raconte comment elle a appris à gérer les filets grâce à son fils. "Quand j'ai pris ma retraite, j'ai voulu enquêter sur mes racines en Italie. Là , j'ai appris à utiliser le moteur de recherche pour m'informer. Quand nous sommes nés, il n'y avait que la radio. Aujourd'hui j'ai Facebook, j'ai appris à payer les factures depuis l'ordinateur pour gérer, dans la mesure du possible, ces nouvelles réalités communicatives».
Norma semble répondre dans les limites de ce qui est attendu et nous surprend : « Je ne m'entends pas très bien avec les réseaux. Je suis de l'ère du cahier où j'écris tout. J'ai toujours un portable et je fais des cours d'Histoire et de Littérature par Zoom depuis mon portable»
Martha ajoute : « J'ai d'abord commencé avec l'ordinateur parce que ma fille est venue à la maison et m'a appris. Une fois que j'ai appris, je faisais tout. Sur mon téléphone portable, j'ai tous les réseaux : Facebook, Instagram et WhatsApp. Je gère tout autant que je peux. J'ai même appris à rechercher des films sur YouTube et à les montrer à la télévision.
Lilián nous dit : « Je fais tout par ordinateur. J'utilise Google, le moteur de recherche, mais j'ai appris par moi-même. En essayant".
Nous clôturons la rencontre avec des femmes qui n'ont pas seulement un passé. Ils ont un présent actif et cela me permet de les interroger sur l'avenir :
Ils parlent tous à la fois. Ils sont pleins de plans, d'idées, de possibilités. Ils veulent voyager, ils veulent suivre des cours, ils veulent rencontrer leurs amis et profiter de leurs petits-fils et petites-filles. Ils sont pleins. À cet instant, ils sont devenus des enseignants, capables d'enseigner que la question de l'âge est formelle. Ils démontent toutes les représentations culturelles sur la vieillesse pour nous montrer qu'il y a toujours du temps et que la vie est ce que nous avons maintenant, pas une promesse, pas une idée, c'est ce que nous faisons aujourd'hui.
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¹ Fédération des travailleurs de la viande et des industries connexes (foica).
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Le fil de la mémoire. Un exploit féministe de cinq femmes
Texte de Roxana Rügnitz. Photographie de Mariela Benitez
L'amitié entre femmes est le seul moyen
pour sauver le monde et sauver des vies.
Rita SEGATO
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L'histoire de l'humanité a parcouru toutes les voies de la construction de la société dans laquelle nous vivons aujourd'hui. La majeure partie de ce voyage a été conçue, produite et dirigée par des hommes. L'ordre social tout entier et le rôle des individus au sein de cet ordre étaient déterminés par les hommes. Ceci, qui est évident, a défini la place qu'ont occupée les femmes. Ils nous ont colonisés des idées au corps.
Nous avons traversé de nombreux feux de joie jusqu'à ce que nous nous découvrions chez les autres, comme des égaux, des tisseurs d'un réseau de soutien à la douleur. Nous avons enfanté, nous avons renoncé au désir, nous sommes restés silencieux et avons subi toutes sortes de violences. Aujourd'hui, nos voix continuent de réclamer.
Mars arrive et Alternate Skin pense à elles, celles qui ont construit l'histoire du féminisme en Uruguay. Ces folles et audacieuses, ces quelques femmes qui dans les années 80 ont quitté leurs espaces privés, leurs lieux de « confort », et ont tout affronté pour nous ouvrir la voie.
La réunion qui s'est tenue sur la Plaza Las Pioneras a eu lieu avec Elena Fonseca, Lucy Garrido et Guadalupe Dos Santos. Alors que l'entretien avec Lilián Abracinskas et Lilián Celiberti a été réalisé dans leurs maisons respectives. Ce sera un défi pour le magazine de transmettre la richesse de ses propos.
Un après-midi chez les Pionniers
Voyons-nous le féminisme des années 80 en noir et blanc ? Qui étaient ces femmes qui ont fait le saut vers la transformation ?
Je les vois là , assis sur cette place qui justifie ce qu'ils ont fait. Elena prend la parole, peut-être, car comme elle le dit : « Je suis la plus âgée, j'ai 91 ans ». Je pense à elle à cette époque, en tant que femme adulte, laissant le privilège apparent du confort pour changer le monde pour tout le monde. Pendant que j'agite cette idée, elle commence : « Ce qui était clair pour moi à ce moment-là , c'était la sensation de collectiviser ce que nous pensions. Pas le collectif de remplir les rues. C'était pour se rencontrer un par un et vous comprendre à fond. Ce fut un choc. A cette époque une publication intitulée "Savoir que nous ne sommes pas seuls" est sortie, ce titre vous donne la ligne directrice de ce qui nous arrivait. Pour moi, je vis plus que la théorie des émotions, c'était une émotion de réaliser que la même chose arrivait à ces femmes avec qui j'ai parlé.
Guadalupe fume et repense. Elle et sa naissance au féminisme, comme un moment sacré, qui vous change à jamais. Ses mots s'ordonnent de mémoire : « Je ne sais pas comment je suis arrivée au féminisme, car d'abord je suis arrivée au syndicalisme et à la commission des femmes de l'AFMUCASMU (1) et à la première commission des femmes organisée dans le PIT-CNT (2), que aujourd'hui, ils semblent avoir oublié. A cette époque, je ne comprenais pas ce qui se passait, théoriquement et politiquement, mais quelque chose n'allait pas. Les mauvais traitements infligés aux compañeras qui restaient toujours en retrait, s'ajoutaient à l'arrivée de femmes venues de l'exil et nous apportant de la lecture. Tout cela nous a amenés à nous regrouper, à créer des centres d'études. Petit à petit, tout ce mouvement s'est mis en place, qui, plus que massif, était consciencieux ».
Les trois ont un haut niveau de compréhension, même dans les désaccords. Ils sont amusants et ont une profonde conscience du processus et de son parcours. Lucy prend la parole pour analyser cette distance, d'hier à aujourd'hui : « Entre ce qui s'est passé hier et ce qui se passe aujourd'hui, il y a des différences énormes. Pourtant, si j'étais jeune aujourd'hui, je ferais ce que font les jeunes femmes, encore plus radicales. Il est vrai que beaucoup de choses qu'ils font maintenant ne sont pas nouvelles. Par exemple, quand ils ont sorti "Fed up", c'était notre slogan. Dans un communiqué que nous avons publié en 1995, il disait déjà : "Marre de...", avec une longue liste de choses. En général, nous faisions presque tout, mais sans les répercussions que, heureusement, nous avons maintenant. Avant de il fallait se mettre ensemble, nous venions d'endroits différents, nous venions de gauche, d'autres du syndicat ou du parti et c'était inévitable. Aujourd'hui les jeunes femmes, avec tous les droits du monde, ne veulent rien de ce qui a été fait être touchés, mais ils doivent savoir que toutes ces conquêtes étaient le produit d'une longue lutte dans laquelle nous et beaucoup de féministes avons dû voir Cotidiano Mujer, comme moyen de communication, avait une possibilité importante de convoquer d'autres féministes folles qui étaient comme nous, donc nous donnions des nouvelles d'eux Nous avons montré qu'ils existaient Il y avait des féministes à Cerro Largo, des groupes de femmes noires de Barrio Sur, des femmes de tabac organisées, il y avait beaucoup de groupes naissants qui sont nés après la dictature. Nous voyons la lutte de toutes ces femmes. La première fois que la violence sexiste a été débattue au Parlement, c'était un rire pour eux. Notre objectif était de rendre visible l'invisible et c'est pourquoi nous avons chamboulé tous les thèmes»
Exposer le produit brut du patriarcat, dénoncer la gestion de nos corps comme marchandise associée à des intérêts économiques, redonner du contenu aux mots, tout cela que nous manions aujourd'hui avec un naturel absolu représentait, pour ces femmes, un territoire de combat et de conquête pour le nouveau générations. Guadalupe le précise quand elle dit que « les gros mots, comme lesbien par exemple, ont commencé à avoir un contenu politique. Ce n'étaient plus de gros mots, car derrière eux il y avait tout un univers de signifiants». Pour cette raison, Elena délimite une phrase claire : « Nommer, c'est posséder la réalité. Nous avons changé le sens de certains mots, nous avons créé des concepts dont aujourd'hui les plus jeunes ont hérité».
Je me demande si elles comprennent la valeur de ce qu'elles ont fait, au sens historique, et Lucy, sans rien lui enlever, répond : « Avant il y avait d'autres féministes, comme les Luisis (3) au début du siècle. Dans l'après-dictature, il y avait Cotidiano et Grupo de Estudios sobre la Condition de Mujer (GRECMU), parce que les autres groupes n'étaient pas appelés féministes. Ce qui se passe, c'est que si vous supposiez que vous étiez féministe à ce moment-là , vous étiez folle ou vous étiez lesbienne ou vous détestiez les hommes.
Je m'intéresse au rapport de ce féminisme avec la politique partisane, lié au contexte de sortie de la dictature. Je leur demande s'il y a eu un déplacement des intérêts féministes vers la poursuite de ce premier objectif qui était de se positionner contre le terrorisme d'État.
Elena répond aussitôt : « Nous sommes nés dans notre lutte en même temps que l'on abandonnait la dictature et cela aurait pu générer la confusion, à mon avis. Quelques années plus tard, en 1993, lors de la Conférence de Vienne, les Droits de l'Homme ont voulu tout réduire à la question du terrorisme d'État et là , nous nous sommes battus pour intégrer les objectifs du féminisme. La vérité est que je crois, naïvement, que nous avons changé le monde».
Lucy précise certains aspects: «Ce qui se passe, c'est que la lutte principale, à cette époque, était le prolétariat contre la bourgeoisie. C'est aussi de ces endroits que nous avons obtenu des places. Nous avons créé la Commission des femmes du Front large (4). Seregni nous a installé une place à l'intérieur de la maison du Broad Front (FA) où nous nous sommes rencontrés le jeudi et avons fait un formidable quilombo. Depuis ces endroits, nous avons organisé la marche pour la défense du vote vert. Nous avons compris son importance car les prisonniers, les exilés, les disparus étaient aussi des femmes. Nous avions du courage et du sens de l'humour. On savait que le combat était pour l'hégémonie culturelle, à la fin ce serait comme ça et aujourd'hui on le voit ».
Le féminisme était en marche. Eux, peu nombreux et courageux, étaient dans la rue pour changer notre histoire.
Une femme de tous les jours est née
Quand ils ont parlé du magazine Cotidiano Mujer, ils se sont tous mis d'accord sur un nom : Lilián Celiberti. Nous lui avons demandé de nous raconter tout le processus qui va de la prison — en tant que prisonnière politique de la dictature — au féminisme et de là au magazine.
«J'ai rencontré le féminisme en Italie. J'ai été emprisonné de 72 à 74, date à laquelle ils m'ont expulsé du pays. Ils m'ont emmenée sur un bateau où se trouvaient également mon mari d'alors et mon fils de trois ans. Le voyage a duré dix-sept jours, ce qui nous a permis le temps de nous retrouver. En Italie, j'ai appris le féminisme, avec des amis qui m'ont invité à participer à des groupes de conscience de soi. En 1978, nous avons décidé de retourner en Amérique pour travailler pour les disparus. Nous sommes allés au Brésil parce que c'était très sui generis et qu'il connaissait un processus de démocratisation particulier. Là , ils nous kidnappent, avec mes enfants. Ils m'emmènent dans une caserne en Uruguay. C'est l'heure de la solitude en prison, des peurs et de la culpabilité qui la traversent comme des fantômes. Cependant, Lilián a eu le courage de la résilience.
«Seule dans la caserne, je m'accroche au féminisme que j'ai eu en coups de pinceau, comme une bouée de sauvetage contre l'autoritarisme. C'est quand j'ai promis que si je partais, je me consacrerais à faire du féminisme avec les femmes, sans trop savoir comment. Pour moi, le féminisme travaillait avec cette subalternité qui génère tout le temps de la culpabilité en nous, qui met les hommes à la place des héros et les femmes les coupables de tout». Cette promesse, comme une alliance avec le destin, sera tenue lorsqu'il sortira de prison et rencontrera l'épouse du chargé d'affaires de l'ambassade d'Ialia, Ana MarÃa Colucci. Ensemble, ils ont réfléchi à la façon de travailler à partir du féminisme dans notre pays.
Celiberti nous donne plus de détails : « J'étais très loin de la réalité de la rue, pour tout le temps que j'ai passé enfermé. En 1984, je ne pouvais pas penser à créer un groupe d'action féministe parce que je ne savais pas ce qui se passait à l'extérieur de la prison. C'est alors qu'est née l'idée d'un magazine, comme moyen de recueillir ce qui se passait et de le répliquer. Nous avons commencé à nous réunir et beaucoup de réflexions sont apparues de nous tous. Comment allions-nous faire ? Dans quelle perspective avons-nous abordé chaque problème ? Parce que nous avons tous eu des expériences de vie différentes et donc des approches différentes.» Amalgamer les idées, harmoniser les voix, même dans la dissidence, était un chemin de force.
« Dans mon cas, il y avait une grande tension entre féminisme et militantisme politique au sein du PVP Union Front (5). Je voulais générer une autre façon de faire de la politique, j'ai donc géré cette relation jusqu'en 1992 où je suis parti, toujours dans le dialogue et de gauche. J'aime beaucoup la phrase de Paul Preciado qui parle de "une gauche dans la peau"». Lilián rend compte de tout un processus au cours duquel, dans notre pays, le féminisme s'est construit de toutes pièces pour rompre avec des stéréotypes bien ancrés. Puis il met un titre à cette note. Il parle d'un fil de mémoire qui nous permet de savoir d'où nous venons, de qui nous sommes les héritiers et à qui nous passons le relais.
Le féminisme des années 80 aux années 90
La rencontre intergénérationnelle à un moment donné marque une diversité de regards et d'expériences. Cependant, quand on parle à Lilián Abracinskas, l'une des plus jeunes de ce féminisme, beaucoup de ses sentiments à son sujet coïncident avec ceux, les plus âgés, avec qui elle a partagé le début d'un exploit. Cette vision qu'elles soulignent toutes de la façon dont elles ont trouvé dans le féminisme une place qui les représentait et qui leur a permis de traiter tant d'expériences en commun. Lilián joue avec la mémoire entre rires et émotions pour nous dire :
«Je suis de la génération perdue, de ceux qui étaient très jeunes dans le coup d'État, mais des vétérans de la 83e génération de la récupération politique. Je suis de l'Université, la génération de '78, une université entièrement intervenue. Sans possibilité de cloître ni de participation, avec bandes (6) à l'intérieur des locaux ». Cela lui rappelle ce que signifiait faire partie d'une époque où la confiance n'était pas possible, où la répression était une chose quotidienne. Dans ce contexte, Lilián entre dans le féminisme à partir d'une expérience personnelle et douloureuse : « Je suis une survivante d'un avortement à risque. Resignifier à l'envers, c'est directement lié à mon implication dans la question de l'avortement. Parce que j'ai survécu à une intervention sur une table de cuisine et avec une sonde qui risquait de mourir, mais je n'étais pas seul. C'est peut-être pour ça que je ne conçois pas un féminisme sans les hommes comme alliés, car je pense qu'il y a des hommes empathiques. Ce n'est pas vrai qu'ils sont tous jetables.
Du corps, du cri silencieux et de la violence que vous impute le droit au plaisir, Lilián a fait de son expérience l'investigation de sa vie.
« Au collège en 1981, quand j'ai eu à faire ma thèse, j'ai choisi de la faire dans la relation mère/enfant, pour analyser si la maternité était un comportement inné ou acquis. Pour cela, j'ai assisté à cent cinquante naissances à la Pereira Rossell (7). Je suis restée avec le bébé jusqu'à ce qu'il soit remis à sa mère. A cette époque, tout a commencé sur le rooming-in, une très bonne théorie qui, en pratique, n'était pas réelle sur le plan sanitaire. C'est à travers cette recherche qu'elle questionne l'éternel slogan de la maternité comme acte naturel pour les femmes. « Puis nous avons commencé à travailler sur le sujet de l'expropriation du corps des femmes, de leur sexualité et de leur reproduction par le pouvoir. Je viens de ce bâton. Retrouver la connaissance du corps, te reconnaître, savoir t'examiner».
C'est ainsi que le féminisme entre dans une époque controversée mais fermentante. « Dans les années 80, le féminisme était un gros mot. Il y avait deux organisations, d'une part, GRECMU et, d'autre part, Cotidiano Mujer».
Les carillons de la cathédrale sont ressentis, comme un étrange oxymore entre ce que nous faisons et ce que ce son représente. Lilian poursuit :
« En 1984, quand commence le débat de la Concertation nationale, où tous les partis, secteurs et syndicats se réunissent au sein du Naval Club, mais les femmes qui avaient résisté, celles qui avaient été en prison, n'étaient pas là . Il n'y en avait pas. C'était comme leur dire : « les filles, merci pour vos services, maintenant rentrez chez vous et soyez de bonnes ménagères ». Ensuite, l'Entente sur le programme pour les femmes a été mise en place. Il y avait les blancs, les rouges, les ailiers avant (8), les syndicalistes et les féministes. Nous prétendons que s'il n'y avait pas de femmes à l'intérieur de la Coalition nationale, il y aurait des femmes à l'extérieur. C'était impressionnant, j'étais très jeune. Elle avait 25 ans et participait déjà , avec la crème de la crème, à la réflexion féministe à une époque très effervescente. Les discussions, l'apport théorique de ceux qui sont venus de l'exil la tête tournée et de ceux qui ont été emprisonnés. Je rejoins Cotidiano avec cette force. Nous étions les guerrières, juste une poignée qui sortait un magazine féministe."
Cette graine a ouvert la voie aux années 90, à un féminisme d'extension régionale, intergénérationnelle et interculturelle. Ces années ont lié le mouvement à une activité politique d'incidence internationale. Lilián dit: «Les années 90 ont été d'une richesse énorme qui a renforcé les articulations régionales».
Ce sont les bases de la première plate-forme féminine en 1999 : l'État uruguayen et les femmes. Ce sera le premier accord diagnostique pour établir que, sans les droits des femmes, les droits ne sont pas humains.
Ces bribes d'histoire que je dessine dans la note sont, sans aucun doute, l'ombre de tout le contenu exposé par leurs voix, ce qui donnerait pour un livre. Ce sont les féministes qui mettent le corps dans un temps complexe pour nous construire un chemin pour marcher et parler, sans peur. La mémoire, un territoire dont il faut prendre soin et arroser, pour savoir que si nous sommes aujourd'hui, c'est parce qu'ils ont été.
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(1) Association des femmes officielles de Casmu
(2) Plénière intersyndicale des travailleurs – Convention nationale des travailleurs. Né en Uruguay en 1983.
(3) Paulina Luisi, la première femme universitaire du pays. Luisa Luisi, poétesse et pédagogue.
(4) Le Front large est une force politique uruguayenne de définition populaire, progressiste, démocratique, socialiste, anti-oligarchique, anti-impérialiste, antiraciste et antipatriarcale​ située à gauche _d04a07d8 -9cd1-3239-9149- 20813d6c673b_ du spectre politique.
(5) Parti pour la Victoire du Peuple. Devant large.
(6) Tira : policier qui travaille en civil. Dictionnaire de l'espagnol de l'Uruguay, Académie nationale des lettres.
(7) C'est l'un des principaux hôpitaux publics d'Uruguay, fondé en 1908.
(8) Référence aux femmes des différents partis politiques du pays : National Party, Colorado Party et Broad Front, respectivement.
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Le corps comme bouclier
Texte de Roxana Rügnitz​​ / Photographie de Mariela BenÃtez
[…] les inégalités sont créées par la manière dont le pouvoir articule les identités ; elles sont le résultat d'une structure d'oppression qui privilégie certains groupes au détriment d'autres.
Djamila RIBEIRO
Lieu d'énonciation. féminismes populaires
Dans l'analyse menée par Simone de Beauvoir dans son livre Le Deuxième Sexe (1949), l'idée est soulevée que les femmes ont été, historiquement, définies à travers le regard des hommes. Dans cette perspective, le philosophe fonde la catégorie de l'autre. C'est à partir de ce concept que Djamila Ribeiro affirme qu'"aucune communauté ne peut se définir comme une sans placer l'autre avant elle-même". (1)
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Nous avons voulu commencer la note par ce postulat pour cadrer le thème : la ligne de démarcation entre l'un et l'autre, un problème qui apparaît défini à partir du corps, du genre, selon Beauvoir, mais aussi d'une approche ethnique, selon Ribeiro.
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A cette occasion, nous sommes confrontés au défi de briser cette frontière pour raconter une histoire qui n'est pas la nôtre, la leur, ceux réduits au silence au nom d'une hiérarchie issue de l'hégémonie hétérosexuelle, blanche et eurocentrique.
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Le thème qui nous réunit, « Peau, corps et territoire », nous a donné l'occasion d'échanger avec trois femmes qui portent avec elles une histoire gravée sur leur peau. Ce sont des militantes, des travailleuses, des professionnelles, des mères de famille, ce sont des femmes d'ascendance africaine. Ses mots apportent des histoires qui traversent les époques, les douleurs et les actions. Nous nous sommes retrouvés pour discuter avec eux et leurs voix claires, choquantes, en colère et amusées ont pris le dessus. Elles sont:
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Loana Ramirez, «Je suis mère de jumeaux». C'est ainsi qu'il se présente puis ajoute le reste : assistant de service à l'hôpital Maciel. Militant et membre du groupe Mizangas. (2) Il aime le carnaval et surtout le candombe. Fernanda Olivar : « Je suis mère de deux enfants et anthropologue », c'est ainsi qu'elle se définit, pour ensuite poursuivre dans la lignée de ce qu'elle fait : « Je suis professeur d'université, mais pas par vocation, mais j'ai appris à adorent enseigner et c'est aussi un terrain de militantisme académique. Je milite également dans différentes organisations du collectif Afro. MarÃa Mael OrtÃz nous dit «J'ai 40 ans, j'aime danser et chanter, je fais partie de la comparsa Valores de Ansina. Je suis aussi une maman."
Dans tous les trois, le champ d'action est bien défini, de ce qu'ils sont à ce qu'ils font. Quand ils parlent, tout le sang apparaît comme une force qui amplifie la valeur des mots. Trois femmes différentes, de caractère et de conviction. Nous proposons un déclencheur comme point de départ. Dans quelle mesure le corps racialisé a-t-il impacté leur vie ? C'est Fernanda qui prend la parole pour organiser dans le discours, ce qu'a signifié en elles, la construction de leurs identités de femmes noires.
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« Je pense qu'il est important de partir des parcours de vie de chacun. Dans mon cas, par exemple, je suis uruguayen, mais j'ai vécu treize ans au Chili. Je suis parti quand j'avais quatre ans et je suis revenu quand j'avais dix-sept ans. A Santiago du Chili je vivais dans un endroit assez central, très commerçant. Être une fille afro dans un pays étranger implique déjà un thème… » Si nous parlons de lignes qui représentent des limites artificielles entre les êtres humains pour la configuration de l'identité, dans l'enfance de Fernanda, au moins trois étaient entrelacées : le fait d'être une femme, noire et étranger ce qui, en partie, a déterminé la personne qu'il est aujourd'hui.
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Ses mots viennent d'une voix calme mais ferme alors qu'il nous raconte son histoire. « Au fil du temps, j'ai compris que cette expérience était le premier élément central dans la construction de mon afrodescendance. Je n'ai pas grandi entouré de ma famille, ni de cette représentation de la noirceur autour de moi. Je venais une ou deux fois par an en vacances et pour moi cette rencontre avec un autre monde était fantastique. J'ai toujours été proche de certains éléments culturels, mais en ce qui concerne la noirceur, il me manquait beaucoup. Je ne sais pas si elle était pleinement consciente d'être une fille noire. Je n'avais sûrement pas cette conscience plus critique et active, mais je savais quelque chose, car pour aller à l'école, il fallait que je m'arme de tout le courage possible pour endurer le « bain de lait ! et toutes les autres choses qu'ils me disaient tous les jours, avec lesquelles, j'ai aussi affronté le racisme institutionnel ». Alors que Fernanda nous emmène par la main vers ce souvenir très personnel, les corps présents dans l'interview se tendent, comme s'ils voulaient supporter tout le poids de la douleur de cette fille. Pourtant, l'histoire de la femme qu'elle est aujourd'hui, consciente de son histoire, se construit à partir de la conviction et de la certitude que ces blessures lui sont étrangères.
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"C'était une époque où il n'y avait pas de diversité de personnes. Le flux d'immigrants qu'il y a aujourd'hui au Chili n'existait pas. En 2017, je suis passé par Santiago et j'ai réalisé le changement qui s'était opéré dans ces lieux où je vivais dans une solitude totale. Maintenant, ce sont des endroits plus noircis. Près de ce qui était mon quartier se trouve Bella Vista, un quartier super bohème, où il y avait un club de salsa. A cette époque, deux par trois quelqu'un amenait un musicien afro et, en passant, mon vieux criait "cousin, cousin!". Comme ce besoin de se reconnaître pour ne pas se sentir si seul. A été difficile. Quand je suis rentré en Uruguay à l'âge de 17 ans, où il y a une importante population afro, je suis entré à l'université. Alors j'ai pensé: 'où sommes-nous?, et non, nous ne sommes pas. Après de nombreuses années, j'ai réalisé que tout ce processus était un élément fondamental dans ma construction identitaire en tant que femme afro. Cela me choque encore tous les jours. Je vis en Uruguay, dans mon pays, et ce que je suis, qui est inséparable de moi, détermine beaucoup de choses que je veux réaliser.
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Loana, qui l'écoutait hocher la tête tout le temps, comme si elle disait avec son corps qu'elle comprenait chaque mot, nous raconte son expérience. Il le fait d'une voix urgente, moins calme et avec un ton qui souligne chaque instant.
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«Moi, par contre, je viens d'une famille où mon entourage était tous afros. Je me rends compte que je suis afro depuis que je suis très jeune. Avec ma sœur, nous sommes allés dans une école catholique, où nous étions les seuls Africains. C'est là que nous avons vécu "le petit problème" de la discrimination, dans un premier temps. Les blagues récurrentes des compagnons blancs sur la coiffure que nous utilisions, étaient l'attaque quotidienne. Je me souviens du jour où nous allions communier. Nous devions porter l'uniforme et une broche sur la tête avec la demi-queue. Imaginez mes cheveux afro, à quel point c'était dur. Ma maman nous a fait faire des brushings pour que ce soit plus facile, mais le jour de la communion il y avait une humidité énorme, je ne l'oublie plus, mes cheveux ressemblaient à une éponge. C'est que notre corps afro est tout, du doigt aux cheveux. J'ai des taches, il était impossible de faire la demi-queue requise. Alors, le signal apparaissait toujours, le signe distinctif qu'ils pointaient de la moquerie ».
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Mientras Loana continúa con su relato entretejido entre la piel y el pelo, a todas nos queda una sensación de historia silenciada y que es necesario registrar, también, en lugares que trasciendan los márgenes de la comunidad afro, porque, fuera de esa frontera, es essentiel. Giovana Xavier, dans son article « Féminisme : droits d'auteur d'une pratique belle et noire », déclare à ce sujet : « Dans le dialogue, qui renvoie aussi au protagonisme, à la capacité d'écoute et au lieu d'énonciation, posons-nous la question suivante : quelle les histoires ne sont pas racontées ? dont la voix est réprimée ? […]». Cette citation est une preuve supplémentaire que toutes les voix ne sont pas présentes et que les ignorer, c'est leur retirer leur droit d'exister.
En ce sens, Loana soulève une question qui est pertinente, car quand la voix n'est pas permise par les faits, il faut la prendre : « J'essaie de parler pour expliquer, mais j'étais une fille violente, parce que quand ils l'ont fait ne me comprends pas, ma tactique était d'aller au coup et puis je suis devenue la fille avec des problèmes de comportement. Oui, il y avait un problème, il se passait quelque chose qui m'a provoqué, mais personne ne s'est jamais concentré dessus. Ces circonstances m'ont défini, je ne pouvais pas me concentrer en classe, je ne pouvais pas étudier, parce que mon corps et mon esprit étaient sur autre chose.
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«Bien sûr, je me suis concentré sur la survie de l'espace dans la vie quotidienne -répond Fernanda- sur le droit d'exister, qui prend beaucoup de temps. Dans ce processus, vous vous découvrez en tant que personne noire. Car la différence des races apparaît, avant tout, dans le système éducatif, à partir du moment où quelqu'un vous dit que vous êtes noir. Puis, autour de vous, ce contexte d'inégalité se forme dans lequel vous ressentez les conséquences de ce que signifie la couleur en tant que différence. En tant qu'êtres humains, nous sommes différents, mais on devient noir quand on commence à comprendre que c'est une marque, un stigmate qui vient de l'extérieur et qui vous fait découvrir votre réalité».
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« Yes —continue Loana— notre corps sera toujours notre bouclier, au travail, dans la rue. Surtout pour nous les femmes noires. Parce que dans l'imaginaire, il y a toujours cette conception qu'être une femme noire est toujours sexy, que vous voulez toujours et êtes disponible pour eux et non. Mon corps est ma résistance. Je suis, avec ma taille et avec mon droit d'être». La question de la présence, de la corporalité dans la rue a des variables. Du désir sur ces corps, vu comme un champ à explorer, à l'inexistence, où le corps devient un territoire d'affrontement. La manière d'habiter les espaces, en eux, finit toujours par être conflictuelle, car l'hégémonie blanche et hétéronormative se comporte toujours comme un colonisateur.
Nous nous retrouvons avec la voix de MarÃa Mael, attentive, calme et toujours avec un demi-sourire. À un certain moment, il rompt son silence pour nous raconter son histoire. « Heureusement, j'ai grandi dans le quartier de Palermo, où il y avait une importante population noire, et je suis allé à l'école du Venezuela. Nous savions tous que nous venions du quartier noir, où se trouvaient les tambours. Dans ce contexte, il fallait aussi faire attention, car on disait qu'aller écouter de la batterie était dangereux, surtout si l'on était une femme. Les danseuses sont considérées comme des putains. Dans ma famille, c'est une tante qui nous a ouvert cette possibilité. Contre toute la résistance de son père, elle se met à danser dans le groupe bantu, dans lequel ses membres "n'étaient pas si noirs", car il y a aussi ça, le racisme interne. Il y a le « che » noir et le « toi » noir. Selon qu'ils ont deux patronymes ou un, et ils font la différence ».
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L'intrahistoire, où la résistance relève aussi de l'appropriation des espaces par les hommes, marque un autre champ de bataille. Les appels ont toujours été une fête. Sa fête, que les femmes afro ont dû conquérir comme espace de rencontre où se sont tissés les plus importants réseaux d'amitié et de soutien. En ce sens, Loana précise: «Les appels étaient les nôtres et nous les avons partagés, mais maintenant ils sont un spectacle pour l'extérieur. Il a même changé le lieu d'origine. Cela me fait mal qu'ils n'en fassent pas plus pour Isla de Flores, car c'était l'espace. Ils ont pris l'endroit où les appels étaient passés et ils nous ont fait sortir de nos maisons. Ce n'est pas nous qui y habitons." Il est choquant de découvrir dans l'histoire de Loana, un processus de gentrification qui a chassé la population afro de son territoire, redéfinissant la logique du quartier et l'objectif des appels.
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Nous y rassemblons des histoires, qui sont nombreuses et ne peuvent faire l'objet d'un article. Ce sont des histoires qui sont là , latentes, qui veulent sortir et revendiquer leur droit d'exister. Cet espace devient minuscule devant leurs voix. Tout comme Fernanda, quand elle est arrivée à l'université, se demandait où ils étaient, nous nous demandons aussi maintenant, où sont leurs voix, leurs histoires ? Où peut-on aller lire sa poésie, son récit sur la façon dont la forme du tressage, par exemple, est associée à une ressource que les femmes utilisaient pour ne pas oublier le chemin qu'elles devaient emprunter et pour emmagasiner en elles les graines dont elles avaient besoin pour survivre ! ? Les questions s'accumulent et attendent des réponses.
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En attendant, nous clôturons cette note avec ses mots : «... Le thème est la noirceur qui sert d'intermédiaire entre les relations humaines, le thème est quand la personne racisée se dresse contre cela et lui fait voir aux autres qui se trompent, car le questionnement fait mal…». «… Le processus est lent, et voir des têtes aussi fermées fait mal. C'est nous qui sommes toujours sur la ligne de résistance. De l'histoire, de la façon dont Afros est arrivé en Amérique jusqu'à aujourd'hui... Mais tout ira mieux, j'en suis sûr."
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1. Djamila Ribeiro. Lieu d'énonciation. féminismes populaires. Madrid : Ediciones Ambulantes, 2020.
2 Mizangas est un collier de protection composé de différentes graines. Les membres de Mizangas sont ce collier de protection formé par diverses femmes.
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Ils basculent et puis
Texte de Roxana Rügnitz​​ / Photographie de Mariela BenÃtez
Une femme en bonne santé ressemble beaucoup à une louve : robuste, dodue,
aussi puissante que la force vitale, donneuse de vie,
conscient de son territoire, débrouillard, loyal,
en mouvement constant.
Clarissa PINKOLA ESTES
Femmes qui courent avec les loups
Chez SobrEllas, nous nous sommes donné un luxe formidable. Nous avons interviewé deux femmes puissantes, au talent débordant et généreux. Capable de vous embrasser avec leur voix. Ce sont Monica Navarro et Alejandra Wolff.
Si la question qui nous traverse dans ce numéro est liée à ce qu'il advient de l'art lorsqu'il est interdit du système politique, en l'occurrence nous avons décidé de faire un saut, au-delà du littéral. Enquêter sur une forme d'interdiction non énoncée comme telle. parce que ce n'est pas un interdiction en termes effectifs, d'un imperatum installé à partir du système et qui s'impose à tous.
S'il n'est pas interdit à une population d'exercer tel ou tel droit, mais que sa portée est incertaine en termes réels, comment serait-il défini ? Comment analyser la place des femmes dans le rock, alors qu'elles ont été repoussées du centre, toujours à la place du chœur, de la voix d'accompagnement, du corps esthétique sur scène ? Car on peut discuter de la pertinence du terme interdit , mais ce dont on ne peut pas discuter, c'est du grand vide de la femme qui a existé dans le territoire du rock.
Cependant, nous sommes aujourd'hui confrontés à deux singularités. Ce sont des femmes, des artistes, des chanteuses, elles ont parcouru les chemins du rock dans notre pays et sont reconnues. Ils découvrent le voile. Ils sont présents , au sens le plus sacré du terme. Avec le corps et avec la voix, ils disent tout. C'est quand l'entretien prend son envol, il prend, dans les deux, une dimension subtile, pour ouvrir une porte qui devait être ouverte.
Il s'agit d' Ella , de leurs expériences, de tant de coïncidences.
Monica commence par dire: «La première chose qui m'est arrivée a été d'ignorer ma situation défavorisée dans le travail de la musique. Je ne l'ai pas vu. Pour moi c'était normal, être un vase, avoir l'air bien».
Alejandra complète l'idée: «Essayez de rentrer dans le moule dans lequel vous étiez censé rentrer».
Quiconque a vu Monica ou Alejandra sur scène pourrait facilement penser qu'elles sont nées sur scène. Ils occupent cette place sans aucune résistance. Mais il y en a eu et dans leurs histoires, ils apparaissent comme des révélations de ce qu'ils ont représenté tout au long de leur carrière.
"J'ai commencé à réaliser des choses très récemment", explique Alejandra. J'ai naturalisé certaines formes de liens parce que c'était ce que j'avais appris. Longtemps après j'ai commencé à me questionner, à voir ce qui supportait certains formats, ce qui favorisait l'hégémonie. D'une manière ou d'une autre, j'ai soutenu le système, maintenant il est temps de le démanteler."
Il arrive que, dans chaque mot, ils mettent en lumière un problème qui existe déjà depuis trop longtemps. Ils le savent, ils l'ont vécu et aujourd'hui ils le problématisent à partir d'une réflexion active. Mónica pense aux difficultés de naviguer sur des mers qui ne lui avaient pas été assignées avec le même naturel qu'aux hommes.
«La vérité, je n'ai pas rencontré d'hommes qui, honnêtement, démontent leur comportement. Tout semble rester plus que tout dans le titre, dans la coque. Le système patriarcal est astucieux, tout ce qui lui échappe, il s'en empare et l'utilise à son avantage. Alors je ne sais pas si certains hommes prennent une position qui aujourd'hui est plus politiquement correcte, mais au fond...».
Au fond des mots de Monica se trouve le doute, un carrefour soutenu par l'expérience d'être un chanteur dans un monde contrôlé par eux._cc781905-5cde -3194-bb3b-136bad5cf58d_
Mais ils existent. Ils ont un nom qui représente quelque chose dans le rock uruguayen. Ils ont atteint une place en tant que chanteurs solo. Comment ont-ils vécu le processus ? Quelque chose dans la question déclenche chez Monica le besoin de répondre : « Je commence par le mot soliste , qui est très intéressant. Pour nous, c'est très coupable, car nous menons nos vies seuls, naturellement, mais quand vous êtes dans cet endroit que vous avez conquis et que vous méritez de dire seul , ah, eh bien, c'est là que nous commençons à materner. Nous avons commencé à remercier tous ceux qui nous ont donné cette "opportunité". On remercie, on montre l'autre, on repart du centre. Je revendique le mot seul. J'ai un seul projet. Mon projet solo s'appelle Mónica Navarro et c'est moi, parce que je le vaux bien, parce que je suis très crack , mais je n'ai pas le droit de le dire car il semble que ce n'est pas bon d'avoir une perception de soi cool ».
Ale se souvient de son histoire et nous emmène avec elle, à ses débuts : « Dans mon cas, je suis entrée en musique en faisant la chorale de La Chancha Francisca. Oui, j'ai aussi l'impression que trouver ma place était complexe et tenait à ce qu'ils me permettaient et à ce que je me permettais aussi. Il m'est très difficile d'affirmer que je craque et de le maintenir. Dans ce processus, je conquérais mon propre terrain. Sans aucun doute, j'ai participé à l'appareil patriarcal. J'ai fait tout ce qu'on attendait de moi pour le soutenir et je l'ai fait avec amour, je suis tellement heureuse de la vie. Bien sûr, bien des fois j'ai donné des espaces à d'autres car je ne me sentais pas capable d'assumer mes propres créations. Aujourd'hui, je me tiens d'un autre endroit. Je repense comment me tenir sur chaque projet. Quand Alejandra parle, elle joue avec les mots, elle les dessine avec des sons dans l'air.
Une partie de ce qu'Alejandra raconte de son histoire est émouvante et, en même temps, se rebelle contre Mónica, puis elle sursaute avec une expression qui montre que quelque chose en elle a bougé : « Tu vois ? Il y a un très gros tuco ! Quelque chose dont je parle beaucoup avec mes élèves. L'exigence que nous ayons de bien chanter, de bien paraître, de tout bien faire, est un combo parfait pour que vous ne fassiez plus jamais rien de votre putain de vie. Le système vous met en place pour que vous vous regardiez et disiez : je n'ai pas de visage , je n'ai pas de corps , je n'ai pas de voix ».
Je les écoute et pense au nombre de rockers qui n'ont jamais été obligés de ressembler à un aspect déterminant du talent. S'il y a une place de départ dans cette musique, ils commencent cette "course" avec un désavantage. Parce que ce n'est pas la même chose de se tenir sur une scène convaincu que vous êtes à vous et que c'est votre place, de sentir que vous êtes dans une épreuve constante et que donner la "cible" revient à valoriser quelqu'un d'autre qui ne l'est pas forcément inquiet pour ton talent.
Je me perds dans cette idée quand je l'entends conclure avec une déclaration blessante et pourtant banale pour les femmes : « Je me sens comme une femme brisée. J'ai été brisé sans le savoir, pendant longtemps, et ils m'ont aidé à construire ces morceaux de moi que je ne comprenais pas. Les plus jeunes filles m'ont aidée.
"Oui, ça m'est arrivé", dit Alejandra. "C'est comme s'ils vous donnaient ces petits morceaux de vous-même pour que vous puissiez vous réarmer. Ce soutien-gorge est si important. Parce qu'elles nous ont longtemps tenues à l'écart, divisées, alors que les groupes de femmes sont nourrissants. Comme une tribu. Ces personnes qui vous enseignent et vous transmettent toute la sagesse parcourue par d'autres femmes. Quand on se rend compte de ce soutien que nous représentons, ensemble, c'est incroyable.
Il y a quelque chose d'une unité qui nous traverse et que nous parvenons à comprendre lorsque nous nous découvrons dans cette tribu dont parle Alejandra. Nous sommes un corps qui bat avec la férocité d'exister sans les règles que d'autres ont créées pour nous engourdir. Cette vision est pleine et nous éveille à un autre niveau de conscience lié à l'amour. Il y a quelque chose de nouveau mais d'ancien dans ce concept. Monica le définit. Il parle d'une rencontre qu'il a eue quelques heures auparavant, avec un ami. Il se souvient qu'ils se sont embrassés et qu'ils ont parlé de machisme et des listes d'hommes violents dans toutes les branches de l'art. En évoquant la rencontre, Mónica parle aussi d'amour : «[…] Je comprends que l'amour que nous ressentons est un amour politique. Aimer ne suffit tout simplement pas. Les affections ou les ruptures se transforment en connaissances au service d'autres femmes».
Dans le processus de construction d'une histoire personnelle, il y a toujours un verbe qui nous traverse. Le verbe arriver , qui déforme généralement le chemin. Que représente-t-il de devenir, dans votre univers, ce que vous êtes aujourd'hui ? Alejandra répond en pensant aux coûts du résultat: «C'est un processus avec de nombreuses possibilités de perte, car la transformation personnelle vous oblige à bouger, à quitter votre place confortable, à comprendre que ce n'est pas là . Cela implique toujours un risque.
Monica réfléchit sur le mot d'Alejandra, non pas dans un sens opposé, mais en complément de l'idée : « En fin de compte, il n'y a pas une telle perte. Il y a beaucoup plus de gain, mais pour le patriarcat le sentiment de perte est plus profitable. Ils nous font nous voir comme des concurrents. Ils nous confrontent pour que "le maître", qui a ses favoris, obtienne ses profits, tout en vous faisant croire qu'il vous a choisi, sur les autres». Et là réside la clé, l'ombre dans laquelle les femmes sont séparées du centre, comme une sorte de cachette en pleine lumière.
Je suis piégé dans l'histoire des deux. Ce sont deux femmes pleines, pleines de ressources, désireuses de participer activement aux changements paradigmatiques. Je vous dis un secret : ils le sont déjà . Ils témoignent de ce que voulait dire être et exister selon le paramètre fixé par les autres, dans l'univers rock. Aujourd'hui, ils sont ancrés dans la force de leur talent, dans la conviction que faire, c'est semer - comme d'autres ont aussi semé en eux - pour sortir de l'ombre.
Monica, dans sa crise, pleine de bonne énergie, redéfinit la matière : "L'art est l'ombre" et nous laisse quelque peu absorbés car, clairement, nous sommes traversés par un paradigme qui lit l'ombre comme le négatif. Il est installé dans cette idée, étrange, différente, qui nous rend complexes et il faut bien qu'il le fasse.
Il postule donc l'idée de la lumière comme un outil qui vient de l'hégémonie et qui décide ce qu'il faut éclairer en fonction de sa position idéologique. L'art existe au-delà de toute focalisation externe. C'est une force qui parcourt tous les coins et recoins et, peut-être, cette idée de l'art comme une ombre y réside-t-elle. Parce qu'il existe au-delà de la forme.
Alejandra et Mónica ont montré que toute force extérieure qui vient tenter de les empêcher d'exister parvient simplement à renforcer leur nature artistique. Amplifiez leurs ressources de toutes les manières nécessaires pour utiliser l'art comme une action politique : parce qu'ils sont sur scène une expression politique de ce qui est possible.
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Ils dans l'espace public
Texte de Roxana Rügnitz​​ / Photographie de Mariela BenÃtez
« À mesure que les femmes acquièrent une plus grande importance en tant que sujets sociaux, les stratégies de discrimination deviennent plus évidentes. La discrimination de genre, comme toutes les autres discriminations, repose sur la dynamique du pouvoir et est traversée par celle-ci dans toutes ses dimensions.
Ana Soledad Gil - Revue scientifique de psychologie.
Ils sont partout. Ils sont une force inépuisable de création mais surtout, ils sont un mouvement d'insistance et de résistance.
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L'une des formes les plus terribles du silence a été de réduire la valeur des mots de l'autre, diminuant le sens de leur existence. Si l'on part du mot dans une perspective mythique et originale, il faudra observer le sens originel que toutes les cultures lui ont donné. La parole prononcée est créatrice, donc ce que la parole ne dit pas n'existe pas.
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Ils ont historiquement existé derrière lui, ils ont été absorbés par la langue, comme une stratégie politique qui a défini leur place dans l'histoire.
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Pour que les rôles soient naturalisés, de manière incontestable, de magnifiques histoires ont été créées à travers lesquelles une hétéronomie économique et érotique s'est imposée, qui fixera la valeur humaine selon le genre, comme principe de vérité. Des histoires qui ont traversé les époques, s'installant dans l'inconscient collectif, à tel point que la place attribuée selon une nature sexuelle a été passivement acceptée. Alors que nous traversons les premières années du 21e siècle, nous assistons à une génération de jeunes femmes qui ont pris la parole en signe de changement. Ils nous ont agressés avec le "Mee Too" et avec "The rapist is you", comme un disque d'une nouvelle voix qui en dit assez.
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Aujourd'hui, SobreEllaS rencontre ces jeunes femmes et adolescentes, entre 15 et 19 ans, pour découvrir dans leurs mots, ce que c'est d'être une femme et d'habiter l'espace public.
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Lorsque nous commençons l'entretien, la proposition est un déclencheur immédiat. Il faut noter que leurs différences d'âge n'étaient pas un facteur observé comme indicateur de possibles réponses différentes, puisqu'elles pointent toutes vers le même problème : la peur du harcèlement.
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Ils soulignent d'emblée la différence qu'implique le transit de ces espaces si l'on ne fait pas partie de la population privilégiée : hommes, cis, hétéros et blancs - selon leur description. Ces catégories annoncent une réalité, déterminée par diverses barrières invisibles qui redéfinissent la question publique.
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L'analyse varie donc selon l'angle sous lequel la réalité est vue. Les espaces publics continuent d'être un risque si vous êtes une femme ou un dissident, car le danger ne se limite pas seulement à l'agression générique, mais implique également une exposition quotidienne à ce qu'ils appellent le "harcèlement de rue constant". Sortir dans la rue représente pour eux une série d'actions préalables. Pensez au chemin qu'ils vont emprunter, aux vêtements et à la possibilité d'être toujours accompagné.
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Pour moi, cela signifie être vigilant. Ce qui est très épuisant, émotionnellement et physiquement. Nous devons devenir forts pour y faire face. Les mots de Luna, installez le problème de manière concise.
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Renata redouble la mise sur le sujet lorsqu'elle dit : Dans les toilettes publiques, par exemple, je ne me sens pas à l'aise parce que des hommes ou des corps avec des pénis peuvent entrer, pour être plus clair, et je ne sais pas comment ils pourraient se comporter , le doute , à propos de cet autre menaçant , est toujours présent comme une marque qui leur rappelle le danger.
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En parlant avec eux, avec tous, nous découvrons que les manières d'habiter l'espace public dépendent du corps, de la structure externe qui est possédée ou qui s'est construite à partir de l'identité, pour définir une transition plus ou moins liberté.
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Alors cette question de la liberté apparaît comme un paramètre problématisé si le corps ne répond pas à la catégorie hégémonique.
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Ils installent le concept d'oppression dans ces espaces, surtout lorsqu'ils sont définis du point de vue sexuel. L'hypersexualisation de nos corps, l'insécurité que nous ressentons par rapport à la gestion de notre apparence. Il est très difficile de s'affranchir de ces rôles stéréotypés : ce qui est mignon, ce qui est attirant, ce qui vise l'approbation masculine.
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Ces formats, installés culturellement, sont un artifice tellement bien conçu que même les féministes les plus jeunes, conscientes de la nécessité de s'inscrire dans le changement, reconnaissent les difficultés profondes que représente l'évasion de la norme, de la reproduction d'une structure violente, au-delà les conséquences. Penser leur corps à partir d'un lieu esthétique et personnel, sans pour autant apparaître comme des poupées dans une vitrine éternelle où les masculinités se réjouissent, suppose un effort permanent.
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Ma principale crainte est que cela ne finisse jamais. Qu'ils soient toujours les premiers à être entendus, à être défendus, que nous sommes si vulnérables que nous ne pouvons même pas dire quoi que ce soit sur la violence que nous subissons parce qu'alors nous devenons les méchants. J'ai été harcelé tant de fois dans la rue et mon seul recours est d'appeler mes amis en pleurant.
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Au fur et à mesure qu'ils racontent leurs histoires, ils se souviennent et la tension revient, avec la mémoire du corps. C'est peut-être pour cela qu'ils se relâchent dans une expiration lorsqu'ils parlent du réseau de soutien qu'ils ont dû créer parmi leurs pairs.
Je leur demande s'ils pensent que d'une manière ou d'une autre cette réalité est en train de changer. S'ils voient une possibilité de transformer le paradigme dans lequel l'égalité des chances est possible.
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L'exercice qu'ils font est temporaire, comparatif. Ils regardent en arrière dans l'histoire, ils pensent à leurs mères et puis ils disent que de ce point de vue, des changements importants sont observés. Cependant, il y a un « cependant » en eux. L'histoire n'est pas close.
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Il y a encore beaucoup de misogynie, beaucoup de machisme. Non seulement chez les personnes âgées, mais aussi chez celles de notre âge. Beaucoup de gens qui ne savent rien et ne remettent rien en cause, ce qui est le plus important pour déconstruire ce paradigme. Il est essentiel de revoir nos actions, nos pensées enracinées car nous naissons avec elles, elles nous socialisent avec elles.
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Le silence, parfois, surgit comme une recherche d'idées. Ils veulent tout dire, car il n'est pas facile de parler dans un monde d'hommes centré sur l'adulte, dans lequel la parole est une ressource de pouvoir.
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« Manspleining » répètent-ils . La validation de la voix masculine devient l'hégémonie des opinions – dit-on. La réponse est soulignée par la frustration et la colère. Ces aspects sont des indicateurs forts de tout ce qui nous manque encore. Je pense que la note restera avec un registre de pessimisme angoissant, dans les mots de jeunes femmes qui semblent résignées à ne pas voir les changements et pourtant ce sont elles qui arrêtent ma pensée avec la fermeté de leur voix.
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La lutte féministe nous a permis d'en arriver là où nous en sommes. Il s'agit d'un aller simple. Comprendre beaucoup de choses d'un point de vue féministe change votre vie et vous ne serez plus jamais la même. Chacun a son processus personnel, c'est pourquoi nous sommes à différents niveaux de déconstruction. Il faut être patient dans ce sens, mais aussi exigeant, car c'est ainsi que les changements sont traités.
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Il faut comprendre quelle est la position de l'homme par rapport à ce problème et comprendre qu'il doit lutter contre son propre privilège.
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Nous sommes le sujet politique de la lutte féministe et elles, si elles sont vraiment intéressées à éradiquer le patriarcat, devraient faire leurs propres propositions, parler du micro-machisme, l'identifier afin de vaincre la violence.
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Je reste avec ses mots, avec ses propres définitions du processus historique. J'ai l'étrange sentiment d'injustice, quand on parle des adolescents comme des gens qui ne s'intéressent à rien et que du coup, si on leur donne la parole, ils clarifient quelques points à ce sujet.
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Il me reste la question de l'utilisation différenciée des espaces publics. Avec une peur injuste. Avec le sentiment de ne pas avoir de garanties face au regard, à l'arrogance verbale, ou à la tentative d'injure de l'autre qui se croit là , pour ça.
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Je reste, plus que tout, avec la force prodigieuse de ces femmes qui connaissent leur réalité et tentent de l'influencer.
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Le dernier? Ce dernier est pour l'autre, celui qui habite l'espace public sans avoir conscience de la peur des autres. Je propose une question : Identifier les comportements qui doivent être modifiés pour être des agents transformateurs de l'histoire.
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Merci à Luna, Renata, Azul, Dafne et bien d'autres qui n'ont pas pu donner leurs noms car la peur est puissante et est toujours d'actualité.
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Déshabiter le silence
Texte : Roxana Rügnitz​​
« Le muet veut parler mais ne peut pas ; celui qui se tait peut parler mais ne veut pas, et c'est précisément ce caractère de choix volontaire qui charge le silence de sens » C. Amorós, 1991
Photo : Mariela BenÃtez
Par un après-midi tranquille de mai, nous rencontrons trois femmes pour qui mai représente plus qu'une simple échéance. Au fil des ans, il est devenu un espace mythique, défini par le silence.
L'acte d'écrire sur le silence est, en soi, un acte brutal qui viole son essence même. Comme je le fais, je pense à eux. Dans l'histoire qui les traverse. Je considère leurs voix comme un manifeste de ce qui s'est passé. Je révise mes notes, je barre et j'écris encore, aucune question ne suffit, rien de ce que je dis ne peut avoir la bonne dimension pour ouvrir les fenêtres de sa mémoire.
Aujourd'hui, cette rencontre m'émeut dans des endroits que je ne peux pas expliquer. Je dois rompre un silence, le mien, comme un spectre envahissant demandant la permission d'entrer. Le leur, comme un acte réflexif qui interrompt un vieux silence, flou, incertain, caché dans d'autres histoires, le silence d'après.
L'espace rempli d'arômes d'art et de café, servi dans les petites tasses Sorocabana, nous accueille. Je les regarde et j'essaie d'imaginer ce qu'ils étaient dans ce confinement et ce qu'ils sont, entre l'humain et le symbolique. En sont-ils conscients ? Je suppose que je le saurai lors de la réunion.
Aujourd'hui, à SobreEllaS, nous discutons avec Antonia Yáñez, Isabel Trivelli et Graciela Nario.
Le début de l'entretien tente de retrouver une trace des idées et explications précédentes afin d'accommoder le corps.
Je pense à ma première question. Je le cherche dans mes notes, je veux avoir l'air intelligent, je veux que cette voix qui interrompt le silence ait un sens, et pourtant je me rends compte de ma maladresse. Je propose deux silences.
Le silence de l'enfermement et le silence de la liberté. Ce binôme qui pouvait conduire au silence répressif de la prison et à un autre, de secours à l'extérieur, s'inverse ici ou se complexifie. Ce sont ces silences qui éveillent leur mémoire et ensuite ils parlent.
Photo : Mariela BenÃtez
Élisabeth commence. Une voix calme et précise qui assemble le récit avec sensibilité et nous installe dans l'expérience de ses silences, "du militantisme au confinement et à la sortie, le nombre de confinements et de silences que nous avons traversés !!!!". _cc781905 -5cde-3194-bb3b-136bad5cf58d_
Je me rends compte que je suis un témoin privilégié, que le plus précieux dans cette rencontre est de les voir, assis, partager avec générosité une conversation entre anciens compagnons et je me tais pour que leurs paroles soient celles qui habitent l'espace.
Graciela agite ses idées et dit : « les silences du militantisme nous ont marqués. Dans la dictature, nous devions faire taire ce que nous faisions, ce que nous pensions et ce que nous étions. Nous avons vécu cette dualité, d'une part la vie du quotidien, la "normale" et d'autre part ce que nous avons fait convaincu de réaliser une utopie". Dans ses mots, il y a un compte rendu de ce que nous n'avons pas encore élaboré. L'histoire récente nous bat encore trop près, il semble que nous ayons choisi les silences, les marguerites sur les murs, alors que nous cachons ces histoires dans la voix de leurs protagonistes, sans plus. Je ne sais pas, c'est plutôt une idée, une impulsion qui me fait dire ça, mû par la rage d'une dette ouverte.
"Du temps de la dictature, les grands silences étaient accompagnés de grands bruits" - affirme Graciela- "dans la course des taureaux, nous devions communiquer entre nous pour savoir ce qu'ils demandaient au compagnon à côté de nous mais nous étions surveillés de près, nous nous sommes vus obligés de générer un système de communication et nous avons appris à parler avec nos doigts ».
Les trois se regardent, et un sous-texte traverse ces regards, « quand vous êtes dans le donjon, le silence qui compte est celui qui vous permet d'entendre ce qui se passait dans le donjon suivant. Il y avait aussi les bruits des répresseurs devant nos silences ».
Isabel hoche la tête et ajoute : « Le donjon dans lequel nous étions était plutôt calme. Au bout du couloir, il y avait un portail et le bruit de ce portail marquait tout. Tant que cette clôture était fermée, nous étions calmes, mais quand quelqu'un touchait cette clôture, son bruit changeait tout.
"Et il y a eu un autre silence" interrompt Graciela, "quand nous étions dans la caserne avec d'autres femmes, nous étions comme une quarantaine, certaines étaient avec leurs bébés, nous avons décidé de faire taire nos voix en pensant à ces bébés pour lesquels quarante femmes ne pouvaient pas parler sois sage. Alors on a élaboré un système pour parler peu et doucement ».
Isabel se souvient d'une autre forme de silence, le silence du secret, et regarde Antonia.
« Oui, le silence de la clandestinité dépendait des circonstances. Bien des fois il a fallu se plier aux silences de "personne n'habite ici" , Antonia, la militante, l'ex-prisonnière, la clandestine, est aussi la professeure de littérature qui remplit son histoire d'images poétiques. L'idée d'une maison dans laquelle il y a une pièce "vide", me conduit inévitablement à l'histoire de Cortázar, "House Taken Over", je ne sais pas pourquoi, mais j'imagine cette histoire, de l'endroit où il vit sans habiter. « Dans cette maison, il y avait une pièce empruntée, la maison a continué à fonctionner pour le monde, mais il n'y avait personne dans la pièce. Ensuite, la présence d'enfants dans ces situations était une autre affaire. Nous avons dû jongler avec la rencontre avec PedrÃn, en lui générant un contexte approprié. Tant de fois où vous avez dû vous taire, il est difficile d'expliquer vraiment ce que cela signifiait d'entrer dans la clandestinité et d'être arrêté un jour, puis tout est fini."
« Quand tu tombes, le silence peut être aussi fort que la parole. Je pense à la prison, au bruit de la torture, oui, mais aussi au bruit de l'adoucissement." La voix d'Antonia nous ramène dans un lieu qui pourrait bien être celui d'une histoire. Lorsque son répresseur installe la négociation, les paroles surgissent : Don Quichotte vient la secourir au milieu d'un acte brutal. N'oubliez pas d'aborder avec lui la question de la négociation du chapitre 4 de Don Quichotte, pour lui montrer qu'il n'était pas possible de négocier entre inégaux.
Photo : Mariela BenÃtez
Les mots tissent, en eux, des souvenirs intimes et continuent. Ils parlent des réunions dans la Prison, des différences de voix et de silences entre ceux qui sont arrivés et ceux qui y étaient depuis longtemps, de l'héritage vestimentaire et de l'importance de la santé. Apprenez à prendre soin de vous dans les petits espaces où il n'y avait qu'une seule salle de bain, comme une forme de résistance, pour ne pas montrer de faiblesse.
Le silence qui n'a pas tardé à arriver était le silence du corps, de ce que signifiait être une femme en prison. Un silence qui était d'abord en eux, dans le fait de ne pas parler de ce qui leur était arrivé. Même en confinement, ils ne parlaient pas du corps, du sexuel. Soudain, Graciela fait apparaître une image, "nous étions des corps avec des capuchons" et dans cette phrase, ils disparaissent.
Isabel se souvient qu'ils ont pu parler de la question sexuelle, longtemps après leur départ. La ligne directrice était différente, dit Antonia. Parlez de politique, du document de Santa Fe, mais pas de ce sujet. La sortie les entraîne dans un autre silence. Ce qui leur était arrivé n'avait pas d'importance. Ce n'était pas significatif par rapport aux disparitions, par rapport aux morts. Les mots scellaient une histoire : « il nous est arrivé la même chose qu'à tout le monde ».
Vingt ans après la sortie, le besoin de rencontre et de mémoire apparaîtra. Ce sera une rencontre entre eux, seuls, car leur histoire, ils diront "qui va s'en soucier ?". "Nous nous sommes tues pour ne pas être des victimes ou des héroïnes" , ces mots m'ont frappé durement à l'intérieur.
Je les imagine dans cet autre enfermement, celui de la liberté. L'enfermement de ne pas parler parce que ce n'était pas important, parce qu'il y avait d'autres choses à faire. Je pense à tous ces exilés qui mettront vingt ans à se dévoiler. À la suite de ces réunions, de voix privées, plusieurs publications paraîtront qui seront le dossier public de la mémoire de toutes ces femmes.
Cela viendra plus tard, le temps des plaintes judiciaires. Seulement 28 femmes ont dénoncé tout cela. Avant ce chiffre, précise Antonia, "c'était le problème de toutes les femmes détenues et toutes les femmes le savent".
Maintenant que je suis, dans la sécurité de ma maison, en train de préparer cette interview, décidant, comme si je pouvais, ce qu'il fallait inclure dans la note, je me tourne vers eux, assis, parlant, ayant le courage de tout dire et de le rendre présent encore.
Les mots continuent de battre dans ma mémoire et dans ma poitrine. Il me reste l'image de l'étonnement d'Antonia lorsqu'elle tombe et retrouve des compañeras qui étaient là depuis 1972. Les mots d'Isabel me reviennent en disant : « nous ne les intéressaient pas du point de vue politique, ils parlaient de nous demander si nous étions bons ou si nous étions maigres ». Je suis assailli de rage à l'idée d'eux encapuchonnés, nus, les mains liées derrière le dos et exposés à leurs répresseurs. Quand nous pensons à la vérité et à la justice, il y a beaucoup plus de silences que nous ne pouvons l'imaginer. Il y a beaucoup de vérités encore non dites, non entendues.
Alors que le reportage s'achève, Isabel précise « nous devons aussi disparaître de la scène, car la mémoire n'est pas la nôtre. Ce n'est pas notre héritage."
Et tous les trois sont d'accord. Ils réaffirment une conviction, l'idée qu'il y a une force chez les plus jeunes qui les remplit d'un espoir qui semblait perdu.
Aujourd'hui, nous tenons la mémoire pour un symbole, mais qu'y a-t-il derrière, de quoi cette mémoire est-elle remplie ? Nous devons le résoudre en tant que société, c'est une dette, un vide qui subsiste encore dans ces ellipses...
Photo : Mariela BenÃtez
À PROPOS D'EUX
Texte : Roxana Rügnitz​​
Il se veut un espace où se découvrent, pas toujours reconnues, les empreintes de femmes qui ont quelque chose à dire.
Ils sont toujours lÃ
quelque part sur le territoire où ils se trouvent.
avec ses mains ratatinées
avec ses yeux fatigués
avec peau cordée
entre foi et rancoeur
Elles sont.
Ces femmes
établi
boue et vent
marqué de l'ancien sceau du péché
Ces femmes se déshabillaient, grattaient, rêvaient, inventaient... des corps aliénés
d'une histoire
qu'il ne les a pas comptés
Seront-ils un souvenir ?
Seront-ils illusion ?
Ils ont été un vaisseau pour les autres
caresses effilochées
Dans le territoire de ton corps
toutes les batailles ont été livrées
Ses mains tissent
chansons et silences
Ils ont attendu si longtemps
Ils ont ancré tant de souhaits
Ils ont composé leurs vers, en peaux étrangères
mais ils sont toujours là , toujours
Ils sont Ellas, traversant les mers de l'histoire
semer des secrets
ils sont toujours lÃ
capable de créer et de transformer
parce que ses portes
Nous sommes fermés
dans la nuit des temps
empêcher la voix
puis ils attendent
nourrir un courage caché
attendent
aujourd'hui nous sommes eux
et nous sommes les autres
Dans ces frontières seront tes mots un peu d'eau
qui soulage la douleur
​
Photo : Mariela BenÃtez