Texto por Virginia Patrone
Esquinas del Arte
Fotografía: Virginia Patrone
Giro alrededor, sometida a una fuerza centrípeta, fuerza ésta que me precipita siempre en el núcleo, en el amor, el mismo, el esencial, el que todo lo mueve. Sin amor no muevo nada, me convierto en piedra o en robot, en máquina sin propósito, en un ser que devora tiempo, demasiado tiempo que se pierde.
Desde 1970 me activa el amor inconmensurable por mis hijos y sus hijos. Esto no se toca, de ese amor no hablo, es demasiado sagrado éste, aunque todo amor lo sea y por lo tanto en realidad, de amores concretos no hable, no nombre.
En cambio podría hablar del amor al arte, que de éste sí podría hablar, pero sólo para decir que es un amor que depende de los otros amores infinitos e incondicionales. Quiero decir que per se, por sí solo, no existe en mí en otra categoría que no sea interés -profundo sin duda- y trabajo, forma de vida, camino de conocimiento. Que al amor al arte lo mueve el gran amor maternal, no cabe duda, pero no explicaré más. Pero está el amor romántico, hombres que amé y amo, en mi caso hombres, apenas en plural. Pero qué estoy haciendo, estoy confesando cosas que no interesan, o sí?
Voy a bucear un poco en un antiguo proyecto, uno que no pasó del deseo de hacerse y existe en el archivo de fantasmas solamente. Es el Bestiario de Amor de Miguel Pacheco, que se proponía como libro ilustrado y como exposición de mis dibujos. A la manera de los bestiarios de amor, como el de Richard de Fournival, por ejemplo, el bestiario de Miguel Pacheco recorre veintisiete animales y sus naturalezas y atributos que compara con el amor.
Fotografía: Bruno Spagnuolo
Recorro algunas páginas y me quedo con el Caballo y la poderosa comparación que en tono casi de juego hace Miguel Pacheco:
“Famosa es en el caballo la nobleza, y proverbiales la inteligencia y la abnegación, que suelen correr parejas a ella. La firmeza y la resistencia se evidencian incluso en su poderosa efigie, y puede decirse de él que no ha existido para el hombre bestia más útil ni más digna de confianza.
Pero en ocasiones, por causas no tan claras, se desmanda y, entonces, presa de salvaje furor, puede precipitar a su jinete y aún destrozarlo.
Él enseña que no hay amor completamente seguro y que, por sólidas que parezcan sus bases, e inamovibles que aparenten ser sus principios, puede también desbocarse y, en su loca carrera, conducirnos a la ruina, la desesperación, la locura y aun la muerte.”
Silencio.
Se busque donde se busque el pensamiento sobre el amor, siempre camina por las mismas ideas; valga el pequeño ejemplo de Sor Juana Inés de la Cruz que dice “constante adoro a quien mi amor maltrata; maltrato a quien mi amor busca constante.”
Ay, la armonía del sentimiento retribuido, tan difícil de alcanzar, esa que en la amistad es más frecuente; pero entonces?
La emoción de Dante al vislumbrar a Beatrice en la iglesia, es distinta de la que siento al ver el círculo verde que delata su presencia, o el pequeñísimo con su rostro marcando vistos en nuestros chats? No dejo de considerarlo un fenómeno prodigioso. El fondo se agita, el cuerpo hambrea y recuerda, se ilumina.
Conocí a alguien que en soledad hacía listas de pros y contras de posibles amados, de qué casilleros rellenar, esas cosas. Como de apps de citas. Cuando lo mejor es lo que no sabemos que queremos, lo que está muy tejido con las profundidades del ser y nos maravilla cuando el otro nos lo revela. Antes no supe, a ciegas se cree saber algo, pero sabemos sólo generalidades y gustos confesables. Lo complejo, lo recóndito, lo que a veces no nos atreveríamos a confesar que deseamos, sólo nos lo puede mostrar el otro. Y lo muestra también sin saber, sin calcular, lo muestra cuando sin querer deja abrir algunas grietas por donde se cuela esta luz que nos explica. Nada de lo premeditado, lo analizado y calculado, sirve. Sirve todo lo contrario, y entonces nos da miedo. Y otra vez, nada se mueve y hay una suerte de petrificación, algo parecido a la muerte, a la máquina, al robot. Vuelve la lucha entre la pasión que amenaza con el caos tan temido y la seguridad del orden.
Pequeño relato de la mujer-bosque
Todo el día caminó ella-bosque dentro de sí, buscando reconocerse, dando vueltas y mirando cada hoja atentamente. Y allí encontró imágenes de aquel que la habita desde hace mucho tiempo, el que una vez que entró ya no volvió a salir, como si el bosque fuera un amable laberinto. Y la mujer bosque se pregunta cómo, cómo todo ésto, así, tan lejos, esta migración ardiente del ser, así mudar profundamente, y bienvenir.
Ella se desdobla y es bosque, es bruja, es samurái y también es una niña. A veces pequeños pero insistentes tifones desbaratan el bosque que se agita interminablemente. Miles de hojas se desprenden de las ramas temblorosas. Los ojos del samurái brillan más que el filo de su espada. Atenta la bruja desentraña sentidos, mientras la niña, quedamente, vislumbra.
Fotografía: Virginia Patrone
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Referencias bibliográficas
¹ En este artículo prevalecen las decisiones autorales por sobre la corrección de estilo.
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