Texto: Roxana Rügnitz. Fotografía: Mariela Benítez
SobrEllas
La amistad entre mujeres es el único camino
para salvar el mundo y salvar la vida.
Rita SEGATO
La historia de la humanidad ha transitado todos los caminos para la construcción de la sociedad en la que hoy existimos. La mayor parte de ese recorrido fue pensada, producida y dirigida por varones. Todo el orden social y la función de los individuos dentro de ese orden fueron determinadas por los hombres. Esto, que es una obviedad, ha definido el lugar que hemos ocupado las mujeres. Nos han colonizado desde las ideas hasta el cuerpo.
Hemos debido pasar por muchas hogueras hasta descubrirnos en las otras, como iguales, tejedoras de una red de soporte para el dolor. Hemos parido, hemos renunciado al deseo, callado, y soportado toda clase de violencia. Hoy nuestras voces siguen reclamando.
Llega marzo y Piel Alterna piensa en Ellas, aquellas que construyeron la historia del feminismo en Uruguay. Esas locas y atrevidas, esas pocas mujeres que en los años 80 salieron de sus espacios privados, de sus lugares de ¿comodidad?, y se enfrentaron a todo para abrirnos el camino.
El encuentro realizado en Plaza Las Pioneras se llevó a cabo con Elena Fonseca, Lucy Garrido y Guadalupe Dos Santos. Mientras que la entrevista a Lilián Abracinskas y Lilián Celiberti fue realizada en sus respectivos hogares. Será un desafío para la revista transmitir la riqueza de sus palabras.
Una tarde en Las Pioneras
¿Vemos al feminismo de los 80 en blanco y negro? ¿Quiénes fueron esas mujeres que dieron el salto a la transformación?
Las veo ahí, sentadas en esa plaza que reivindica lo que hicieron. Elena toma la palabra, tal vez, porque como ella dice: «Soy la más vieja, tengo 91 años». La pienso en aquel tiempo, como una mujer grande ya, dejando el aparente privilegio de la comodidad para cambiar el mundo para todas. Mientras estoy revolviendo esa idea, ella comienza: «Lo que en ese momento me quedó nítido fue la sensación de colectivizar lo que pensábamos. No lo colectivo de llenar calles. Era encontrarnos una a una y entenderte a fondo. Eso fue un impacto. En aquella época salió una publicación que se llamaba “Para saber que no estamos solas”, ese título te da la pauta de lo que nos estaba pasando. Para mí, que más que de teoría vivo de emociones, fue una emoción darme cuenta que a esas mujeres con las que hablaba les pasaba lo mismo».
Guadalupe fuma y se piensa tiempo atrás. Ella y su nacimiento al feminismo, como un instante sagrado, que te cambia para siempre. Sus palabras se ordenan con la memoria: «Yo no sé cómo llegué al feminismo, porque primero llegué al sindicalismo y a la comisión de mujeres de AFMUCASMU (1) y a la primera comisión que se organizó de mujeres en el PIT-CNT (2), que hoy parecen haber olvidado. En esa época no entendía lo que pasaba, teórica y políticamente, pero algo no andaba bien. El maltrato a las compañeras que siempre quedaban en segundo plano, sumado a la llegada de mujeres que venían del exilio y nos traían material de lectura. Todo eso nos llevó a juntarnos, a hacer centros de estudios. De a poco se fue dando todo ese movimiento que, más que multitudinario, fue concientizador».
Las tres tienen un gran nivel de entendimiento, aún en los desacuerdos. Son divertidas y poseen una profunda conciencia del proceso y su trayecto. Lucy toma la palabra para analizar esa distancia, del ayer a hoy: «Entre lo que pasó ayer y lo que pasa hoy, hay diferencias a patadas. Sin embargo, si yo fuera joven hoy, haría lo mismo que están haciendo las jóvenes, incluso sería más radical. Es verdad que muchas de las cosas que hacen ahora, no son nuevas. Por ejemplo, cuando salieron con el “Harta“, era una consigna nuestra. En un comunicado que sacamos en 1995 ya decía: "Hartas de…”, con un largo listado de cosas. En general, hicimos casi todo, pero sin la repercusión que, por suerte, se tiene ahora. Antes nos teníamos que juntar, veníamos de distintos lugares, nosotras veníamos de la izquierda, otras del sindicato o del partido y eso era inevitable. Hoy las jóvenes, con todo el derecho del mundo, no quieren que les toquen nada de lo que se consiguió, pero tienen que saber que todas esas conquistas fueron producto de una larga lucha en la que tuvimos que ver nosotras y un montón de feministas. Cotidiano Mujer, como medio de comunicación, tenía una posibilidad importante de convocatoria de otras feministas locas que eran como nosotras, entonces, dábamos noticias sobre ellas. Nosotras mostrábamos que ellas existían. Había feministas en Cerro Largo, grupos de mujeres negras de Barrio Sur, mujeres tabacaleras organizadas, eran muchos grupos incipientes que nacían después de la dictadura. Nosotras visibilizábamos la lucha de todas esas mujeres. La primera vez que se habló de violencia de género en el Parlamento, fue una risa para ellos. Nuestro objetivo era hacer visible lo invisible y por eso nos metimos con todos los temas»
Exponer el producto bruto del patriarcado, denunciar el manejo de nuestros cuerpos como una mercancía asociada a los intereses económicos, restituir contenidos a las palabras, todo esto que hoy manejamos con absoluta naturalidad representó, para estas mujeres, un territorio de combate y de conquista para las nuevas generaciones. Guadalupe lo aclara cuando dice que «las malas palabras, como lesbiana por ejemplo, empezaron a tener contenido político. Ya no eran malas palabras, porque detrás había todo un universo de significantes». Por eso, Elena acota una frase clara: «Nombrar es poseer la realidad. Nosotras cambiamos el sentido de algunas palabras, creamos conceptos que hoy las más jóvenes heredaron».
Me pregunto si comprenden el valor de lo que hicieron, en un sentido histórico y Lucy, sin quitarle entidad responde: «Antes hubo otras feministas, como las Luisi (3) a principio de siglo. En la pos dictadura estaba Cotidiano y Grupo de Estudios sobre la Condición de Mujer (GRECMU), porque las demás agrupaciones no se llamaban feministas. Lo que pasa es que si te asumías feminista en esa época, estabas loca o eras lesbiana u odiabas a los hombres».
Me interesa la relación de aquel feminismo con lo politicopartidario, vinculado al contexto de salida de la dictadura. Les pregunto si existió un corrimiento de los intereses feministas en pos de aquel primer objetivo que era posicionarse en contra del terrorismo de Estado.
Elena responde de inmediato: «Nosotras nacimos en nuestra lucha al mismo tiempo que se estaba saliendo de la dictadura y eso pudo generar una confusión, a mi entender. Varios años después, en 1993, cuando se hizo la Conferencia de Viena, los Derechos Humanos querían reducirlo todo al tema del terrorismo de Estado y ahí, nosotras dimos una gran pelea para integrar los objetivos del feminismo. La verdad es que yo creo, ingenuamente, que cambiamos el mundo».
Lucy aclara algunos aspectos: «Lo que pasa es que la lucha principal, en ese momento, era proletariado contra burguesía. Fue también desde esos lugares que conseguimos espacios. Armamos la Comisión de Mujeres del Frente Amplio (4). Seregni nos habilitó un local dentro de la casa del Frente Amplio (FA) donde nos reuníamos los jueves y hacíamos tremendo quilombo. Desde esos lugares organizamos la marcha en defensa del voto verde. Entendimos su importancia porque las presas, las exiliadas, las desaparecidas eran también mujeres. Tuvimos valentía y sentido del humor. Nosotras sabíamos que la pelea era por la hegemonía cultural, al final sería así y hoy lo estamos viendo».
El feminismo estaba en marcha. Ellas, pocas y valientes, estaban en la calle para cambiarnos la historia.
Nace Cotidiano Mujer
Cuando hablaban de la revista Cotidiano Mujer, todas coincidieron en un nombre: Lilián Celiberti. Le pedimos que nos contara todo el proceso que va desde la cárcel —como mujer presa política de la dictadura— al feminismo y de allí a la revista.
«Conocí el feminismo en Italia. Estuve presa del 72 al 74, cuando me expulsaron del país. Me llevaron a un barco donde también estaba el que, entonces, era mi marido y mi hijo de tres años. El viaje duró diecisiete días, lo que nos permitió un tiempo de reencuentro. En Italia conocí el feminismo, con amigas que me invitaron a participar en grupos de autoconciencia. En 1978 decidimos volver a América a trabajar por los desaparecidos. Fuimos a Brasil, porque era muy sui géneris, y estaba en un proceso de democratización particular. Ahí nos secuestran, con mis hijos. Me llevan a un cuartel en Uruguay». Es tiempo de la soledad en prisión, de los miedos y las culpas que la atraviesan como fantasmas. Sin embargo, Lilián tuvo el valor de la resiliencia.
«Sola en el cuartel, me agarro del feminismo que tenía en pinceladas, como una tabla de salvación frente al autoritarismo. Fue cuando me comprometí a que, si salía, me iba a dedicar a hacer feminismo con las mujeres, sin tener muy claro cómo. Para mí, feminismo era trabajar con esa subalternidad que todo el tiempo nos genera culpa, que pone a los varones en el lugar de héroes y a las mujeres como las culpables de todo». Esa promesa, como una alianza con el destino, se cumplirá al salir de prisión y encontrarse con la esposa del encargado de negocios de la Embajada de Ialia, Ana María Colucci. Juntas pensaron cómo trabajar desde el feminismo en nuestro país.
Celiberti nos da más detalles: «Yo estaba muy alejada de la realidad de la calle, por todo el tiempo que pasé encerrada. En 1984 no podía pensar en crear un grupo de acción feminista porque yo no sabía qué estaba pasando afuera de la cárcel. Es entonces que nace la idea de una revista, como un medio para recoger lo que estaba sucediendo y replicar. Nos empezamos a juntar y aparecieron un montón de reflexiones de todas. ¿Cómo íbamos a hacerlo? ¿Desde qué perspectiva encarábamos cada tema? Porque todas teníamos distintas experiencias de vida y, por eso, distintos enfoques.» Amalgamar ideas, armonizar voces, aún en las disidencias, fue un camino de fortaleza.
«En mi caso, existía una gran tensión entre el feminismo y la militancia política en el Frente sindical del PVP (5). Quería generar otra forma de hacer política, así que fui manejando esa relación hasta el 92 que me fui, siempre en diálogo y desde la izquierda. Me gusta mucho la frase de Paul Preciado que habla de “una izquierda en la piel”». Lilián da cuenta de todo un proceso en el que, en nuestro país, se construyó feminismo de la nada para romper con los estereotipos arraigados. Entonces le pone título a esta nota. Habla de un hilo de la memoria que nos permite saber de dónde venimos, de quiénes somos herederas y a quiénes les pasamos la posta.
Feminismo de los 80 a los 90
El encuentro intergeneracional en un tiempo dado marca una diversidad de miradas y vivencias. Sin embargo, cuando hablamos con Lilián Abracinskas, una de las más jóvenes de aquel feminismo, muchos de sus sentimientos al respecto coinciden con aquellas, las mayores, con las que compartió el inicio de una gesta. Esa visión que todas subrayan de cómo en el feminismo encontraron un lugar que las representaba y que les permitía procesar tantas vivencias en común. Lilián juega con la memoria entre risas y emociones para contarnos:
«Yo soy de la generación perdida, de las que fuimos muy jóvenes en el golpe de Estado, pero veteranas para ser la generación 83 de recuperación política. Soy de la Universidad, la generación del 78, plena universidad intervenida. Sin posibilidades de claustro o participación, con tiras (6) adentro de los locales». Esto le recuerda lo que significó ser parte de un tiempo donde no era posible confiar, donde la represión era cosa de todos los días. En ese contexto, Lilián ingresa al feminismo desde una experiencia personal y dolorosa: «Soy una sobreviviente de aborto inseguro. Resignificando para atrás, eso está vinculado directamente a mi involucramiento con el tema del aborto. Porque sobreviví a una intervención arriba de una mesa de cocina y con una sonda que era la posibilidad de morir, pero no estuve sola. Tal vez por eso no concibo un feminismo sin varones como aliados, porque creo que hay varones empáticos. No es verdad que son todos descartables».
Desde el cuerpo, desde el grito callado y la violencia que te cobra el derecho al placer, Lilián hizo de su experiencia la investigación de su vida.
«En facultad en 1981, cuando tuve que hacer la tesis, elijo hacerlo en la relación madre/hijo, para analizar si la maternidad era un comportamiento innato o adquirido. Para eso, asistí a ciento cincuenta partos en el Pereira Rossell (7). Me quedaba con el bebé hasta que se lo llevaban a la madre. En ese momento empezaba todo lo del alojamiento conjunto, una muy buena teoría que, en la práctica, no era real en términos sanitarios». Es a través de esa investigación que pone en cuestionamiento la eterna consigna de la maternidad como un acto natural para las mujeres. «Entonces empezamos a trabajar sobre el tema de la expropiación del cuerpo de las mujeres, de su sexualidad y la reproducción por parte del poder. Yo vengo de ese palo. De recuperar el conocimiento del cuerpo, reconocerte, saber examinarte».
Así entra al feminismo en una época controversial, pero fermental. «En los 80, feminismo era una mala palabra. Había dos organizaciones, por un lado, GRECMU y, por otro lado, Cotidiano Mujer».
Se sienten las campanadas de la catedral, como un oxímoron extraño entre lo que estamos haciendo y lo que representa ese sonido. Lilián continúa:
«En el 84, cuando empieza el debate de la Concertación Nacional, donde todos los partidos, sectores y los sindicatos se juntan en el Club Naval, pero las mujeres que habían resistido, las que habían estado en la cárcel, no estaban. No había una. Fue como decirles: “muchachas, gracias por sus servicios, ahora vuelvan a sus casas y sean buenas amas de casa”. Entonces se armó la Concertación Programática de las Mujeres. Estaban las blancas, las coloradas, las frenteamplistas (8), las sindicalistas y las feministas. Reivindicamos que, si no había mujeres dentro de la Concertación Nacional, habría mujeres afuera. Fue impresionante, yo era muy joven. Tenía 25 años y ya participaba con la flor y nata, de la reflexión feminista en una época muy efervescente. Las discusiones, el aporte teórico de las que venían del exilio con la cabeza dada vuelta y las que habían estado presas. Me sumo a Cotidiano con esa fuerza. Éramos las guerreras, solo un puñado sacando una revista feminista».
Esa simiente abrió caminos a la década de los noventa, a un feminismo de extensión regional, intergeneracional e intercultural. Esos años conectaron el movimiento con una actividad política de incidencia internacional. Dice Lilián: «Los 90 fueron de una riqueza enorme que fortalece las articulaciones regionales».
Esas fueron las bases para la primera plataforma de la mujer en 1999: el Estado uruguayo y las mujeres. Ese será el primer acuerdo de diagnóstico para establecer que, sin los derechos de las mujeres, los derechos no son humanos.
Estos retazos de relato que dibujo en la nota son, sin duda, una sombra de todo el contenido expuesto por sus voces, que daría para un libro. Ellas son las feministas que pusieron el cuerpo en un tiempo complejo para construirnos un camino por el que andar y hablar, sin miedo. La memoria, un territorio que debemos cuidar y regar, para saber que si hoy somos, es porque ellas fueron.
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(1) Asociación de Funcionarias Mujeres de Casmu
(2) Plenario Intersindical de Trabajadores – Convención Nacional de Trabajadores. Nace en Uruguay en 1983.
(3) Paulina Luisi, primera mujer universitaria del país. Luisa Luisi, poeta y pedagoga.
(4) El Frente Amplio es una fuerza política uruguaya con definición popular, progresista, democrática, socialista, anti-oligárquica, antiimperialista, antirracista y antipatriarcal ubicada a la izquierda del espectro político.
(5) Partido Por la Victoria del Pueblo. Frente Amplio.
(6) Tira: agente de policía que trabaja vestido como civil. Diccionario del español del Uruguay, Academia Nacional de Letras.
(7) Es uno de los principales hospitales públicos de Uruguay, fundado en 1908.
(8) Referencia a mujeres de los distintos partidos políticos del país: Partido Nacional, Partido Colorado y Frente Amplio, respectivamente.
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