corpos em trânsito
Notas sobre a criação
Ida y vuelta
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Viajo a mi casa una vez al mes. Por la misma ruta, kilómetros de ida y kilómetros de vuelta: ya reconozco árboles y puentes, algunos caseríos bien situados en la distancia, las curvas pronunciadas, las ventanillas por las que cae el sol y aquellas por las que se ve la luna cuando nace (atentos aquellos que afirman que el mejor atardecer es en el mar o que la luna sale inmensa a veces en la ciudad); diría incluso que son las mismas vacas quietas que miro pasar y las mismas siluetas a caballo que saludan entusiastas, pero soy exagerada así que no lo menciono. Y de esta manera, atravesando, de punta a punta casi, la geografía semiondulada de mi territorio, luego de unos días, regreso a la otra casa que habito el resto del tiempo. No sabría decirles cuál es mi hogar; tampoco sé el peso de esa palabra, pero soy dramática así que no voy a entrar en reflexiones lingüístico-emocionales.
De todas formas, me pregunto: ¿será mi casa la que dejé hace treinta años atrás —donde aún me guardan un lugar— o la de este tiempo presente donde vivo y escribo?
Los místicos han considerado tradicionalmente el elemento femenino del universo como arca, casa o muro; también como jardín cerrado. […] Sin embargo, en la casa, por su carácter de vivienda, se produce espontáneamente una fuerte identificación entre casa y cuerpo y pensamientos humanos…¹
Diría, entonces, que la casa soy yo, aunque caería en un cliché y siempre los evito. Pero: ¿qué sensaciones vuelven un espacio (no siempre deliberado) un punto de apoyo y cuidado, de recogimiento y placer, es decir, un hogar? Porque el cuerpo, en algún momento, encuentra un lugar para quedarse y allí se genera esa identificación que vuelve una vivienda lo que llamamos hogar: «sitio donde se hace la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos de fundición, etcétera; casa o domicilio; familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas; asilo», dice la Academia.² Particularmente me interesó la acepción tan poética e inquietante que aparece de hogar abierto: «hogar donde la combustión se produce en comunicación directa con el aire», así es que respiramos el ambiente de nuestra vida cotidiana y allí nos encendemos, o estallamos, quién sabe. Y así, pensando en el peligro que se esconde dentro de nuestro mundo privado, me desvío hacia el laberinto, casa-palacio del monstruo con cuernos, que impide la salida de su habitante y a la vez pierde a los intrépidos que entran a buscarlo.
Podría atravesar el aire en vuelo/ como una espora vegetal,/ como un ave —de sangre o de aceite—/ como una bala de cañón,/ saltar de un punto a otro del planeta/ y avistar desde lo alto/ el fondo de los acantilados/ y los arroyos/ sin mojarme los pies./ Pero no quiero;/ Yo nací para cruzar puentes./ Nací para dar un paso tras otro/ sobre un entarimado/ que se construye/ al tiempo que ando en una prolongación del suelo./ […] Y cada mañana me levanto,/ como un puente,/ para que me atraviese el día.³
Hay ceremonias que atraviesan los años y conforman los hábitos que nos integran como adultos. La casa donde nací la construyó un abuelo que emigró de Europa y no alcancé a conocer, la construyó él mismo antes de que nacieran mi madre, mi tía y el hermano menor, hay fotos de ese tiempo —las guardo desde que murió mi madre—. Es la misma casa donde crecí hasta que me mudé a esta ciudad desde la que viajo mes a mes, de ida y de vuelta. A veces me pregunto si, cuando quede huérfana completamente, será el tiempo de construir, como aquel abuelo, un lugar propio para habitar. Me pregunto qué peso tiene entonces la casa de la infancia realmente. ¿Cómo vivimos después de que la perdemos para siempre? ¿La venderé cuando sea mía (con el abuelo, y aquellas niñas que nacieron y se fueron ya viejas de allí)? ¿Qué implica seguir formando parte de ese hogar cuando aún hay cómodas y roperos con mi ropa y mis libros? A veces siento que la casa de la infancia es un laberinto propio: nos quedamos perdidos en los cuartos donde dormimos y en los pasillos en los que jugamos.
Imagino que la casa es también los otros, aquellos que la habitan y dejan los rastros que necesitamos para recordar; quizás por eso, cuando el barrio de la infancia cambia y los vecinos de antes ya no están (después del paso del tiempo sería dudoso que permanecieran), nos perdemos en la misma calle que recorrimos siempre: el extrañamiento, lo cotidiano que se vuelve amenazante por desconocido, lo familiar que nos devuelve una mirada ominosa. La misma mirada del rostro que vemos en el espejo luego de que regresamos del viaje y nos preguntamos cuál es el hogar. Espero que me sepan responder.
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¹ Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de símbolos. Labor, 1994, p. 120.
² Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea] Recuperado de <https://dle.rae.es> [28/05/2023]. ³ Beverido, Maliyel. «Yo nací para cruzar puentes». Yo nací para cruzar puentes. La Ceiba Gráfica, 2020. Recuperado de <https://issuu.com/maliyelb/docs/jpg2pdf>.
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Julisa taxista
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Era sábado y salía tarde a una reunión de la revista que quedaba lejos de casa. En ómnibus iba a llegar más tarde aún. Cuando paré el taxi vi que manejaba una mujer, me subí y le dije: «Me encanta: una mujer manejando un taxi. Y cuando son choferes de ómnibus, también». Por supuesto que conversamos todo el viaje y, entre otras coincidencias, se iba —ya se había terminado su turno— justo para el mismo barrio que yo. Era noviembre, pero ya sabía que en el número de mayo nos íbamos a ocupar del tema trabajo: claro que iba a ser Julisa García Fariña la protagonista de estos «Cuerpos en tránsito».
Unos días antes de volver a encontramos, le envié por Whatsapp cuatro preguntas, no más, para que tuviera una idea de la dirección de la nota, de lo que me interesaba que pudiera contar, aunque, claro, esperaba que ella fuera por su propio camino. Comencé preguntando por el inicio: cómo llegó a trabajar de taxista.
Cuando empecé fue por mi amiga Carmen, ella era propietaria de un taxi en ese momento. Recuerdo la circunstancia que estábamos viviendo, las dos mujeres, recién divorciadas. Mi amiga fue muy solidaria porque ella pagó la libreta para que yo empezara a trabajar y su empleado Miguel me enseñó. Al principio fue toda una experiencia, única, un mundo nuevo que yo desconocía por completo. Mi tarea de lunes a viernes en un escritorio no tenía nada que ver. Así arranco a trabajar en el taxi, llena de miedo a lo desconocido, adrenalina, por momentos, pero mucha responsabilidad y era todo un desafío en lo personal, cumplir con mi amiga y con Miguel que me ayudaban para que yo generara un ingreso más. Solo era los fines de semana.
Luego continué con lo necesario: la relación con sus compañeros, si conocía el porcentaje aproximado de mujeres que trabajan de choferes de taxi.
En la relación con los compañeros aprendí mucho de ellos y de mí misma. Puedo decir que subestiman a la mujer que puede hacer el mismo laburo que hacen ellos y diría que, en varios casos, hasta mejor, y eso molesta mucho. También encontré excelentes compañeros. Al principio es una novelería cuando ven una mujer como compañera, se sorprenden, critican, chusmean y, cuando te conocen, te aceptan o no. Por ejemplo, hoy en Montevideo habrá unos cuatro mil taxis y un 5 % es conducido por mujeres. Cuando tuve la suerte de trabajar con compañeras mujeres fue hablar en el mismo idioma, y si está la complicidad, la empatía, sentís que le pasa y piensa lo mismo, ya no te sentís como bicho raro. Lo que me queda claro, en lo personal, es algo muy gratificante: la aceptación que tiene la pasajera cuando ve que sos una mujer, como que les da más seguridad, que somos del mismo género, la buena onda que hay también en la gente joven. ¡Mujer al volante! Sin duda que son más las experiencias riquísimas que me llenan de aprendizaje, sabiduría y una pura realidad de cómo vive nuestra sociedad montevideana; escuchar, ver cuánta gente está muy sola, la necesidad de hablar. Una da un poco de buena onda y de música, y con pequeños gestos de cortesía, la gente queda contenta, ¡es increíble!
En particular, me interesó cómo se maneja al trabajar en la noche: ¿acepta todos los viajes o descarta algunos por peligrosos? ¿Cómo decide si lo son?: «Te guiás por tu instinto —me dice con respecto a la noche— y los malos momentos se borran cuando pesan más las buenas».
Para culminar el intercambio sobre el tema, quise saber cómo percibe ella la ciudad, el tráfico, los peatones, los espacios de circulación y qué tan inclusiva ve la ciudad con la mujer, por ejemplo:
Demasiados autos para una ciudad tan chica. En mi humilde opinión, en el tránsito se ve reflejada cómo está la sociedad, nos convertimos en seres cero tolerancia, apurados, agresivos, irrespetuosos con las reglas de tránsito; los nuevos conductores son audaces, inconscientes. En el tránsito hoy en día tenés que estar a la defensiva, adivinar y superatenta a qué va a hacer el otro conductor. Te cansa. ¡La gente está muy mal! Es una selva. Si tomáramos consciencia de que manejar es como tener un arma —podés matarte o matar—, nos cuidaríamos más. Los peatones también cruzan a veces sin mirar porque van en otra. Las mujeres somos las que menos accidentes tenemos, hablo de las que trabajamos en la calle, más allá que seamos un porcentaje bajo. La mujer tiene un instinto único: podemos estar en varias cosas a la vez, somos solidarias, prudentes, amables, sensibles y si estamos seguras de nosotras mismas, no nos asusta que nos toquen bocina, que nos puteen y que nos manden a lavar los platos. Cada vez hay más mujeres trabajadoras en ómnibus, ambulancias, taxis, repartos, etcétera. Las mujeres, cada día, vamos copando las calles.
La encantadora de abrazos
Carola Vázquez Gil Invernizzi y la búsqueda hacia el centro
Texto y fotografía por Virginia Mesías
CarolaHacedora (Salto, 1981) es su nombre en Instagram. Es docente en el Bachillerato y en la tecnicatura Audiovisual de la Escuela Técnica Superior de Paysandú, productora, gestora cultural y artista visual. Estudió Comunicación en la Universidad Católica del Uruguay; su trabajo abarca desde la narrativa fotográfica, conceptual y performática hasta la realización documental y audiovisual: realiza festivales de muralismo urbano (Feria Rodante en 2016 y Pintan las Pibas en 2019), el Primer Festival Cinematográfico de Paysandú (2019-2020), registra las marchas del 8 de Marzo en la misma ciudad (y participa, en 2019, de una exposición en Alemania sobre el tema), entre varias actividades más.
Carola se define como una storyteller, y esta destreza es, justamente, la que desplegó en su exposición a fines del año pasado (que se pudo visitar del 27 de diciembre de 2022 al 30 de enero de 2023) en la Casa de Cultura de Paysandú: «Abrazos cotidianos. Pluralidad disidente», uno de los ocho proyectos seleccionados en la categoría Artes Visuales de la edición 2020 del Fondo Regional para la Cultura (MEC). Carola cuenta historias con sus imágenes, lo que no es sencillo si se busca un lenguaje poético e íntimo. Más aún si su intuición la dirige hacia el centro y el desvío, hacia el interior de nuestro país, hacia la ruralidad y la disidencia.
La primera muestra de este trabajo tuvo lugar en Valle Edén (Tacuarembó) los días 29 y 30 de octubre del 2022; sobre ella, Carola expresa:
Me guía la desobediencia. Se viene la primera parada de este viaje que tanto estoy amando realizar. Los #abrazoscotidianos viajan por el norte del país visibilizando sentires, reconfigurando los afectos y mostrando las diversidades que nos habitan como territorio. […] les invito a conocer un grupo de feminidades que han decidido abrazar la ruralidad de manera diferente. Bajo la pregunta ¿qué abrazamos luego de la pandemia? ellas me han dejado entrar en su mundo de saberes y vivencias solo para darme cuenta que hay tantas formas de vivir como experiencias acumulamos y que un salto al vacío nos define para siempre.¹
La descripción de su proyecto en la página web de los Fondos para la Cultura (MEC) plantea:
El proyecto de narrativa fotográfica Abrazos Cotidianos consiste en la investigación documental de la diversidad de los lazos afectivos, teniendo como premisa que la distancia emocional no existe y proponiendo el estudio cultural de las emociones. En momento de pandemia mundial y necesario distanciamiento social este proyecto propone llevar del ámbito privado al público las diferentes esferas que componen los afectos como una forma de observación y reconfiguración de los mismos. La nueva observación de la afectividad en todas sus formas es el puntapié inicial de este proyecto, que tiene como objetivo poner en valor la diversidad de los afectos en las diferentes comunidades, etnias, estratos económicos y sociales que hacen al Uruguay.²
Desafío significativo es el de elegir como objeto de estudio cultural (que podrá devenir en investigación antropológica y social, pienso) nuestro universo emocional y sus vínculos a partir de ese tan recordado año 2020. Significativo es este trabajo documental, esta propuesta en imágenes, que busca visibilizar las múltiples posibilidades de relacionamiento para validarlas y ampliar así nuestras libertades al mirar y reconocer a los otros. A su vez, reflexionar desde una perspectiva artística sobre el sentir (deteniéndose, además, en la diversidad) extiende los límites de este proyecto, porque se continúa naturalmente en el proceso de recepción personal que iniciamos los espectadores frente a las fotografías de Carola. Para estos abrazos, la autora menciona la reconfiguración —término clave, quizás— de los afectos, la diversidad emocional y la ausencia de distancia, los conceptos quizás de mayor profundidad e interés. ¿Qué significa que la distancia emocional desaparece? ¿Qué peso tiene entonces el cuerpo físico en nuestras relaciones hoy, luego del aislamiento pandémico? ¿Es posible dar nueva forma a nuestros hábitos en la esfera sentimental?
Apenas unos meses atrás, participé en la presentación de una novela³ y comenté que las protagonistas de la ficción (se trataba de personajes femeninos, como las imágenes de Carola) oscilaban entre sus miedos y deseos. A partir de esa reflexión, se propuso a los presentes escribir en una tarjeta blanca sus miedos y en una tarjeta roja sus deseos: cuando leí encontré que muchos de los deseos eran acciones concretas que se podían alcanzar en cuestión de tiempo, de voluntad, de sacrificio quizás, de movimiento en el espacio, de salvar distancias, justamente; solo algunos decían algo inalcanzable por nosotros mismos. Entonces cuestioné mi idea sobre el deseo, y entendí que entre él y yo hay una tensión, un vacío que no puedo salvar, parecería que su cumplimiento gravita en algo que siempre está más allá, porque es una aspiración, un anhelo. Entonces: ¿qué concepto tenemos del deseo? ¿Qué tan conscientes somos de él? Por esto, el nombre de la exposición de Carola me envolvió, e intuí que podía ser una buena elección para mis cuerpos en tránsito. Y cuando estuve frente a esas imágenes, figuras de mi propia estatura, fotografías en tela que oscilaban, quizás, entre miedos y deseos, entre mujeres y abrazos, comprendí por qué «rodear», «contener», «incluir» son acepciones tan válidas para el acto de abrazar.⁴
Sé que Carola está movilizando sus abrazos para que lleguen a Montevideo, por eso aquí no se va a develar mucho más, solo que en la descripción de su trabajo ella menciona caminatas por el monte, límites inciertos, desobediencia y salto al vacío. Quizás por eso, quienes nos acercamos a su proyecto documental y poético, nos asomamos a una certeza: otra forma es posible. Está a nuestro alcance desandar, desmantelar el mandato sobre qué y cómo desear.
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¹Vázquez Gil, Carolina. [carolahacedora]. «Me guía la desobediencia…». Instagram, 20 de octubre de 2022. Recuperado de <www.instagram.com/p/Cj9SL8voorn/>.
² Fondos para la Cultura. 2020. Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Recuperado de: <fondos.culturaenlinea.uy/presentacion/proyectos-y-becas-seleccionadas/proy-y-becas-frc/proyectos-y-becas-seleccionados-frc-2020/>. [11 de febrero de 2023].
³Aquino, Andrea. Óbelo. Montevideo, 2022.
⁴Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea]. Recuperado de: <dle.rae.es/abrazar>. [11 de febrero de 2022].
Los límites del movimiento y el dolor
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Yo sé de qué sustancia tejeré mi propio cuerpo hoy
mi cuerpo verdadero es el que ahora mismo siento.
Gabo FERRO
Hay una exigencia en el ejercicio físico, le planteo a Ana Choca, profesora de Educación Física (ISEF y responsable de Haz Entrenamiento Funcional) que genera cansancio, agotamiento y también dolor, y no solo a nivel muscular, quizás también psicológico cuando se busca una meta (deportes, competencias, dietas) y no se logra, o no en forma inmediata. ¿Acaso nuestro cuerpo sufre cuando le exigimos más, o mal, por algún éxito o modelo social o cultural? Ana menciona primero una frase del budismo: «El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional», así me explica que se trata de una cuestión mental y que, para la psicología, el sufrimiento siempre es una sensación consciente, entonces, en este caso, uno puede elegir sufrir o no. «Lo cierto para mí —aunque me cuesta pensar el ejercicio físico como un sufrimiento— si lo tomamos, como se define, como una adaptación al medio, como cualquier sensación motivada por algo que obliga al sistema nervioso a adaptarse a algo nuevo y que le genera desgaste, desde la exigencia del cuerpo de salir del lugar donde está para mejorar, fortalecerse y llegar a otro punto de estado físico, sí existe el sufrimiento, pero siempre depende de cómo se viva la actividad física».
Como me interesa la intervención de las endorfinas en este tema y tengo entendido que el ejercicio las libera y ellas generan placer y alivian o bloquean el dolor, quiero saber si el cuerpo, valiéndose de sí mismo, puede desterrar el sufrimiento emocional y físico y alcanzar el bienestar, el equilibrio. Ana responde que las endorfinas junto con la dopamina son dos de las cuatro hormonas de la felicidad, se segregan durante la actividad física pasados los diez o quince minutos, cuando se entra en calor y el pulso cardíaco sube a una zona de consumo superaeróbico de oxígeno y así corren por la médula espinal y generan esa sensación de bienestar. Desde este punto de vista, toda adaptación fisiológica, anatómica y emocional de la actividad física puede evitar el sufrimiento pero depende de lo acertada que sea de acuerdo al momento en que cada uno se encuentre y que se desarrolle progresivamente, teniendo en cuenta adaptaciones naturales y biológicas, que se le dé tiempo a la mente y al cuerpo para acomodarse al estímulo. «Dolor hay —me confirma—, el dolor es algo buscado en la contracción muscular cuando queremos generar fuerza y siempre que logremos un rango mayor de movimiento, de contracción, exigimos al cuerpo, pero el sufrimiento depende de cómo se viva y que el estímulo sea adecuado. Un gran desafío como docentes de educación física es generar un hábito, que el ejercicio sea incorporado naturalmente a la rutina y que se realice con gusto: el movimiento es inherente al ser humano, es una condición natural, el primer indicio de vida es el movimiento del corazón, luego el cerebro tiene la función de regular la energía. Podríamos evitar el sufrimiento mediante la educación, que la práctica física vaya de la mano de la alimentación, con hábitos saludables desde temprana edad». A su vez, agrega que es una experiencia en relación a las vivencias personales anteriores porque el ejercicio físico remueve emociones, conecta con angustias o con estados inconscientes, por esto es una cuestión subjetiva a la que se suma el tema del castigo, el vínculo histórico que se ha establecido entre la actividad física y el castigo corporal. Pero el dolor siempre va a estar por más que se exija adecuadamente, es un parámetro de evaluación muscular; aunque es un dolor placentero que se realiza a nuestra medida y capacidades, porque no se busca un desgaste del sistema nervioso que lleve a una lesión o a un abandono de la actividad.
También le pregunto si acaso la renuncia a ciertos gustos o placeres generan tensión o control sobre uno mismo para mantener los cuidados necesarios y que contribuiría a un cierto malestar o incomodidad. Me explica que renunciar a gustos y someterse a dietas sí se puede volver una tensión o algo difícil de sostener, la idea sería no vivirlo como una renuncia, que tenemos que reeducarnos si estamos alejados de una vida saludable, darnos tiempo que nos permita a reaprender formas de alimentación y reacomodar el descanso. Comenta que incluso el término dieta está en desuso, lo más real es un plan de nutrición acorde a las necesidades, pero siempre en base a los placeres, diferenciados de los vicios, que sí son un problema.
Y al final, inevitablemente, ¿qué sucede con la edad, con el paso del tiempo sobre el cuerpo? ¿La forma más natural de manejar los cambios sería el ejercicio o también implica una pretensión de moverse contra la vida misma, cuyo resultado es el estrés? El cuerpo envejece, me dice Ana, pierde fuerza, tono muscular y gana grasa, esto contribuye a que la salud desmejore, se desmineralizan los huesos, comienzan a aparecer enfermedades que pueden evitarse naturalmente con una práctica acorde que evite el debilitamiento muscular, pero si pasa a ser una necesidad de evitar el paso del tiempo, ya no es posible. Sí se puede lograr, con una actividad sistemática y progresiva, no perder tanta fuerza, tanta masa muscular para llegar con un cuerpo ágil y activo y tener independencia como persona. Y aquí hay un tema aparte: el estrés es un impulso de vida, la activación que necesitamos para levantarnos, el problema aparece si se pasa de los límites y afecta porque desborda las capacidades. En el entrenamiento existe una patología llamada «vigorismo», es un trastorno psicológico conocido también como «complejo de Adonis», es la alteración de la imagen corporal, la persona ve distorsionada su imagen y necesita mejorarla, necesita desarrollar la masa muscular, así se vuelve adicta al ejercicio físico, y esto sí es un problema.
Y más acá del final, a modo de epílogo quizás, le pido a Ana su visión acerca de la práctica física; me manifiesta que, para ella, es que logremos los objetivos —la mejora de la salud, del rendimiento deportivo y la estética— al mismo tiempo que desarrollamos una instancia de aprendizaje, de conexión con el cuerpo: entender cómo funciona, el para qué de los movimientos que entrenamos, cómo hacerlos (que sería el aprendizaje técnico), que sea una instancia para reconocer el cuerpo en el movimiento, generar hábitos como parte de la vida y no como obligación. «Qué para quiénes», me dice, que sea realmente funcional, apropiada para la persona teniendo en cuenta lo subjetivo, las necesidades y condiciones de salud, conectar con el cuerpo y la conciencia.
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Resignificación del juego
Las esculturas blandas de Helena Heinzen
Texto y fotografía por Virginia Mesías
Compleja tarea desarrollar una nota sobre la belleza —sea su perspectiva la más diversa, sea su abordaje el más transgresor— sin vincularla con un cuerpo material, con cuerpos en movimiento y expresión, sin aterrizar la belleza en una piel que habla o en un soporte físico que determina una forma. Difícil separar la idea de un material concreto que, en el mismo territorio que la sostiene y manifiesta, la define y encorseta. Y así, ese río inconsciente que nos empuja hacia todos los lugares comunes, trae el corsé y esa cancioncita infantil que me da vueltas desde que decidimos el tema de este número: «Los zapatitos me aprietan, las medias me dan calor…». Pero esta sección no se dirige a ningún vecinito de enfrente, porque el comienzo de estos versos nos ancla en la incomodidad y el ajuste, en la contención y la norma. Y así con todas las imágenes que se suceden, llega la sensación de disfraz y de máscara. Porque ¿hacia dónde nos dirigimos cuando perseguimos la belleza?
Para escribir, siempre comienzo por las entradas de los diccionarios y, esta vez, me sorprende que solo uno (de los varios que consulto) presenta apenas tres líneas que definen al término muñeca en su simbología: «Porque gobierna el trabajo manual, la muñeca es […] el símbolo de la habilidad humana» y nada más. Entonces vengo al diccionario de la Academia Española donde el término femenino muñeca redirecciona al masculino; ni por esta vez, con una palabra tan cargada de significados que apuntan a la figura femenina —entretejida a lo largo de la historia por la literatura, el cine, el teatro, la alta costura, etcétera— nos ubicamos en primer lugar de la semántica, los atajos y las sorpresas siempre esperan a las incautas. Así, resulta una «figura de persona, hecha generalmente de plástico, trapo o goma, que sirve de juguete o de adorno», también «persona de poco carácter», «cadáver de una persona». Y me pregunto si, en su representación simbólica, se evidencian estos significados últimos o se nos escapan. Cuerpo inerte, muerto, ausencia de personalidad, de espíritu; y los primeros, juego, decoración. Y no olvidemos cómo el lenguaje y sus imágenes, incluso las más cotidianas y coloquiales, conforman la realidad que creemos.
Cuando un tiempo atrás escuché a Helena Heinzen mencionar sus esculturas blandas, supe que dialogarían directo con mis cuerpos en tránsito en algún número de la revista. Ella misma comenta ahora lo acertado de cuestionar el concepto de muñeca, la necesidad del cambio de lugar: poner el cuerpo de la mujer en otro grado de representación plástica, que no sea solo juego, contemplación o modelo a alcanzar. Helena comienza con este proyecto en el confinamiento de la pandemia del 2020, en un taller cuyo perfil era terapéutico; había conocido a Carolina Berta, la muñequera que hizo la convocatoria, en una exposición de arte textil. La experiencia fue vía virtual y abrió el universo de este trabajo con la figura humana en vínculo con la realidad y el cosmos. Así, Helena descubrió que siempre —y sin habérselo propuesto— coleccionó muñecas (tradicionales, folclóricas) traídas desde sus viajes y las comenzó a reunir: una colección de más de treinta de todo el mundo. El término de esta primera experiencia de taller fue construir una muñeca, pero el entusiasmo no había terminado y el confinamiento tampoco, por lo tanto, se extendió el intercambio para investigar sobre los orígenes de cada una de esas muñecas y así procesar en conjunto: se denominó «Muñecas en tiempos difíciles».
A su vez, Helena ya trabajaba en el área de las artes visuales, en la ilustración y la pintura (se formó en Bellas Artes y en varios talleres de artistas), donde incursionó, interesada en medios mixtos, a lo largo de treinta años de profesión. Será en la ciudad de Paysandú, en una exposición de Buby Sánchez, maestra local de arte textil, con énfasis en el patchwork y el bordado, donde visualiza el universo amplio de este camino artístico, se integra al taller de Buby y profundiza sus investigaciones personales: interviene fotos (su proyecto «Geometrías urbanas», por ejemplo); también se interesa en el reciclado, transforma elementos que ya están, utiliza y rescata telas de prendas usadas para generar lo nuevo desde segundas oportunidades a telas, hilos y lanas.
«Las muñecas, básicamente, son mujeres» me responde con firmeza. Helena busca resaltar y transgredir en la forma y en los materiales los rasgos femeninos condicionados o estereotipados, tantos cuerpos como representaciones encaradas desde la libertad creativa. «Son mujeres, sí —me reitera—, mujeres que además van tomando vida y me hablan y me dicen qué es lo que están precisando». Es una postura personal diferenciarlas de muñecas: a nivel del hemisferio sur, muñecas son estas figuras humanas y volumétricas de tamaño mediano a chico y, cuando cambian de escala y se acercan a la dimensión humana, se les llama esculturas blandas, pero, en el hemisferio norte, es más flexible el término, me explica. Sus muñecas no son para jugar, son objetos escultóricos con intención artística, no son «muñecas de trapo en sentido literal», son obras textiles. La particularidad que deben tener para ser llamadas esculturas se asienta en la masa que se conforma por el relleno y se atraviesa con hilos, se perfora y crea su forma a través de modelar la masa de tela.
Helena se define feminista, ha trabajado y mucho por los derechos de las mujeres y encuentra en esta manifestación artística la manera de plasmar la diversidad de cuerpos (reconstruidos en la libertad de la creación) y legitimar pieles diferentes en la práctica de usar telas con historias (de otras mujeres, de ella misma, de sus amigas) y dar una oportunidad válida, quebrando con estereotipos: «Esa es mi preocupación mayor», me explica. Su obra se podría organizar en series: «Muñecas pandémicas», 2020; «Muñecas (que son) reinterpretaciones de cuerpo de mujer», 2021; y «Muñecas (que son) representación de determinados tipos de mujeres», 2022. También tiene un proyecto con «Eva y sus amigas» en relación a los talleres sobre escrituras feministas en los que participa con Lilián Toledo.
Y concluye Helena, casi como una reflexión en voz alta, que el arte textil, en un inicio relegado a la casa y a ese virtuosismo que debían alcanzar las mujeres dentro del hogar (saber tejer, saber bordar), hoy por hoy, desde la libertad y el replanteo en mano de mujeres, se ha convertido en un lenguaje que transgrede el virtuosismo (no hay que saber coser). Y, por otro lado, se aleja de la máquina para ir a la costura a mano, para poner otro ritmo a la vida contemporánea, la costura lenta como manera de no dejarse llevar por los tiempos que corren y poner una pausa para encontrarse con el crecimiento interior y una misma. Trabajar con las manos y reivindicar la herramienta que las mujeres debían usar (y que fue método de dominación) para salir a hablar desde otro lado de otras cosas.
Y junto a la imagen de las muñecas-esculturas de Helena y siguiendo la línea de tomar la voz desde dentro de los espacios asignados por el control o la dominación para revertirlos es inevitable, para mí, no escuchar a Nora en «Casa de muñecas» de Henrik Ibsen que, desde los escenarios dramáticos de fines del siglo XIX, abre un nuevo lugar y un desprendimiento del símbolo: «Voy a tirar el disfraz» y, sobre el cierre de la obra: «Todavía no es muy tarde. Siéntate, Torvald, tú y yo tenemos mucho de qué hablar».
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¹Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant. Diccionario de los símbolos. Barcelona, Herder, 1999.
²Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23. ª ed., [versión 23.5 en línea]. <https://dle.rae.es> [18/06/2022].
³Ibsen, Henrik. Casa de muñecas. Salamanca, Nórdica Libros, 2010.
Responsável é Pandora
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Natalia Rovira e o cuidado ao idoso
Texto de Virginia Messias
Fotografia: Virginia Messias
Pandora é a "personagem mitológica que simboliza a origem de todos os males causados pelo sexo feminino" porque "carregou consigo uma caixa de onde saíram todas as pragas que afligem a humanidade: velhice, dor, doença, loucura", diz um dicionário de símbolos que sempre consulto. Confirmando a informação na mitologia grega e romana de Pierre Grimal, acho que «Pandora foi o presente que todos os deuses ofereceram aos homens, para sua desgraça. […] Agora, havia um jarro que continha todo o mal. […]. Assim que chegou à terra, Pandora, aguçada pela curiosidade, abriu o vaso, e todos os males se espalharam por toda a raça humana.
Ambos os textos mencionam então a esperança —que permaneceu como um dom para sustentar a vida dos mortais— mas me impressiona que simbolicamente se interprete que o castigo é a velhice e a doença —que também costumam andar juntas—. Porque na lenda mitológica não encontro especificado quais seriam essas calamidades que suportamos; parece que em nosso inevitável imaginário cultural aceitamos a passagem do tempo e o desequilíbrio (físico ou mental) como uma praga e não como situações (adversas, possivelmente) da existência.
Talvez por isso, quando penso nas fotografias de Natalia Rovira (Montevidéu, 1979), me lembre, antes de tudo, de um trabalho —o mais íntimo e profundo, imagino— que ela mencionou em um workshop em que coincidimos em 2019: foi Em relação ao pai, à saúde do pai, não houve imagens porque ele apenas compartilhou a ideia de que implicava uma viagem juntos para visitar algum lugar do interior pela última vez, não ocultei mais detalhes. Da mesma forma, sempre volto a um de seus projetos, delicados e emocionais também, de cuidar de idosos, mães e avós idosas, realizado por filhas e netas. É por isso que estou procurando por ela agora, e conversamos.
Natalia ingressa no trabalho fotográfico em 2015, é formada em Jornalismo Esportivo pelo Instituto Profissional de Educação Jornalística (ipep) e afirma ser majoritariamente autodidata; desde 2018 trabalha colaborativamente para La Diaria nas seções “Feminismos” e “Esportes”. É do pai, justamente, que ele recebe sua paixão pela imagem e pela câmera. Em seu site, ele afirma que essa profissão é uma forma de construir sua linha no tempo e se conectar com uma infância feliz. E da infância vamos à idade adulta e, com o vaso de Pandora aberto sem voltar atrás, deparamo-nos com as Filhas da Cana, título contundente, preciso e nada metafórico (embora a imagem funcione como tal).
A apresentação deste projeto, no mesmo site de Rovira, refere o seguinte: «Quando os pais envelhecem e precisam do apoio dos filhos, encontram-se envolvidos numa série de decisões nem sempre fáceis de resolver ou aceitar. » E imediatamente tenho algumas perguntas: quem toma essas decisões no final? Quantos estão envolvidos nestas circunstâncias? Eles são resolvidos de alguma forma? Porque as soluções não implicam um desfecho favorável, mas sim que o problema simplesmente deixa de existir. E assim se sucedem as inquietações e as eloquentes e sensíveis fotografias, como todas as obras de Natalia. Há uma imagem em particular de força discursiva imponente: as mãos de Carmen, suas unhas pintadas, o cobertor colorido que ela tricota no colo como avental. Colo que teve seus filhos, mas agora só a Cristina está lá como apoio, mulher-apoio também.
Carmen é a mãe centenária e Cristina, sua filha. Cristina a levou para morar com ela para cuidar dela, ela também trabalha, claro, ela trabalha e cuida da mãe; ela nunca faz esse trabalho do local da denúncia, não há peso maior para ela, mas, de qualquer forma, essa realidade a estava consumindo. Por outro lado, em Hijas bastón há duas irmãs jovens com sua avó Etelvina que vivem em uma casa de saúde; Os filhos de Etelvina estão vivos e nos Estados Unidos, de onde a mãe voltou quando adoeceu para ser cuidada pelas netas, Valeria e Débora, que, por sua vez, foram criadas por Etelvina. Natalia me explica que não encontrou histórias de homens que cuidam de suas mães ou avós: “Não vejo cuidadores masculinos, eles vão se pedirem, só isso —explica e continua— não saber se a sensibilidade é inata nas mulheres. Há algo corporal e emocional neste trabalho e, por outro lado, há o que os demais reivindicam e esperam, toda a carga recai sobre uma pessoa. Quando não há ferramentas para relegar, o que você faz então?»
Natalia trabalha em relação às pessoas em seus projetos, elas lidam com experiências íntimas, pois ela encontra uma conexão maior com o lugar onde o outro está. E assim podemos ver Não continue procurando, sobre a atuação do Women in Black e os esportes desmasculinizados sobre as políticas de igualdade no esporte. No dia em que nos encontramos, ele também me conta sobre uma das últimas capas de La Diaria que saiu com uma fotografia dele, ele me entrega uma cópia e ali a imagem daquele rosto em primeiro plano no papel fala por si e por a lealdade de uma fotógrafa às suas escolhas de vida e trabalho.
E assim somos nós, Pandoras ou Evas, que geramos as aflições e males que assolam a humanidade desde o início, dizem os que inventam os mitos, é claro. Talvez por isso sejamos responsáveis pelo cuidado, proteção, responsabilidade em ajudar, resolver todas as dificuldades como um hábito que é herdado no gênero. Ao terminar este bilhete e perguntar algumas informações a Natalia, descubro que ela está com o pai no hospital, cuidando dele.
Fotografia: Natália Rovira
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¹ Biedermann, H.. Dicionário de Símbolos, pp. 347-348. Paidos: Barcelona, 1996.
² Grimal, P.. Dicionário de mitologia grega e romana, p. 405 Paidós: Barcelona, 1994.
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A dança e a escolha do bom amante
Texto e fotografia de Virginia Mesías
Não consigo te ouvir. Não consigo ouvir sua voz. É como se eu bebesse uma garrafa de anis e adormecesse numa colcha de rosas. E isso me arrasta, e eu sei que estou me afogando, mas estou para trás. […] E eu sei que estou louco e sei que meu peito está podre de tanto segurar, e aqui estou eu ainda para ouvi-lo, para vê-lo balançar os braços.
Frederico GARCIA LORCA
Bodas de Sangue
E então o conflito, a tragédia mesmo, nos é apresentado quando ouvimos, quando ouvimos e quando ficamos para trás. Sempre foi assim: uma questão de instinto, simplesmente de paixões; tão simples como o nosso corpo, a nossa idade, a nossa própria consciência tão severa, a própria vida com os seus pesos, limites e preconceitos intervêm aí. E vamos de um lado para o outro e nos afogamos muitas vezes, até decidirmos optar pelo anis e pela colcha de rosas. Nada simples.
Lembro-me de uma das primeiras apresentações de Analía Zufiaur, em dezembro de 2003, no teatro Gonzalo Ramírez, no bairro de Palermo. Porque desta vez, Cuerpos en transit não vai tratar de artistas reconhecidos ou nomes internacionais, nem de mulheres de pedra que tentam ganhar território. Desta vez, o corpo em movimento é o de uma mulher comum, cotidiana, uma de nós, mas não menos. Analía Zufiaur faz 50 anos em dois meses, ela mesma me diz: «Já não sou jovem, já sou veterana disso». Mas também, e eu não sabia, ele comemora seu jubileu de prata: 25 anos dançando flamenco.
Analía Zufiaur não tem o corpo magro e leve que tradicionalmente se espera na dança; Ela é mãe de dois adolescentes que moram com ela 24 horas por dia, todos os dias do ano, e trabalha oito horas por dia, como a maioria de nós. E dançar, dançar flamenco porque é inevitável. Ele me explica que eu precisaria ter várias vidas ou mundos paralelos para aprender excelentemente em cada uma a bata de cola, excelentemente o leque, as castanholas, o xale, as voltas do peito e as mudanças de peso no corpo para ter pernas ágeis e que o soniquete é maravilhoso, e as palmas e o cajon e o canto… Ela me explica que economiza tempo com cuidado para esse encontro, porque o flamenco é o espelho para se encontrar para o qual ela precisa ser perseverante e consistente. No começo, ela lembra, seus pés ficavam presos e ela sentia que ia cair, que era impossível coordenar os braços com os pés e depois a cabeça e a cintura e o rosto, mas era assim, era assim que ela continuou porque a dança a desnuda completamente, e quando ela não chega ao ensaio, 100%, ela pensa: "E se você não tivesse isso? E se você não conseguisse? Defenda-o claramente e renda-se; dar-se como amante "porque não é um passatempo ou um jogo, é a raiz e o eixo absoluto da vida".
Ela me diz que apesar das cartas que a vida joga —às vezes desafiadoras—, apesar da família, do papel materno e dos obstáculos no trabalho, a tarefa mais exigente é aceitar a si mesmo: “Eu sou isso que você vê, em processo de transformação , claro, com os vestígios das maternidades, do tempo, com a força da gravidade que não nos solta. E mesmo assim, um hino à maturidade é possível nestes tempos de absoluta juventude.»
Porque ela começou a dançar "velha" e seu ponto de partida, de inspiração, foi o filme de Carlos Saura com Cristina Hoyos e Antonio Gades: Bodas de sangre, claro. Quando a televisão aberta, que tinha apenas quatro canais, transmitiu o filme: "As memórias não são intelectuais, ainda são sensações, sentimentos", ele me conta. Sentia um desejo profundo de comunicação como "aqueles artistas do corpo, pondo em movimento a lágrima, a paixão, o desejo, um desejo trágico naquela história", despertando assim a necessidade de expressão, a curiosidade. Anos mais tarde encontrou a oportunidade muito próxima do seu primeiro emprego, era 1997 e, por acaso, viu na sede da Casa de Galicia, em 18 de Julio e Barrios Amorín, que se davam aulas gratuitas de flamenco, e assim tempo em que o estudo não poderia ser pago, foi decidido.
Assim, aos 25 anos, recebeu, ao mesmo tempo, sua primeira experiência de trabalho, uma abordagem ao flamenco e também o contato com a medicina chinesa (Analía é terapeuta e foi introduzida ao conhecimento do flamenco espiritual em Tian, uma escola de medicina chinesa na Espanha: prática em que a dança é investigada como meio de cura física, mental e espiritual). Ao mesmo tempo, ele me diz, um pouco de brincadeira e nem tanto, que não se lembra do que fez antes, talvez apenas se preparando para o que foi desencadeado depois: o caso de amor com a dança. Porque, como ele me garantiu em várias ocasiões, o flamenco é o amante-refúgio-desafio. Ele a desafia a olhar mais fundo, a olhar com mais precisão os sentimentos que estão encapsulados na realidade cotidiana, porque o flamenco move o amor, não nos deixa indiferentes, pode gostar mais ou menos, mas nunca nos deixa indiferentes, ela diz. E também exerce um poderoso efeito transmutador sobre quem a canta, quem a toca em um instrumento, quem a dança, quem a contempla: "Atinge o peito, todos os poros, esse efeito é altamente curativo".
Quando pergunto a ela sobre o espaço para grandes mulheres na dança, adultas, quer dizer, ela me diz que pensa justamente nisso, nas grandes: Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Cristina Hoyos, Antonio Gades que tanto influenciaram na evolução da dança, além da arte particular que cada uma transmitia. Recorda quando teve a oportunidade de viajar à Andaluzia, à própria fonte do flamenco e "ver octogenários anónimos, de feições quase imortais, dançar de uma entrega, de uma posição tão desempenhada porque não se trata de virtuosismo ou de demonstrar nada, mas para mover a própria alma que dança por aqueles corpos enrugados onde se vêem os sinais de toda a vida.» Pense em Cristina Hoyos, que ainda está ativa, depois de ter passado por um câncer e que, por sua vez, desenvolve uma consciência de cura através da dança, que Analia compartilha plenamente.
Em seguida, ele menciona as academias em geral, nas quais se repetem os padrões de juventude, baixo peso, esbeltez, resistência e força e a inevitável marca sensual. Recentemente em sua última escola de dança, ela divide aulas com diversos colegas com uma forma corporal única e irrepetível, ela me conta, e isso significa que quando ela vê as danças dos outros, ela se sente comovida ou atraída por elas. Interessa-lhe contemplar as mulheres da sua idade porque: «As mais velhas têm vida. Claro que todos têm histórias para contar com o corpo, mas elas, mulheres de 50 anos, estão expressando a maternidade ou a falta dela, a menopausa, as mudanças hormonais, a saudade, a busca do amor, ou a vivência dele, as transições, separações, mudanças de emprego forçado e imprevisto, e tudo isso se manifesta no momento da dança.» E então ele presta atenção em como seus colegas vêm para a aula, o que eles trazem com eles. Ela me conta como alguns têm seu romance com o espelho e o tempo que levou para ela se olhar sem ser uma juíza brutal, a dança a ajudou muito com sua timidez que não aparece a olho nu mas está lá e tenta encontrar seu próprio olhar. Ele também me fala sobre a importância de cuidar do corpo: "Quando seus pés doem, você tem que mimá-los", dedique um tempo para que as unhas não encravem, os calos, os joelhos, os ombros, cotovelos, pulsos, as mãos que expressam a dança.
E assim voltamos à pergunta: "Que espaço há para mulheres grandes?" E é respondido: “Pequeno, pequeno”. Que talvez agora, em seus últimos quatro anos de experiência, tenha encontrado um pouco de espaço para um corpo como o dele; Nos seus primórdios, nunca encontrou estatura no corpo e na expressão, porque se procurou que todos expressassem o mesmo: «uniformizar e coreografar o sentimento é algo impossível e fora do que é a dança como expressão da alma».
Recorda a formação técnica do seu primeiro professor, muito duro, cruel, quase violento, durante anos esteve perto da cortina, em segundo plano nas apresentações, quase impercetível "porque não tinha lugar para mim", só por sacrificar a sua corpo poderia se aproximar do modelo que ele exerce sobre o olhar de quem dirige e dos acompanhantes também. E depois da maternidade, a mudança foi importante e talvez tenha sido o momento de maior sofrimento: seios grandes de amamentar, costas que alargam, cintura que se perde, as ancas alargam mais e os balneários sempre significaram «cobrir, cobrir, cobrir, esconder". “Temos muito que aprender —diz— sobre a dor que causamos ao impor esses cânones ou quando deixamos que eles nos imponham. E a consciência e libertação veio da mão do flamenco espiritual quando começou a praticá-lo. A primeira oportunidade foi na Espanha, com um vestido branco sem mangas, cabelos soltos (que sempre foram "bem amarrados, bem presos, bem esticados e com muito gel" e ela tinha cabelos grisalhos e cabelos grisalhos rebeldes, "eles são como antenas", diz). Aquela primeira vez foi como estar em outra vida.
Eu a escuto e sinto que não tenho certeza do que mudaremos com nossas histórias, com nossas imagens nestas páginas. Não há certezas, mas há raízes, disseram-me uma vez, e talvez a raiz seja construir essa outra vida, assim, ouvindo-se. Porque a última vez que fui trabalhar com Analía para este bilhete, ela me disse, enquanto procurava o xale certo para as fotos, que quando anotava ideias e gravava áudio, sentia que tinha algo a dizer, que sua voz fazia senso. Sorri, porque não me surpreendi com a coincidência que nunca é assim, e disse-lhe que este era o título deste número e a primeira motivação que tivemos para a revista.
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Bibliografia
Garcia Lorca, Frederico. Bodas de Sangue. Buenos Aires: Losada, 1998.
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O corpo na pedra
Texto e fotografia por Virginia Mesías
A presença da figura feminina na arte escultórica da cidade se reduz a jardins, parques e museus. Em geral, são professoras ou mães acompanhadas de seu ofício, sua vocação: crianças ao seu redor. Com exceção desses exemplos, os corpos das mulheres são representados seminus ou completamente nus (o que não é o caso das figuras masculinas) e como criaturas praticamente míticas —silfos ou musas—. Raramente são silhuetas em posição de poder ou independência: independência dos filhos que educam ou criam, dos cônjuges a quem pertencem, dos artistas que inspiram, dos parques dos quais fazem parte como ornamento. _cc781905-5cde -3194-bb3b-136bad5cf58d_
Não avançam nem se fixam, não olham de um pedestal dominando o seu entorno, não conquistam nenhuma avenida ou marcam a entrada de qualquer importante construção política ou cultural, a menos que sejam representações simbólicas de alguma ideia altruísta: liberdade, constituição, entre outras. É interessante procurar, no espaço público, aquelas poucas esculturas que têm uma atitude —por vezes espontânea ou involuntária— de desejo, de tranqüilidade. Olhemos com atenção, pois estão imersas em outro circuito, paralelo ao das estátuas imponentes ou vitoriosas (com um cavalo incluído muitas vezes, claro, continuidade viril, digamos).
Então: por que o corpo e o desejo estão ocultos na representação da mulher na cidade? Por que a estatuária urbana não fala em outro registro? Qual seria o perfil da cidade se as mulheres aparecessem (em pedra, claro, ainda é difícil de outra forma) destacadas, retiradas, descontextualizadas daqueles lugares reduzidos onde se situavam e, ao invés, se manifestassem em lugares visíveis através dos quais, ao qualquer hora, algum morador da cidade passa? Para vê-los é preciso ir ao parque, é preciso chegar ao jardim, é preciso entrar no museu para encontrá-los. Vamos retirá-los deliberadamente do espaço imposto e levá-los para a rua, deixá-los atravessar as avenidas e apropriar-nos dos edifícios de valor histórico para que, assim, adquiram outro significado. Ressignificar o corpo feminino na escultura urbana e pensar com que matéria emocional caminharíamos sem tantos heróis vitoriosos controlando a dinâmica cotidiana.
Teríamos que ver o que acontece no interior do país e na América Latina. Qual é o lugar, não só das mulheres, mas do corpo na cidade? Que representação é feita? Por que despi-lo ou envolvê-lo em tule? Por que transformá-lo em algo angelical ou vaporoso, não muito físico, não muito material? Por que escondê-lo entre flores, entre árvores e caminhos de um parque, entre bancos de um jardim, entre galerias de um museu? Por que não deixá-lo cair em uma praça central?
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Marina Abramovic: nem avó nem senhora, basta o nome próprio
Texto e fotografia por Virginia Mesías
“Había abandonado el trabajo en solitario por un ideal que me parecía más elevado: fazer arte juntos e criar esse terceiro elemento que costumávamos chamar esse ser , uma energia que o ego não envenenou, uma fusão do masculino e do feminino que para mim era a forma mais elevada de arte. Ela não podia suportar o pensamento de que não iria realmente funcionar. (…) Para mim, a vida privada também fazia parte do trabalho. Para mim, nossa colaboração sempre foi sacrificar tudo por uma causa maior, a ideia maior”, reflete Marina Abramovic em seu livro de memórias Walk through walls (2016) sobre seu trabalho com Ulay (Frank Uwe Laysiepen) da exposição Modus vivendi (Los Angeles). , 1986) que apresentava os dois, fotografados em tamanho real, cansados e carregando uma caixa: a de Ulay estava vazia, a de Marina estava completa.
Marina ; Então todos nós falamos sobre Marina. Mas: quanto sabemos sobre arte performática? Quanto sabemos sobre este artista sérvio nascido na República Socialista da Iugoslávia? Mas o que é que todos nós, com certeza, sabemos sobre Marina, o que todos repetimos com muito conhecimento? Que ela é a "avó" da performance e que uma vez, em um importante museu, ela se sentou usando um vestido vermelho para olhar para quem ousava e então Ulay apareceu, que sorte Ulay interveio porque então ela se emocionou com o reencontro e ele também, é claro, e eles deram as mãos e a lágrima ocasional caiu e aquela cena oportuna se tornou viral nas redes! E sim, uma performance envolve improvisação e contato direto com o espectador e graças ao episódio emocionante, muitos de nós descobrimos quem é Marina Abramovic: a chocante dama de vermelho que inesperadamente conhece um parceiro amoroso e artístico do passado em uma cena de filme (Eles eram um casal de cerca de 12 anos). Claro que estou me referindo a The Artist is Present (MoMA, Nova York, 2010), obra dentro de uma exposição maior que envolveu uma retrospectiva de sua carreira, nos andares superiores houve apresentações de suas peças e no átrio, Marina foi sentado recebendo espectadores por três meses, oito horas todos os dias.
Pero el punto aquí no es el premio o una performance en particular y sus derivações, a questão é como várias notas jornalísticas, publicações e pessoas comentam repetidamente a mesma coisa: o episódio viral pontual que representa apenas alguns minutos em sua trajetória e não o Ritmo O ( Nápoles, 1974 ), por exemplo, ou Incisão no Espaço (Graz, Áustria, 1978) se preferirmos que o casal trabalhe em conjunto. E cuidado com as ideias que acreditamos porque o próprio MoMA conseguiu ali a presença de Ulay, que, por sua vez, havia sido solicitada por Marina desde que ele participou da obra exposta por 12 anos; ela sabia que ele poderia estar presente. E, além disso, essas lágrimas, essa emoção, também podem responder à recente e dolorosa separação de seu último marido, Paolo Canevari, com quem ela também compartilhou 12 anos de sua vida. Em todo caso, algumas páginas chegam a mencionar o Passeio ao longo da Grande Muralha da China : a história de amor termina e eles viajam e caminham até se encontrarem para se separar; mas essa performance ocorre após 8 anos de exibição, e o ponto de partida original era muito diferente e o título provisório Os amantes . E não se lembra que em 1979 eles foram convidados para a Bienal de Sidney para aparecer na abertura da mesma e assim surge em Marina (de uma lembrança de seus 14 anos) a intenção de ir ao sertão , um interior e semi- região árida localizada no Grande Deserto da Vitória e então, no final de 1980, eles voltam e vão para o deserto por seis meses e aí nasce a ideia: “Naquele momento alcançamos nossa próxima grande ambição: andar na parede, começando nas extremidades opostas e encontrando no ponto médio. Estávamos certos de que ninguém tinha feito isso antes. Combinamos que não apenas nos encontraríamos no meio, mas que seria onde nos casaríamos. Seria incrivelmente romântico." Eu poderia até dizer que essa experiência no deserto australiano também tem suas origens O artista está presente : dos aborígenes do deserto eles aprendem a não se mexer, não comer, não falar para sobreviver e, em julho de 1981 por 16 dias em Sydney, representam o ouro encontrado pelos artistas , uma instância que Ulay não resiste talvez porque tenha atingido seu limite físico e resistência. Mesmo assim, ao retornarem a Amsterdã, decidem realizar a performance 90 vezes nos próximos cinco anos e mudar seu nome para Crossing the Night Sea, aludindo ao contato e aprofundamento do inconsciente, meditação e autodomínio. Mas quando eles começam com a Caminhada ao longo da Grande Muralha da China , sua história de vida havia terminado, dolorosamente encerrada (eles se encontrarão 3 meses após o início, em 27 de junho de 1988, e Marina retornará a Amsterdã sozinha; Ulay se casaria em dezembro com seu tradutor chinês com quem ela estava esperando um filho). Então vamos parar de criar circunstâncias românticas que encobrem obras de arte pessoais. Marina terá feito uma performance sem Ulay? A "rainha", a "dama", a "avó", aparentemente ela se define como "madrinha" (e é compreensível, pois ela nunca quis ser mãe para que isso não fosse um obstáculo em seu trabalho): ela fez algo antes ou depois? Poderíamos citar algum trabalho da artista que não inclua seu parceiro?
Digo que sua carreira poderia começar aos 19 anos com “Três pedaços de pano secretos”, uma pintura que ele pinta 3 cores diferentes que cercam três objetos, uma pintura na qual ele alerta para o intervenção necessária do espectador que deve "começar a imaginação". Ou melhor, mais tarde, junto com cinco colegas da Academia (final da década de 1960) com que trocaram arte e discutiram os métodos de ensino que receberam ao assimilar a influência da arte conceitual ocidental, o movimento italiano arte povera , Fluxus na Alemanha e o grupo esloveno Oho. Mas o mais apropriado é ir para 1969 e sua primeira ideia de performance apresentada no Centro Juvenil de Belgrado, Vem lavar comigo : assim que o público entrava tirava as roupas que Marina lavava, secava, passava e devolvia para que os espectadores pudessem sair do galeria limpa (mas a peça foi rejeitada). No início de 1970, uma primeira exposição foi realizada no Centro Cultural Estudantil: Drangularium , e seu trabalho estava relacionado às pinturas de nuvens que ele pintava na época. Em seguida, uma segunda exposição no Centro Estudantil, Objetos e projetos , para a qual Marina expõe uma série de cartões postais, Liberte o horizonte , em que apaga monumentos e edifícios históricos de Belgrado (alguns dos quais foram destruídos durante a guerra em Kosovo até o final dos anos 1990) . Ou talvez seu trabalho comece muito antes, quando sua mãe sonha que dá à luz uma cobra. O início seria por aqui, antes mesmo de sua primeira performance lembrada: Rhythm 10 (Edimburgo, 1973). E ele conhece Ulay em 1975, depois de Thomas Lips (Innsbruck, 1975), depois de Rhythm 0 , depois de Rhythm 4 (Milão, 1974), depois de Rhythm 2 (Zagreb, 1974). Será que sem Ulay não nos lembramos de Marina, sem prêmio não há trabalho, sem metáfora materna não há artista?
Llama la atención cómo para presentar la carrera de una artista que acaba de ser premiada recorremos às circunstâncias mais domésticas ou românticas, a mais vendável talvez, a novela segura. Mas se assim for, vamos falar de sua infância, ou de sua adolescência sob o rigor de uma mãe e de uma tia que lhe batiam constantemente e de um pai que acaba abandonando a família. Marina nasceu em Belgrado em 30 de novembro de 1946 durante o regime comunista de Tito em uma espaçosa casa com piano, livros e pinturas. A filha de heróis de guerra que se tornaram membros importantes do partido: seu pai, Vojin, era membro da guarda de elite de Tito e sua mãe, Danica, era responsável pelo instituto que supervisionava os monumentos históricos e também diretora do Museu da Revolução e o Art. Desde os sete anos, Marina sabe que quer ser artista, não só tinha seu quarto, mas também um ateliê. Já na puberdade, devido às intensas enxaquecas que sofre, inicia um treinamento de quietude e concentração para suportá-las. Viveu uma adolescência incômoda e infeliz: sentia-se feia, muito alta, com óculos grossos e armações pesadas, sapatos ortopédicos, cabelos curtos, vestidos pesados de lã, carinha de bebê e nariz grande. Mais tarde, enfrentará o abandono de seu pai, o único adulto de quem sentiu amor e apoio. Deram-lhe tudo em relação à sua formação artística, mas nada mais. Quando ouço que ela se torna uma diva, uma estrela das capas das grandes revistas de moda com os figurinos dos estilistas mais importantes, lembro das roupas que eu tinha que usar quando era jovem e que odiava porque aquela mãe determinava ; mas esses são detalhes sem importância, é claro. Paro na presença muito constante de Ulay ao falar dela e penso naquelas ideias que se materializaram em obras e que pertenciam ao casal: quanto havia de um ou de outro? E inevitavelmente me lembro de Gerda Taro que morreu tão jovem que todos acreditamos que Robert Capa é apenas o homem e em Dora Maar e em Camille Claudel. E talvez não conheçamos todos Bioy Casares e pouquíssimos de nós lemos Silvina Ocampo? Não localizamos todos Carlos Maggi e poucos de nós lemos María Inés Silva Vila?
Marina es Marina y ya tenía un nombre cuando conoció a Ulay. Deixemos de acreditar nos olhares poéticos de O artista está presente e no último encontro da Grande Muralha da China . Vamos nos livrar de Marina de Ulay. Sem metade.
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Terra
Por: Virginia Messias
Foto: Virginia Messias
Una performance es una actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el contato direto com o espectador, de acordo com o dicionário, de acordo com. Porque este ano, neste 20 de maio, Cecília Vignolo (Montevidéu, 1971) e seu Abraço serão enterrados em algum lugar dos 4 hectares de parque que cercam a antiga casa de campo de Máximo Santos, que desde 2006 é nosso Museu da Memória, responsável por "a promoção dos direitos humanos e a memória da luta pela liberdade, democracia e justiça social como conceitos culturais em permanente construção" (explica o site do MUME ). E é justamente isso que essa performance traz consigo: construção, prática e memória. Não há improvisação nesse ato, há conceito, testemunho, permanência. Mas a chamada ao público não está aberta, não é para medidas sanitárias, claro; A interação será pelas redes do Centro de Exposições do Metrô a partir das 11h da manhã e do Centro Municipal de Fotografia que também cobrirá o evento nesta quinta-feira na 26ª edição da Marcha do Silêncio .
Foto: Virginia Messias
Esta puesta en escena surgió en el año 2007 para el 2do Festival Internacional de arte do Rio de la Plata , foi apresentada no Parque Harriague em Salto e, como diz o artista: “cria um presente no qual o passado recente se integra, na tentativa de aceitar e reparar sua dimensão sinistra, impossível. A terra inteira está cheia dos restos mortais daqueles que morreram pela minha liberdade. Abraço e escuto a terra como se os gritos pudessem atravessar as fronteiras que conhecemos, e a batida de um único coração pudesse chegar ao fundo do Río de la Plata.” Não é a primeira vez que Vignolo trabalha com a terra e com seu corpo afundado, preso nela ou integrado. Em 2006, a exposição Há outra coisa que quero dizer também envolveu terra e abraços (sala do MEC para o Ministério do Interior). “Coreografia para Mãos com Esposas”, de 2007, fez parte do Concentrado Acción dentro do Encontro Latino-Americano de Performances (Direção Nacional de Cultura, MEC) e suas mãos algemadas emergiram de 3 metros cúbicos de terra. E na inauguração do mesmo MUME , também em 2007, apresentou Retornando ar respirável , enterrado, com apenas uma mão para fora e um fio vermelho saindo, entrelaçado em seus dedos, para entrar no museu.
En otra acepción performance es rendimiento, la proporción entre el resultado obtenido y los Métodos usados. Terra, grama e uma pessoa, são os meios mencionados na ficha técnica da Abrazo : a pessoa é Cecília, claro, mas há outra pessoa ali, uma silhueta no chão, escondida pela escuridão nos contornos da grama, uma figura que Cecilia abraça de olhos fechados, como se cantasse secretamente alguma canção de ninar nunca ouvida, nunca terminada. Porque há muito mais sombras que vêm daquela terra e o abraço recolhe, resgata, revive. Qual é então o resultado da ação desta quinta-feira 20 memória?
_CC781905-5cde-3194-bb3b-136bad5cf58d_ O trânsito dos corpos na escuridão que se erguem pelos galhos enterrados, o tronco das árvores do parque, o ritmo das folhas ao vento, os olhos surpresos de algum espectador que chega ao museu sem ser chamado, ou talvez sim , convocadas por outras vozes, muitas outras porque se juntam àquelas que a lenda sórdida do ditador que habitou os topônimos. A atuação dos corpos é testemunho. A artista, a terra, seus braços e as sombras, são certezas. Fé em sombras que se movem de acordo com o círculo do sol e a duração da cena. Fé nos corpos e suas vozes. Vozes na terra.
Foto: Virginia Messias
corpos em trânsito
Notas sobre a criação
Por: Virginia Messias
“Então o novo estado começou a acontecer. A faixa preta, o rio parado, o que poderia parecer o que aconteceu, quando tudo já estava perdido. (…) A mulher sem cabeça permaneceu espalhada no tapete escuro e assustadoramente estreito de seu ato. Haveria, talvez, uma medida no tempo para tudo isso. Mas o palpite mais simples tinha que ser de curto alcance. Ao tocar a garganta, as perguntas acabaram.”
Harmony Somers, "A Mulher Nua"
Neste espaço, o elo entre movimento, gesto e imagem é proposto a partir da experimentação com nós mesmos: somos o mapa, o território da nossa própria necessidade de fala e toda expressão possível passará pela pele, pelo músculo, pelos ossos, em neles vive a ferramenta certa, permanente e perecível, daí o seu drama incontornável, tão performativo, tão visual.
Práticas artísticas de trabalho com o corpo, a partir do corpo, através dele. A performance, o autorretrato, a poesia e a voz, a imagem fotográfica, a instalação, a palavra. Tantas manifestações de criatividade nesta linha conceitual. Tantos artistas que constroem uma linguagem física.
Este será, então, um discurso experiencial em que as formas se tornam imponderáveis e o olhar busca o contorno do objeto e este, por sua vez, exterioriza a necessidade de transformação para ser si mesmo e outro, para renascer e definir sua identidade. .
Foto: Virginia Messias
A gestualidade e o movimento são expressões espontâneas, dizem o que precisa ser comunicado em cada momento, em cada circunstância: o corpo se fecha na emoção ou se abre no nascimento. corpo cotidiano. cantos e janelas. Casa do Corpo. Registro de escritura e testemunho de criação. A linguagem é uma casa de imagens e palavras, é a caça ao mundo que quer escapar à luz das minhas últimas fotografias.