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Foto del escritorPiel Alterna

Entre el fuego y las manos

Texto por Roxana Rügnitz

Fotografía por Mariela Benítez

SobrEllas

«Si hay hambre, hay lucha», reza el volante que llama a movilizarse en resistencia al ataque del gobierno contra las ollas populares. Hablar de amor que trasciende los límites de lo subjetivo e individual, en estos tiempos, tiene que ver con las acciones sociales organizadas para hacer lo que el Estado no hace. Son el cuadro de una época: vecinxs cocinando para sus pares. Por eso decidimos contar la historia de un grupo de mujeres y disidencias que son parte del enorme equipo de Radio Pedal la Olla.


Conversamos con Noah, Valentina y Federica para descubrir la singularidad de este espacio que no solo alimenta, sino que teje voces, ideas, haceres comunitarios. En la olla descubrimos que el amor late en muchos rincones, en los que rompen los límites del encierro para articular piensos constructivos como red de un barrio. Estamos en un barrio de Montevideo, en ese lugar donde los fuegos alimentan el cuerpo y abrazan el alma.


Noah es parte de esta comunidad desde hace más de un año. Nos recibe con la convicción de lo que hace, pero también entendiendo la necesidad de contar esta historia. Con ella conversamos sobre el funcionamiento de la olla. «Somos todes vecines de la vuelta. Lo interesante de esto es que no nos encontramos solo acá adentro, sino que estamos constantemente cruzándonos en todas las esquinas. Es lo que sucede en la olla más lo que sucede en el barrio». Así presenta Noah el proyecto de la olla, con sus palabras que conjugan fuerza y una visión hermosa del mundo. Entonces no se trata de dar un plato de comida, sino de construir juntxs una idea de comunidad en la que no se tracen límites divisorios entre lxs que vienen a la olla y lxs que la gestan.


Para comprender, al menos un poco, esta visión que hoy es acción política de un grupo de imprescindibles, Noah nos cuenta cómo arranca el día y qué hacen: «Nos juntamos los miércoles desde las 9 a las 14 hs. La particularidad de la olla es que, como ven, acá hay una mesa que atraviesa todo el salón y que para mí es la columna de la olla en la que todes pelamos, cortamos, conversamos y nos conocemos. En la mesa se disponen todas las herramientas culinarias para que les que vengan las usen y vayan siendo parte del proceso de cocinar. No se trata de que nosotres, el equipo que organiza la olla, cocine y a las doce se abran las puertas para que solo vengan a comer. No funciona así. Todes les que vienen participan de lo que se hace y después de que comemos, entre todes, juntamos, limpiamos, lavamos el baño y la cocina. Hacemos todo entre todes». La voz de Valentina se suma para agregar: «Lxs vecinxs entran y ya saben qué hacer, y todo sucede en simultáneo».


Esta descripción enmarca la particularidad de la olla, que no se conforma con responder a una necesidad, que existe, que es real, pero que en su complejidad dispone dos niveles de acción diferenciada: por un lado, el que da, y por otro, quien recibe. En este caso, se borronean esos límites. Como decisión política de principio, todxs son parte del hacer. Todxs se juntan para aprender algo que se cuece por debajo del fuego que prepara el alimento. Las palabras de quienes participan abren horizontes, y enseñan otras realidades, enriqueciendo el proceso. Es un lugar donde la pedagogía del amor se pone en práctica.


La idea es mucho más completa, porque esta visión supone otras herramientas de soporte. Noah amplía la descripción: «Acá funciona un proyecto maravilloso que se forma con compas de costura que se fueron acercando a la olla. Compas de Palermo, de acá y de Cuareim. Esto trae ingresos tanto para las compañeras como para la propia olla. Hace poco ganamos un fondo que nos permitió comprar tres máquinas de coser. Esto nos permite expandir lo que hacemos al entorno de la calle».


De pronto veo el logo que usan, una olla con fuego, y una inscripción que dice: «QUEMAMOS TODO». La dualidad de la expresión me resulta sugestiva y lo digo, me responden: «Sí. Nos comentaron al respecto del “QUEMAMOS TODO” preguntando con qué intención lo decíamos. Y bueno, mientras que no se nos queme la comida…» Quedan los puntos suspensivos que Noah deja para que podamos completarlos, sabiendo que hay momentos en la historia en los que la acción social como revuelta organizada patea el tablero para exponer la brutal inequidad del sistema.


Hemos aprendido y sabemos que nuestras historias las contamos nosotrxs para que el relato de otrxs no anule los hechos. Tal vez por eso, además de la olla y el taller de costura, en este lugar también funciona una radio. El programa se llama Pa ke olla y sucede en vivo mientras se prepara todo para el almuerzo. Ya han realizado quince programas que se encuentran en la página web radiopedal.com.


Cada palabra que va dibujando la realidad de este proyecto me llena de emoción y, sin embargo, hay un asunto que me queda latiendo. Se trata del íntimo vínculo entre su existencia con la necesidad de las personas de un plato de comida para sostener el día. Noah me cambia la perspectiva y se lo agradezco: «A mí me pasa que la olla es hoy mi escuela, mi liceo, mi facultad. Es un espacio de aprendizaje. Sin duda que ojalá no existiera la necesidad de tener que arrimar un plato de comida porque están en situación de calle, de pobreza, de estigma. Sin embargo, ojalá esto fuese parte de la cotidianeidad de todas las personas. Este hecho de reunirnos con les vecines para cocinar una vez a la semana porque lo queremos y no por necesidad. Es que las cosas que nacen de estos encuentros son maravillosas».


Hablo con otra compañera, Valentina y le pregunto sobre la situación entre el MIDES¹ y las ollas. Entonces me muestra un volante y me dice que hay una movilización el 11 de octubre para denunciar la situación de hambre en el país. Así comienza su discurso, con una impronta política y reivindicativa: «Acá se produce comida como para alimentar a treinta millones de personas —toda Argentina, imagínate— y, sin embargo, hay gente con hambre. Las ollas emergieron en un contexto de pandemia y de crisis, pero esto ya se preveía porque con una emergencia sanitaria acompañada de una política neoliberal del nuevo gobierno, que instala un modelo que claramente prioriza las desigualdades, se podía anticipar que la crisis se iba a agravar. Por eso, nosotras nos organizamos en barrios, con los y las vecinas, para dar respuesta a una necesidad que no iba a atender el Estado. Es importante denunciar que no hay una política de fondo para dar soluciones. Todo lo contrario, se cierran programas del Ministerio, se cierran comedores, se disminuye la alimentación en las escuelas. Es hora de acompañar la lucha popular».

Entonces, como respuesta a esas palabras, se abren las puertas. Va entrando la gente al salón, como si de una reunión familiar se tratara. Todxs se saludan, y comienzan a ubicarse alrededor de la mesa para comenzar, entre mates y risas, a cocinar. Valentina saluda a lxs que llegan y abraza a lxs niñxs, solo cuando sintió que el ritual del abrazo estuvo completo, continuó.


Con respecto a la persecución que se sistematiza desde el MIDES a las ollas, nos comenta: «Creo que en todo esto hay un manejo mediático desde el gobierno, que aparece justo cuando surgen algunas cuestiones complicadas que quieren tapar. La criminalización de la pobreza no es nueva. Si por el momento la cosa se calma es porque no somos un foco de atención interesante. Para mí no es una casualidad que aparezcan treinta y ocho causas al guarda espaldas del presidente, que de eso no se hable, pero de pronto las ollas vuelven a ser un problema».


Como estamos en una olla que es taller, radio, cocina y, muy especialmente, encuentros y palabras, vamos con Valentina al taller de costura para descubrir otro sector de este universo que respira un amor distinto al que estamos acostumbradxs. Entramos al cuarto, que ellas llaman mágico y veo colgados sus productos, que se pueden comprar aquí mismo, en la feria o pedir por redes. Me cuentan que se trata de un espacio solo de mujeres porque quieren cuidar una energía que, sienten, es distinta. En este lugar, el tiempo y la forma de sostener y escuchar son de ellas. Entonces, Valentina empieza a contar: «Ahí está Romi, haciendo gomitas para el pelo. Todo lo que se hace acá va para el fondo común, un porcentaje para el alquiler y materiales y otro va para las compas que producen. En algunos casos, lo que producen Romi y Windy, que son cosas bien económicas, el cien por ciento de las ventas va para ellas porque esa fue una decisión política».


Veo en el pasillo a Federica, la distingue una sonrisa que parece tener instalada en el rostro, porque la rabia por lo que sucede con el MIDES no es más fuerte que la alegría que produce ese movimiento de tanta gente que se encuentran allí cada miércoles. Pido que nos cuente cómo piensan la olla en adelante y su respuesta es contundente: «Con la olla, el proceso ha sido esencialmente el presente. Vemos qué paso ir dando con lo que se va configurando como posibilidad y deseo de quienes somos parte de todo. La olla no es un proyecto hacia, funciona a partir de lo que va surgiendo, las ideas que se proponen, algunas se disuelven y otras no, y de repente se empieza a armar algo. Así surge la colectiva de costura o el programa de radio, por ejemplo. Siempre ha sido así. Ahora estamos atravesadxs por el conflicto con el MIDES. Con respecto a eso, hay muchos niveles. Por un lado, todo el nivel de lo colectivo, el proceso de la Coordinadora Popular y Solidaria (CPS) que ha sido muy potente y de muchísimo trabajo para intentar articular ciento treinta ollas. Por otro lado, está el gobierno, esta coalición con sus políticas. Para mí está claro que la línea que llevan adelante tiene como objetivo destruir toda posibilidad de organización que tienen quienes interpelan la forma de distribución de la riqueza, la forma de generar políticas públicas. Para nosotras, como coordinadoras, siempre fue crucial tener un nivel de acción siguiente que es sacar la olla, pero reclamar todo el tiempo que la gente coma en sus casas, que tengan un techo. Lo que más nos une es salir a reclamar que las ollas no sean una política pública, sino que el Estado implemente las políticas necesarias para que la gente tenga casa, comida, trabajo y educación para una vida digna. Esto es lo que más nos nuclea. En toda esta iniciativa hay también un acompañamiento en la coordinadora. Nosotras colaboramos hace dos años con la olla El Tobogán. Lo que recibimos cada quince días se divide y la mitad va para esa olla. Cada vez que llegamos al Cerro, vemos cómo la situación ha ido empeorando. Entiendo que este gobierno le da a quienes más le perturban, que son las bases. Nos dan porque somos eso, el barrio organizado. Ahora hay que resistir la embestida y tratar de crear otras realidades, otros refugios fuera de las instituciones. Esta es una zona donde se mueve, se cuestiona y se movilizan las lógicas, las formas. Estamos ensayando y aprendiendo nuevas formas de hacer en el proceso».


Federica se silencia, pero no deja de sonreír. Hay un contraste brutal entre su palabra y ese marco de sonrisa que define su rostro. Lo entiendo. Sostener sin recursos, sin respaldo y con ataques por parte del gobierno revuelca el alma. Sin embargo, es clara la necesidad de construir, de abrir brechas donde la acción social se filtre con firmeza y desde un amor que es político. Su sonrisa es claro reflejo de la fuerza de lo que allí sucede.


Cuando Federica se va, me quedo pensando. Crecí en el exilio, pero mi adolescencia la pasé en el Cerro. Fue la sociedad organizada la que me enseñó a pensar desde un foco distinto, en un período de salida de la dictadura, donde el único rincón posible de proyección era el encuentro con el otrx, el hacer y, por supuesto, la constante tensión entre dureza y ternura sostenida por el amor y dibujada siempre en sonrisas.

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Referencias bibliográficas

¹ En septiembre de 2022, el MIDES puso como condición, para mantener el apoyo a las ollas populares, que la Coordinadora Popular y Solidaria brinde información sobre el funcionamiento de las ollas, investigación que debe ser hecha por el Ministerio en reconocimiento e implicación para con el problema económico, político y social que refleja la existencia de las ollas.


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